Читать книгу Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles - Страница 10
ОглавлениеLibro VII
Parte I
El ser se entiende de muchas formas, según lo hemos expuesto anteriormente, en el libro de los diferentes significados. Ser significa, ya la esencia, la forma determinada, ya la cualidad, la cantidad o cada uno de los demás atributos de esta clase. Pero entre estas numerosos significados del ser, existe uno primero; y el primer ser es sin contradicción la forma distintiva, es decir, la esencia. En efecto, cuando atribuimos a un ser tal o cual cualidad, decimos que es bueno o malo, etc., y no que tiene tres codos o que es un hombre. Cuando queremos, por lo contrario, definir su naturaleza, no decimos que es blanco o caliente ni que tiene tres codos de altura, sino que indicamos que es un hombre o un dios. Las demás cosas no se las llama seres, sino en cuanto son: o cantidades del ser primero, o cualidades, o variantes de este ser, o cualquier otro atributo de este género. No es posible decidir si andar, estar sano, sentarse son o no seres, y lo mismo sucede con todos los demás estados semejantes. Porque ninguno de estos modos posee por sí mismo una existencia propia; ninguno puede estar separado de la sustancia. Si estos son seres, con más razón lo que anda es un ser, así como lo que está sentado, y lo que está sano. Pero estas cosas no parecen tan unidas al carácter del ser, sino en cuanto bajo cada una de ellas se oculta un ser, un sujeto determinado. Este sujeto es la sustancia. Se trata del ser particular, que se ofrece bajo los diversos atributos. Bueno, sentado, no significan nada sin esta sustancia. Está claro que la existencia de cada uno de estos modos depende de la existencia misma de la sustancia. A causa de esto, está claro que la sustancia será el ser primero, no tal o cual modo del ser, sino el ser tomado en su sentido absoluto.
En primer lugar se entiende en diferentes sentidos; sin embargo, la sustancia es absolutamente primera bajo la relación de la noción, del conocimiento, del tiempo y de la naturaleza. Ninguno de los atributos del ser puede ofrecerse separado; la sustancia es la única que tiene este privilegio, y en esto estriba su prioridad bajo la relación de la noción. En la noción de cada uno de los atributos es imprescindible que exista la noción de la sustancia misma, y creemos entender mejor una cosa cuando conocemos cuál es su naturaleza; por ejemplo, qué es el hombre o el fuego, mejor que cuando conocemos cuál es su calidad, su cantidad y el lugar que ocupa. Únicamente llegamos a tener un conocimiento perfecto de cada uno de estos mismos modos cuando conocemos en qué consiste, y qué es la cantidad, qué es la cualidad. Así el objeto de todas las búsquedas pasadas y presentes; la pregunta que sin descanso se formula: ¿qué es el ser?, viene a reducirse a esta: ¿qué es la sustancia?
Unos dicen que no existe más que un ser, otros que hay muchos; estos que existe cierto número de ellos, aquellos que son una infinidad. Nuestras pesquisas deben también tener por fin, por primer fin, y de algún modo único, examinar qué es el ser desde este punto de vista.
Parte II
La existencia de la sustancia parece manifestarse, sobre todo en los cuerpos, y así denominamos sustancias a los animales, a las plantas y a las partes de las plantas y de los animales, así como a los cuerpos físicos, como el fuego, el agua, la tierra, o cualquiera de los seres de este género, sus partes y lo que proviene de una de sus partes o de su conjunto, como el firmamento; finalmente, las partes del firmamento, los astros, la Luna, el Sol. ¿Son estas las únicas sustancias? ¿Existe, además, otras, o bien ninguna de estas es sustancia, y pertenece este carácter a otros seres? Esto es lo que debemos analizar.
Algunos piensan que los límites de los cuerpos, como la superficie, la línea, el punto, y también la mónada, son sustancias, más sustancias, pretenden, que el cuerpo y el sólido. Además, unos piensan que no existe nada que sea sustancia fuera de los seres sensibles; otros aceptan varias sustancias, y son sustancias en primer lugar, según ellos, los seres eternos; y así Platón dice que las ideas y los seres matemáticos son en principio dos sustancias y que existe una tercera, la sustancia de los cuerpos sensibles. Espeusipo acepta un número mucho mayor de ellas, siendo la primera, en su opinión, la unidad; después aparece un principio particular para cada sustancia, uno para los números, otro para las magnitudes, otro para el alma, y de esta forma, multiplica el número de las sustancias. Existen, finalmente, algunos filósofos que consideran como una misma naturaleza las ideas y los números; derivándose, en su opinión, de ellos todo lo demás, como líneas, superficies, hasta la sustancia del firmamento y los cuerpos sensibles.
¿Quién tiene razón, quién no la tiene? ¿Cuáles son las auténticas sustancias? ¿Existen o no otras sustancias que las sensibles? Y si existen otras, ¿cuál es su modo de existencia? ¿Existe una sustancia separada de las sustancias sensibles? ¿Por qué y cómo? ¿O bien no existen más que las sustancias sensibles? Tales son las cuestiones que es necesario examinar, después de haber explicado lo que es la sustancia.
Parte III
Sustancia, según la distinta inteligencia que se le da, posee si no muchos, por lo menos cuatro significados principales; la sustancia de un ser es, según opiniones, o la esencia, o lo universal, o el género, o el sujeto. El sujeto es aquel del que todo lo demás es atributo, no siendo él atributo de nada. Analicemos primero el sujeto: porque la sustancia debe ser, ante todo, el sujeto primero. El sujeto primero es, en un sentido, la materia; en otro, la forma; y en tercer lugar el conjunto de la materia y de la forma. Por materia pienso en el bronce, por ejemplo: la forma es la figura ideal; el conjunto es la estatua realizada. Según esto, si la forma es anterior a la materia; si tiene, más que ella, el carácter del ser, será asimismo anterior, por la misma razón, al conjunto de la forma y de la materia.
Hemos realizado una definición figurada de la sustancia, diciendo qué es lo que no es atributo de un sujeto, aquello de lo que todo lo demás es atributo. Pero necesitamos algo más preciso que esta definición; es insuficiente y oscura y, además, conforme a esta la materia debería considerarse como sustancia; porque si no es una sustancia, no vemos a qué otra cosa podrá aplicársele este carácter; si se suprimen los atributos, no resta más que la materia. Todas las demás cosas son, o modificaciones, acciones, poderes de los cuerpos, o bien, como la longitud, la latitud y la profundidad, cantidades, pero no sustancias, porque la cantidad no es una sustancia; sustancia es mejor dicho el sujeto primero en el que se da la cantidad. Bórrese la longitud, latitud y profundidad, y no restará nada, sino lo que estaba determinado por estas propiedades. Bajo esta opinión, la materia es necesariamente la única sustancia; y llamo materia a lo que no tiene en sí forma, ni cantidad, ni ninguno de los caracteres que determinan el ser; porque existe algo de lo que cada uno de estos caracteres es un atributo, algo que se aparta de su existencia, del ser según todas las categorías. Todo lo demás atañe a la sustancia: la sustancia atañe a la materia. La materia primera es, por tanto, aquello que, en sí, no tiene forma, ni cantidad, ni ningún otro atributo. No será, sin embargo, la negación de estos atributos, porque las negaciones no son seres sino por accidente.
