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CARTA A LOS ROMANOS

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1 1 Pablo, esclavo de Jesús, el Mesías, llamado, apóstol, apartado para el evangelio de Dios, 2 que había prometido por sus profetas en las Escrituras sagradas, 3 acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, 4 constituido hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad a partir de su resurrección de entre los muertos, Jesús, el Mesías, señor nuestro, 5 por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia de la fe entre todos los gentiles, en pro del Nombre, 6 entre los cuales estáis también vosotros, llamados por Jesús, el Mesías; 7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, elegidos, santos, a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del señor Jesús, el Mesías.

1 Llamado, apóstol: quizás entendible como «llamado para ser apóstol». Contrástese con Gal 1,1.

2 prometido por sus profetas: Pablo manifiesta que está de acuerdo con nociones básicas sobre Jesús que él mismo había recibido de judeocristianos anteriores a él: a) el mesianismo de Jesús vaticinado ya por los profetas; Jesús es descendiente de David; por tanto, cumple ese requisito para ser el Mesías; b) Dios lo ha constituido hijo suyo tras la resurrección, por medio de su Espíritu, en una suerte de apoteosis. en las Escrituras sagradas: Estas ideas representan la formulación tradicional de una cristología aún poco desarrollada, similar a la del discurso puesto en boca de Pedro en Hch 2,22-24.32.36, basada en una exégesis escrituraria. Aunque esta cristología no es el pensamiento completo de Pablo al respecto, sí es su estructura básica (véase nota a «hijo» en 1 Tes 1,10). Esta cristología básica se complementa con lo que el apóstol afirma en Hch 13,30-39. Esta formulación, ser humano (adopción) → resurrección → apoteosis a señor y mesías, coincide básicamente también con la segunda interpretación de Flp 2,6-11 (aquí).

5 gracia: la salvación es pura gracia. Es un axioma paulino (véase Flp 1,29; Rm 5,15.17; 6,23). obediencia de la fe: significa aquí —y en el pasaje espurio 16,25— la adhesión de la fe a la obra salvadora de Dios en Jesús por medio de la cruz: obediencia como ser humano al plan de Dios, el Creador (1 Cor 1,18-25, especialmente v. 21). gentiles: literalmente «naciones», o «gentes» (gr. éthne) en un sentido grandioso: todos los pueblos, representados por los gentiles de Roma, están convocados por Pablo para obedecer a la proclamación sobre Jesús. Pablo divide a sus lectores entre judíos y «gentiles/naciones», lo que significa una oposición a la nomenclatura imperial que piensa en «romanos»/los «otros». Esta división podría ser considerada por algunos como un acto de política antiimperial.

7 a todos los que estáis en Roma: la carta afecta también a los judeocristianos. Como «todo» no significa siempre literalmente «todo» en Pablo (véase 11,26 y nota), entiéndase el vocablo según el contexto. Es claro que la carta va dirigida expresamente a lectores gentiles (1,5.13; 9,3; 10,1; 11,13.23.38.31; 15,15), pero aquí no se excluyen los judeocristianos. santos: el significado de este vocablo lleva en griego la idea de «apartado para el servicio de Dios»; también podría ser posible «consagrado».

8 En primer lugar, doy gracias a mi Dios por medio de Jesús, el Mesías, por todos vosotros, porque vuestra fe es anunciada en todo el mundo. 9 Pues mi testigo es Dios —al que adoro en mi espíritu en el evangelio de su Hijo— de cuán incesantemente hago memoria de vosotros, 10 rogándole siempre en mis oraciones que, si es su voluntad, encuentre por fin algún día ocasión favorable de llegarme hasta vosotros, 11 pues ansío veros, a fin de comunicaros algún carisma espiritual que os fortalezca; 12 es decir, para sentir con vosotros el mutuo consuelo de la fe común: la vuestra y la mía. 13 Y no quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me propuse ir a vosotros, pero fui impedido hasta el presente, para tener algún fruto también entre vosotros, al igual que entre los demás gentiles. 14 Me debo a los griegos y a los bárbaros; a los sabios y a los ignorantes; 15 por ello, mi ansia de evangelizaros también a vosotros, a los que estáis en Roma.

16 Pues no me avergüenzo del evangelio, fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego. 17 Pues en él se revela la justicia de Dios, por la fe y hacia la fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por la fe».

9 el evangelio de su Hijo: de nuevo, se refiere obviamente no a un texto escrito, sino a esa proclamación del significado e importancia de la muerte y resurrección de Jesús.

14 Me debo a los griegos y a los bárbaros: no sabemos, a pesar de esta afirmación general, de ninguna acción apostólica de Pablo a gentes de habla no griega. Sin embargo, su deseo de ir a Hispania puede hacer sospechar que Pablo sabía algo de latín. De este hecho debe deducirse que los gentiles conversos eran para Pablo representantes de todas las «gentes» del mundo.

16-17 Estos versículos constituyen una de las declaraciones programáticas de la carta. del judío primeramente y también del griego: la historia de la elección de un pueblo, el judío, como elegido suscita la idea de un orden o prelacía en la salvación: el evangelio del Mesías ha de ser proclamado primero a los judíos y luego a los gentiles. Este orden es admitido por Pablo, quien se opone así a un cierto menosprecio de los judeocristianos por parte de los gentiles (véase 9,4-5 y el capítulo 12). Pero tal prelacía queda de hecho eliminada por el evento de la cruz: tanto judíos como «griegos» son justificados ante Dios por la fe y solo por ella.

17 por la fe/hacia la fe (ek písteos/eis pístin): o bien «desde la fe/hacia la fe». Podría teóricamente traducirse también como «la justicia de Dios se revela en él (en el evangelio) por su fidelidad (la del ser) hacia la fidelidad (para con Dios)», es decir, para suscitar la fidelidad de los humanos hacia la divinidad. Pero es imposible universalizar este último significado —a saber, pístis como «fidelidad» y no como «fe»— en el sistema paulino completo (véase Gal 2,16 y nota). vivirá por la fe: cita de Ha 2,4 («He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, más el justo vivirá por su fidelidad (hebr. beemunató)». Pablo, sin embargo, lo entiende muy probablemente «por la fe» (véase 4,5; 5,6: Dios «justifica» al impío, no al que es ya previamente fiel).

18 Se revela, pues, la ira de Dios desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; 19 porque lo cognoscible de Dios está manifiesto en ellos: pues Dios se lo manifestó. 20 Porque lo invisible de él desde la creación del mundo es conocido por el pensamiento a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; 21 porque, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que envanecieron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció:22 afirmando ser sabios se volvieron estúpidos, 23 y mudaron la gloria del Dios incorruptible por una semejanza en imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.

24 Por eso los entregó Dios a las concupiscencias de sus corazones hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos..., 25 quienes cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez de al Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

26 Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres mudaron el uso natural por otro contra la naturaleza; 27 igualmente los varones, abandonando el uso natural de la fémina, se abrasaron en apetencias los unos por los otros, cometiendo la infamia de varones con varones, recibiendo en sí mismos el pago que convenía por su extravío. 28 Y como no tuvieron a bien tener el verdadero conocimiento de Dios, los entregó este a su mente insensata, para hacer lo que no conviene: 29 llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, dolo, malignidad, chismosos, 30 detractores, odiadores de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, 31 insensatos, desleales, desamorados, despiadados; 32 quienes, aunque conocedores del juicio de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas hacen, no solo las hacen, sino que consienten con los que las ejecutan.

18-32 Aunque el texto habla de «seres humanos» en general (gr. anthrópon v. 18), es claro que Pablo se refiere ante todo a la perversión de los gentiles por su desconocimiento voluntario de Dios. Esta generalización indebida se debe a que Pablo está ya pensando en lo que dirá inmediatamente: también los judíos son pecadores. Como judío, Pablo divide a la humanidad en solo dos tipos de seres: los judíos/elegidos, y los demás, las «naciones» o gentiles.

24 concupiscencias: Pablo describe estas pasiones con los tópicos usuales de la apologética judía contra los paganos: había en el judaísmo listas de vicios propias de los gentiles. Los judíos pensaban generalmente que los paganos solo podían conocer a Dios imperfectamente; únicamente la revelación de las Escrituras concedía un conocimiento «completo» de Dios. Pablo puede estar de acuerdo, pero —siguiendo quizás ideas del libro de la Sabiduría— insiste en que los gentiles tienen un conocimiento más que suficiente de la divinidad gracias a su razón y a la ley divina natural percibida por la conciencia individual: los paganos no son excusables porque, aunque han acumulado muchos conocimientos teóricos sobre el universo, no han querido ver en él la mano de Dios (Sb 13,8-9). De modo indirecto se había expresado ya esta noción en 1 Cor 1,21.

32 aunque conocedores del juicio de Dios: esta frase apunta a lo que se dirá más claramente en 2,14-15.26-27: los gentiles conocen la ley de Dios, universal y eterna, explicitada en la ley mosaica, y están obligados a cumplirla; esa ley es equivalente a la «ley natural» según Pablo, está impresa en el «corazón» de los humanos y coincide en gran parte con el Decálogo. hacen... ejecutan: según Pablo toda la humanidad ha pecado —y en realidad es pecado—, tanto los paganos como los judíos, según dirá inmediatamente, ya que estos no cumplen la Ley.

2 1 Por eso, no tienes excusa, ¡oh ser humano!, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas ya que haces esas mismas cosas que juzgas. 2 Y sabemos que el juicio de Dios se pronuncia según verdad contra los que hacen semejantes cosas. 3 Y ¿piensas, ¡oh ser humano que juzgas a los que hacen tales cosas pero las cometes tú mismo!, que escaparás al juicio de Dios?

1-3 El texto del inicio del capítulo 2 se une mejor al último versículo del capítulo anterior, 1,32. Por ello algunos suponen que un escriba muy antiguo ha copiado mal, o ha invertido, unas líneas al principio del capítulo 2. El texto original podría ser del siguiente modo: «2 3 Y ¿piensas, oh ser humano que juzgas a los que hacen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparás al juicio de Dios? 2 1 Por eso, oh ser humano, cualquiera que seas, no tienes excusa tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que haces esas mismas cosas que juzgas. 2 2 Y sabemos que el juicio de Dios se pronuncia según verdad contra los que hacen semejantes cosas».

4 O ¿desprecias la riqueza de su bondad, paciencia y longanimidad, no reconociendo que la bondad de Dios te conduce a la conversión? 5 Por la dureza y la ausencia de arrepentimiento de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual «dará a cada cual según sus obras». 7 A los que, por la paciencia de la obra buena buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; 8 mas a los rebeldes, desobedientes a la verdad y que obedecen a la injusticia: cólera e indignación. 9 Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obra el mal: del judío primeramente y también del griego; 10 en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obra el bien; al judío primeramente y también al griego; 11 que no hay acepción de personas en Dios.

4-11 Es importante en el pensamiento de Pablo insistir en que todo ser humano (ánthropos) conoce la ley natural básica, que se halla dentro de la ley de Moisés, y que habrá un juicio divino. Criticar las malas acciones no basta; hay que cumplir la Ley. El fundamento para esta observancia se halla en el concepto de la creación del ser humano como un acto de gracia divina iniciado por Dios sin petición previa; ese acto merece gratitud, que se traduce en obediencia (idea que aparece como trasfondo a Rm 1,18-26). Esta noción de obediencia, tan judía, pasa íntegra al islam.

6 Cita de Pr 24,12 y Sal 62,13. En el juicio final Dios retribuye a todos según lo que han obrado, tanto a los judíos como a los griegos. Obsérvese el «todo ser humano» del v. 1, y el «toda alma/vida humana» del v. 9, más los vv. 3 y 6 (dos veces más el vocablo ánthropos). Dios es imparcial (v. 11) tanto en el castigo como en la retribución de todos. 9 del judío primeramente: Pablo acepta de nuevo la primacía de los judíos en el plan de salvación divino (véase 1,16-17; 3,1; 11,27 y también Hch 3,26). griego: metonímicamente son de nuevo para Pablo una designación global de los gentiles, aunque antes (1,14) haya nombrado también a los «bárbaros» en general.

12 Pues cuantos sin Ley pecaron, sin Ley perecerán también; y cuantos pecaron bajo la Ley, por la Ley serán juzgados; 13 pues no son justos delante de Dios los que oyen la Ley, sino que serán justificados los que la practican. 14 Pues cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la Ley, esos que no tienen Ley para sí mismos son Ley; 15 quienes muestran la obra de la Ley escrita en su corazón, atestiguándolo sus conciencias, y los pensamientos contrapuestos de condenación o alabanza..., 16 en el día en el que Dios juzgará las acciones secretas de los seres humanos, según mi evangelio por Jesús, el Mesías.

12-16 Sección importante para comprender lo que Pablo entiende por «Ley», que aclara cómo los gentiles deben también hacer obras buenas y que confirma lo sostenido en Gal e insinuado en 1 Cor. El Apóstol sigue su costumbre de no añadir precisiones al único vocablo empleado, «ley» = gr. nómos. En el caso de Gal se suponía que Pablo, tras haber estado meses con sus conversos, les había explicado estas distinciones. Pero respecto a sus lectores romanos, a los que no conoce, Pablo ha de dar por supuesto que también conocen tales distinciones —sin las cuales su prédica sobre la Ley es ininteligible o contradictoria—, ya de oídas, ya quizás por copias de cartas anteriores, las da por sabidas y las utiliza sin tener que justificarlas expresamente.

12-14 cuantos sin Ley... que no tienen Ley: en este texto se debe suplir que los gentiles «no tienen Ley» solo en apariencia. Ciertamente, no tienen o no conocen la «ley escrita», la de Moisés. Según la tradición judía, son culpables de ello porque esta ley fue ofrecida por Dios a todas las naciones, pero todas la rechazaron con malvado corazón; solo el pueblo de Israel, el elegido, la aceptó (véase IV Esdras 5,23-29; Mekhilta a Ex 15,13). Pero a la vez sostiene que lo esencial de la Ley está grabado en el corazón de todos los humanos.

12 perecerán... serán juzgados: la diferencia entre «perecerán» y «serán juzgados» indica de nuevo que —aunque tanto los gentiles como los judíos son pecadores y Dios es imparcial en el Juicio— hay una diferencia entre gentiles e Israel, aunque Dios condene también a este último, si ha pecado.

15 obra de la Ley: quiere decir acciones en cumplimiento de la Ley. Tales «obras» y la «justificación por la fe» (véase Gal 2,15-21) solo se oponen entre sí, si alguien —judío, judeocristiano o prosélito— se empeñare en obligar a los gentiles creyentes en el Mesías, como condición sin la cual no pueden salvarse, a cumplir «las obras de la ley temporal y específica» válida solo para los judíos en época mesiánica. La regla paulina es: «La justificación es siempre por la fe, tanto para judíos como para gentiles; pero el criterio del Juicio para la salvación definitiva serán las obras». escrita en su corazón: es decir, «tienen y no tienen Ley». La prueba de que la tienen es su conciencia, que arguye con argumentos internos. Por ello puede decir Pablo que la cumplen (literalmente, la «hacen») «naturalmente» (v. 14) si lo desean. atestiguándolo sus conciencias: sin que nadie les diga nada, los gentiles saben qué es lo que obran de acuerdo con la Ley y qué no. Esta ley corresponde a lo que otros llamarán «ley natural» (1,32) y coincide con parte del Decálogo. Se trata sin duda —aunque Pablo nunca lo explicite— de las secciones de los diez mandamientos que regulan el monoteísmo y las relaciones de los seres humanos entre sí.

16 Dios juzgará: Dios es justo siempre: juzga y juzgará a todos según la ley de Moisés en el «día» señalado, el juicio final. Es básico en su doctrina que el Juicio será igual para todos, gentiles y judíos, puesto que su baremo será el mismo, ya escrito con letras o ya grabado en el corazón, «la Ley». según mi evangelio, por Jesús, el Mesías: indica que el juez delegado del juicio final será Jesús, el Mesías, tradición recogida luego por Mt 25. Pero no queda claro si las normas de ese juicio son según el evangelio, o que el Mesías es meramente el juez según proclama Pablo en su evangelio. Muy probablemente, la respuesta es doblemente afirmativa para las dos posibilidades; no hay que pensar en una disyuntiva.

17 Pero si tú, que te denominas judío y te sientes seguro en la Ley y te glorías en Dios; 18 que conoces su voluntad, que disciernes lo mejor instruido por la Ley 19 y confías en ser guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas, 20 educador de ignorantes, maestro de niños, que tienes en la Ley la forma de la ciencia y de la verdad... 21 Pues bien, tú que instruyes a otros ¿a ti mismo no te instruyes? Proclamas no robar, ¿y robas? 22 Prohíbes el adulterio, ¿y adulteras? Aborreces los ídolos, ¿y saqueas sus templos? 23 Tú que te glorías en la Ley deshonras a Dios por tu transgresión. 24 Pues como está escrito, «Se blasfema el nombre de Dios por vuestra causa entre las naciones».

25 Pues la circuncisión en verdad es útil si cumples la Ley; pero si eres un transgresor de la Ley, tu circuncisión se vuelve incircuncisión. 26 Mas si la incircuncisión guarda las justas prescripciones de la Ley, ¿no se reputará su incircuncisión como circuncisión? 27 Y el que, siendo físicamente incircunciso, cumple la Ley, te juzgará a ti, que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la Ley. 28 Pues no está en lo manifiesto el ser judío, ni es circuncisión la manifiesta, la de la carne, 29 sino que el judío está en lo oculto, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu y no en la letra: este es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres.

