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Presentación

Ya lo he dicho varias veces en otros ensayos: el creador del ensayo como género literario fue Michel de Montaigne. De hecho, fue el primero en emplear el término —en 1580 publicó la primera edición de sus Essais o Ensayos— y así designó una nueva forma de literatura. Al escribirlos aseguró que “no se proponía fin alguno”. Sin proponérselo, entonces, se convirtió en el creador de un género muy prolífico e interesante.

Escribo ensayos hace muchos años, pues es una manera agradable de enseñar, de comunicar ideas, de trasmitir conceptos; de hacer el ejercicio intelectual de convertir en fácil lo difícil, en entendible lo abstruso y en simple lo complejo. He tenido una especial predilección por el ensayo científico, porque creo que educa y forma, pero, además, inspira e incluso divierte, si el texto va condimentado con frivolidades, anécdotas, curiosidades o entradas humorísticas. Estoy convencido de que el ensayo, incluso el científico, puede alcanzar el nivel de literatura de calidad, y siempre me he preguntado por qué no se otorgan más Premios Nobel de Literatura a los ensayistas. Quien haya leído a Lewis Thomas, Stephen Jay Gould, Steven Pinker o Richard Dawkins deberá reconocer la altísima calidad literaria de sus escritos; genios del ensayo todos ellos.

El ensayo tiene la potencia de despertar vocaciones, o de revelarlas. Como los libros divulgativos, un ensayo de calidad puede llevar a muchos jóvenes a definirse por una carrera científica, política, médica o económica, pues es una especie de aperitivo que abre el gusto por nuevos platos, por nuevos temas, en los que puede que nunca se hubiera pensado. Precisamente, por tratarse de un escrito corto y condensado, el ensayo se puede tomar de un bocado y considerarse una golosina para el intelecto: atractiva, fácil de digerir, placentera. El ensayo debe capturar la atención y, luego, dejarnos con al menos una idea clara, ojalá clarísima.

En los textos que componen este libro de ensayos, Pecados muy humanos, que publica la Editorial Universidad de Antioquia, se proporciona información sobre los seres que nos acompañan y la forma como moldeamos el mundo que habitamos, algunas veces con un enfoque crítico, y otras veces desde perspectivas inesperadas.

La información que el lector encontrará en estos ensayos capacita para entender hechos y fenómenos que se ven usualmente desde otras perspectivas. El orden escogido tiene el propósito de hallar denominadores comunes en las temáticas tratadas, por eso los ensayos se han agrupado en cuatro secciones o partes, según su enfoque principal: la primera parte comprende textos relacionados de alguna manera con aspectos de la psicología humana, que buscan sus bases biológicas; la segunda agrupa ensayos que se ocupan de la ciencia y la tecnología; en la tercera parte se han recogido textos que bien podrían ubicarse en las dos secciones anteriores porque sus temáticas van desde la psicología y el comportamiento humano hasta la ciencia o la percepción que tenemos de ella, pero no se presentan allí sino en una sección aparte porque se quiere destacar la mirada crítica que proponen, por lo cual, además, pueden ser los textos que despierten reacciones más fuertes; finalmente, la cuarta parte la conforman ensayos sobre temas de sobremesa, como para conversar con los amigos antes de una despedida.

Una posición escéptica, racionalista, será la característica constante en estos ensayos. La razón radica en haber transitado toda la vida por los campos de la ciencia; además, quizás también en un deseo que me ha acosado incesantemente: descubrir la verdad. Mi búsqueda intelectual ha querido encontrar respuestas convincentes a mis propias preguntas. En esa mirada escéptica también han influido el miedo a la irracionalidad, el miedo a mis propios sesgos, el miedo al autoengaño y a la autocomplacencia; porque “la verdad” es una meta a la cual podemos acercarnos, pero nunca podremos estar seguros de haberla alcanzado.

Entiendo el mundo desde mi propia cultura y con mis sesgos cognitivos, y sé que es inevitable. No puedo evadir mi historia personal ni mi educación, no puedo deshacerme de mi gusto por la ciencia, pero, a pesar de entender esto así, he optado por expresar mis ideas y por no quedarme en silencio. Corro el riesgo del insulto, del malestar, pero soy consciente de que siempre habrá enemigos en el camino, en cualquier camino. Espero que una posición escéptica sea la norma tanto en la cultura como en la educación de nuestros jóvenes, y no la excepción.

Es la capacidad predictiva de la ciencia lo que nos es útil; además, esta es la base del funcionamiento del cerebro, pues los cerebros evolucionaron cuando el cuerpo empezó a moverse, para decidir hacia dónde hacerlo. Soy crítico con las ideologías y las religiones precisamente porque estas se consideran en posesión de “verdades absolutas”, así que no pueden cambiar o lo hacen muy poco, y no predicen nada. Y, aunque no descarto que en los libros tildados de sagrados se encuentren algunas verdades, sin duda, no son las que satisfacen mi apetito intelectual.

Finalmente, debo decir que en el ensayo se aprende a pensar y se enseña a pensar. He disfrutado enormemente pensando y reflexionando acerca de los temas que se han expuesto aquí. No he escrito un ensayo, sino varios, sobre cada tema de los que se escogieron para este libro. No puede uno evitar volver a sus temas preferidos; además, cada día se encuentra una idea, una perspectiva que no se había contemplado antes. Seguro que voy a equivocarme en algunas interpretaciones, y de antemano ofrezco disculpas; el tiempo se encargará de ponernos a todos en el lugar que corresponde. Soy consciente de que el ensayo es algo muy personal, y de que, junto con la autobiografía, es el más personal de los géneros literarios. Espero entonces que esta lectura de una parte de mi mundo personal sea gratificante e inspire y abra puertas a nuevas direcciones de pensamiento de los lectores.

Pecados muy humanos

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