Considerada la cuestión bajo este prisma, la sustancia será la materia; pero de otro modo, esto es imposible. Porque la sustancia parece tener por carácter esencial el ser separable y el ser cierta cosa determinada. Según esto, la forma y el conjunto de la forma y de la materia parecen ser más bien sustancia que materia. Pero la sustancia realizada (quiero decir, la que resulta de la unión de la materia y de la forma), no hay qué hablar de ella. Está claro que, es posterior a la forma y a la materia, y por otra parte sus caracteres son manifiestos: la materia depende, en cierto modo, de los sentidos. Queda, pues, estudiar la tercera, la forma. Esta ha dado lugar a prolongados debates. Se reconoce, en general, que existen sustancias de los objetos sensibles, y de estas sustancias vamos a ocuparnos en primer lugar.
Parte IV
Hemos fijado al principio las diversas definiciones de la palabra sustancia, y una de estas definiciones constituye la forma esencial; ocupémonos, pues, en primer lugar de la esencia; porque es bueno pasar de lo más conocido a lo que lo es menos. Así se comporta todo el mundo en el análisis: se va de lo que no es un secreto de la naturaleza, y sí un conocimiento personal, a los secretos de la naturaleza. Y del mismo modo que en la práctica de la vida se parte del bien particular para llegar al bien general, el cual es el bien de todos, de igual manera el ser humano parte de sus conocimientos propios para adueñarse de los secretos de la naturaleza. Estos conocimientos personales y primeros resultan muchas veces muy débiles, encierran poca o ninguna verdad y, sin embargo, partiendo de estos conocimientos vagos, individuales, es como se hace un esfuerzo para alcanzar conocimientos absolutos; y, como hemos expuesto, por medio de los primeros llegamos a adquirir los restantes.
Actuemos, ante todo, por vía de definición, y digamos que la esencia de un ser es este ser en sí. Ser tú no es ser músico; tú no eres en ti músico, y tu esencia es lo que eres tú en ti mismo. Existen, sin embargo, restricciones; no es el ser en sí, al modo que una superficie es blanca, porque ser superficie no es ser blanca. La esencia tampoco se trata de la reunión de las dos cosas: superficie, blanco. ¿Por qué? Porque la palabra superficie se halla en la definición. Para que haya definición de la esencia de una cosa es necesario que en la proposición que expresa su carácter no se halla el nombre de esta cosa. De manera que si ser superficie blanca fuera ser superficie lisa, ser blanco y ser liso serían una sola y misma cosa.
El sujeto puede asimismo hallarse unido a los otros modos del ser, porque cada cosa tiene un sujeto, como la cualidad, el tiempo, el lugar, el movimiento. Es necesario por tanto examinar si posee una definición de la forma sustancial de cada uno de estos compuestos y si tienen una forma sustancial. Para un hombre blanco, ¿existe forma sustancial de hombre blanco? Expresemos hombre blanco por la palabra vestido, y entonces, ¿qué es ser vestido? Seguramente no es un ser en sí. Una definición puede no ser definición de un ser en sí, o porque explique más que este ser, o explique menos. Y así puede definirse una cosa uniéndola a otra; por ejemplo, si queriendo definir lo blanco, se diese la definición del hombre blanco. Definiendo se puede soslayar alguna cosa; por ejemplo, si admitiendo que vestido significa hombre blanco, se define el vestido por lo blanco. Hombre blanco es blanco en verdad; pero la definición de la forma sustancial de hombre blanco no es blanco, sino vestido. Pero ¿existe o no una forma sustancial? Sí, la forma sustancial es lo que es realmente un ser. Pero cuando una cosa es el atributo de otra, no es una esencia. Y así el hombre blanco no es una esencia; solo las sustancias poseen una esencia.
Conforme a lo que precede, existe una forma sustancial para todas las cosas, cuya noción es una definición. Una definición no es solamente la expresión adecuada a la noción de un objeto, porque en tal caso todo nombre sería una definición, puesto que todo nombre es adecuado a la noción de la cosa que expresa. La palabra Ilíada sería una definición. La definición es una expresión que designa un objeto primero: y por objeto primero entiendo todo aquel que en su noción se refiere a otro. Así pues, no habrá forma sustancial respecto de otros seres que de las especies en el género; ellas poseerán solamente este privilegio, porque la expresión que las define no indica una relación con otro ser, no muestra que sean modificaciones ni accidentes. En cuanto a todos los demás seres, la expresión que los designa, si tienen un nombre, debe significar que tal se encuentra en otro ser, o bien es una perífrasis en lugar de la expresión simple; pero estos seres no poseen definición ni forma sustancial.
Sin embargo, ¿no podrá la definición entenderse también como el ser de diferentes formas? Porque el ser significa o la sustancia y la forma esencial, o cada uno de los atributos generales, la cantidad, la cualidad y todos los demás modos de este género. En efecto, así como existe ser en todas estas cosas, pero no bajo el mismo concepto, siendo una un ser primero y consecuencia de ella las demás, en igual manera la definición conviene propiamente a la sustancia y, sin embargo, se aplica desde un punto de vista a las diversas categorías. Podemos preguntar: ¿qué es la cualidad? La cualidad es un ser, pero no absolutamente; con la cualidad ocurre lo que con el no-ser, del cual algunos filósofos, para poder hablar de él, dicen que es, no porque propiamente sea, sino que él es el no-ser.
Las investigaciones sobre la definición de cada ser no deben sobrepasar las que se hagan sobre la naturaleza misma del ser. Y así, puesto que sabemos de los que aquí tratamos, sabemos igualmente que existe una forma esencial por de pronto y absolutamente para las sustancias; después que existe forma esencial lo mismo que ser en las demás cosas; no forma esencial en el sentido absoluto, sino forma de la cualidad, forma de la cantidad. Estos diversos modos son seres, o bien en concepto de equivalentes de la sustancia, o bien en tanto que unidos a la sustancia o separados de ella, a la manera que se aplica la calificación de inteligible a la no inteligible. Pero evidentemente, estos diferentes seres no son equivalentes a la sustancia, no constituyen seres de idéntica forma. En este caso ocurre lo que con las diversas acepciones de la palabra medicinal, que se refiere a una y sola cosa, pero no son ni poseen el mismo sentido. La palabra medicinal, siendo una y sola cosa, puede aplicarse a un cuerpo, a una operación, a un vaso, pero no será bajo la misma definición, no expresará en todos los casos una y sola cosa; lo único que ocurre es que sus diferentes acepciones se refieren a una misma cosa.
Poco importa la opinión que sobre esto se elija, cualquiera que ella sea. Lo comprobado es que la definición primera, la definición propiamente dicha y la forma pertenecen a las sustancias; que, sin embargo, existe definición y forma respecto de los demás objetos, pero no definición primera. Admitidos estos principios, no resulta inevitablemente de ellos que toda expresión adecuada a la noción de un objeto sea una definición. Esto solo es verdadero respecto a ciertos objetos. Lo será, por ejemplo, si el objeto es uno, no uno por consecuencia, como la Ilíada, ni por un vínculo, sino uno en las auténticas acepciones de la palabra. La unidad se entiende de tantas formas como el ser, y el ser expresa, o tal cosa determinada, o la cantidad, o la cualidad. En virtud de todo esto, existirá igualmente una forma sustancial, una definición de hombre blanco: pero una cosa será definición, otra la definición de lo blanco, y otra la definición de la sustancia.