17 y te sientes seguro en la Ley: literalmente «reposas/descansas en la Ley». La carta se refiere expresamente a algunos judíos concretos que se jactan de serlo y se llaman así, pero no cumplen la Ley, pero también a «los judíos» en general. Estos incumplidores conocieron a Dios por ser el pueblo elegido (1,24). Se creyeron superiores a los paganos por tener la ley escrita (2,1-11.17-21), pero no la guardaron (2,17-24). Tuvieron la circuncisión como signo de la Alianza, pero, al no observar sus normas, de nada les valió (2,25-29); tienen la Promesa, pero son rechazados temporalmente por Dios. ¿Es Dios injusto al actuar así? No lo es, pues los judíos tienen merecida su condenación por su quebranto de las normas de la Alianza (3,1-8 + 9-20). Pero si se arrepienten y creen se salvarán (11,26.29).

19 luz de los que andan en tinieblas: según Pablo, el gran pecado de Israel es no haber aceptado que debe ser «luz de los gentiles» (Is 49,6; Pablo sí lo cumple según Hch 13,47), de modo que estos crean en el Mesías. La cerrazón de Israel está impidiendo el cumplimiento de la tercera parte de la Promesa («Serás padre de numerosos pueblos...: Gn 17,5).

24 Cita de Is 52,5.

28-29 ni es circuncisión... no en la letra: este pasaje ha de entenderse, en primer lugar, añadiendo el vocablo «verdadero/a» implícito en cada afirmación sobre la circuncisión (verdadera) o incircuncisión (verdadera). En segundo lugar debe relacionarse con Flp 3,3: «Pues nosotros somos la circuncisión, los que... nos gloriamos en Jesús, el Mesías, no confiando en la carne». En los dos textos contrapone Pablo circuncisión espiritual a circuncisión carnal y defiende que los gentiles justificados por la fe en el Mesías, tienen la espiritual. Hay una oposición semejante, letra-carne/corazón-espíritu en 2 Cor 3,6 («alianza, no de la letra, sino del Espíritu»). También hay que tener en cuenta 1 Cor 7, 19: «La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios», donde naturalmente Pablo no dice —ni por asomo— que queda abolida la ley de la circuncisión para todos, incluidos los judíos, sino todo lo contrario: «Permanezca cada uno en la llamada en la que fue llamado por Dios» (v. 20).

29 recibe de Dios la gloria y no de los hombres: hasta el momento, al final del capítulo 2, la conclusión de la carta es que tanto judíos como paganos son pecadores. La Ley por sí misma «no justifica»; está pensada por Dios —entre otras propiedades— para que el ser humano caiga en la cuenta de que es pecador por naturaleza (3,9-20) y para que el judío se mantenga en la Alianza. Dios no es injusto por obrar así. Todo corresponde a un plan divino y eterno para restaurar a la humanidad pecadora, judíos y gentiles, por medio del evento en la cruz de Jesús, el Mesías de Israel y del mundo.

3 1 Así pues, ¿cuál es la ventaja del judío? O ¿cuál la utilidad de la circuncisión? 2 Grande, de todos modos. En primer lugar ciertamente: a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios. 3 Pues ¿qué? Si algunos de ellos fueron infieles, ¿eliminará acaso su infidelidad la fidelidad de Dios? 4 ¡De ningún modo! Concedamos que Dios es veraz y todo ser humano mentiroso, como está escrito: «Para que seas justificado en tus palabras y triunfes al ser juzgado». 5 Pero si nuestra injusticia confirma la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será acaso injusto Dios descargando su cólera? Hablo en términos humanos. 6 ¡De ningún modo! Pues si no, ¿cómo juzgará Dios al mundo? 7 Pero si la verdad de Dios abunda para gloria suya en mi mentira, ¿por qué razón soy yo también juzgado todavía como pecador? 8 Tal como algunos calumniosamente nos acusan de que andamos diciendo: ¿por qué no hacer el mal para que venga el bien? Su condenación es merecida. 9 Entonces ¿qué? ¿Llevamos ventaja? ¡De ningún modo! 10 Pues ya hemos lanzado la acusación de que tanto judíos como griegos están todos bajo el pecado, como está escrito: «No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo. 11 No hay un sensato, no hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno. 13 Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua urden engaños. Veneno de áspides bajo sus labios; 14 maldición y amargura rebosa su boca. 15 Ligeros sus pies para derramar sangre; 16 ruina y miseria son sus caminos. 17 No conocieron el camino de la paz; 18 no hay temor de Dios ante sus ojos».

19 Ahora bien, sabemos que cuantas cosas dice la Ley las dice para los que están bajo la Ley, para que toda boca enmudezca y el mundo entero sea reo ante Dios, 20 porque ninguna carne será justificada ante él por las obras de la Ley, pues por medio de la Ley solo viene el conocimiento del pecado.

1-20 Las ideas predominantes del pasaje son: Dios es veraz y justo, aunque él se irrite contra los pecadores. Pero, a pesar de no tener ventaja alguna para salvarse en contra de lo que ellos creen, también es verdad que los judíos son el pueblo elegido. La prueba es que solo él tiene las Escrituras sagradas. Sin embargo, algunos judíos no fueron ni son fieles a Dios. Pero Este se mantiene siempre fiel. Cuando los pecados se acumulan, Dios desfoga justamente su cólera, lo cual no significa que deje de ser fiel al pacto con el pueblo elegido y a la humanidad. Y como Dios responde más con su gracia que con su ira, ¿por qué no pecar más para que abunde aún más su gracia? Pero eso sería una estupidez, que merece ser condenada.

1 ¿cuál es la ventaja del judío?...: este párrafo es un caso de prosopopeya retórica: es una exposición a base de un diálogo entre dos adversarios —el autor y uno fingido, en este caso un judío—, que en la retórica antigua se denominaba «diatriba». En ella el adversario va poniendo dificultades que Pablo resuelve. Este artificio retórico y literario aparece aquí más claramente que en otras cartas suyas (aunque también existe en Gal). Por ello, no siempre hay que entender que las dificultades u objeciones formuladas son solo del pensamiento de los miembros de la comunidad de Roma a los que Pablo responde, sino que son verdades generales.

4 Cita de Sal 50,6.

5 justicia de Dios: véase 2 Cor 5,21.

10 lanzado la acusación... como está escrito: desde aquí Pablo cita una cadena de textos de la Escritura para demostrar su tesis de que todos los seres humanos son pecadores, judíos incluidos. Y como su interlocutor ficticio, un judío, queda aún con dudas, afirma Pablo (v. 19) que las palabras de la Escritura (que aquí la denomina «Ley», aunque esta es solo una parte) van dirigidas ante todo para los judíos, y deben creer en ellas. Este diálogo confirma lo dicho por Pablo anteriormente: judíos y griegos (= gentiles, por antonomasia) son iguales ante Dios respecto a la salvación porque ambos parten de una situación igual, ser pecadores. Pero todos serán justificados por la fe en el Mesías. No hay quien sea justo: cita de Sal 14,1-3.

13 Cita de Sal 5,10 LXX y Sal 139,4 LXX.

14 Cita de Sal 10,7.

15 Cita de Is 59,7 Pr 1,16.

18 Cita de Sal 35,2.

19 cuantas cosas dice la Ley las dice para los que están bajo la Ley: de nuevo, imprecisión paulina; entiéndase: la ley completa para los que están bajo la ley completa, los judíos, hijos naturales de la Alianza. Pero antes ha afirmado Pablo que la ley universal y eterna (2,12-16) «habla» para todos, gentiles incluidos.

20 ninguna carne será justificada ante él por las obras de la Ley: este axioma del «evangelio» paulino se repite abundantemente. La salvación es pura gracia (3,24), la cual actúa propiciando o estimulando el acto de fe en el Mesías. El axioma tiene el mismo sentido que Gal 2,16.

21 Pero ahora, independientemente de la Ley, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la Ley y los profetas; 22 la justicia de Dios por la fe de Jesús, el Mesías, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna, 23 pues todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, 24 y son justificados gratuitamente por la redención realizada en Jesús, el Mesías, 25 a quien dispuso Dios como propiciación, mediante la fe, por su sangre para mostrar su justicia, al no tener en cuenta los pecados pasados 26 por la permisividad de Dios; para mostrar su justicia en el momento presente, para ser él justo y justificador del que pertenece a la fe de Jesús.

27 ¿Dónde queda, pues, el gloriarse? Queda eliminado. ¿Por qué Ley? ¿Por la de las obras? No. Por la ley de la fe. 28 Pues pensamos que el ser humano es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. 29 ¿Acaso es Dios únicamente de los judíos? ¿Acaso no también de los gentiles? ¡Sí, de los gentiles también! 30 Porque no hay más que un solo Dios, el que justificará a los circuncisos por medio de la fe y a los incircuncisos a través de la fe. 31 Entonces, ¿por la fe destruimos la Ley? ¡De ningún modo! Más bien, la consolidamos.

21-31 Pasaje crucial, sometido a fuerte discusión: ¿quedan los judíos justificados de sus pecados gracias a los actos de expiación realizados en el templo de Jerusalén, especialmente en el «Día de la Expiación» (Yom Kippur)?; ¿es la cruz, la «sangre» del Mesías, un acto de justificación, hablando propiamente, solo para los paganos?; ¿es el evento de la cruz entendible plenamente como un sacrificio expiatorio?, o ¿es en verdad una muerte —que podía haber sido de otro modo, no en la cruz— que valió específicamente solo para conceder una moratoria a la situación de pecado de los gentiles y darles tiempo para el arrepentimiento que significaría el perdón (Hch 3,19)? Si el Mesías no hubiera muerto, tendría que haber implantado inmediatamente el reino de Dios, y tendría que haber condenado prácticamente a todos los gentiles y a la mayoría de los judíos a la exclusión, al infierno, por no haber creído.

21 independientemente de la Ley: «sin la Ley» o «aparte de la Ley». La expresión parece indicar que la «justicia de Dios» se manifiesta también para los gentiles, es decir, para aquellos que solo tienen la ley implícita, la escrita en los corazones (2,15).

22 por la fe en Jesús, el Mesías (gr. pístis Iesoú Christoú) es de nuevo ambivalente. En este caso es difícil saber si se trata de la «fidelidad de Jesús» al plan divino, la cruz (= «genitivo subjetivo»), o bien ha de entenderse como la «fe en Jesús» (= «genitivo objetivo»). Parece más probable lo segundo (véase Gal 2,16). para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna: se refiere, por lo que sigue, a 3,9: «tanto judíos como griegos, todos están bajo el pecado» y todos ellos tienen que creer en el Mesías, si quieren salvarse una vez que este ha venido ya a este mundo. Pablo sentencia dos veces en esta carta que «Dios justifica al impío» (Rm 4,5; 5,6); por tanto, sostiene: que toda la humanidad vive en pecado; que la justicia de Dios decide la justificación del que es actualmente impío y no ha hecho aún acto de fidelidad alguna; que esta justificación es gratuita; y que en principio se produce por la fe en el Mesías. no hay diferencia alguna: Pablo indica con suficiente claridad la respuesta a la cuestión planteada en vv. 21-31: también los judíos, a pesar de ser miembros de la Alianza y de la expiación en el Templo, necesitan del acto de la cruz; es preciso, como han hecho ya los judeocristianos, que crean en el Mesías, para ser justificados por Dios.

24 en Jesús, el Mesías: Israel se salvará entero..., pero solo porque todo él acabará aceptando al Mesías y muy pronto, gracias a que los designios de Dios son inquebrantables: deben salvarse necesariamente (11,29). Por tanto, va contra el pensamiento de Pablo la idea de algunos estudiosos que sostienen que Israel, gracias a su sistema de expiación consignado en la Ley, puede salvarse sin aceptar al Mesías, y que este ha venido al mundo solo para perdonar los pecados de los gentiles. Teniendo en cuenta el conjunto del pensamiento paulino, esta hipótesis parece muy poco plausible. Parece absurdo que el «Mesías de Israel» haya venido a la tierra no para salvar a Israel, sino solo a sus teóricos enemigos.

25 a quien dispuso Dios como propiciación (hilastérion): expresión difícil de desentrañar con seguridad. Pablo utiliza un conocido lenguaje litúrgico del Antiguo Testamento, por lo que habría que traducir «como propiciatorio». Hilastérion, en griego, era según la ley de Moisés (Lv 16,2) un objeto que estaba encima del arca de la Alianza, en el lugar más íntimo del santuario, en donde se mostraba Dios como una nube. Si se lee la continuación del texto del Levítico que habla dos veces del «propiciatorio» 16,3.5.9.12.15, se verá que la muerte sacrificial de un novillo y de uno de los dos machos cabríos son «sacrificios por el pecado», sin explicitar más. Pero en los vv. 14.18-20 se indica que los sacrificios del novillo y del macho cabrío tenían una doble misión: ante todo purificar el santuario de las máculas provenientes de los pecados de Israel, y expiar por los pecados de este solo en un segundo término. por su sangre: es decir, «en la sangre» del Mesías, lo que añade una cierta explicación: la redención realizada por Dios en el Mesías es un acto que debe entenderse en el ámbito de las expresiones en torno a los sacrificios del Templo y con su mismo efecto. al no tener en cuenta (Dios) los pecados pasados: debe interpretarse de nuevo «los pecados de todos», judíos y gentiles. Como Pablo no se plantea nunca discutir para qué sirve el conjunto de los sacrificios del Templo y en especial el del «Día de la Expiación» (Yom Kippur), el autor de Hb intentará hacerlo (7,27; 9,12.28, aquí).

26 del que pertenece a la fe en Jesús: todos, gentiles y judíos pertenecen a esta fe, lo cual vuelve a indicar de nuevo que son salvados por la «fe en Jesús». El vocablo pístis podría entenderse aquí como la «fidelidad de Jesús», lo cual es posible pero improbable.

27 gloriarse significa aquí creer erróneamente que el cumplidor de la Ley merece, por el hecho de esa mera observancia —es decir, que la ha realizado por sus solas fuerzas—, que Dios lo declare casi mecánicamente justo o «justificado». Según Pablo, algunos judíos de su época así lo creían, ignorando que la salvación es pura gracia. ¿Por la de las obras? No: si el grupo creyente es de gentiles conversos, como ocurre con lectores primarios de Rm, la «ley de la fe» representa la libertad respecto a la ley temporal y específica, propia de los judíos (véase aquí). Por la ley de la fe: este sintagma aparece solo aquí en el epistolario paulino auténtico. Pero hay otros textos, que sin emplearlo expresamente, aclaran su significado: Gal 2,20; 5,6; Rm 14,22-23 (véase aquí).

28 pues pensamos que el ser humano (gr., ánthropos) es justificado por la fe, sin las obras de la Ley: ha de comprenderse este versículo a la luz del anterior y los pasajes correspondientes de Gal (aquí). Por el uso de ánthropos, ser humano, esta sentencia se refiere a toda la humanidad, judíos y gentiles. Como Pablo ha sostenido repetidas veces que los judíos no son justificados obligatoria y mecánicamente por Dios porque observen «las obras de la Ley», sino por mera gracia divina y por la fe en el Mesías, el v. 27 ataca el «gloriarse».

30 un solo Dios, el que justificará a los circuncisos por medio de la fe (diá tes písteos) y a los incircuncisos por la fe (ek písteos; literalmente «desde la fe»): observamos de nuevo el interés de Pablo por no dejar de lado a los judíos en su predicación a los gentiles. Queda, sin embargo, oscuro por qué Pablo emplea dos frases preposicionales distintas: ¿mera variación de estilo? Probablemente es así por lo que sigue.

31 Entonces, ¿por la fe (diá tes písteos) destruimos la Ley? ¡De ningún modo! Más bien, la consolidamos: esta afirmación en pro de la Ley diferencia el tono de Rm del de Gal. Según Pablo, la contradicción es puramente aparente y tiene su explicación una vez más en la ubicua, pero tácita, división mental entre ley eterna, universal, y ley específica y temporal. Aquí su mente está puesta en que la ley mosaica completa sigue siendo válida para los judíos conversos al Mesías, pero que la fe en él hace ver la Ley de un modo diverso y más completo, meno carnal y más espiritual.

4 1 Así pues, ¿qué diremos, pues, que encontró Abrahán, nuestro padre según la carne? 2 Si Abrahán fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, mas no ante Dios. 3 En efecto, ¿qué dice la Escritura? «Creyó Abrahán en Dios y le fue reputado como justicia». 4 Al que obra no se le cuenta el salario como gracia sino como deuda; 5 en cambio, al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia. 6 Como también David proclama la bienaventuranza del hombre a quien Dios imputa la justicia sin las obras: 7 «Bienaventurados aquellos cuyas maldades fueron perdonadas, y cubiertos sus pecados. 8 Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa culpa alguna» 9 Entonces, ¿esta bienaventuranza recae solo sobre los circuncidados o también sobre los incircuncisos? Decimos, en efecto, que a Abrahán le fue reputada la fe como justicia. 10 Y ¿cómo le fue reputada? ¿Siendo él circunciso o incircunciso? No siendo circunciso sino como incircunciso; 11 y tomó la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe, la de la incircuncisión, para convertirse en padre de todos los creyentes incircuncisos, a fin de que les fuera imputada también a ellos la justicia; 12 y para ser padre también de los circuncisos los que no son solo de la circuncisión, sino que siguen además las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahán estando aún sin circuncisión.

