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Una antropología y epistemología nueva
ОглавлениеAl lado del cambio de la “opción por los pobres” Gebara formula preguntas radicales frente a la antropología de la teología de la liberación clásica. La primera generación de teólogos de la liberación tenía grandes expectativas de la concientización de “los pobres” y de la autorrealización del ser humano. Percibieron cómo las personas tomaron conciencia de las estructuras injustas en los movimientos sociales de Latinoamérica y empezaron a resistirse frente a ellas. Colocaron este acontecimiento dentro de un marco de una humanidad nueva que se estaba liberando. Esta antropología se caracterizó por una fuerte idea de progreso y un cierto determinismo. No reconocieron que “la concientización de estructuras opresoras” pone el acento en las capacidades racionales de las personas, y con eso queda limitada.
El trabajo de Gebara nos presenta otra antropología Ella toma distancia de la creencia en este tipo de progreso y la idea que la historia es “realizable”. Subraya que la razón es menos importante en los procesos de cambio de lo que sugirieron los primeros teólogos de la liberación. Está convencida de que los seres humanos nos dejamos guiar mucho más por las relaciones y lealtades con otras personas que por nuestra mente racional. También es necesario, según ella, que las personas sientan una cierta insatisfacción o indignación frente a su situación existente antes de ponerse en movimiento. Este lado intuitivo se subestima en proyectos que aspiran a una concientización racional20.
Gebara da mucha atención a la dimensión afectiva e intuitiva de las personas, aunque sin negar la importancia del pensamiento racional. Aboga justamente por devolver el derecho a pensar a las mujeres pobres. Nota como las personas pobres muchas veces son manipuladas en sus emociones, mientras no tengan la posibilidad de reflexionar sobre su situación. Sin embargo, para poder reflexionar, se necesita tomar en cuenta la totalidad del ser humano, con su cuerpo, sus emociones y su capacidad de pensar. Gebara propone una manera nueva de reflexionar sobre el “conocimiento”: una epistemología que asume la experiencia concreta histórica y corporal como fuente principal y más importante del conocimiento de la realidad. Así los cuerpos maltratados de las mujeres pobres pueden llegar a ser punto de partida de la reflexión teológica.
Según Gebara, la epistemología occidental dominante es patriarcal, y excluye a grandes grupos de personas a consecuencia de su carácter androcéntrico, universalista y jerárquico. Se basa generalmente en la experiencia de hombres blancos y occidentales, presentándose como “conocimiento universal”. Es jerárquica porque da más importancia al conocimiento intelectual que a otras formas de conocimiento. El conocimiento racional de las ciencias o de la política, que está generado sobre todo por varones, está nombrado como “conocimiento verdadero”, mientras el conocimiento obtenido en la vida diaria es degradado como “sólo conocimiento desde la experiencia”.
El conocimiento androcéntrico lleva a negar gran parte de la realidad. En las ciencias sociales vemos una atención desproporcionada por los varones que “hicieron la historia”. En los reportajes de guerra transmitidos en los medios se informa sobre todo sobre los soldados muertos, mucho menos sobre las mujeres o niños y niñas afectados o sobre la naturaleza contaminada. Según Gebara, también las primeras teologías que partieron desde la realidad social mantuvieron un carácter patriarcal, jerárquico y universalista, porque no tomaron suficiente distancia de la epistemología tradicional
La pregunta fundamental de una epistemología ecofeminista es: ¿a qué experiencia se refiere una cierta afirmación sobre la realidad? De este modo, conocer no es un proceso lineal, sino circular, donde se siguen añadiendo experiencias que pueden modificar el conocimiento que se tenía en el punto de partida. Una epistemología ecofeminista quiere ser incluyente y holística. Sus fuentes incluyen las emociones y la afectividad, reconociendo que la razón no tiene autonomía absoluta en el cuerpo que somos, y no puede ser aislada totalmente de otras dimensiones de nuestro ser. Reconoce la diversidad de experiencias y sus expresiones, sin poner límites absolutos sobre nuestra manera de conocer, y de esa forma muestra la relatividad de todas nuestras verdades, incluyendo las verdades teológicas21.