Parte V
Veamos otra dificultad. Si se dice que la proposición que expresa a la vez el sujeto y el atributo no es una definición, ¿en qué caso un objeto, no un objeto simple, sino un objeto compuesto, podrá poseer una definición? Porque ineludiblemente la definición de un objeto compuesto ha de ser compuesta también. He aquí en qué caso. Tenemos de una parte nariz y romo, y de otra chato; chato abarca las dos cosas a la vez, porque la una está en la otra, y esto no es accidental. Lo romo, lo chato no son accidentalmente estados de la nariz; sino estados esenciales. No ocurre aquí como con lo blanco, que puede aplicarse a Calias, o a hombre, porque Calias es blanco, y Calias resulta que es un hombre; ocurre como con lo macho en el animal, lo igual en la cantidad, y con todas las propiedades denominadas atributos esenciales. Por atributos esenciales entiendo aquellos en cuya definición entra necesariamente la idea o el nombre del objeto del cual son ellos estados; que no pueden ser expresados, realizada la abstracción de este objeto; lo blanco puede abstraerse de la idea del hombre; lo macho, por lo contrario, resulta inseparable de la del animal. En vista de esto, o ninguno de los objetos compuestos poseerá esencia ni definición, o no será una definición primera; esto ya lo hicimos ver.
Otra dificultad sucede también sobre este asunto. Si nariz roma y nariz chata son la misma cosa, romo y chato no difieren tampoco. Si se dice que difieren, porque es imposible decir chato sin expresar la cosa de la que chato es atributo esencial, porque la palabra chato significa nariz roma entonces, o será imposible utilizar la expresión: nariz chata, o decir dos veces la misma cosa, nariz nariz roma, pues nariz chata significará nariz nariz roma. Es, pues, absurdo admitir que posean una esencia objetos de este género; si la hay, se irá hasta el infinito, porque existirá igualmente una esencia para nariz nariz chata.
Está, pues, claro, que no existe definición más que de la sustancia. En cuanto a las otras categorías, si se desea que sean susceptibles de definición, serán definiciones redundantes, como las de la cualidad, de lo impar, el cual no puede definirse sin el número; de lo macho que no se define sin el animal. Por definiciones redundantes entiendo aquellas en las que se dicen dos veces las mismas cosas, en cuyo caso se hallan estas de que tratamos. Si esto es exacto, no existirá tampoco definición que abrace a la vez el atributo y el sujeto; definición del número impar, por ejemplo. Pero se realizan definiciones de esta clase de objetos, sin notar que estas definiciones son artificiales. Concedamos, por lo demás, que estos objetos pueden definirse; y entonces, o habrá que definirlos de otra manera o, como ya hemos dicho, será necesario admitir diferentes especies de definiciones, diferentes especies de esencias. Y así, desde un punto de vista, no puede haber ni definición, ni esencia, sino respecto a las sustancias; desde otro, existe definición de los demás modos del ser.
Está claro, por otra parte, que la definición es la expresión de la esencia, y que la esencia no se halla sino en las sustancias, o cuando menos se halla en las sustancias sobre todo, ante todo, y absolutamente.
Parte VI
Si la forma sustancial es lo mismo que cada ser o es diferente, es el punto que precisamos analizar. Esto nos vendrá bien para nuestra investigación sobre la sustancia. Un ser no se aparta, al parecer, de su propia esencia, y la forma es la esencia misma de cada ser. En los seres accidentales la forma sustancial parece apartarse del ser mismo: hombre blanco se aparta de la forma sustancial de hombre blanco. Si hubiese identidad, habría identidad igualmente entre la forma sustancial de hombre y la forma sustancial de hombre blanco, porque hombre y hombre blanco es para nosotros la misma cosa; de donde se deducirá que no existe diferencia entre la forma sustancial de hombre blanco y la forma sustancial de hombre. ¿Aceptaremos, por tanto, que respecto de todos los seres accidentales el ser y la forma no son necesariamente la misma cosa? Sin ninguna objeción. Los términos comparados no son, en efecto, idénticos. Quizá se dirá que puede ocurrir accidentalmente que sean idénticos; por ejemplo, si se trata de la forma sustancial de lo blanco, de la forma sustancial de lo músico. Pero al parecer no es así.
En cuanto a los seres en sí, ¿existe necesariamente identidad entre el ser y la forma sustancial, en el caso, por ejemplo, de las sustancias primeras, si es que las hay, sustancias sobre las que ninguna otra sustancia, ninguna otra naturaleza, tenga precedente, como son las ideas según algunos filósofos? Si se admite la existencia de las ideas, entonces el bien en sí se aparta de la forma sustancial del bien, el animal en sí de la forma del animal, el ser en sí de la forma sustancial del ser; y en este caso debe haber sustancias, naturalezas, ideas, fuera de las formas en cuestión, y estas sustancias preceden a ellas, puesto que se refiere la forma a la sustancia. Si se separa de esta manera el ser de la forma, no existirá ya ciencia posible del ser, y las formas, por su parte, no serán ya seres; y entiendo por separación que en el ser bueno no se halle la forma sustancial del bien, o que en la forma sustancial no se produzca el ser bueno. Afirmo que no hay ciencia, porque la ciencia de un ser es el conocimiento de la forma sustancial de este ser. Esto se aplica al bien y a todos los demás seres; de manera que si lo bueno no se encuentra unido a la forma sustancial del bien, el ser tampoco estará unido a la forma sustancial del ser, la unidad o la forma sustancial de la unidad. Junto a ello, o la forma sustancial es idéntica al ser respecto de todas las ideas, o no lo es respecto de ninguna; de manera que si la forma sustancial de ser no es el ser, lo propio acontecerá con todo lo demás. Añádase a esto que lo que no tiene la forma sustancial del bien no es bueno. Luego es indispensable que el bien y la forma sustancial del bien sean una sola y misma cosa; que haya identidad entre lo bello y la forma sustancial de lo bello; y que lo mismo suceda con todos los seres que no son atributos de otra cosa, sino que son primeros y en sí. Esta conclusión es legítima, ya haya ideas o no, pero más quizá si las hay.
También es evidente, que si las ideas no son lo que pretenden ciertos filósofos, el sujeto del ser particular no es una sustancia. En efecto, las ideas son necesariamente sustancias y no atributos, de otro modo participarían de su sujeto.
Resulta de lo que precede, que cada ser solo constituye uno con su forma sustancial, que le es esencialmente idéntica. Resulta igualmente que conocer lo que es un ser es conocer su forma sustancial. Y así resulta de la demostración que estas dos cosas no son realmente más que una sola cosa.
En cuanto al ser accidental, por ejemplo, lo músico, lo blanco, no es exacto que el ser sea idéntico a su forma sustancial. El ser en este caso significa dos cosas: el sujeto del accidente y el accidente mismo; de suerte que bajo un punto de vista hay identidad entre el ser y la forma; bajo otro, no. No hay identidad entre la forma sustancial de hombre y la sustancial de hombre blanco, pero la hay en el sujeto, que experimenta la modificación.