13 Pues no por la Ley fue hecha a Abrahán y a su posteridad la promesa de ser heredero del mundo sino por la justicia de la fe. 14 Porque si son solo herederos los de la Ley, queda vacía la fe, y la promesa queda abolida; 15 porque la Ley produce la ira; por el contrario, donde no hay Ley, no hay transgresión. 16 Por ello, por la fe, para que sea por la gracia, a fin de que la Promesa quede firme para toda la posteridad, no tan solo para los de la Ley, sino también para los de la fe de Abrahán, padre de todos nosotros, 17 como está escrito: «Te he constituido padre de muchas naciones»: delante de Aquel a quien creyó, de Dios que vivifica a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean.

18 El cual, esperando contra toda esperanza, creyó para que fuera hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: «Así será tu posteridad». 19 Y fue sin vacilar en la fe como consideró su cuerpo ya sin vigor —pues tenía unos cien años— y la necrosis del seno de Sara. 21 Por el contrario, ante la promesa divina, no dudó con falta de fe; más bien, fortalecido en la fe, dio gloria a Dios, 22 plenamente convencido de que poderoso es él para cumplir lo prometido. 22 Por ello le fue reputado como justicia.

23 Y no está escrito solamente que le fue reputado a él, 24 sino también a nosotros, a quienes ha de ser imputada (la fe), a los que creemos en Aquel que resucitó a Jesús, señor nuestro, de entre los muertos, 25 quien fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado por nuestra justificación.

1 qué encontró Abrahán: es decir, «qué obtuvo».

2 fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse: es la misma idea que en 3,27. Que la justificación se consigue por un acto de fe se prueba con el caso de Abrahán (véase aquí). Este es el primer paso de la prueba a base de la Escritura.

3 En efecto, ¿qué dice la Escritura?: esa creencia/fe —y no obra alguna— le supuso la justificación de hecho: la argumentación gira en torno a Gn 15,6: segundo paso de la prueba.

4-5 Al que obra... al que no obra: Pablo sostiene repetidas veces —tercer paso— que «Dios justifica al impío»; el impío es «el que no obra» (en 5,6 escribirá Pablo que «el Mesías, murió por los impíos»).

6-10 La mejor aclaración a estos vv. —que constituyen el cuarto paso de la argumentación paulina— es el pasaje de Gal 3,6-9, donde Pablo establece una analogía muy clara entre el comportamiento de los gentiles ante su mensaje y el que tuvo Abrahán ante la promesa divina: «Al igual que Abrahán creyó (epísteusen + dativo) a Dios y le fue reputado como justicia (Gn 15,6 LXX)... los de la fe (hoi ek písteos = los gentiles creyentes) son hijos de Abrahán... los de la fe (hoi ek písteos) son bendecidos con el creyente Abrahán.

7-8 Cita de Sal 31,1.

11-25 El quinto paso es una confirmación-repetición de lo dicho anteriormente:

11 circuncisión como sello de la justicia de la fe: lo que le ocurrió a Abrahán con la circuncisión, que es el sello de la justificación por la fe, tiene su contrapartida exacta en el bautismo del gentil convertido al Mesías; el bautismo es el sello que justifica esta pertenencia, del mismo modo que la circuncisión es el sello de la pertenencia de un judío a la Alianza.

14 si son solo herederos los de la Ley: entiéndase «solo los de la Ley», es decir, si son herederos solo los judíos, se excluiría a los gentiles creyentes que son herederos también como hijos adoptivos de Abrahán. El vocablo «solo» no está en el texto griego, pero lo exige la argumentación del contexto.

15 produce la ira: la ira de Dios, tal como se describe a partir de 1,18.

16 padre de todos nosotros: se ve claro que Pablo, como judío, se ha puesto en la piel retóricamente de todos los gentiles.

17 «Te he constituido padre de muchas naciones»: cita de Gn 17,15. El gran pecado del Israel coetáneo es no haber aceptado que debe ser «luz de las naciones» (Is 42,6; Rm 2,19: «luz de los que andan en tinieblas»; véanse las citas escriturarias de 15,7-12), de modo que estas crean en el Mesías, queden justificadas, injertadas en Israel y se salven (aquí)

18 esperando contra toda esperanza, creyó (gr. epísteusen): cita de Gn 15,5. El mensaje vuelve a ser claro como en el v. 3: creer en lo que Dios promete a pesar de todas las apariencias en contra. Abrahán no hace ningún acto de fidelidad, simplemente confía y cree.

5 1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por nuestro señor Jesús, el Mesías, 2 por quien hemos obtenido también mediante la fe el acceso a esta gracia en la que estamos y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no solo eso, sino que nos gloriamos en las tribulaciones, sabedores que la tribulación engendra la paciencia; 4 la paciencia, virtud probada; la virtud probada, la esperanza 5 y la esperanza no engaña porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu santo que nos ha sido dado. 6 En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo oportuno, el Mesías, murió por los impíos. 7 En verdad, apenas habrá quien muera por un justo; aunque por un hombre de bien tal vez se atreva alguien a morir. 8 Dios sostiene claramente que nos ama haciendo patente que el Mesías, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. 9 ¡Cuánto más, pues, justificados ahora por su sangre, seremos salvados por él de la cólera! 10 Si, pues, siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡cuánto más, ya reconciliados, seremos salvados por su vida! 11 Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro señor Jesús, el Mesías, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

1 Justificados: naturalmente, este plural incluye también al judío Pablo, pues toda la argumentación toma pie de 4,1 donde se afirma «Abrahán, nuestro padre según la carne». La identificación retórica con los lectores directos de la carta, gentiles conversos, no excluye a los judíos, como Pablo, de la justificación por la fe del creyente, que debe obrar también como Abrahán al hacer un acto de fe en la proclamación del Mesías.

1-2 tenemos paz con Dios... en la esperanza de la gloria de Dios: es esta una descripción de la salvación.

2 obtenido también mediante la fe el acceso a esta gracia: el sintagma «mediante la fe» es dudoso críticamente: los manuscritos importantes están divididos en cuanto a su admisión o rechazo como parte del texto original.

6-10 el Mesías, murió por los impíos... siendo enemigos: tesis idéntica a la de 4,4-5. Ciertamente, con el vocablo «impíos» hace Pablo una referencia especial a los paganos aún no conversos. Pero el «pecadores» del v. 8, teniendo en cuenta la tesis de 2,9 y en especial 3,9, hace referencia también a los judíos. Por tanto, la muerte del Mesías, operó la justificación de la humanidad entera, pecadora, aunque en potencia (v. 10), a la espera de que cada uno, individualmente, se la apropie aceptando con fe/confianza los beneficios de ese evento, la cruz.

7-8 Algunos estudiosos piensan, por el estilo y porque en realidad no aclara nada, que este versículo es una glosa. No es fácil pronunciarse, pero la hipótesis es probable. El griego gar, traducido por en verdad en el primer caso y por aunque en el segundo, puede tener en este último un sentido concesivo. Si es así, añade una connotación nueva: Jesús, el Crucificado, no solo era justo, sino además bueno. En estos dos versículos aparece con claridad el concepto de «muerte vicaria».

9 justificados ahora por su sangre: el «ahora» es el tiempo mesiánico, el de la plenitud (Gal 4,4). Sobre sangre, véase nota a 3,25. cólera: el día de la ira divina contra los pecadores no arrepentidos, el día del juicio final (véase nota a 1 Tes 2,15-16).

10 reconciliados: es uno de los fines de la muerte en cruz del Mesías: véase 2 Cor 5,18-19, y en Rm también 11,15. Véase aquí. Así, Jesús muere para efectuar la reconciliación del ser humano pecador con un Dios justo. Tal reconciliación es una liberación del pecado ya en el presente (v. siguiente y 11,15; 2 Cor 5,18-19).

12 Por esto, como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres alcanzó la muerte por cuanto todos pecaron 13 —porque, hasta la Ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba no habiendo Ley—, 14 pero reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre los que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.

15 Pero con el delito no sucede como con el don. Pues si por el delito de uno solo murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesús, el Mesías, se ha desbordado sobre todos! 16 Y no sucede con el don como con el pecado de uno solo: pues ciertamente la sentencia de uno solo lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, lleva a la justificación. 17 Si pues por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre, ¡cuánto más los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia reinarán en la vida por uno solo, por Jesús, el Mesías!

18 Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también por la obra de justicia de uno solo se procura a todos los seres humanos la justificación que da la vida. 19 En efecto, como por la desobediencia de un solo hombre quedaron todos constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo serán todos constituidos justos. 20 La Ley en verdad entró subrepticiamente para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; 21 así, como reinó el pecado en la muerte, así también reinará la gracia por la justicia para vida eterna por Jesús, el Mesías, nuestro señor.

12-21 Pablo no expresa claramente en estos versículos una doctrina del pecado original, noción que no existe en el judaísmo hasta hoy. Véase aquí.

14 Adán... figura del que había de venir: Pablo compara un primer Adán (el bíblico) con un segundo Adán (Jesús). Ambos son prototipos del ser humano (en realidad adam significa «hombre» en hebreo). Por el pecado del primero abundó el pecado y la muerte; gracias al segundo, que vivió sin pecado, sobreabundó la gracia (12-21). La contraposición destaca la humanidad de Jesús, el Mesías. Véase las notas a Flp 2,6-11 (segunda opción interpretativa).

13 hasta la Ley... el pecado no se imputa no habiendo Ley: frase de significado dudoso. Pablo ha escrito ya (2,14-15.26-27) que haya o no haya ley escrita, la ley universal y eterna existe siempre, está grabada en los corazones, y que Dios en el Juicio exigirá cuenta a todos, griegos y judíos, de sus transgresiones. Por tanto, Pablo debe de querer decir aquí «que las transgresiones no se imputan por Dios con igual severidad» al no haber ley expresa. Una segunda opción sería: Dios no computa los pecados, pero castiga con la muerte física a todos los humanos: todos mueren, incluso los que no pecan (habitualmente), al modo de Adán. Este, antes de su lapso, era inmortal, pero tras él mortal. Y puesto que Adán es el «tipo» o «figura» de todo ser que viene a este mundo, sus «antitipos», los seres humanos posteriores a Adán, quedan contagiados de su mortalidad. La primera explicación parece más plausible.

14 reinó la muerte... transgresión semejante a la de Adán: no debe entenderse como que algunos no pecaron en absoluto, pues supondría una contradicción a lo afirmado anteriormente (3,10: «Hemos lanzado la acusación de que tanto judíos como griegos todos están bajo el pecado»), sino que no pecaron con la gravedad de Adán. Para Pablo, el único que no pecó en absoluto es el Mesías (2 Cor 5,21), el segundo Adán, excepción total en la humanidad. Esta obediencia absoluta lo prepara para ser adoptado como hijo por Dios, en su exaltación y apoteosis tras su muerte.

15 el delito de uno solo: el texto griego en este caso —e igualmente en los vv. 16-19 («uno solo», y «un solo hombre» vv. 15 y 19)— trae solamente el vocablo «uno» por braquilogía. Pero el castellano exige el «solo» para expresar plenamente el sentido del párrafo. el don... se ha desbordado: este don salvífico trae consigo: 1. La liberación del pecado de Adán que afectó de algún modo a su descendencia, toda ella pecadora (5,15). 2. La liberación de la muerte definitiva, es decir, la resurrección con el Mesías, gracias al bautismo (6,1-11). 3. La liberación para los gentiles de la ley específica y temporal (7,1-25) y su sustitución por la ley del Mesías. La consecuencia de estas tres liberaciones se presenta en el cap. 8.

20 La Ley en verdad entró subrepticiamente para que abundara el delito: por otros pasajes en los que Pablo alaba a la Ley en general (Gal 3,21; 5,14; Flp 3.3.5-6; Rm 3,31; 7,7.12-17.22-24), se deduce que no hay aquí un ataque expreso y general de Pablo a la Ley. Pero, ciertamente, dentro de la economía divina de la Redención, la Ley desempeña un papel muy limitado, aunque planeado por Dios.

6 1 ¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? ¡De ningún modo! 2 Quienes hemos muerto al pecado ¿cómo seguiremos viviendo en él? 3 ¿Acaso ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Jesús, el Mesías, fuimos bautizados en su muerte? 4 Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, para que, al igual que el Mesías fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. 5 Pues si hemos sido injertados con él en una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante, 6 sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. 7 Pues el que ha muerto queda justificado del pecado. 8 Y si hemos muerto con el Mesías, creemos que también viviremos con él, 9 sabedores de que el Mesías, resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya señorío sobre él. 10 Pues el que murió al pecado murió una sola vez; mas su vida es un vivir para Dios. 11 Así, consideraos también vosotros como muertos al pecado y vivos para Dios en Jesús, el Mesías. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias. 13 Ni exhibáis ya vuestros miembros como armas de injusticia al servicio del pecado; sino ofreceos vosotros mismos a Dios como vivos retornados de entre los muertos; y vuestros miembros, como armas de la justicia para Dios. 14 Pues el pecado no se enseñoreará sobre vosotros, ya que no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia.

1-14 El bautismo debe entenderse —como la interpretación de la última cena de Jesús— dentro del marco general de la misteriosofía helénica, a cuyo mensaje contrapone Pablo el mensaje de su evangelio utilizando el mismo lenguaje misteriosófico (véase aquí). El bautismo es un acto necesario para apropiarse los beneficios del evento de la cruz después de haber oído con fe/confianza la proclamación (véase e1 Tes 1,5-6).

2 hemos muerto al pecado: el significado del rito es dejar constancia de la eliminación del vínculo con el pecado, del paso del bautizando de ser propiedad de aquel a serlo del Mesías, quien es desde ese momento su señor (1 Cor 12,3). El bautismo es como el sello del nuevo propietario; por eso se hace «en el nombre del Mesías» con el significado de cambio de dueño, y de que la vida anterior no tenía ya valor ni sentido (1 Cor 1,13-15; 2 Cor 1,21-22).

4 sepultados por el bautismo en la muerte... resucitado: el bautismo hace que el creyente participe de la nueva creación (2 Cor 5,17 + Gal 6,15) del Mesías, que ya ha comenzado, y es ante todo un símbolo de la participación mística del creyente en la peripecia vital del Mesías: sufrimientos, muerte y resurrección (= como en los ritos de los cultos de misterios). Sin embargo, no es concebible dentro de la misteriosofía griega el añadido judeocristiano al sentido del bautismo: ese acto es también un símbolo de la purificación y del perdón de los pecados, incluidos dentro de la imagen del lavado por el agua lustral (1 Cor 10,4-11).

7 Pues el que ha muerto queda justificado del pecado: esta sentencia solo se comprende en Pablo si se piensa que este adopta aquí parcialmente un punto de vista del mundo grecorromano ligado al suicidio como muerte noble: el que ha cometido un error o falta imperdonable queda eximido de la deshonra por esta causa ofreciendo su vida a cambio. En el ámbito judío no se pensaba así (véanse los ejemplos de Ajitófel [2 Sam 17,23] y de Judas [Mt 27,3-10; Hch 1,18]).

10 Pues el que murió al pecado murió una sola vez: se refiere al Mesías a tenor de la frase siguiente. Pero este versículo no debe entenderse, pues iría contra el sistema del pensamiento global del pensamiento paulino, como que el Mesías fue alguna vez pecador (Gal 2,17; 2 Cor 5,21).

13 armas de la justicia: Véase 2 Cor 6,7.

14 Pues el pecado no se enseñoreará sobre vosotros: clara exageración retórica para favorecer el argumento, pues Pablo sabía perfectamente que el creyente que está ya justificado ante Dios puede caer de hecho en el pecado antes del Juicio (1 Cor 10,1-5). A este respecto es muy acertada la descripción de Martín Lutero del ser humano ya justificado como «justo y pecador a la vez»; Pablo mismo no está seguro de alcanzar la meta final (Flp 3,12-14). ya que no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia: el significado es idéntico a «nadie queda justificado por las obras de la Ley, sino por la fe» (véase aquí), que es un don de la gracia divina. Pablo piensa además que algunos pueden deducir una conclusión errónea de su explicación de lo que es el bautismo. Por ejemplo, el caso de los libertinos de 1 Cor 6,12, que sostenían «Todo me es lícito» porque habían participado ya de la resurrección del Mesías, quizás apoyados en el v. 13 «como vivos retornados de entre los muertos». Estos bautizados se creían «espirituales», y por tanto no afectados por nada de lo que cometiera su «carne», por ejemplo, tener tratos con una prostituta. Quizás eran estos los que pensaban: «Pequemos mucho para que la gracia se multiplique» (6,1). Pablo se aterroriza ante esta teoría y afirma que de las aguas del bautismo solo se puede resurgir para una vida sin pecado (12-20). Al tiempo pasado de servicio al pecado debe contraponerse un tiempo actual de servicio a la justicia, a la santidad y en el Espíritu (15-23 y 8,1-18). Nunca debe entenderse que Pablo opuso la Ley a la gracia. En realidad, todo judío culto del siglo I e.c. sabía perfectamente que la Ley y la Alianza eran pura gracia divina.

15 Pues ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16 ¿No sabéis que al ofreceros a alguien como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de obediencia, para la justicia? 17 Pero gracias a Dios, porque siendo como erais esclavos del pecado, habéis ahora obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados, 18 y liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia... 19 Hablo en términos humanos, en atención a la flaqueza de vuestra carne. Pues como en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza de transgresión en transgresión, ofreced igualmente ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santificación. 20 Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto a la justicia. 21 ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte. 22 Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santificación; y al final, la vida eterna. 23 Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Jesús, el Mesías, señor nuestro.