Se advertirá fácilmente lo absurda que es la separación del ser y de la forma sustancial, si se da un nombre a toda forma sustancial. Fuera de este nombre habrá en el caso de la separación, otra forma sustancial, y así habrá una forma sustancial del caballo fuera de la forma sustancial del caballo en general. Y, sin embargo, ¿qué impide decir, desde luego, que algunos seres tienen inmediatamente en sí mismos su forma sustancial, puesto que la forma sustancial es la esencia? No solo hay identidad entre estas dos cosas, sino que su noción es la misma, como resulta de lo que precede, porque no es accidental que la unidad y la forma sustancial de la unidad sean una misma cosa. Si son dos casos diferentes, se irá así hasta lo infinito. Se tendrá de una parte la forma sustancial de la unidad, y de otra la unidad, y cada uno de estos dos términos estarán a su vez en el mismo caso. Es, por tanto, evidente que por lo que hace a los seres primeros, a los seres en sí, cada ser y la forma sustancial de cada ser son una sola y misma cosa.
En cuanto a todas las objeciones sofísticas que pudieran suscitarse contra esta proposición, evidentemente quedaron ya contestadas al resolver esta cuestión: ¿hay identidad entre Sócrates y la forma sustancial de Sócrates? Las objeciones encierran en sí mismas todos los elementos necesarios para la solución. Y así, bajo qué condición hay identidad entre un ser y su forma sustancial, y mediante qué condición esta identidad no existe, es lo que acabamos de determinar.
Parte VII
Entre las cosas que se desarrollan o llegan a ser, unas son producciones de la naturaleza, otras del arte, y otras del azar. En toda producción existe una causa, un sujeto, luego un ser producido; y por ser entiendo aquí todos los modos del ser, esencia, cantidad, cualidad, lugar. Las producciones naturales son las de los seres que provienen de la naturaleza. Aquello de lo que un ser proviene es lo que se denomina la materia; y aquello mediante lo que una cosa es producida, es un ser natural. El ser producido es, o un hombre, o una planta, o alguno de los seres de este género, a los cuales damos sobre todo el nombre de sustancias. Todos los seres que provienen de la naturaleza o del arte, poseen una materia, porque todos pueden existir o no existir, y esta posibilidad depende de la materia, que se ofrece en cada uno de ellos. En general la causa productora de los seres y los seres producidos se denomina naturaleza; porque los seres que son producidos, la planta, el animal, por ejemplo, poseen una naturaleza; y la causa productora, bajo la relación de la forma, posee una naturaleza semejante a la de los seres producidos, solo que esta naturaleza se encuentra en otro ser: un hombre es el que produce un hombre. Así consiguen su existencia las producciones de la naturaleza.
Las demás producciones se denominan creaciones. Todas las creaciones son efecto de un arte, o de un poder, o del pensamiento. Algunas provienen también del azar, de la fortuna; estas son, por nombrarlas así, producciones colaterales. Existen, por ejemplo, en la naturaleza seres que se producen lo mismo por una semilla que sin semilla. Nos ocuparemos después de las producciones casuales.
Las producciones del arte son aquellas cuya forma está en el espíritu; y por forma entiendo la esencia de cada cosa, su sustancia primera. Los contrarios poseen desde un punto de vista idéntica forma sustancial; la sustancia de la privación es la sustancia opuesta a la privación, la salud es la sustancia de la enfermedad, y como prueba de ello la declaración de la enfermedad no es más que la ausencia de la salud. Y la salud es la idea misma que está en el alma, la noción científica; la salud proviene de un pensamiento como este: la salud es tal cosa, luego es necesario, si se desea tenerla, que haya otra tal cosa, por ejemplo, el equilibrio de las diferentes partes; ahora bien, para producir este equilibrio, es necesario el calor. De esta manera se llega sucesivamente por el pensamiento a una cosa última, que puede inmediatamente producirse. El movimiento que realiza esta cosa se denomina operación, operación hecha en vistas a la salud. De suerte que, bajo un punto de vista, la salud viene de la salud, la casa de la casa, la casa material de la casa inmaterial; porque la medicina, el arte de construir, son la forma de la salud y de la casa. Por esencia inmaterial entiendo la forma pura.
Entre las producciones y los movimientos, existen unos que se denominan pensamientos, y otros que se denominan operaciones; los que provienen de la causa productora y de la forma son los pensamientos; los que poseen por principio la última idea a que llega el espíritu son operaciones. Lo propio se aplica a cada uno de los estados intermedios entre el pensamiento y la producción. Y así, para que exista salud, es necesario que exista equilibrio; pero ¿qué es el equilibrio? Es tal cosa: y esta cosa tendrá lugar, si existe calor. ¿Qué es calor? Tal cosa. El calor existe en potencia, y el médico puede lograrla. Por tanto, el principio productor, la causa motriz de la salud, si es fruto del arte, es la idea que está en el espíritu, si es fruto del azar tendrá verdaderamente por principio la cosa misma, por medio de la cual la hubiera producido el que la produce por el arte. El principio de la curación es probablemente el calor; y se produce el calor por medio de fricciones. Ahora bien, el calor producido en el cuerpo es un elemento de la salud, o va acompañado de otra cosa o de muchas que son elementos de la salud. La última cosa a que se llega, conduciéndose así, es la causa eficiente; es un elemento de la salud, de la casa, como las piedras; y lo propio ocurre en todo lo demás.
Es, pues, imposible, como hemos explicado, que se genere cosa alguna, si no hay algo que preexista: evidentemente es de toda necesidad la preexistencia de un elemento. La materia es un elemento, es el sujeto, y sobre ella se realiza la producción. En los mismos seres respecto de los que cabe la definición, también se halla la materia. En efecto, en la definición de los círculos realizados, entran en general dos elementos: la materia, el bronce, por ejemplo, y después la forma, tal figura, es decir, el género primero a que el objeto se refiere. En la definición del círculo de bronce entra la materia.
El objeto producido no toma jamás el nombre del sujeto de donde se origina; solo se dice que es de la naturaleza de este sujeto, que es de esto, pero no esto. No se dice una estatua piedra, sino una estatua de piedra. El hombre sano no adopta el nombre de aquello de donde se ha generado para llegar a la salud; la causa de esto es que la salud viene a la vez de la privación de la enfermedad y del sujeto mismo, al cual designamos como materia; y de este modo el hombre sano procede del hombre y del enfermo. Sin embargo, la producción se refiere más bien a la privación: se afirma, que de enfermo se hace uno sano, más bien que de hombre se hace sano. Por esta causa el ser sano no recibe la calificación de enfermo, sino de hombre y de hombre sano. En las circunstancias en que la privación es incierta o no tiene nombre, por ejemplo, cuando tal forma es producida sobre el bronce, cuando los ladrillos y maderas de una casa reciben tal forma, lo propio tiene lugar, al parecer, en esta producción que en la producción de la salud, la cual proviene de la enfermedad; y lo propio que en este último caso el objeto producido no recibe el nombre del objeto de que proviene, de igual manera la estatua no se llama madera, sino que recibe su nombre de la madera de que ha sido construida: es de madera y no madera; es de bronce y no bronce, de piedra y no piedra. También se expone: una casa de ladrillos y no una casa ladrillos. En efecto, si observamos con atención, se verá que no tiene absolutamente la estatua de la madera, ni la casa de los ladrillos. Cuando una cosa proviene de otra, existe una transformación de la una en la otra, y el sujeto no persiste en su estado. Este es la causa de esta sentencia.
Parte VIII
Todo ser que deviene o se hace posee una causa productora, entendiendo por esta el principio de la producción; existe asimismo un sujeto (el sujeto es, no la privación, sino la materia, en el sentido en que hemos tomado esta palabra, anteriormente); en fin, se hace algo esfera, por ejemplo, círculo, o cualquier otro ejemplo. Así pues, así como el sujeto no produce el bronce, tampoco produce la esfera, sino accidentalmente, porque la esfera de bronce es accidentalmente una esfera de bronce. Lo que él produce es la esfera de bronce, porque producir un ser particular es transformar un sujeto absolutamente indeterminado en un objeto determinado. Señalo, por ejemplo, que hacer redondo el bronce no es producir ni la redondez, ni la esfera, sino que es producir un objeto totalmente distinto, es producir esta forma en otra cosa. Si se produjese realmente la esfera, se la sacaría de otra cosa, y entonces sería necesario un sujeto, como en la producción de la esfera de bronce. Producir una esfera de bronce no quiere decir otra cosa sino realizar de tal objeto, que es de bronce, tal otra cosa que es una esfera. Si existe producción de la esfera misma, la producción será de la misma naturaleza; no será una transformación, y la cadena de las producciones llegará así hasta el infinito. Está por lo tanto claro que la figura, o cualquiera que sea el nombre que sea necesario dar a la forma realizada en los objetos sensibles, no puede derivar, que no hay respecto de ella producción, y que, sin embargo, la figura no es una esencia. La figura, en efecto, es lo que se realiza en otro ser, por medio del arte, de la naturaleza, o de una potencia. Lo que ella deviene, al realizarse en un objeto, es por ejemplo, una esfera de bronce; la esfera de bronce es el producto del bronce y de la esfera; tal forma ha sido configurada en tal objeto, y el producto es una esfera de bronce. Si se quiere que haya ciertamente producción de la esfera, la esencia provendrá de alguna cosa, porque será necesario siempre que el objeto producido sea divisible, y que tenga en sí una doble naturaleza: de una parte la materia y de otra la forma. La esfera es una figura cuyos puntos están equidistantes del centro; existirá por tanto de una parte el sujeto sobre el que obra la causa eficiente y de otra la forma que se realiza en este sujeto, y existirá, finalmente, el conjunto de estas dos cosas, de la misma manera que respecto de la esfera de bronce.
De lo anterior resulta, claro, que lo que se llama la forma, la esencia, no se produce; la única cosa que llega a ser o se hace es la reunión de la forma y de la materia, porque en todo ser que ha llegado a ser existe materia: de una parte la materia, de otra la forma.
¿Existe alguna esfera fuera de las esferas sensibles, alguna casa, sin ser una casa de ladrillos? Si la hubiese, no habría nunca producción de un ser particular, y únicamente se producirían cualidades. Ahora bien, la cualidad no es la esencia, la forma determinada, sino lo que da al ser tal o cual carácter, de tal forma que después de la producción se dice: tal ser posee tal cualidad. El ser realizado, por lo contrario, Sócrates, Calias, tomados individualmente, están en el mismo caso que una esfera particular de bronce. El hombre y el animal son como la esfera de bronce en general. Está, pues, claro que las ideas consideradas como causas, y este es el punto de vista de los partidarios de las ideas, suponiendo que haya seres independientes de los objetos particulares, son inútiles para la producción de las esencias, y que no son las ideas las que constituyen las esencias de los seres. También está claro que en ciertos casos lo que produce es de la misma naturaleza que lo que es producido, pero no idéntico en número; solo hay identidad de forma, como ocurre en las producciones naturales. Y así, el hombre produce al hombre. Sin embargo, puede existir una producción contra naturaleza; el caballo engendra al mulo; pero la ley de la producción es en este caso la misma, porque la producción tiene lugar en virtud de un tipo común al caballo y al asno, de un género que se acerca a ambos y que no ha recibido nombre. El mulo es quizás un género intermedio.
Se observa claramente que no existe necesidad de que un ejemplar particular suministre la forma de los seres, porque sería sobre todo en la formación de los seres individuales en la que serían útiles estos ejemplares, puesto que son estos seres los que comportan principalmente el carácter de esencia. El ser que engendra basta para la producción; él es el que da la producción; él es el que da la forma a la materia. Tal forma general realizada en estos huesos y en esta carne, he aquí a Sócrates y a Calias. Existe, sin embargo, entre ellos diferencia de materia, porque la materia difiere, pero su forma es idéntica: la forma no se puede dividir.
Parte IX
Podría plantearse por qué ciertas cosas son producidas más bien por la casualidad que por el arte, como la salud, mientras que con otras no ocurre lo mismo, por ejemplo, con una casa. La causa es que la materia, principio de la producción de las cosas que son hechas o producidas por el arte; la materia, que es una parte misma de estas cosas, posee en ciertos casos un movimiento propio, que no posee en otros. Tal materia puede poseer tal movimiento particular y otra no puede. Una multitud de seres poseen en sí mismos un principio de movimiento, y no les es posible tal movimiento particular; por ejemplo, no podrán bailar a compás. Por tanto, todas las cosas que poseen una materia de este género, las piedras, por ejemplo, no pueden asumir tal movimiento particular, a menos que no reciban un impulso exterior. Ellas poseen, sin embargo, un movimiento que les es propio; así ocurre con el fuego. Debido a ello ciertas cosas no existirán independientemente del artista, y otras, por lo contrario, podrán existir. Estas últimas, en efecto, podrán ser puestas en movimiento por seres extraños al arte, porque pueden recibir el movimiento, o de los seres que no poseen el arte, o de sí mismas.
Resulta claro de lo que hemos expuesto, que todas las cosas vienen en cierta manera de cosas que poseen el mismo nombre, como las producciones naturales, o bien de un elemento que lleva el mismo nombre; y así la casa deviene de la casa, o si se quiere del espíritu; el arte, en efecto, es la forma, la forma considerada como elemento esencial, o como generando ella misma un elemento del objeto; porque la causa de la realización es un elemento esencial y primero. De esta forma, el calor producido por la fricción es causa del calor en los cuerpos, el cual es la salud o un elemento de la salud, o bien va seguido de algo que es un elemento de la salud o la salud misma. Por esto se afirma que la fricción produce la salud, porque el calor produce la salud, a la que sigue y acompaña. Y así como todos los razonamientos poseen por principio la esencia (todo razonamiento parte en efecto del ser determinado), de igual manera la esencia es el principio de toda producción. Con las producciones de la naturaleza ocurre lo que con las del arte. El germen desempeña poco más o menos el mismo papel que el artista, porque tiene en potencia la forma del objeto, y aquello de donde procede el germen lleva por lo general el mismo nombre que el objeto producido. Digo por lo general, porque en este punto no hay que exigir un rigor exacto; el hombre procede del hombre es verdad; pero la mujer procede también del hombre. Por otra parte, es necesario que el animal pueda usar de todos los órganos, y así el mulo no produce el mulo.
Las producciones de la casualidad, en la naturaleza, son aquellas cuya materia puede tomar por sí misma el movimiento que imprime ordinariamente el germen. Todas las cosas que no se encuentran en esta condición no pueden ser producidas de otra manera que por una causa motriz del mismo género de aquellas a las que nos hemos referido.