15-23 En líneas generales —al igual que en 1,18-32— este párrafo es fruto de las ideas apologéticas de los judíos de la época de Pablo respecto a los gentiles: viven en general una vida de sensualidad/carne, pecado y desconocimiento de Dios; pero la venida del Mesías, produce la liberación.

15 ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia?: es una variante de la acusación ya contemporánea a Pablo antes mencionada en el v. 1 y, antes, en 3,8. Véase Gal 2,17.

16 ¿No sabéis que al ofreceros... para la justicia?: esta obediencia para la justicia es la sumisión a la proclamación evangélica que engendra la fe para la justificación.

19 en atención a la flaqueza de vuestra carne: entiéndase en doble sentido: a) los gentiles antes de convertirse al Mesías estaban presos de la concupiscencia de la carne; y b) ahora, ya convertidos, siguen teniendo la flaqueza natural del estado del ser humano en cuanto que siguen viviendo en la «carne» como opuesta al espíritu (2 Cor 10,2; 11,18).

22 libres del pecado y esclavos de Dios: adelanta Pablo la idea expresada claramente aunque con otras palabras en 8,6.

7 1 ¿Acaso ignoráis, hermanos —hablo a quienes conocen la Ley—, que la Ley domina sobre el ser humano en tanto en cuanto vive? 2 Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras este vive; mas, si falleciere el marido, se ve libre de la ley del marido. 3 Por eso ciertamente, mientras vive el marido será llamada adúltera si fuera de otro hombre; pero si falleciere el marido, está libre de la ley, de forma que no es adúltera si fuere de otro varón. 4 De modo que, hermanos míos, también vosotros habéis muerto respecto a la Ley por el cuerpo del Mesías, para llegar a ser de otro: de aquel que fue resucitado de entre los muertos, a fin de que fructificáramos para Dios. 5 Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones de los pecados, las de la Ley, operaban en nuestros miembros a fin de fructificar para la muerte. 6 Mas, al presente, hemos quedado liberados de la Ley, muertos a aquello que nos tenía retenidos, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja.

1-6 Este pasaje ha potenciado la idea de que fue Pablo quien contrapuso errónea y malévolamente judaísmo y cristianismo. Pero en realidad nada hay de eso, si se lee bien. El texto se entiende suficientemente si se aplican las convenientes distinciones sobre la Ley eterna/temporal y específica. Pablo se refiere en este pasaje exclusivamente a los gentiles, pero a la vez contempla a los judíos que «conocen bien la Ley» (v. 1). Cuando se incluye de nuevo entre los gentiles con el «nosotros» retórico (vv. 5-6), no quiere decir que él también, judío, no esté ya sujeto a la Ley completa. Se sostiene reiteradamente que Pablo afirma que la ley de Moisés entera ha dejado de tener valor salvífico incluso para los judíos al venir Jesús a este mundo y aceptar morir en la cruz. Lo que pretendía la Ley, salvar del pecado, lo ha conseguido ya el Mesías con su sacrificio. Pero esta interpretación parece radicalmente errónea. La Ley no ha muerto para Pablo y menos para los judíos (1 Cor 7,19-20; Gal 5,3; Rm 2,25).

6 hemos quedado liberados de la Ley... la letra vieja: este versículo ha de entenderse a la luz de la libertad de los paganos conversos respecto a esa parte de la ley específica proclamada en Gal 5,1-2.13.19, etc., y 2 Cor 3,4-11: en el Mesías, hay una nueva ley y una «nueva» alianza. Pero esta última es esencialmente la misma, la establecida entre Abrahán y Dios, solo que renovada y reinterpretada desde la óptica de la época mesiánica.

7 ¿Qué, pues, diremos? ¿Es pecado la Ley? ¡De ningún modo! Sin embargo, yo no conocí el pecado sino por la Ley; pues yo no habría conocido la concupiscencia si la Ley no hubiera dicho: «¡No te entregarás a la concupiscencia!». 8 Mas el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, operó en mí toda concupiscencia; pues sin Ley el pecado estaba muerto. 9 Pero, yo vivía un tiempo sin Ley; pero en cuanto vino el precepto, revivió el pecado; 10 pero yo morí; y resultó que el precepto, dado para vida, ese mismo fue para muerte. 11 Porque el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, me sedujo, y por él, me mató. 12 Así que, la Ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno. 13 Entonces, ¿se convirtió lo bueno en muerte para mí? ¡De ningún modo! Sino que el pecado, para que apareciera como pecado, por medio del bien operó para mí la muerte, a fin de que el pecado resultara exageradamente pecador por medio del precepto.

14 Sabemos, en efecto, que la Ley es espiritual, mas yo soy carnal, vendido bajo el pecado. 15 No entiendo lo que hago; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que odio. 16 Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; 17 pero entonces ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. 18 Pues sé que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien está a mi disposición, mas el obrarlo, no: 19 pues no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. 20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. 21 Descubro, pues, esta ley: que aun queriendo hacer el bien es el mal el que está a mi lado. 22 Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, 23 pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesús, el Mesías, nuestro señor! Así pues, ciertamente, soy yo mismo quien con la mente sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado.

7-25 Este pasaje en su conjunto es una defensa de la Ley en toda la línea por parte de Pablo, pues la exalta con toda suerte de afirmaciones positivas (vv. 7.12.16, etc.). Por lógica y método, este principio general —«la Ley es buena y santa»— tiene que estar de acuerdo con otras afirmaciones de Pablo, pues de lo contrario este haría afirmaciones contradictorias en el breve lapso de tiempo del dictado de una carta. No es razonable pensarlo.

7 No te entregarás a la concupiscencia: es otra manera de expresar el texto del Decálogo (Ex 20,7; Dt 5,21 LXX): «No codiciarás la mujer de tu prójimo».

7-9 -

10-12 La Ley no es mala, sino que es manipulada por el pecado, como un antagonista vivo y continuo de Dios, de su ley y del ser humano. El pecado a su vez está impulsado por el Diablo. La tesis desnuda es: el pecado se conoce de hecho por la Ley y se hace más poderoso. Nunca Pablo dice si esas fuerzas malévolas, Pecado/Diablo están controladas o permitidas por Dios.

7 no conocí el pecado sino por la Ley: apunta a dos axiomas paulinos: a) la Ley vale ante todo para señalar que el ser humano es pecador y que de hecho no le es posible cumplirla entera (a pesar de Dt 30,14: 10,8); b) la Ley no sirve para dar vida, sino que señala sencillamente el camino para vivir conforme a la Alianza a los que están ya dentro de ella. Por tanto, no proporciona en sí la justificación, es decir, la posibilidad de entrar en tal Alianza. «¡No te entregarás a la concupiscencia!»: otra manera de formular el mandamiento «no codiciarás la mujer de tu prójimo»: Ex 20,27; Dt 5,21 LXX.

9 Pero yo vivía: la pregunta capital es aquí: ¿quién está hablando en todo este pasaje? Sin duda, no la persona de Pablo, ni es esta su historia personal, ya que él como judío nunca vivió sin Ley. Quien habla es otro, el «yo» del hombre genérico, tanto en momentos anteriores al Mesías, como después, pero siempre antes del tiempo final, aunque en el discurso no es clara la distinción de tiempos y facetas de ese «yo». Desde luego, no habla solo el gentil ni solo el judío, ni se trata de rasgos autobiográficos de Pablo. Unos estudiosos defienden que quien aquí habla es Adán y que el versículo se refiere a la caída en el paraíso (Gn 3): Entonces, «yo vivía un tiempo sin Ley; pero en cuanto vino el precepto, revivió el pecado». Otros sostienen que habla Israel en su conjunto inmediatamente antes y después de ser otorgada la Ley en el Sinaí. Al comienzo, el «yo» se referiría al conjunto del pueblo elegido, inmediatamente antes del otorgamiento, cuando no existía la Ley. Dios entonces era más permisivo con el pecado (5,13). Otorgada la Ley, y como los pueblos gentiles en bloque la rechazaron (2,12-14 y nota), entonces Dios —para que nadie pudiera escapar a su Juicio al final de los tiempos— grabó la ley universal y eterna en el corazón de todos los mortales (2,27).

10 pero yo morí: si se acepta la interpretación final de la nota anterior, se podría entender el conjunto: a) el «yo» vivía sin Ley (v. 9a), es decir, antes de la promulgación del Sinaí; el pecado estaba muerto, o dormido en el interior del yo (v. 8b); b) pero en el momento en que se otorgó la Ley en el Sinaí, el pecado, que estaba oculto en el yo, revive y se hace activo (v. 9b); c) el resultado es terrible: la Ley, pensada por Dios para dar la vida, se convierte en muerte, ya que el yo no es capaz de cumplirla. Ocurre exactamente lo contrario de lo que la divinidad pretendía. El mandamiento era «No sucumbirás a la concupiscencia», es decir, a las más bajas pasiones en general (v. 7c); pero el pecado tomando impulso en la Ley —pues al estar prohibida se hace más apetecible—, genera dentro del corazón del yo toda concupiscencia. Así, de hecho, la Ley conduce a la muerte, porque el yo es esencialmente débil (posee una «mala inclinación» muy fuerte después de la culpa original, 5,12-21 y nota). Por ello, el tiempo de vigencia de la Ley sin el Mesías, puede caracterizarse como «ministerio de la muerte» (2 Cor 3,7). La Ley define la voluntad de Dios, aunque en realidad exalta el deseo de pecar. Por consiguiente, los adversarios no tienen razón al insistir en que solo la Ley es el freno de la concupiscencia. Y concluye Pablo: a pesar de todo, puesto que ha sido otorgada por Dios «la Ley (en sí) es santa, el precepto es santo y justo y bueno» (v. 12). El culpable de todo es el pecado (¿la «mala inclinación», heredada por el ser humano desde Adán?).

13 resultara exageradamente pecador: de modo que el Pecado (personificado) actuara con todo su malvado poder y convirtiera al ser humano en un pecador en grado extremo.

14-25 Esta sección puede comprenderse bien en la hipótesis de que Pablo no está ahora pensando en Israel en su conjunto, sino en el ser humano en general, y que está operando con conceptos antropológicos propios del platonismo vulgarizado (véase aquí): el ser humano está compuesto de alma superior, la razón, la parte lógica e intelectiva, y alma inferior, que a su vez está dividida en dos partes: deseos y pasiones razonables que corresponden a las necesidades del cuerpo, que son buenas, y deseos y pasiones no razonables, la carne, que engloba todo aquello puramente material, mundano, bajo, vergonzoso, opuesto al mundo de la razón/espíritu. La tesis principal del pasaje sería así: el pecado representa el dominio despótico de la parte irracional, la «carne», que habita en el interior del yo (v. 20). El yo (el hombre genérico), al sentirse esclavo del poder tiránico del pecado, se define como «vendido como esclavo al poder del pecado». Entonces, la mente/razón, vencida, «obra aquello que en el fondo odia» (vv. 15.19), a la vez que el yo completo se sitúa intelectualmente del lado de la razón, por lo que no tiene más remedio que alabar a la Ley «y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena» (v. 16).

22-23 según el hombre interior: probablemente sin pretenderlo (¿?), Pablo describe el yo que está a favor de la Ley y su cumplimiento como «el hombre interior», al igual que Platón (República 589a; algunos estudiosos han señalado que Pablo está aludiendo a la Medea de Eurípides, 1077-1088, pero esto es menos probable). La ley del hombre interior, regida por la razón, se opone a la ley de la parte inferior de su ser, la carne.

24 ¡Desgraciado de mí!: Pablo, entristecido por esta situación real y diaria, acaba —con una mezcla del yo genérico y su propio yo englobado en él— con un lamento y el deseo de verse liberado «de este cuerpo de muerte» (véase Flp 1,21-24). Pablo no expresa cargo alguno contra la Ley en general, salvo que es incapaz de controlar la situación humana inclinada al mal. En el presente de la época mesiánica la Ley queda colocada en su sitio, pues en ella el Mesías muda la «letra vieja», o espíritu antiguo de la Ley incapaz de resistir al pecado, por medio de la óptica nueva de quien es arrastrado a la observancia de la Ley por el amor, la fe y el espíritu.

8 1 En verdad, ahora no hay condenación alguna sobre los que están en Jesús, el Mesías. 2 Porque la ley del Espíritu de la vida en Jesús, el Mesías, te liberó de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que era imposible a la Ley, en cuanto que estaba debilitada por la carne, Dios, tras enviar a su propio hijo a causa del pecado en semejanza de la carne pecadora, condenó al pecado en la carne, 4 para que la justicia de la Ley se cumpla en nosotros que caminamos no según la carne, sino según el espíritu. 5 Efectivamente, los que son de la carne, piensan las cosas de la carne; mas los que son según el espíritu, las cosas del espíritu. 6 Pues los pensamientos de la carne son muerte; mas los del espíritu, vida y paz 7 ya que los pensamientos de la carne son enemigos de Dios, pues no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.

9 Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguien no tiene el espíritu del Mesías, ese no es de los suyos; 10 mas si el Mesías está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. 11 Y si el espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, aquel que resucitó al Mesías de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su espíritu que habita en vosotros.

12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, 13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. 14 Pues cuantos son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer en el temor; sino que recibisteis un espíritu de filiación por el que exclamamos: ¡Abbá, Padre! 16 Pues el Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos con el Mesías, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. 18 Pues estimo que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros.

1-18 El pasaje describe con cierto desorden, debido al dictado, los efectos liberadores (v. 1) de la ley del Espíritu, quien habita dentro del seguidor de Jesús, que vive su vida «en él» (v. 10). No reina en él el pecado (vv. 2-3); en él se ha cumplido la justicia de Dios pretendida por la Ley, pero imposible de conseguir en la vida anterior a la llamada (v. 3), vida que transcurría según la carne y no según el Espíritu (vv. 5-8). El espíritu de Dios habita dentro del creyente (vv. 9-10), gracias al valor salvífico de la cruz (v. 3). El espíritu divino guía a los hijos de Dios (v. 14), porque estos han recibido la filiación adoptiva y lo llaman «Padre» (vv. 15-16). La vida en el Espíritu, y la liberación de las ataduras de la carne (1 Cor 7,28), es realizar la filiación, que se muestra —entre otros aspectos— como una muerte al pecado (v. 13). Los nuevos hijos en la época mesiánica, los gentiles conversos, son coherederos con el Mesías, junto con los hijos naturales, los judíos, de la promesa divina hecha a Abrahán (v. 17). Al haber padecido con el Mesías, recibirán la misma gloria que él (v. 18). El final del proceso, en el mundo futuro, es el reino del Mesías, y luego el reino absoluto de Dios padre (1 Cor 15,28), en el que el salvado, gentil o judío, es liberado del cuerpo de muerte.

1 no hay condenación alguna: Pablo responde exactamente al anhelo de los seguidores de los cultos de misterio que deseaban escaparse de la condenación bajo el poder de los astros maléficos, o de sus arcontes, o ángeles guía, que no permitían al alma liberarse de la materia e ingresar en los Campos Elíseos.

3 tras enviar a su propio hijo: véase la nota a 1 Tes 1,10 sobre la concepción del Mesías como «hijo» y la de su «envío». a causa del pecado: es muy posible que Pablo se refiera abreviadamente al «sacrificio por el pecado» tal como se describe en Lv 5,6-7 y Nm 6,16, por ejemplo. Por tanto, concebiría el evento de la cruz como un sacrificio al igual que en 2 Cor 5,21: «Al que no conoció pecado le hizo pecado por nosotros».

4 justicia de la Ley: véase en cuanto al sentido Flp 3,6.

5 las cosas del espíritu: como en 1 Cor 2,14, y la contraposición entre obras de la carne y frutos del espíritu en Gal 5,19-23.

9 si es que el espíritu de Dios... no es de los suyos: de este versículo se obtiene la impresión de que el espíritu de Dios padre y el del Mesías son uno y el mismo. El Espíritu es la proyección de Dios hacia fuera —y la de su el Mesías, ya entronizado en el cielo—, pero no se diferencia en realidad de Dios. Pero no hay aún una doctrina clara del Espíritu como persona.

10 aunque el cuerpo esté muerto... justicia: probablemente este era uno de los argumentos utilizados por los espirituales, los fuertes, de Corinto, o algunos de los gálatas que pensaban que podían practicar la prostitución sin que su espíritu se viera afectado (Gal 5,13,21; 1 Cor 7,15). a causa de la justicia: contraposición entre estado de pecado (gentiles sobre todo) y justicia/justificación por la fe: 3,22 y Gal 3-4 en general.

11 aquel que resucitó al Mesías: 4,24; 1 Cor 6,14; 2 Cor 4,14.

15 filiación adoptiva (gr. hyiothesía; véase Gal 4,5). Se opone aquí al «espíritu de servidumbre» e indica la contraposición entre los derechos —o en este caso los dones divinos— que recibe el hijo adoptado y la nulidad de derechos del esclavo. Para Pablo los judíos son hijos «naturales» de Dios (aunque en realidad en el pensamiento judío no hay hijos estrictamente naturales de la divinidad) y los gentiles son hijos adoptivos (11,16-23: distinción, en el olivo, entre ramas naturales y otras injertadas). Véase aquí.

15 ¡Abbá, Padre!: es una tradición —que aparecerá posteriormente en Mc una sola vez (14,36)— que señala el elevado concepto de hijo de Dios que Jesús tenía de sí mismo. Pablo la recuerda también en Gal 4,6.

16 somos hijos de Dios: potencia una idea que también se halla en la Biblia hebrea (2 Sam 7,14; Sal 2,6-8; 89,21-30: véase aquí). En Gal 3,25-26 se indica que el acto de fe/confianza, que responde a la proclamación de la Palabra, es el que media la concesión de la filiación adoptiva al gentil, confirmada en el bautismo. Por tanto, este recibe a la vez justificación y filiación.

17 Y, si hijos, también heredero... glorificados: el efecto de la adopción en el gentil converso es su transformación en coheredero del Mesías, es decir, del reino del Mesías, y de Dios, mediante la absolución en el juicio y la resurrección. Véase aquí.

19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. 20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no voluntariamente sino por aquel que la sometió, en la esperanza 21 de que esa misma creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto hasta el presente. 23 Y no solo ella, sino también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, también nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando la filiación, el rescate de nuestro cuerpo. 24 Porque hemos sido salvados en la esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? 25 Y esperar lo que no vemos es aguardar vivamente con paciencia. 26 Y de igual manera, el Espíritu ayuda a nuestra debilidad. Pues nosotros no sabemos orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inenarrables; 27 y el que escruta los corazones conoce qué es lo que desea el Espíritu, porque intercede por los santos según Dios. 28 Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas colaboran para el bien, para los llamados según su designio. 29 Porque a los que de antemano conoció, los predestinó también a conformarse con la imagen de su Hijo, para que fuera este el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó a esos también los llamó; y a los que llamó los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó.

19-30 La salvación es para Pablo un acto de reproducción de la imagen del Hijo de Dios en el creyente. La historia de la salvación va desde el conocimiento previo por parte de Dios del que se ha de salvar hasta el momento de la glorificación de este. Los pasos son: conocimiento previo divino del elegido → predeterminación para que ciertos hombres sean salvados → llamada → justificación por la fe → glorificación. El problema de estos versículos es que Pablo parece defender, al igual que los esenios (Flavio Josefo, Antigüedades XIII 172; 1QS 3,15-17; 1QH IX = I 24.28.29), que los hombres están predeterminados por Dios para salvarse o condenarse. Esta idea de la predestinación se repite en otros pasajes de Pablo (Gal 1,15; 1 Cor 1,18-25; 2 Cor 2,12-17; 4,3-4), pero sin que la libertad humana quede coartada: por ejemplo, el ser humano es el culpable último de su condenación. Aunque sea contradictorio, los antiguos no veían en ello problema alguno.

20 La creación... vanidad... por aquel que la sometió. Pablo está pensando en Adán, y admite la idea judía de que el pecado, que fue una desobediencia libre, esclaviza a la creación entera, porque la creación es para el ser humano (Sal 8). Dios acepta los hechos consumados y somete a la creación a un estado triste, al maldecirla (Gn 3,17-19; Rm 8,20). La propuesta de Pablo es consecuente: si la tierra fue maldecida por Dios a causa del pecado, la misma tierra será bendecida por la restauración conseguida por la cruz redentora del segundo Adán, el Mesías. Por ello, la creación esperaba también la época mesiánica. Después de que reciban también la filiación los gentiles creyentes por medio de la adopción, la creación entera, libre del pecado, se regenerará como una entidad nueva. La creación «antigua» no se destruye, sino que se transforma; la antigua va dando a luz a la nueva a medida que sobre la tierra vaya llegando el final, se conviertan los gentiles en herederos de Abrahán como hijos adoptivos del patriarca y de Dios (8,19-22) e Israel acepte también al el Mesías (11,26-29).

21 esa misma creación será liberada: Pablo da a entender que la «nueva creación» (sintagma que aparece solo en Gal 6,15 y 2 Cor 5,17) será una vuelta a los momentos de los inicios del universo; se trata del principio de la apocatástasis o restauración apocalíptica: el final será igual que el principio: Hch 3,21. Finalmente toda la creación obedecerá de nuevo al Creador; no habrá entidades malvadas que la controlen en contra del designio divino.

23 primicias del Espíritu: se refiere a la actuación de Dios como Espíritu hacia fuera (véase Hch 5,3: «mentir al Espíritu santo»). No queda siempre claro en Pablo cuándo se refiere al mero espíritu humano y cuándo a Dios, o al Mesías, ya resucitado, como Espíritu. gemimos en nuestro interior anhelando la filiación: es una imprecisión de Pablo al dictar. Quiere decir evidentemente «anhelando la confirmación por parte divina de la filiación, o se expanda esta en toda su plenitud, cuando Dios transforme el cuerpo carnal en espiritual», porque tanto él como los gentiles tienen ya la filiación.

27 El que escruta los corazones es naturalmente Dios.

31 Qué diremos, pues, a este respecto? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? 32 El que no perdonó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas graciosamente? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios es quien justifica, 34 ¿quién condenará? Jesús, el Mesías, el que murió; o mejor el que resucitó, el que está a la diestra de Dios es el que intercede por nosotros 35 ¿Quién nos separará del amor del Mesías? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los peligros? ¿La espada? 36 Como dice la Escritura: «Por tu causa somos llevados a la muerte todo el día; fuimos considerados como ovejas destinadas al matadero». 37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. 38 Pues estoy persuadido de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios en Jesús, el Mesías, señor nuestro.

33-34 Estos versículos pueden entenderse así: ¿quién acusará a los elegidos de Dios? Nadie, pues Satán ya no tiene poder para acusar. ¿Quién condenará? ¿Acaso Jesús, el Mesías, el que murió y resucitó, el que está a la diestra de Dios, que intercede por nosotros? ¡De ningún modo! Esto último quiere decir que, aunque es Jesús, el Mesías, el que ciertamente preside el Juicio (Rm 2,16), en realidad, en el caso de los que se han de salvar, acaba siendo abogado intercesor ante el Padre. Véase 1 Tes 1,10 nota a cólera.

36 Cita de Sal 43,23.

38 ángeles ni los principados... ni la profundidad...: Pablo se refiere a los ángeles rebeldes, considerados como potencias cósmicas de algún modo aliadas contra Dios y su imagen (véase 8,1).

39 del amor de Dios en Jesús, el Mesías: entiéndase del amor de Dios manifestado en Jesús, el Mesías.

9 1 Digo la verdad en el Mesías, no miento, mi conciencia lo atestigua en el Espíritu santo: 2 tengo una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. 3 Pues desearía ser yo mismo anatema, separado del Mesías, por mis hermanos, los de mi raza según la carne, 4 los israelitas, de los cuales es la filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, 5 de donde vienen los patriarcas, de los cuales también procede el Mesías según la carne. El que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

1-5 La nueva vida en el Mesías lleva a Pablo a plantearse un problema, nuclear, en su escrito, pues afecta tanto a Israel como a la incorporación y salvación de los gentiles que se injertan en él: ¿qué ocurre ahora con un Israel, cuya relación con el Mesías no es como él, Pablo, desearía que fuera? ¿Cuál debe ser la relación de Israel con los gentiles que se convierten al Mesías?

2 tristeza y un dolor incesante: expresan un notable amor de Pablo por Israel, lo que hace más improbable aún la tesis de que Pablo pretendió romper con el judaísmo.

4 filiación: aparentemente no es lógico —ya que Pablo distingue claramente entre una filiación «natural», la de los miembros del pueblo elegido, y la adoptiva, la de los gentiles conversos—, que emplee el mismo vocablo para ambas filiaciones, hyiothesía, que es término técnico jurídico para la adoptiva (véase 8,15). Pero tiene sus razones: a) en realidad las dos filiaciones son adoptivas, porque Dios no puede tener hijos naturales; b) porque en alguna ocasión, como Ex 4,22, los Setenta también lo emplean para Israel (en general utilizan simplemente «hijo» acentuando así la filiación «natural» de Israel, como en Is 1,2).

5 El que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén: esta doxología aparece en todos los manuscritos inmediatamente unida a «el Mesías según la carne», y a primera vista parece declarar que el Mesías es el «Dios bendito por los siglos». A favor de que este sea el significado se argumenta que: a) Si la doxología se dirige al Padre y no al Mesías, ¿por qué Pablo yuxtapone ho christós to katá sárka («El Mesías según la carne») y ho ón («El que está»)? b) El cambio de sujeto repentino es raro y antinatural; además el participio con su artículo, ho ón, resulta en ese caso superfluo. c) Las doxologías paulinas no son nunca asindéticas (sin un kaí, «y» que la precediera), sino que siempre se adhieren con algo a lo que precede; d) En general, en las doxologías asindéticas de la Biblia hebrea o griega que son los modelos de Pablo, el verbo o el adjetivo verbal preceden al nombre Dios («Bendito sea Dios...»), nunca lo siguen. A pesar de estas razones, que son serias, la mayoría de los comentaristas se inclina a pensar que Pablo se refiere aquí con esta fórmula a Dios Padre, y no al el Mesías, Jesús. El sentido sería, pues: ... «de ellos procede el Mesías, en cuanto a su origen natural [pausa en el dictado] // ¡Dios es el dueño de todo! ¡Bendito sea por los siglos! ¡Amén!». Por tanto, Pablo no llama Dios, sin matiz alguno además, al Jesús resucitado. Una interpretación diferente a esta sería contradictoria con los múltiples textos en los que Pablo afirma la subordinación del Hijo al Padre y que el único Dios es este. Es probable, sin embargo, que haya una solución a esta aporía, ya que si esta frase estuviera sola y aislada, habría poca duda de que Pablo piensa en el Mesías, como Dios sin más. la clave para la solución sería aceptar la conjetura de Schlichting que figura en el aparato crítico de N-A28 y que supone un pequeño lapsus del escriba, o del editor del siglo II, que no fue corregido porque en esos momentos ya se podía pensar en una cristología mucho más elevada que la de Pablo cien años antes. En efecto, el texto lee katà sárka ho ón epì pánton theós eulogetós: «según la carne que es sobre todas las cosas Dios bendito». pero es posible que el texto primitivo, el paulino, dijera katà sárka hôn ho epì pánton theós eulogetós: «según la carne, de los cuales (un relativo hôn y no el participio ón) el Dios sobre todas las cosas sea bendito». El cambio es mínimo; mudar la posición de ón y cambiar el signo gramatical del espíritu suave al aspirado: hônho. Aceptar esta mínima mutación (= mínimo error ¿voluntario? del escriba) lo solucionaría todo.

6 Y no es que haya decaído la palabra de Dios. Pues no todos los que proceden de Israel son Israel. 7 Ni porque son descendencia de Abrahán, son todos hijos, sino que «Por Isaac llevará tu nombre una descendencia»; 8 es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la Promesa se cuentan como descendencia. 9 Porque estas son las palabras de la Promesa: «Por este tiempo volveré; y Sara tendrá un hijo».

10 Y no solo esto, también Rebeca concibió uniéndose a un solo hombre, nuestro padre Isaac; 11 ahora bien, aún no nacidos, sin haber hecho ni bien ni mal, para que se mantuviese el designio de Dios en la elección, 12 no por las obras, sino por el que llama, le fue dicho a Rebeca: «El mayor servirá al menor», 13 como está escrito: «Amé a Jacob y odié a Esaú».

6-13 Pablo hace piruetas intelectuales con los textos de la Escritura para demostrar que los gentiles son también hijos de la Promesa, aunque no sean descendientes carnales de Abrahán. Y el argumento es: algunos descendientes carnales, israelitas en sentido étnico, no son hijos en verdad de Abrahán, no son verdaderamente Israel, han decaído —provisionalmente— de sus derechos de filiación y ese hueco lo rellenan los gentiles conversos. La elección de Dios es misteriosa, como se ve por los textos de la Escritura; el ser humano no puede discutirla, aunque parezca arbitraria; no depende «de las obras» ni de acción alguna por parte del ser humano, sino de la divinidad (Isaac es elegido sin haber hecho hasta ese momento «obra alguna»). El argumento va también en contra de sus connacionales israelitas que piensan ser los únicos elegidos.

7 (no) son todos hijos: cita de Gn 21,12. Según Pablo algunos israelitas, de hecho casi todos, tienen problemas en reconocer que ha llegado la plenitud de los tiempos, que deben aceptar a Jesús como el Mesías, y admitir finalmente que Israel debe ser la «luz de la naciones» (Is 42,5). La cuestión ardua para esos judíos es dar su asentimiento a la misión paulina a los gentiles con su propuesta de injerto de los paganos conversos al Mesías en el cuerpo del verdadero Israel, que se ha de salvar enseguida, y con la misma categoría en cuanto a la salvación. Los negadores de la mesianidad de Jesús son como los ismaelitas (contrástese este pasaje con Gal 4,21-31, en especial vv. 30-31). De nuevo aparece en Pablo la afirmación de que existe una predestinación divina para la salvación independiente del comportamiento del ser humano. Muy clara en vv. 14-29.

9 Cita de Gn 18,10.14.

12-13 Cita de Gn 25,23 y Ml 1,2.

14 ¿Qué diremos, pues? ¿Hay acaso injusticia en Dios? ¡De ningún modo! 15 Pues dice a Moisés: «Seré misericordioso con quien lo sea: me apiadaré de quien me apiade». 16 Ciertamente, pues, no se trata de querer o de correr, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Pues dice la Escritura al Faraón: «Te he suscitado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra». 18 Así pues, ciertamente, tiene misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere.

19 Pero me dirás: Entonces ¿por qué, pues, recrimina Dios? Pues ¿quién puede resistir a su voluntad? 20 ¡Oh hombre!, ¿quién eres en verdad tú para replicar a Dios? ¿Acaso la pieza de barro dirá a quien la modeló: «¿Por qué me hiciste así?». 21 O ¿acaso no tiene poder el alfarero de hacer de una misma masa unas vasijas para usos honrosos y otras para deshonrosos? 22 Pues bien, ¿y qué si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia objetos de ira dispuestos para la perdición, 23 a fin de mostrar la riqueza de su gloria con los objetos de misericordia que de antemano había preparado para gloria, 24 a nosotros, a los que llamó no solo de entre los judíos sino también de entre los gentiles?

25 Como dice también en Oseas: «Llamaré ‘pueblo mío’ al que no es mi pueblo: y ‘amada mía’ a la que no es mi amada. 26 Y en el lugar mismo en que se les dijo ‘No sois mi pueblo’ serán llamados ‘hijos de Dios vivo’». 27 Isaías clama también en favor de Israel: «Aunque los hijos de Israel fueran numerosos como las arenas del mar, un resto será salvo». 28 «El Señor ejecutará rápidamente su palabra sobre la tierra». 29 Y como predijo Isaías: «Si el Señor de los ejércitos no nos dejara una descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra nos habríamos asemejado».

14-29 Las ideas nucleares de este pasaje son: no hay injusticia en Dios, pues su libertad es omnímoda. No se puede replicar a Dios; la predestinación divina es una realidad palpable: «endurece», es decir, destina a la condenación, a quien quiere; por ejemplo, al Faraón. Consecuentemente los llamados, tanto «entre los judíos como entre los gentiles», han sido predestinados para la salvación: los gentiles convertidos en creyentes del Mesías, que eran el «no pueblo» de Israel convertido ahora en «pueblo»; de Israel solo parece salvarse de momento un resto, como repetidas veces ha manifestado Dios por los profetas. Lo importante para Pablo no es que quede solo un resto de Israel, sino que al menos queda un resto de Israel, creyente en el Mesías. Entre ellos están todos los judeocristianos, y Pablo entre ellos, lo que demuestra la fidelidad de Dios a su alianza. Pero al final, «todo Israel se salvará», 11,26, aceptando a Jesús como el Mesías.

15 Cita de Ex 33,19.

17 Cita de Ex 9,16.

19 Pero me dirás: es otro caso de prosopopeya como en 3,1-20.

20 Cita de Is 29,26 LXX.

24 a nosotros, a los que llamó no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles?: a pesar de la retórica paulina de identificación con los gentiles conversos, se percibe aquí la distinción: Pablo como judío y los gentiles, como gentiles. Véase Gal 2,15.

25 en Oseas: la preposición en del griego helenístico tiene a menudo valor de agente, es decir, por medio del profeta Oseas.

26 Cita de Os 2,25 y 2,1 LXX.

27 un resto: hay que entender con el texto hebreo «solo un resto»: cita de Is 10,22.

28 Cita de Is 28,22 y Dn 5,28 LXX.

30 ¿Qué diremos, pues? Que los gentiles, que no perseguían la justicia, consiguieron la justicia, pero la justicia de la fe, 31 mientras que Israel, que perseguía la ley de la justicia, no alcanzó la Ley. 32 ¿Por qué? Porque no fue por la fe, sino por las obras. Tropezaron con la piedra de tropiezo, 33 como está escrito: «He aquí que pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de escándalo; mas el que crea en él, no será confundido».

31-32 Pablo se pregunta: ¿por qué el Israel actual no alcanzó el fin de la Ley, que es la justicia, es decir, ser declarado justo por Dios? Pablo parece responder como si algunos judíos creyeran que podían ser justificados mecánicamente por cumplir voluntariosamente la ley de Moisés. Pero no es así (véase 3,28 y nota). Al no aceptar al Mesías, no han comprendido que, al entenderla así, la Ley se convierte en meras «tablas de piedra», una Ley que no es vida, sino mera «letra» (véase 2 Cor 3,3 y 3,4-18). Para expresar esta idea emplea un juego de palabras: «ley de piedra» y «piedra de escándalo» en la que se tropieza. Si admitieran los judíos al Mesías, por medio de la fe en él, la Ley se convertiría de «letra» en «espíritu», y de «texto grabado en tablas de piedra» en «ley grabada en los corazones». Por tanto, Israel no ha alcanzado la justicia porque ha pretendido imponer su propio concepto de la justificación; además, desea cargar también sobre los hombros de los gentiles convertidos a la fe en el Mesías el cumplimiento de las «obras de la Ley». Y eso es totalmente erróneo, pues los obliga a convertirse en judíos; de «numerosos pueblos» haría uno solo; si esto ocurriera, no se cumpliría la Promesa; por tanto, se trata de un falso celo por Dios.