No solo por la forma de la sustancia se prueba que toda producción es imposible; idéntica formulación se aplica a todas las categorías, a la cantidad, a la cualidad y a todos los demás modos del ser. Porque así como se produce una esfera de bronce, y no la esfera ni el bronce (y lo mismo se puede decir con aplicación al bronce considerado como una producción, puesto que siempre en las producciones existe una materia y una forma que preexisten), lo propio sucede con la esencia, con la cualidad, con la cantidad y con todas las demás categorías. Lo que se produce no es la cualidad, sino la madera que tiene tal cualidad; tampoco la cantidad, sino la madera, el animal que tiene tal cantidad.
De todo lo que precede resulta que en la producción de un ser es absolutamente preciso que la sustancia productora exista en acto; que haya, por ejemplo, un animal preexistente, si es un animal el producido. Pero no es necesario que haya una cantidad, una cualidad, que preexistan en acto; basta que existan en potencia.
Parte X
Toda definición es una noción, y toda noción tiene partes; por otro lado, hay la misma relación entre las partes de la noción y de las partes del objeto definido, que entre la noción y el objeto. Debemos preguntarnos ahora si la noción de las partes debe o no encontrarse en la noción del todo. Se encuentra en ciertos casos al parecer, y en otro no. Y así la noción del círculo no encierra la noción de sus partes; la noción de sílaba, por el contrario, encierra la de los elementos. Y sin embargo, el círculo puede dividirse en sus partes, como la sílaba en sus elementos.
Además de esto, si las partes son anteriores al todo, siendo el ángulo agudo una parte del ángulo recto, el dedo una parte del animal, el ángulo agudo será anterior al recto, y el dedo anterior al hombre; y sin embargo, el hombre y el ángulo recto parecen anteriores: por su noción es como se definen las otras cosas, y son también anteriores, porque pueden existir sin ellas. Pero la palabra parte, ¿no se entiende de diferentes maneras? Según una de las acepciones de esta palabra, significa aquello que mide en relación a la cantidad: dejemos aparte este punto de vista; se trata aquí de las partes constitutivas de la esencia. Si de un lado está la materia, de otro la forma y, por último, el conjunto de la materia y de la forma; y si la materia, la forma, el conjunto de las dos cosas son, como hemos dicho, sustancias, se sigue que la materia es, desde un punto de vista, parte del ser, y desde otro punto de vista no lo es. Las partes que entran en la noción de la forma constituyen solas, en este último caso, la noción del ser: y así, la carne no es una parte de lo romo; es la materia sobre la que se opera la producción; pero es una parte de lo chato, el bronce es una parte de la estatua realizada, no una parte de la estatua ideal. Es la forma lo que se expresa, y cada cosa se menciona por su forma; nunca se debe mencionar un objeto por la materia. Por esto en la noción de círculo no entra la de sus partes, mientras que en la noción de la sílaba entra la de sus elementos. Consiste en que los elementos del discurso son partes de la forma, y no materia. Los segmentos del círculo, al contrario, son partes del círculo en concepto de materia; en ellos se realiza la forma. Sin embargo, estos segmentos tienen más relación con la forma que el bronce, en el caso de que la forma circular se plasme en el bronce.
Los mismos elementos de la sílaba no entrarán siempre en la definición de la sílaba; las letras escritas sobre la cera, la pronunciación que golpea el aire, todas estas cosas son partes de la sílaba en concepto de materia sensible. Porque la línea no existe, si se la divide en dos partes; porque el hombre si se le divide en huesos, en nervios, en carne, perezca, no es necesario decir por esto que son partes de la esencia, sino que son partes de la materia. Son desde luego partes del ser realizado, pero no son partes de la forma, en una palabra, de lo que entra en la definición. Las partes, desde este punto de vista, no entran en ella. En algunos casos la definición de las partes entrará en la definición del todo, y en otros no entrará, como, por ejemplo, cuando no exista definición del ser realizado. Por esta razón, ciertas cosas poseen por principios los elementos en que se resuelven, y otras no los poseen. Todos los objetos compuestos que tienen forma y materia, lo chato, el círculo de bronce, se resuelven en sus partes, y la materia es una de estas partes. Pero todos aquellos seres, en cuya composición no entra la materia, todos los seres inmateriales, como, por ejemplo, la forma considerada en sí misma, no pueden absolutamente resolverse en sus partes, o se resuelven de otra forma. Ciertos seres tienen en sí mismos sus principios constitutivos, sus partes; pero la forma no posee principios, ni partes de este género. Debido a esto la estatua de arcilla se resuelve en arcilla, la esfera en bronce, Calias en carne y en huesos, y por la misma razón el círculo se resuelve en diversos segmentos. Porque existe el círculo material, y se aplica igualmente el nombre de círculo a los círculos propiamente dichos y a los círculos particulares, porque no existe nombre propio para designar los círculos particulares. Esta es la verdad sobre esta cuestión.
Sin embargo, retrocedamos la vista atrás para aclarar más esta materia. Las partes de la definición, los elementos en que puede esta descomponerse, son primeros todos o solamente algunos. Pero la noción del ángulo recto no puede dividirse en muchas partes, una de las cuales sea la del ángulo agudo; la del ángulo agudo, por lo contrario, puede dividirse también con relación al ángulo recto. Porque se define el ángulo agudo con referencia al ángulo recto, afirmando: un ángulo agudo es un ángulo más pequeño que un recto. Lo propio ocurre con el círculo y el semicírculo. Se define el semicírculo por medio del círculo, el dedo por medio del todo, porque el dedo es una parte del cuerpo que posee tales caracteres. De forma que todas las cosas que son partes de un ser en tanto que materia, y los elementos materiales en que puede dividirse, son posteriores. Al contrario, las cosas que son partes de la definición de la forma sustancial, son todas anteriores, o por lo menos algunas.
Acorde con esto, puesto que el alma de los seres animados es la forma sustancial, la esencia misma del cuerpo animado, porque el alma constituye la esencia de los seres animados, la función de cada parte y el conocimiento sensible que es su condición deberán entrar en la definición de las partes del animal, si se desea definir bien. De forma que existe prioridad de las partes del alma, de todas o de algunas relativamente al conjunto del animal. La misma prioridad existe relativamente con las diferentes partes del cuerpo. El cuerpo y sus partes son posteriores al alma, el cuerpo puede dividirse en sus diversas partes, tenidas como materia; no el cuerpo esencia, sino el conjunto que constituye el cuerpo. Desde un punto de vista, las partes del cuerpo son anteriores al conjunto; desde otro, son posteriores; no pueden, en efecto, darse independientemente del cuerpo; un dedo no es realmente un dedo en todo estado posible, sino únicamente cuando goza de vida; sin embargo, se da el mismo nombre al dedo muerto. Existen ciertas partes que no sobreviven al conjunto; por ejemplo, aquellas partes que son esenciales, la base primero de la forma y de la sustancia; como el corazón o el cerebro si realmente desempeñan este papel, importando poco que sea el uno o el otro. El hombre, el caballo, todos los universales residen en los individuos; la sustancia no es cierta cosa universal; es un conjunto, un compuesto de tal forma y de tal materia: la materia y la forma son universales; pero el individuo, Sócrates, o cualquier otro, es un conjunto de forma y de materia.