33 Cita de Is 28,16 y 8,14.

10 1 Hermanos, la buena voluntad de mi corazón y mi plegaria a Dios en pro de ellos es para su salvación. 2 Pues testifico en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a un conocimiento pleno. 3 Pues, al desconocer la justicia de Dios y al buscar establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 4 Porque el fin de la Ley es el Mesías, para justificación de todo el que cree.

1-4 Pablo sostiene que los israelitas fueron, son y serán el pueblo de la Promesa, pero ahora no aceptan a Jesús, el Mesías. Es también cierto que el Israel carnal, no espiritual, tiene celo por Dios; pero ese celo es equivocado (9,31-32 y aquí v. 2), pues pretende obtener la justificación por el cumplimiento voluntarioso de las obras de la Ley, como si Dios estuviera obligado mecánicamente a concedérsela. Pero deberían ya conocer los judíos que ese celo no es correcto. Por el contrario, los judíos se empeñan en desconocer que ahora, en la época mesiánica, aún no están justificados plenamente, que la salvación en el fin de los tiempos solo se consigue añadiendo la fe y aceptación del Mesías al cumplimiento de la Ley, porque el objetivo o fin de esta es el Mesías (v. 4).

3 la suya propia: hay manuscritos que repiten el vocablo «justicia» (gr. dikaiosýne), «su propia justicia»; la elección textual es dudosa: no sabemos con certeza qué escribió Pablo.

4 el fin de la Ley es el Mesías: esta sentencia no significa que el Mesías ha venido para acabar con la Ley, sino que es su perfección o consumación (gr. télos, que tiene un significado ambivalente: «fin» o «consumación», «perfección»). Toda la Ley apunta hacia el Mesías, Jesús. Y el Mesías, con su interpretación de la Ley, la lleva hacia su perfección.

5 En efecto, Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: «El ser humano que la cumpla vivirá por ella». 6 Pero la justicia que viene de la fe habla así: «No digas en tu corazón ¿quién subirá al cielo?», es decir, para hacer bajar al Mesías; 7 o bien: «¿Quién bajará al abismo?», es decir, para hacer subir al Mesías de entre los muertos. 8 Entonces, ¿qué dice? «Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón», es decir, la palabra de la fe que proclamamos. 9 Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. 10 Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para la salvación.

11 Porque dice la Escritura: «Todo el que crea en él no será confundido». 12 No hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, que enriquece a todos los que lo invocan. 13 «Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará». 14 Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? 15 Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: «¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!».

5-15

(+16

-21)La sección se refiere a la predicación del Mesías no solo a los gentiles, sino igualmente a los judíos. Pablo piensa también en lectores judíos (véase nota a 1,7), quienes han obrado rectamente y no son incrédulos como la mayoría de sus connacionales. Pablo corrobora sus argumentos haciendo gala de su manejo de las Escrituras al modo propio. Su idea es: si los judíos leyeran bien a Moisés, caerían en la cuenta de que este ha proclamado la justificación por la fe en el Mesías (10,5-13). La tarea ahora, tanto de los judeocristianos como de los conversos del paganismo, es anunciar esta buena nueva a Israel. De hecho, esta predicación ya tiene lugar, pero los judíos se empecinan en no escucharla (10,16-21).

5-6 Pablo contrapone la «justicia que viene de la fe» a «la justicia que proviene de la Ley», pero no hay una palabra de crítica expresa a esta última. Pablo efectúa la contraposición dando un vuelco total a la interpretación judía natural de Dt 30,11-14, que se refiere a la justificación por el cumplimiento de la Ley.

5 Cita de Lv 18,5.

6 Pero la justicia que viene de la fe habla así: el argumento es igual al de las pruebas escriturísticas de Gal 3,6ss: el evangelio de Pablo sobre la justificación por la fe está sustentado en las Escrituras.

7 Cita de Dt 30,12. para hacer subir al Mesías de entre los muertos: la justificación por la fe se apoya en la certeza de la resurrección del Mesías.

8-10 Cerca de ti: del pasaje deuteronómico del v. 7 deduce Pablo (v. 8) que el evangelio está cerca del corazón y de la boca de los judíos increyentes, obviando la comprensión normal de ese texto, a saber, robustecer la idea de que la ley de Moisés es fácil de cumplir. Parece poco probable que un «rabino estricto fariseo» fuera incapaz de dar la vuelta así a un pasaje de la Ley (véase aquí). la palabra de la fe que proclamamos: es posible que estos vv. 8-10 tengan como trasfondo un rito bautismal donde el bautizando, adulto, hace previamente un acto de fe en lo que se le proclama acerca del Mesías y su ley. En este caso apunta Pablo a la predicación del evangelio a los judíos acerca del Mesías, que es también judío (9,5), y establece que la «fe en el Mesías, de Israel» es indispensable para sus connacionales si quieren salvarse: no les basta la ley de Moisés.

8 Cita de Dt 30,14.

11 Cita de Is 28,16.

13 Cita de Jl 2,32.

15 Cita de Is 52,7 + Nah 2.

16 Pero no todos obedecieron al evangelio. Pues Isaías dice: «¡Señor!, ¿quién ha creído nuestra predicación?». 17 Ciertamente la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra del Mesías. 18 Pero digo: ¿Acaso no han oído? ¡Ciertamente sí! «Por toda la tierra se difundió su voz y hasta los confines de la tierra sus palabras». 19 Pero digo: ¿es que Israel no comprendió? En primer lugar dice Moisés: «Os moveré a celos de ‘una que no es nación’; os provocaré a ira por un pueblo insensato». 21 E Isaías se atreve a decir: «Fui hallado entre los que no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mí». 21 Mas a Israel dice: «Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y respondón».

16-21 Sigue la confirmación de lo precedente por medio de una cadena escrituraria, de Moisés a Isaías. Para Pablo, estos textos confirman que ya se ha predicado a Israel la llegada del Mesías, pero que Israel se mantiene en la incredulidad. El Apóstol sostiene de nuevo que primero es la proclamación del evangelio y que la fe/confianza en ella es la respuesta que Dios espera: ¡también de Israel! El que los gentiles hayan creído en el Mesías, es una provocación para que Israel mismo se sume a la creencia. Dios mueve a celos a su pueblo con un «no pueblo» (11,11).

16 Cita de Is 53,1 LXX.

19 Cita de Dt 32,21 LXX.

20 Cita de Is 65,1 LXX.

21 Cita de Is 65,2.

11 1 Digo, pues: ¿acaso ha rechazado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! ¡También yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín! 2 «No ha rechazado Dios a su pueblo» a quien de antemano conoció. ¿O ignoráis lo que por medio de Elías dice la Escritura, cómo interpela Dios contra Israel? 3 «¡Señor!, han dado muerte a tus profetas; han derribado tus altares; y he quedado solo y acechan contra mi vida». 4 Y ¿qué le responde el oráculo divino? «Me he reservado siete mil varones que no doblaron la rodilla ante Baal». 5 Pues bien, del mismo modo también en el momento presente ha quedado un resto elegido por gracia. 6 Y, si es por gracia, no es por las obras; puesto que la gracia no sería ya gracia. 7 ¿Qué, pues? Lo que busca Israel no lo ha conseguido; pero la elección lo consiguió; los demás se endurecieron 8 como está escrito: «Les dio Dios un espíritu de embotamiento: ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy». 9 David dice también: «Conviértase su mesa en trampa y lazo, y en piedra de tropiezo y justo pago, 10 oscurézcanse sus ojos para no ver; y dobla sus espaldas sin cesar». 11 Digo, pues: ¿acaso tropezaron para que cayeran? ¡De ningún modo! Sino que su caída es la salvación de los gentiles, para impulsar a los judíos a sentirse celosos de ellos. 12 Y, si su caída es una riqueza para el mundo, y su mengua, riqueza para los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud!

1 ¡También yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín!: ¿es posible que escriba estas palabras quien ha abjurado del judaísmo intentando fundar una religión nueva? Parece imposible.

2 por medio de Elías: literalmente «en Elías»; es un caso claro de la preposición griega en incluso con valor instrumental o de agente. La cita es de 1 Sam 12,22 + Sal 94,14. Es muy posible que a veces, según el contexto, el sintagma «en el Mesías» haya que entenderse así: no «en el cuerpo místico del Mesías», sino «por medio del Mesías», o «impulsados» o «inspirados por el Mesías».

4 Cita de 1 Re 19,10.14.

6 si es por gracia, no es por las obras: estas palabras pueden aplicarse a Israel, en el caso de que este entendiera mal lo que es la salvación, cosa que parece pensar Pablo. Pero aquí, hay de nuevo una referencia especial a los gentiles que tienen que soportar a muchos judíos que intentan imponerles «obras de la Ley» de las que están exentos. Dios salvará a los gentiles por pura gracia, aunque luego esta lleve a la ejecución de buenas obras (véase 2,12-16). ... no sería ya gracia: Pablo parece pensar en sus cartas en un cierto tipo de judíos que opinaban lo contrario que él, pero muy probablemente más en tono retórico, exagerado y polémico que real, ya que —con la información que tenemos— no es posible formular una teología general de oposición entre ley y gracia, ni paulina ni judía en la época del Segundo Templo. A Pablo le movía el temor de que sus conversos quedaran convencidos de esas falsas concepciones. A este temor corresponden textos como 6,13-14 y Gal 5,2-4.

7 Israel no lo ha conseguido; pero la elección lo consiguió: entiéndase el Israel no creyente (que no es aún «el Israel de Dios»: Gal 6,16), y la «elección» compuesta de judíos y gentiles elegidos, creyentes (10,12). los demás se endurecieron: como acaba de decir del Faraón (9,17-18).

8 Cita de Dt 29,3 + Is 29,10. ojos para no ver y oídos para no oír: véase Mc 4,12.

9 piedra de tropiezo: el texto griego lee: skándalon, véase aquí.

10 Cita de Sal 68,23 LXX.

11 para impulsar a los judíos a sentirse celosos: como en 10,19.

13 Pero os digo a vosotros, gentiles: en cuanto soy yo verdaderamente apóstol de los gentiles, daré gloria a mi ministerio, 14 por si acaso logro despertar celos en los de mi raza y salvar a alguno de ellos. 15 Pues si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino la resurrección de entre los muertos? 16 Y si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas. 17 Porque si algunas ramas fueron desgajadas mientras tú, que eres un oleastro, fuiste injertado entre ellas, hecho partícipe con ellas de la raíz y de la savia del olivo, 18 no te engrías contra las ramas. Y si te engríes..., ¡no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene! 19 Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 ¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te mantienes. ¡No te engrías! Más bien, teme. 21 Pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, acaso tampoco a ti te perdone. 22 Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que si no, también tú serás desgajado. 23 En cuanto a ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados; pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú fuiste cortado del oleastro que eras por naturaleza, para ser injertado contra tu natural en un olivo cultivado, ¡con cuánta más razón ellos, según su naturaleza serán injertados en el propio olivo!

13 Pero os digo a vosotros, gentiles: Pablo deja aquí aparte la asimilación retórica usual, y se diferencia de sus lectores expaganos. La frase pone de relieve de nuevo la judeidad de Pablo. soy yo: el yo es innecesario en la frase normal griega, por tanto es enfático: implica su diferenciación del grupo de Jerusalén dedicado al ministerio entre los circuncisos. Pablo no se dirige en sus cartas a Israel más que ocasionalmente, puesto que esta misión está reservada a la iglesia de Jerusalén (Gal 2,8). Pero no debe obtenerse de este hecho incontestable la exagerada conclusión de que cualquier cosa que escriba Pablo a sus lectores (¡que no todos ellos eran gentiles!) —por ejemplo, sobre la ley de Moisés o sobre la naturaleza del Mesías— no tiene importancia alguna para los judíos creyentes en el Mesías. El Mesías hace, entre otras cosas, que la creación vuelva a su finalidad primitiva, de modo que puede decirse que es una «creación nueva». Por tanto, los judíos no pueden quedar al margen de esta recreación.

14 y salvar a alguno de ellos: para Pablo, quien se salva es solo Israel, el buen olivo, y con él las ramas injertadas, los gentiles, cuyo número Dios solo sabe (1 Tes 5,12-14; 1 Cor 10,10). Sea o no propiamente el judaísmo una «religión para la salvación» —o más bien un sistema para ordenar y regular la vida de la alianza con Dios del pueblo elegido—, Pablo participa intensamente del ansia notable por la salvación, muy perceptible entre amplias minorías del siglo I, que estaban dispuestas a dar lo que fuere por asegurarse una feliz vida futura. Por ello Pablo se preocupa también de conseguir la salvación no solo de gentiles, sino de todos sus connacionales judíos.

17 fuiste injertado entre ellas: Pablo dice a los gentiles que «ahora», en el tiempo mesiánico, está ocurriendo lo que siempre habrían deseado si hubiesen sido conscientes del desarrollo de la historia: «¡Se está cumpliendo la promesa completa a Abrahán! ¡Vais a ser injertados en Israel! ¡Os salvaréis por estar dentro de él». Pero con estas frases sostiene a la vez que la primacía en toda la economía de la salvación no la tienen ellos, sino el pueblo elegido.

20 ¡No te engrías! Más bien, teme: debe entenderse esta advertencia a la luz de 15,8-12.15-18.21. Pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, acaso tampoco a ti te perdone: Pablo, en el tema de la filiación/adopción de los gentiles, distingue a estos de los hijos «naturales» de Dios, que son los elegidos gracias al pacto con Abrahán; los judíos tienen la primacía. La misma idea en v. 24 y en 1,16; 2,9: «Primero a los judíos, luego a los griegos».

25 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que os creáis sabios vosotros mismos: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la plenitud de los gentiles, 26 y así, todo Israel se salvará, como está escrito: «Vendrá de Sión el libertador; alejará las impiedades de Jacob. 27 Y esta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados». 28 En cuanto al evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección son amados en atención a los padres. 29 Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables. 30 En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo desobedientes contra Dios, mas ahora habéis conseguido misericordia a causa de su desobediencia, 31 así también ellos al presente desobedecieron para vuestra misericordia, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia. 32 Pues Dios encerró a todos en la desobediencia para usar con todos de misericordia.

33 ¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! 34 Pues, «¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero?». 35 O «¿quién le dio primero para que tenga derecho a recompensa?». 36 Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! Amén.

25 misterio: se refiere al conjunto del designio divino sobre el Israel mesiánico. Este será un Israel compuesto de israelitas y de «numerosos pueblos», representados por los gentiles conversos, sea cual fuere su número. Este designio consiente la actitud increyente de Israel (que cambiará), de modo que hay tiempo para la salvación de los gentiles. no sea que os creáis sabios vosotros mismos es un ataque directo de Pablo contra la jactancia (= gloriarse) de algunos gentiles que se creían superiores a Israel. Combatirla es uno de los objetivos de la carta. entre la plenitud de los gentiles: es el número de gentiles que serán injertados en Israel antes del final. Son potencialmente «todos», pero en la práctica de Pablo son muy pocos, como en IV Esdras (8,1-3) y en los esenios en general.

26 todo Israel se salvará: es muy discutido en qué sentido hay que entender el vocablo «todo». Algunos tienden a sostener que «todo» no conlleva condición ni matiz alguno: todos los judíos crean o no en el Mesías. Pero este modo de entender es una exégesis unilateral que no tiene en cuenta el conjunto del sistema paulino, ya que para él no hay salvación sin condiciones. Además, el Mesías de Israel es enviado por el Dios de Israel, para que este se salve. Es impensable sostener que Dios será fiel a sus promesas de salvación independientemente incluso de que Israel sea o no sea fiel a la Ley, o que crea o no crea en los designios divinos, y el Mesías es el objetivo de estos, pues el diseño global divino sobre la creación culmina en el Mesías. Por otro lado, «todo» no significa siempre «todo» en Pablo. Véase en esta misma carta y solo en el capítulo primero 1,5.8.18.29. «Todo» Israel se salvará» es expresión retórica y debe entenderse como cumplimiento de una promesa divina si se cumplen los requisitos expresados en 10,1ss: Israel debe cambiar su actitud respecto al evangelio de Dios y de su hijo, el Mesías, y aceptarlo. Y al no hacerlo, no cumple una condición sin la cual no es posible su salvación. Pero a la vez Pablo está pensando que, pasado el tiempo de la dureza de corazón, todo Israel sin excepción creerá que Jesús es el Mesías. Consecuentemente, si así fuera, todo Israel se salvará y no solo un resto.

26-27 Cita de Is 59,20.

28-29 En cuanto al evangelio, son enemigos para vuestro bien: es decir, para la salvación de los gentiles destinada a ser ataque de celos para Israel (v. 19). Pero la Alianza y los designios divinos son irrevocables: Israel dejará de ser enemigo del evangelio.

30 a causa de su desobediencia: la Vulgata traduce aquí «incredulidad».

31 ellos consigan ahora misericordia: inminencia del final según Pablo: el «ahora» apocalíptico del fin.

33 ¡Oh, abismo de la riqueza... caminos!: alusión quizás a Sb 17,1 y en Rm, a la inescrutabilidad de la elección divina: 9,13 (Gal 4,30).

34 Cita de Is 40,13 LXX y Job 41,3.

12 1 Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios: este es vuestro culto racional. 2 Y no os conforméis al eón presente, antes bien transformaos mediante la renovación de la mente, de forma que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y perfecto.

3 Os hablo por la gracia que me ha sido dada, a todos entre vosotros: no os sobrestiméis en más de lo que conviene estimarse, sino tened más bien una estima que conduzca a la sensatez, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada cual. 4 Pues, así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, 5 así siendo muchos somos un solo cuerpo en el Mesías, miembros unos de los otros. 6 Pero tenemos carismas diferentes según la gracia que nos ha sido dada, ya sea profecía, ejercida según la analogía de la fe; 7 ya el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; 8 la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad.

9 Vuestro amor sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; 10 amándoos intensa y fraternalmente los unos a los otros; concediéndoos honor unos a otros; 11 no perezosos en vuestra solicitud; fervientes de espíritu; sirviendo al Señor; 12 alegrándoos en la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; 13 compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. 16 Tened unanimidad de pensamientos unos para con otros, sin ser altivos, sino dejaos llevar por los humildes; no os complazcáis en vuestras propias ideas. 17 A nadie devolváis mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: 18 si fuere posible, y en cuanto de vosotros dependa, tened paz con todos los hombres; 19 no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos, dejad lugar a la Ira, pues está escrito: «Mía es la venganza: yo retribuiré», dice el Señor. 20 Al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así «amontonarás ascuas sobre su cabeza». 21 No te dejes vencer por el mal; sino vence al mal con el bien.

12-15 Los capítulos 12-15 constan de exhortaciones diversas centradas en la idea general de la necesaria unidad y cohesión de la comunidad de los que viven en el Mesías. La entrega de sí mismo, o renuncia a los aparentes derechos propios, más el amor son los fundamentos para sustentar, unir y cohesionar la comunidad de los seguidores de Jesús.

1-2 sirven de transición en esta carta de la parte teórica a la práctica. Es notable la concepción de Pablo de un culto racional por medio del ofrecimiento a Dios del propio cuerpo. Para un judío de la diáspora, esto no sustituye al culto en el Templo, sino que lo complementa. Pero para los gentiles conversos —que según la teología paulina no pueden participar de esos sacrificios, ya que serían considerados ritualmente impuros—, puede decirse que esta oblación racional lo sustituye.

3 no os sobrestiméis (gr. hyperphronéin significa «pensar más elevado» de lo que conviene). Pablo juega con los vocablos phronéin/hyperphronéin/sophronéin, que no podemos verter en castellano. Aquí parece haber —por el conjunto de la carta en la que hay diversas llamadas a la unidad, como en 1 Cor 12 y 13 y Flp 2,5-6— una alusión a la actitud de los gentiles conversos de Roma que estimaban ser superiores a los judeocristianos, lo que justifica la traducción por una frase reflexiva («no conviene... sobreestimarse»; véase 14,10: «Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?»). Así puede aclararse que la presente exhortación general a «no estimarse en más de lo que conviene» (3b), aparezca de repente, aparentemente sin contexto (véase aquí). según la medida de la fe que Dios otorgó a cada cual: es decir, estimarse de acuerdo con la fe que Dios ha concedido a cada uno, que lleva a la humildad y la unión.

4-6 somos un solo cuerpo... carismas diferentes: la humildad necesaria para la unidad se fundamenta en la idea de la igualdad de los dones espirituales, repartidos por Dios en la comunidad y en el himno de Flp 2,6-11. El grupo de seguidores de Jesús forma un solo cuerpo, aunque con miembros diferentes. La idea básica en Rm es la misma que en 1 Cor: los carismas diversos no deben conducir a una valoración diversa de los que viven en el Mesías, de modo que alguno se crea superior.

6-8 profecía ejercida según la analogía de la fe: el significado exacto de esta frase es dudoso. Puede entenderse subjetivamente: cada uno sabe, según la fe que tiene en el Mesías, hasta dónde se le ha concedido el don de la profecía; o bien, objetivamente, según la norma establecida por la fe común (¿?). Y esa medida de la fe, interna o externa, ha de ejercer también el control en el ministerio —servicio a los demás, probablemente en algún «cargo» público—, la enseñanza y la exhortación, que eran funciones de los maestros y los profetas en las comunidades primitivas.

9-21 Al tratamiento de los carismas en 1 Cor 12 seguía un himno al amor, el «carisma» supremo, o mejor, superior a los carismas; igualmente a la unidad que Pablo exige en los vv. 3-8 sigue una fuerte recomendación a practicar el amor en 9-21.

14-20 Bendecid... lloran... comer... beber: parece alusión clara a la tradición de dichos de Jesús luego recogida por Mt 5,44 y 25,35-40. El v. 20 es cita de Pr 25,21 LXX. «Amontonar ascuas sobre la cabeza» de un enemigo es hacer que se ponga rojo de vergüenza, «sacarle los colores a la cara».

19 dejad lugar a la Ira: con mayúscula porque es la ira o cólera divina (1 Tes 1,10) que representa un modo de Dios, al igual, por ejemplo, que «Dios como espíritu». Luego sigue una cita de Dt 32,35.

21 vence al mal con el bien: alusión a Mt 5,39.

13 1 Sométase toda persona a las autoridades superiores, pues no hay autoridad sino bajo Dios, y las que existen, por Dios han sido ordenadas. 2 De modo que quien resiste a la autoridad se opone a la ordenación divina, y los rebeldes recibirán sobre sí mismos la condenación. 3 Pues los magistrados no son de temer por las buenas obras, sino por las malas. Y ¿quieres no temer a la autoridad? Obra el bien y tendrás de ella alabanza, 4 pues para ti es un ministro de Dios para el bien. Pero, si obras el mal, teme: pues no en vano lleva la espada: pues es un ministro de Dios vengador para la ira contra el que obra el mal. 5 Por tanto, es preciso someterse, no solo por la ira, sino también en conciencia. 6 Por esto, pues, pagáis los tributos; pues son servidores de Dios ocupados asiduamente en eso. 7 Devolved a todos lo que se debe: a quien tributo, tributo; a quien tasa, tasa; a quien temor, temor; a quien honor, honor.

1-7 Es sorprendente que Pablo, un judío mesianista, haya escrito este texto en el que se muestra totalmente sumiso a un Estado que teóricamente se opone al reinado total del Mesías, el Hijo de Dios y único señor (véase aquí).

1 Sométase toda persona a las autoridades: se ha pensado que Pablo formula solo una mera exhortación circunstancial a la lealtad cívica. Sin embargo, estas frases parecen contener ideas fundamentales, pues exige una obediencia no circunstancial, sino una sumisión que parte de una conciencia recta formada por los siguientes principios: a) la autoridad proviene de Dios y es constituida por él; b) el que se rebela contra la autoridad se opone al orden divino; c) el que desobedece a la autoridad merece un castigo por parte de Dios y de los hombres. toda persona: literalmente «toda alma». sino bajo Dios: entiéndase «que no venga de Dios».

2 quien resiste a la autoridad se opone a la ordenación divina: Pablo parece reflexionar, aunque brevemente, sobre la esencia de la autoridad, pero no presenta ni mucho menos una teología general del Estado. Esta frase no parece ser una doctrina política terrena, ni tampoco una teología del orden de la creación, sino ante todo un elogio de la probidad cívica de acuerdo con la tradición judía. En general podría entenderse como una muestra más de la norma de la acomodación paulina a las circunstancias (1 Cor 9,19-23); si así fuere, reflejaría en el fondo el desinterés verdadero de Pablo por debatir en profundidad, filosófica y teológicamente, temas de política y sociedad ante la inminencia del fin del mundo.

4 ministro de Dios para el bien... lleva la espada: esta sentencia pertenece a la parénesis del judaísmo helenístico que presentaba reglas sencillas, universalmente válidas de comportamiento ciudadano. Véase Jr 29,5; Dn 2,37 y Sb 6,2-3: los gobernantes civiles son los ejecutores de la voluntad divina en la tierra. para la ira contra el que obra el mal: se refiere siempre a la justicia vindicativa divina en el juicio final.

5 es preciso someterse: Pablo no fue un reformador social; jamás tuvo Pablo una palabra directa contra la institución de la esclavitud ni luchó en pro de la igualdad social de las mujeres. Tampoco pretendió Pablo reformar el Imperio. Sabía que esta empresa le era inaccesible y además quedaba muy poco tiempo para el final. Mejor pasar desapercibido y prepararse para ese momento. De cualquier modo, puede suponerse que Pablo pensaría que la manera de vivir en el belicoso Imperio romano era haciendo el bien, no la guerra.

7 Devolved a todos lo que se debe: Pablo está preocupado por la supervivencia de sus comunidades hasta el final cercano, dentro de un orden político que no cuestiona. tasa: se refiere a los impuestos indirectos, que la Vulgata traduce como vectigalia.

8 A nadie debáis nada, salvo el amor de unos para con los otros. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la Ley. 9 En efecto, lo de «No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás» y todos los demás preceptos se resumen en esta sentencia: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no hace mal al prójimo. La plenitud de la Ley es por tanto el amor, 11 conscientes de que este es el momento oportuno, porque es hora ya de levantaros del sueño; pues ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. 12 La noche avanzó; el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. 13 Como en pleno día, caminemos decorosamente: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidad y envidia; 14 revestíos más bien del señor Jesús, el Mesías, y no tengáis cuidado de la carne para sus concupiscencias.

8-14 Se observa de nuevo que el aprecio por la Ley —aquí la norma eterna y obligatoria para todos, la que regula las relaciones entre los seres humanos— es notable en Pablo. El resto del pasaje es una prueba palpable de que la expectativa del fin inminente del mundo no cambió sustancialmente en Pablo con el paso del tiempo.

9 Citas de Dt 5,17-21 LXX + Ex 20,13-17 LXX y de Lv 19,18.

12 armas de la luz: sobre las metáforas militares en Pablo, véase Flp 2,25.

14 1 Acoged al débil en la fe, no con discusión de opiniones. 2 Uno, por su parte, cree poder comer de todo; el débil, por la suya, come verduras. 3 El que come no desprecie al que no come; y el que no come tampoco juzgue al que come, pues Dios lo ha recibido. 4 ¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Se mantiene en pie o cae solo para su señor; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo. 5 Uno, por su lado, distingue un día de otro día; otro, por el suyo, los juzga todos iguales. ¡Esté seguro cada uno de su propio pensamiento! 6 El que se preocupa por los días se preocupa de ello por el Señor; el que come por el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come por el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. 8 Si, pues, vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, ya vivamos o muramos, del Señor somos. 9 Pues por esto el Mesías, murió y revivió, para ser señor de muertos y vivos.

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos estaremos ante el tribunal de Dios, 11 pues está escrito: «¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios». 12 Así pues ciertamente, cada uno de vosotros dará cuenta a Dios de sí mismo.

13Dejemos, por tanto, de juzgarnos unos a otros; decidid más bien no poner tropiezo o escándalo al hermano. 14 Sé, y estoy persuadido de ello en el Señor Jesús, que nada hay de suyo impuro; a no ser para el que piensa que algo es impuro, para ese es impuro. 15 Pues si por un alimento tu hermano se entristece, no caminas ya según el amor. ¡No destruyas por tu comida a aquel por quien murió el Mesías! 16 Por tanto, no sea materia de maledicencia vuestro bien. 17 El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu santo. 18 Pues quien sirve en esto al Mesías, es grato a Dios y aprobado por los hombres. 19 Persigamos, por tanto, lo propio de la paz y la edificación mutua. 20 No destruyas la obra de Dios por el alimento. Todo es puro ciertamente, pero es malo para el hombre comer porque ha sufrido escándalo. 21 Es bueno no comer carne, ni beber vino ni nada en lo que tu hermano tropiece. 22 La fe que tú tienes, tenla para ti mismo delante de Dios. ¡Dichoso el que no se juzga culpable a sí mismo en lo que aprueba! 23 Pero el que come dudando está juzgado, porque no parte de la fe; porque todo lo que no procede de la fe es pecado.

1 Acoged: es decir, recibid a los demás, en el sentido de admitir gozosamente en el grupo. débil en la fe: son los de menor formación, y consiguientemente tienen una fe con menores fundamentos. En este pasaje son aquellos con diferente halakhá sobre los alimentos, más restrictiva y parecida a los de los fariseos de Israel, muy observantes.

2-4 cree poder comer de todo: son estos los «fuertes» en la fe, o simplemente los «fuertes» de la comunidad, es decir, los que tienen una conciencia y una fe bien formadas, ya sean judíos o gentiles. En este capítulo y en el siguiente hasta el v. 13, Pablo exhorta a los «fuertes» a no sentirse superiores a los «débiles» y permitir que cada uno obre en conciencia, pero desea que esta conciencia esté bien formada. Esta exhortación recuerda mucho a la disputa entre «espirituales» (fuertes) y «débiles» de Corinto, a saber, si se debía comprar en el mercado carne procedente de sacrificios a los ídolos o asistir a banquetes en los que se ingerían ese tipo de carnes (1 Cor 8,1-13).

2 come verduras: se trata de una suerte de vegetarianismo obligado por el miedo a ingerir carne no debidamente sacrificada (con restos de sangre: Lv 17,14 y 19,26) o inmolada a los ídolos y vendida luego en el mercado.

5 distingue un día de otro día: los «fuertes» —además de creer que podían comer de todo— no tenían en cuenta ciertos días, es decir, las fiestas del judaísmo, mientras que los «débiles» se abstenían de carnes (v. 2) y de vino (v. 21) y celebraban las festividades judías. ¡Esté seguro cada uno de su propio pensamiento!: Pablo está pidiendo que obre cada cual con una conciencia segura y bien formada.

7 ninguno... vive para sí mismo... muere nadie para sí mismo: Pablo parece inclinarse de nuevo por la posición de los «fuertes», pero exige —por la unión de la comunidad— que estos cedan y respeten la conciencia de los «débiles»: «Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado» sostendrá en 15,1 al igual que en 1 Cor 9,15.

7-12 Se ha visto en estos versículos una crítica al judaísmo. Los «fuertes», paganos convertidos, están convencidos de la doctrina paulina: las leyes bíblicas sobre los alimentos no tenían validez para ellos, como no judíos, y por eso comían de todo. Los «débiles» serían los judeocristianos que seguían observando ciertas prescripciones rituales, con diversa halakhá sobre los alimentos, que no veían inconveniente alguno en creer en el Mesías, Jesús, y a la vez observar la ley de Moisés. Ahora bien, interpretar la crítica a los «débiles» como que la ley judía no tenía ya validez alguna para los judeocristianos es insostenible: para Pablo mismo, como judío creyente en Jesús, «ser fuerte en la fe» no significa haber roto con la Ley, de modo que las leyes alimentarias fueran ya indiferentes para él y el resto de los judeocristianos (véase aquí).

10 ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?: que los gentiles conversos se creían superiores a los judíos se deduce de 11,17-18 («No te engrías contra las ramas»). Pablo aborda, pues, un problema más importante que la mera ingestión de unos u otros alimentos, a saber, cómo deben ser las relaciones entre gentiles y judíos que «viven también en el Mesías». ¿Cuáles deben ser las relaciones de los gentiles que viven en el Mesías, con el antiguo Israel? Pablo ofrece la respuesta consciente de la debilidad esencial de los paganos a ojos de un judío: los gentiles son como un olivo silvestre, sin valor en sí, están injertados en Israel, el verdadero olivo (11,13-24). Por tanto, los paganos convertidos al Mesías deben ejercitar el amor y la paciencia con los judíos, quienes en algunos aspectos son superiores.

11 pues está escrito: cita de Is 49,18 + Jr 22,14 + Ez 5,11 + Is 45,23 LXX.

12 dará cuenta a Dios de sí mismo: en esta frase hay manuscritos de notable valor, como el Vaticano y el códice Beza, que omiten el sintagma «a Dios».

14 Estoy persuadido de ello en el señor Jesús: es decir, el que nada hay impuro por sí mismo no indica en las cartas genuinas de Pablo que él se esté refiriendo a una tradición recibida de Jesús, sino a su experiencia de que él posee la «ciencia» de Jesús, el Mesías (por ejemplo, 1 Cor 2,6), ya sea por revelación privada o por la oración. Así lo indican también 1 Tes 4,1 y Flp 2,19. nada hay de suyo impuro: esta sentencia de Pablo paree dar la razón a quienes opinan que Pablo abjuró del judaísmo, para el cual es esencial la distinción entre lo «puro e impuro» pues afecta a la pureza ritual y esta a la relación con Dios. Pero en realidad, Pablo está repitiendo una opinión muy judía y adoptando una halakhá muy parecida a la hillelita (véase aquí). a no ser para el que piensa que algo es impuro, para ese es impuro: gr. koinón significa «impuro» pero no por sí mismo, sino dudosamente impuro por contacto con otros alimentos ya impuros (véase aquí).

15 ¡No destruyas por tu comida a aquel por quien murió el Mesías!: si estos judeocristianos «débiles» hacían caso a la opinión de otros, la de los «fuertes», contraria a la de ellos, pero no resultaban del todo convencidos y la seguían en contra de su conciencia, actuaban «escandalizados», contra su conciencia, lo que era impropio y dañino para ellos mismos y para la unión del grupo (v. 19).