La forma misma, y por forma entiendo la esencia pura, posee igualmente parte, lo mismo que el conjunto de la forma y de la materia; pero las partes de la forma no constituyen más que partes de la definición, y la definición no es más que la noción general, porque el círculo y la esencia del círculo, el alma y la esencia del alma, son una sola y misma cosa. Pero por lo que atañe a lo compuesto, por ejemplo, a tal círculo particular sensible o inteligible (por inteligible entiendo el círculo matemático, y por sensible el círculo de bronce o de madera), no existe definición. No por definiciones, sino por medio del pensamiento y de los sentidos es como se los conoce. Cuando hemos dejado de ver realmente los círculos particulares, no tenemos idea de si existen o no; sin embargo, conservamos la noción general de círculo, no una noción de su materia, porque nosotros no percibimos la materia por sí misma. La materia es sensible o inteligible; la materia sensible es, por ejemplo, el bronce, la madera, y toda materia capaz de movimiento. La materia inteligible es la que se encuentra ciertamente en los seres sensibles, pero no en tanto que sensibles; por ejemplo, en los seres matemáticos.
Acabamos de fundamentar todo lo que atañe al todo, a la parte, a la anterioridad y a la posterioridad. Si se pregunta si la línea recta, el círculo, el animal, son anteriores a las partes en que pueden dividirse y que los constituyen, es necesario, para responder, establecer una distinción. Si efectivamente el alma es el animal, o cada ser animado, o la vida de cada ser; si el círculo es idéntico a la forma sustancial del círculo; el ángulo recto a la forma sustancial del ángulo recto; si es la esencia misma del ángulo recto, ¿qué será lo posterior, y qué será lo precedente? ¿Será el ángulo recto en general expresado por la definición, o tal ángulo particular? Porque el ángulo recto material constituido de bronce, por ejemplo, es tan ángulo recto como el constituido por líneas. El ángulo inmaterial será posterior a las partes que entran en su noción, pero precede a las partes del ángulo realizado. Sin embargo, no puede señalarse del todo que es anterior. Si el alma, por lo contrario, no es el animal, si difiere de él, existirá anterioridad para las partes. Y así, en ciertos casos es necesario decir que hay anterioridad, y en otros que no existe.
Parte XI
Es una auténtica dificultad el determinar qué partes pertenecen a la forma y que partes pertenecen, no a la forma, sino al conjunto de la forma y de la materia; y sin embargo, si este punto no se deduce con claridad, no es posible definir los individuos. Lo que entra en la definición es lo universal y la forma; si no se descubre, por tanto, qué partes son o no son materiales, no se verá tampoco cuál tendrá que ser la definición del objeto. En los casos en que la forma se aplica a cosas de especies diferentes, por ejemplo, el círculo, el cual puede aparecer en bronce, en madera, en piedra, en todos estos casos la distinción parecerá fácil; ni el bronce ni la piedra forman parte de la esencia del círculo, puesto que el círculo posee una existencia independiente de la suya. ¿Pero qué impide que ocurra lo mismo en todos los casos en que esta independencia no salte a la vista? Aunque todos los círculos visibles fueran de bronce, no por esto el bronce constituiría una parte de la forma. Sin embargo, es difícil al pensamiento probar esta separación. Y así lo que a nuestros ojos constituye la forma es la carne, los huesos y las partes semejantes. ¿Serán estas, por tanto, partes de la forma, las cuales entren en la definición, o es más bien la materia? Pero la forma no se aplica jamás a otras cosas que a aquellas a las que nos referimos, de aquí la imposibilidad para nosotros de separarlas.
La separación parece posible, es verdad, pero no se observa con claridad en qué circunstancias, y esta dificultad, según algunos, recae asimismo sobre el círculo y el triángulo. Piensan que no se les debe definir por la línea y por la continuidad, las cuales se dan en ellos bajo el mismo concepto que se ofrecen la carne y los huesos en el hombre, y la piedra y el bronce en el círculo. Todo lo reducen a los números, y reclaman que la definición de la línea es la noción misma de la dualidad.
Entre los que defienden las ideas, unos dicen que la díada es la línea en sí, otros que es la idea de la línea, porque si algunas veces existe identidad entre la idea y el objeto de la idea, entre la díada, por ejemplo, y la idea de la díada, la línea no se encuentra en este caso. De aquí se infiere que una sola idea es la idea de muchas cosas, que parecen heterogéneas, y a esto conducía ya el sistema de los pitagóricos; y finalmente, la posibilidad de constituir una sola idea en sí de todas las ideas; es decir, el aniquilamiento de las demás ideas y la reducción de todas las cosas a la unidad.
Nosotros hemos señalado la dificultad relativa a las definiciones, y hemos manifestado la causa de esta dificultad. Y así no tenemos necesidad de reducir de esta forma todas las cosas y de suprimir la materia. Lo probable es que en algunos seres existe reunión de la materia y de la forma, en otros de la sustancia y de la cualidad. Y la comparación de que se servía habitualmente Sócrates el joven con relación al animal, carece de precisión. Ella nos hace salir de la realidad y da pie a pensar que el hombre puede existir independientemente de sus partes, como el círculo existe independientemente del bronce. Pero no hay paridad. El animal es un ser sensible y no se le puede definir sin el movimiento, por consiguiente, sin partes organizadas de cierta y determinada manera. No es la mano absolutamente hablando, la que es una parte del hombre, sino la mano capaz de realizar la obra, la mano animada; inanimada, no es una parte del hombre.
Pero ¿por qué en los seres matemáticos las definiciones no entran como partes en las definiciones? ¿Por qué, por ejemplo, no se define el círculo por los semicírculos? Los semicírculos, se dirá, no son objetos sensibles. Pero ¡qué importa! Puede haber una materia hasta en seres no sensibles; todo lo que no es la esencia pura, la forma propiamente dicha, todo lo que tiene existencia real, tiene materia. El círculo, que es la esencia de todos los círculos, no puede tenerla; pero los círculos particulares deben tener partes materiales, como ya dijimos; porque hay dos clases de materia: la una sensible, la otra inteligible.
Es evidente, por otra parte, que la sustancia primera en el animal es el alma, y que el cuerpo es la materia. El hombre o el animal, en general, es la unión del alma y del cuerpo; pero Sócrates, y lo mismo Corisco es, a causa de la presencia del alma, un animal doble; porque su nombre designa tan pronto un alma como el conjunto de un alma y un cuerpo. Sin embargo, si se dice simplemente: el alma de este hombre, su cuerpo, lo que hemos dicho del hombre en general se aplica entonces al individuo.
¿Existe alguna otra sustancia fuera de la materia de estos seres, y es preciso que averigüemos, si acaso tienen ellos mismos otra sustancia, por ejemplo los números u otra análoga? Este punto lo examinaremos más adelante, porque en interés de esta investigación nos esforzamos por llegar a la definición de las sustancias sensibles, sustancias cuyo estudio pertenece más bien a la física y a la segunda filosofía. Lo que efectivamente debe conocer el físico no es solo la materia, sino también la materia inteligible, y esta sobre todo. ¿Cómo, pues, las partes son partes en la definición, y por qué hay unidad de noción en la definición de la esencia pura? Ver en qué consiste la unidad de un objeto compuesto de partes, lo examinaremos más adelante.