16 no sea materia de maledicencia vuestro bien: relaciónese con la «libertad que se tiene en Jesús, el Mesías», de Gal 2,4 y 5,2-3: los bienes que trae el Mesías a los gentiles que se salvan sin observar la ley mosaica específica y temporal, aunque sí obligatoria para los judeocristianos.

17 El reino de Dios no es comida ni bebida: los bienes «carnales», la comida y la bebida, no pertenecen a un reino de Dios ultramundano como lo piensa Pablo (1 Tes 4,13-17). Nada carnal ni perecedero heredará el reino de Dios (1 Cor 15,50).

20 Todo es puro ciertamente: de nuevo el mismo tema que en el v. 14 y con el mismo sentido. También es posible que se trate de una máxima de los «fuertes», que Pablo acepta pero matiza: 1 Cor 6,12a: «‘Todo me es lícito’, mas no todo conviene». Véase aquí.

15 1 Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. 2 Que cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, hacia la edificación; 3 pues si el Mesías no se agradó a sí mismo, antes bien como está escrito: «Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mí». 4 Pues cuanto fue escrito previamente se escribió para nuestra enseñanza, para que por la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos la esperanza. 5 Y el Dios de la paciencia y del consuelo os dé el que tengáis unos para con los otros los mismos pensamientos según Jesús, el Mesías, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y padre de nuestro señor Jesús, el Mesías.

7 Por tanto, acogeos mutuamente como os acogió el Mesías, para gloria de Dios. 8 Pues digo que el Mesías fue ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, 9 y las gentes glorificaran a Dios por su misericordia, como está escrito: «Por eso te bendeciré entre los gentiles y entonaré un salmo a tu nombre». 10 Y de nuevo dice: «Regocijaos, gentiles, con su pueblo»; 11 y de nuevo: «Alabad gentiles todos al Señor y entónenle alabanzas todos los pueblos». 12 Y de nuevo Isaías dice: «Retoñará la raíz de Jesé, que se levanta para imperar sobre los gentiles. En él pondrán las gentes su esperanza». 13 Que el Dios de la esperanza os colme de toda alegría y paz en el creer, hasta rebosar en la esperanza por la fuerza del Espíritu santo.

3 Cita de Sal 68,10 LXX.

4 Pues cuanto fue escrito previamente se escribió para nuestra enseñanza: véase 1 Cor 10, 6: «Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos lo malo como ellos lo codiciaron» y 11-12: «Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos».

5 los mismos pensamientos según Jesús, el Mesías, son ideas muy parecidas a las expresadas por Pablo en Flp 2,6-11. «Tener los pensamientos del Mesías» es uno, o el principal, de los elementos que forman la personalidad de los seguidores de Jesús.

7 Por tanto, acogeos mutuamente: véase nota a 14,1.

8 el Mesías fue ministro de la circuncisión: los judíos por ser el pueblo elegido, de la Alianza, tienen ciertas ventajas respecto al Mesías, como se afirma en 9,4-5. Indica también indirectamente que el Mesías de Israel ha venido naturalmente también para Israel, no solo para los gentiles, por lo que los judíos están obligados a creer en él (véase 11,26 y nota).

9 Cita de Sal 17,50 + 2 Sam 22,50.

10 Cita de Dt 32,43.

11 Cita de Sal 117,1.

12 Cita de Is 11,10 LXX.

13 Que el Dios de la esperanza os colme de toda alegría: parece una primera conclusión de la carta. Probablemente Pablo la pensó como tránsito hacia el epílogo formal de su largo escrito.

14 Pero estoy persuadido, hermanos míos... y yo mismo de vosotros, de que también vosotros estáis llenos de bondad, plenos de todo conocimiento y capacitados también para amonestaros unos a otros. 15 Sin embargo, os he escrito en parte con audacia, con la intención de reavivar vuestra memoria en virtud de la gracia que Dios me ha dado, 16 de ser ministro de Jesús, el Mesías, para los gentiles, que ejerce el sagrado oficio del evangelio de Dios para que sea aceptable la oblación de los gentiles, santificada por el Espíritu santo. 17 Tengo, pues, capacidad de jactarme en Jesús, el Mesías, en las cosas de Dios. 18 Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que el Mesías, no haya operado por mi medio para la obediencia de los gentiles de palabra y de obra, 19 con el poder de señales y prodigios, con el poder del Espíritu de Dios, tanto que dando vueltas desde Jerusalén hasta el Ilírico he cumplimentado el evangelio del Mesías; 20 y así, me impuse como punto de honra no evangelizar donde el nombre del Mesías no fuera aún pronunciado, para no construir sobre cimientos ajenos, 21 antes bien, como está escrito: «Lo verán a quienes no fue anunciado, y los que nada oyeron comprenderán». 22 Y por ello me veía siempre impedido de llegar hasta vosotros.

23 Mas ahora, no teniendo ya lugar en estas regiones, y deseando vivamente ir donde vosotros desde hace muchos años, 24 cuando vaya para Hispania..., pues espero veros al pasar y ser provisto por vosotros de viático hacia allá, con tal de que antes disfrute un poco de vosotros. 25 Mas ahora, voy a Jerusalén en servicio de los santos; 26 pues les pareció bien a Macedonia y Acaya hacer una colecta para los pobres de entre los santos de Jerusalén. 27 Les pareció bien, pues son ciertamente deudores de aquellos: porque si los gentiles participaron de la comunión de sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes carnales. 28 Así pues, finalizado este asunto, y consignado con el sello estos frutos, partiré para Hispania, pasando por vosotros. 29 Y sé que, al ir a vosotros, iré con plena bendición del Mesías.

14 estoy persuadido... plenos de todo conocimiento: la frase es enfática (yo mismo), un tanto pesada y repetitiva (vosotros dos veces repetido), como si Pablo estuviera intentando convencerse a sí mismo durante el dictado de que los romanos estaban de verdad llenos de conocimiento. Parece más una captatio benevolentiae que un final.

15 os he escrito: como en una composición en anillo, vuelve Pablo a recoger ideas del inicio. La carta había comenzado (1,1.5) exponiendo las credenciales que le otorgaban títulos para escribirla: apóstol por vocación o llamada de Dios, pues esa gracia le venía del mismo Jesús, el Mesías; su misión es predicar la obediencia a la fe, en especial respecto a los gentiles, también en Roma (1,1-6). Al final, en 15,15, recuerda de nuevo Pablo la gracia de su apostolado como ministro de Jesús. Ello le ha permitido escribir a los romanos con valentía. Si —utilizando un lenguaje litúrgico— Jesús era, según Pablo, el «instrumento de propiciación» (3,25) para lograr la amistad con Dios, el apóstol por su parte ejerce el sagrado oficio de ser ministro del evangelio (15,16) que persigue idéntico objetivo. Por último, Pablo posee también otro de los requisitos de un apóstol, el poder de obrar señales y prodigios (15,19 = 2 Cor 12,12).

17-19 capacidad de jactarme... no me atreveré... obediencia de los gentiles... señales y prodigios ... poder del Espíritu: estos versículos tienen notables reminiscencias de 2 Cor.

24 con tal de que antes disfrute un poco de vosotros: literalmente, «de haberme llenado parcialmente de vosotros».

28 consignando con el sello: es decir, la entrega de la colecta de modo oficial.

29 Y sé que, al ir a vosotros, iré con plena bendición del Mesías: el «iré» de esta frase es ambiguo. Probablemente, al mencionar a continuación la plenitud, se refiera al viaje a Hispania y al viático generoso que espera recibir en Roma, ya que lo que sigue a continuación se refiere al viaje a Jerusalén.

30 Pero os exhorto, hermanos, por nuestro señor Jesús, el Mesías, y por el amor del Espíritu santo, a que luchéis juntamente conmigo en vuestras oraciones, rogando a Dios por mí 31 para que me vea libre de los incrédulos en Judea, y que el ministerio que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos; 32 para que pueda yo también ir con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrute de reposo entre vosotros. 33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.

30 os exhorto, hermanos: el vocablo «hermanos» no se halla en dos importantes manuscritos, el Vaticano y el Papiro 46.

31 me vea libre de los incrédulos en Judea: judíos no creyentes en el Mesías. El temor que implica esta frase se entiende a la luz de los peligros que describen los Hechos a partir de 21,27 y que desembocan en la prisión de Pablo y el fracaso de sus planes de viajar a Roma. ministerio que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos: es naturalmente el dinero de la colecta (1Cor 8-9). Este es otro de los motivos de la composición de la carta: Pablo teme que el dinero —tras tanto esfuerzo, y tras tantas difamaciones de malversación contra su persona— no sea aceptado por la iglesia madre de Jerusalén, quizás por ser un dinero no totalmente puro al proceder de paganos, aunque convertidos al Mesías de Israel. Véase el conflicto en Antioquía con Pedro: Gal 2,11-14.

33 El Dios de la paz sea con todos vosotros: parece de nuevo la conclusión de una carta.

16 1 Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la iglesia de Céncreas, 2 para que la recibáis en el Señor de manera digna de los santos, y asistidla en cualquier asunto que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo.

3 Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Jesús, el Mesías 4 —quienes expusieron su cuello por mi vida, a los que no solo yo estoy agradecido, sino también todas las iglesias de los gentiles—, 5 y también a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi amado Epéneto, primicia de Asia para el Mesías. 6 Saludad a María, que se fatigó mucho por vosotros. 7 Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que creyeron en el Mesías, antes que yo. 8 Saludad a Ampliato, mi amado en el Señor. 9 Saludad a Urbano, colaborador nuestro en el Mesías; y a mi querido Estaquio. 10 Saludad a Apeles, bien probado en el Mesías. Saludad a los de la casa de Aristobulo. 11 Saludad a mi pariente Herodión. Saludad a los de la casa de Narciso, que están en el Señor. 12 Saludad a Trifena y a Trifosa, que se fatigaron en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que se fatigó mucho en el Señor. 13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor; y a su madre, que lo es también mía. 14 Saludad a Asíncrito y Flegonta, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos. 15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpa y a todos los santos que están con ellos. 16 Saludaos los unos a los otros con el ósculo santo. Os saludan todas las iglesias del Mesías.

17 Os exhorto, hermanos, que estéis atentos a los que producen divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido; apartaos de ellos, 18 pues esos tales no sirven a nuestro señor Jesús, el Mesías, sino a su propio vientre, y, por medio de dulces palabras y bendiciones, seducen los corazones de los inocentes.

19 Vuestra obediencia ha llegado a todos: así pues, me alegro en vosotros. Pero quiero que seáis sapientes para el bien y sencillos para el mal. 20 Y el Dios de la paz aplastará a Satanás bajo vuestros pies muy pronto. La gracia de nuestro Señor Jesús, el Mesías, sea con vosotros.

21 Os saluda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes. 22 Os saludo yo, Tercio, que escribí esta carta en el Señor. 23 Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la iglesia. 24 Os saluda Erasto, ecónomo de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano.

1-24 Desde el siglo XVIII han surgido fuertes dudas sobre si el capítulo 16 pertenece o no a Rm. Nadie cuestiona el carácter genuino del capítulo y no hay contra él razones serias para sospechar que es tan espurio como la doxología de 16,25-27. Solo se duda si este capítulo estuvo originalmente colocado al final de esta carta. Véase aquí.

1 Febe: es digno de notarse de cualquier modo el gran número de mujeres que aparecen en este capítulo en gran variedad de funciones. De veintiséis nombres, por los menos ocho son de mujeres. diaconisa: ayudante o ministra (gr. diákonos); debido al significado de este vocablo debemos imaginarnos que Febe debía de estar a las órdenes de los epískopoi («intendentes» o «vigilantes») del grupo, o del consejo de ancianos (gr. presbýteroi), si es que lo había en la comunidad de Corinto. No tenemos casos ciertos de mujeres que fueran obispas. La función de diaconisa sería a veces difícilmente distinguible de la de «apóstol» o evangelizador (Evodia y Síntique de Flp 4,2-3: «luchadoras por el evangelio»; véase v. 7). Céncreas: era el segundo puerto de Corinto, que daba a la zona oriental, al golfo Sarónico.

2 protectora (gr. prostátis, literalmente «presidenta» o «jefa»), quizás porque dio hospitalidad en su casa, que era regida por ella. Véase el caso similar de Lidia, una comerciante de púrpura, rica, temerosa de Dios, según Hch 16,14-15 (aunque no aparece este sustantivo). El hecho de que las comunidades paulinas estuvieran de hecho regidas por mujeres no suponía probablemente una revolución social en el Imperio, ya que las primeras comunidades eran muy pequeñas, domésticas. La «iglesia doméstica» era en realidad una entidad «familiar» un poco mayor. Por tanto, las mujeres podían aplicar en su gobierno las mismas virtudes y cualidades que la sociedad patriarcal aceptaba que tenían en el gobierno de las unidades familiares: prudencia, sentido práctico, delicadeza y habilidad en el trato, etc. Por ello un cierto liderazgo religioso no vulneraba las costumbres sociales. Cuando las comunidades «domésticas» empiezan a crecer y a desbordar la capacidad de una casa incluso amplia, de modo que la reunión de grupo debiera hacerse en un lugar público, comienza a perderse automáticamente el control femenino, que pasa a los varones, dueños del espacio público. No hay aquí ninguna conspiración misógina. de muchos, incluso de mí mismo: quizás Pablo esté pensando de modo indirecto en la conocida relación «patrón/cliente», típica del mundo grecorromano.

3 Prisca: o Priscila, y su marido Áquila, son evangelistas, colaboradores de Pablo, como indican Hch 18,18 y 1 Cor 16, 19. Véase nota a v. 7.

4 por mi vida: literalmente «por mi alma» por mí, por mi persona, por salvarme. todas las iglesias de los gentiles: esta expresión deja sobreentender que Pablo se está dirigiendo también a judeocristianos.

6 María, que se fatigó mucho (gr. kopiáo): lo mismo en el v. 12.

7 Junia: es probablemente una mujer (Andrónico sería su marido). Pablo la saluda con el apelativo de «apóstol», que Hch apenas le concede a él mismo (solo en 14,4, junto con Bernabé). En los grupos paulinos las mujeres actuaron como difusoras de la Palabra («colaboran» en la causa del evangelio), como ayudantes de Pablo. Suponemos que normalmente no eran itinerantes (como Apolo: Hch 18,24; 1 Cor 1,12), sino que actuaban en un núcleo eclesial, doméstico, a partir del cual irradiaban la proclamación. No hubo mujeres entre los acompañantes continuos de Pablo, sino solo varones (Bernabé, Juan Marcos; luego Timoteo, Tito, Silas o Silvano...). Tecla como acompañante pertenece a los apócrifos Hechos de los Apóstoles, y quizás sea una mera invención literaria. Las mujeres «apóstoles», probablemente igual a «evangelistas», tendrían quizás el matiz de que podrían haber sido cofundadoras de una comunidad. parientes: quizás en el sentido metafórico de connacionales judíos y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, vocablo este con la significación probable de «enviado como fundador de iglesias». Quizás hay que entenderlo de igual modo en los vv. 11, Herodión, y 21: Timoteo, Lucio, Jasón y Sosípatro. que creyeron en el Mesías, antes que yo: literalmente Pablo escribe que «fueron en el Mesías antes que yo».

12 Trifena... Trifosa... Pérside: que se fatigaron (gr., kopiósas/ekopíasen).

16 Saludaos los unos a los otros con el ósculo santo: véase 1 Tes 5,26; 2 Cor 13,12.

17 divisiones y escándalos: véase la nota general a 16,1-24. la doctrina que habéis aprendido: es este el segundo caso (6,17) de denominación de la proclamación del «evangelio» como «doctrina» que se aprende de labios del apóstol y luego se ha de guardar como un «depósito»: véase 1 Tim 6,20 y 2 Tim 1,12.14.

18 sino a su propio vientre: probablemente se refiere a los «fuertes» que no se atienen a la norma de no escandalizar a los «débiles» respecto a la ingestión de alimentos de cuya pureza se duda (véase 14,2-4).

19 Vuestra obediencia: es decir, la obediencia a la doctrina engendrada por la fe en lo que se proclama (1,5). sapientes para el bien y sencillos para el mal: alusión probable a un dicho de Jesús luego recogido por Mt 10,16 («prudentes como serpientes y sencillos como palomas»).

20 aplastará a Satanás bajo vuestros pies: véase Lc 10,18-19.

24 ecónomo: cuestor o tesorero.

25 A aquel que puede consolidaros según mi evangelio y la proclamación de Jesús, el Mesías, según la revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, 26 pero manifestados ahora por las Escrituras proféticas por disposición del Dios eterno, dado a conocer para la obediencia de la fe a todos los gentiles, 27 al único sabio, Dios, por Jesús, el Mesías, ¡a él la gloria por los siglos! Amén.

25-27 La doxología de los vv. 25-27, impresa entre corchetes cuadrados en N-A28, es sospechosa. Parece una reunión de motivos ciertamente paulinos al modo de una conclusión conjunta a la presunta colección de cartas paulinas, realizada anónimamente a inicios del siglo II. Es posible que sea el producto de un escriba bien intencionado que quiso dotar de un colofón solemne a una carta tan importante como Rm, carta que quizás fuera en último lugar cuando se inició la colección, y no en el primero como ahora. Esta doxología aparece copiada en los manuscritos en lugares diferentes (después de 14,23 o también al final del cap. 15), lo que es otro indicio de su carácter secundario.

Los libros del Nuevo Testamento

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