Hemos demostrado respecto de todos los seres en general lo que era la esencia pura, cómo existía en sí, y por qué en ciertos casos las partes del definido entraban en la definición de la esencia pura, mientras que no entraban en las demás. Ya hemos explicado también que las partes materiales del definido no entraban en la definición de la sustancia, porque las partes materiales no son partes de la sustancia y sí solo de la sustancia total. Esta posee una definición y no la tiene, según el punto de vista. No se puede abrazar en la materia, la cual es lo indeterminado, pero se puede definir por la sustancia primera, la definición del alma, por ejemplo, es una definición del hombre. Porque la esencia es la forma intrínseca que mediante su concurso con la materia, constituye lo que se llama sustancia realizada. Supongamos por ejemplo lo romo. Su unión con la nariz es lo que constituye la nariz chata, y lo chato, porque la noción de nariz es común a estas dos expresiones. Pero en la sustancia realizada, en nariz chata, en Calias, existe a la vez esencia y materia.
Por lo que atañe a ciertos seres, respecto de las sustancias primeras, ya lo hemos explicado, existe identidad entre la esencia y la existencia individual. Y así existe identidad entre la curvatura y la forma sustancial de la curvatura, con tal que la curvatura sea primera; y doy por sentado por primero lo que no es atributo de otro ser, que no tiene sujeto, materia. Pero en todo lo que existe materialmente, o formando un todo con la materia, no puede existir identidad, ni incluso identidad accidental, como la identidad de Sócrates y del músico, los cuales son idénticos entre sí accidentalmente.
Parte XII
Vamos a debatir ante todo los puntos relativos a la definición, que hemos pasado de puntillas en los Analíticos. La solución de la dificultad que no hemos hecho más que indicar, nos servirá para nuestras pesquisas concernientes a la sustancia. He aquí esta dificultad. ¿Por qué hay unidad en el ser definido, en el ser cuya noción es una definición? El hombre es un animal de dos pies. Demos por sentado que sea esta la noción del hombre. ¿Por qué este ser es un solo ser, y no varios, animal y bípedo? Si se dice hombre y blanco existe pluralidad de objetos, cuando el uno no existe en el otro, pero existe unidad cuando el uno es atributo del otro, cuando el sujeto, el hombre, experimenta cierta modificación. En el último caso, los dos objetos se reúnen en uno solo, y se tiene el hombre blanco; en el primero, por lo contrario, los objetos no participan el uno del otro, porque el género no participa, al parecer, de las diferencias; de no ser así, la misma cosa participaría a la vez de los contrarios, siendo contrarios la una a la otra las diferencias que marcan las precisiones en el género. Si hubiera participación, el resultado sería el mismo. Existe pluralidad en las diferencias: animal, que anda, con dos pies, sin pluma. ¿Por qué existe en este caso unidad y no pluralidad? No es porque sean estos los elementos del ser, porque en tal caso la unidad sería la reunión de todas las cosas. Pero es necesario que todo lo que está en la definición sea realmente uno, porque la definición es una noción una, es la noción de la esencia. La definición debe ser la noción de un objeto uno, puesto que esencia significa, como hemos explicado, un ser determinado.
De momento tenemos que ocuparnos de las definiciones que se formulan para las divisiones del género. En la definición no hay más que el género primero y las diferencias. Los demás géneros no son más que el género primero y las diferencias reunidas al género primero. Y así el primer género es animal; el siguiente, animal de dos pies; y otro, animal de dos pies sin plumas. Lo propio ocurre si la proposición contiene un número mayor de términos; y en general poco importa que contenga un gran número de ellos o uno pequeño, o dos solamente. Cuando no existen más que dos términos, el uno es la diferencia, el otro el género; en animal de dos pies, animal es el género; la diferencia es el término. Sea, pues, que el género no exista absolutamente fuera de las especies del género, o bien que exista, pero exista solo como materia (el sonido es, por ejemplo, género y materia, y de esta materia derivan las diferencias, las especies y los elementos), está claro que la definición es la noción proporcionada por las diferencias.
Todavía hay más: es necesario marcar la diferencia en la diferencia; tomemos un ejemplo. Una diferencia en el género animal, es el animal que tiene pies. Es necesario conocer de inmediato la diferencia del animal que tiene pies, en tanto que tiene pies. Luego unos que no se debe decir: entre los animales que tienen pies, existen unos que tienen plumas y otros que no las tienen; aunque esta proposición sea verdadera, no deberá utilizarse este método, a no mediar la imposibilidad de dividir la diferencia. Se dirá, pues: unos tienen el pie dividido en dedos, otros no tienen el pie dividido en dedos. Estas son las diferencias del pie: la división del pie en dedos es una manera de ser del pie. Y es necesario proseguir de esta forma hasta que se llegue a objetos entre los que no haya diferencias. En este concepto, existirán tantas especies de pies como diferencias, y las especies de animales que tienen pies, serán iguales en número a las diferencias de pie.
Ahora bien, si es así, está claro que la última diferencia debe ser la esencia del objeto y la definición; porque en las definiciones no es necesario repetir muchas veces la misma cosa; esto sería inútil. Y, sin embargo, se hace cuando se dice: animal con pies, bípedo, ¿qué quiere decir esto, si no animal que tiene pies, que tiene dos pies? Y si se divide este último término en las divisiones que le son propias existirán muchas repeticiones, tantas como diferencias.
Si se ha llegado a la diferencia de la diferencia, una sola, la última, es la forma, la esencia del objeto. Pero si es por el accidente por el que se diferencian, como por ejemplo, si se dividiesen los animales que tienen pies en blancos y negros, entonces existirían tantas esencias como divisiones.
Se observa, por tanto, que la definición es la noción aportada por las diferencias, y que conviene que sea la de la última diferencia. Esto es lo que se demostraría con claridad, si se invirtiesen los términos de las definiciones que abarcan muchas diferencias, como si por ejemplo se dijese: el hombre es un animal de dos pies, que tiene pies. Que tiene pies es inútil, cuando se ha dicho: que tiene dos pies. Además, en la esencia no hay precedencia o categorías, porque, ¿cómo se puede concebir en ella la relación de prioridad y de posterioridad?
Tales son las primeras observaciones a realizar sobre las definiciones que se formulan por la división del género.
Parte XIII
Lo que nosotros intentamos estudiar es la sustancia: regresamos, pues, a nuestro objetivo. Sustancia se toma por el sujeto, por la esencia pura, por la reunión de ambos, por lo universal. Dos de estas definiciones han sido examinadas: la esencia pura y el sujeto. Hemos citado que el sujeto se entiende de dos maneras: existe el ser determinado, como el animal, sujeto de las modificaciones: y existe la materia, sujeto del acto. Al parecer el universal es también, y más que ningún otro, causa de ciertos seres, y el universal es un principio. Ciñámonos, pues, al universal.
Resulta imposible, a nuestro parecer, que ningún universal, cualquiera que él sea, sea una sustancia. En principio, la sustancia primera de un individuo es aquella que le es propia, que no es la sustancia de otro. El universal, por lo contrario, es común a muchos seres; porque lo que se llama universal es lo que se halla, por la naturaleza, en un gran número de seres. ¿De qué será el universal sustancia? Lo es de todos los individuos, o no lo es de ninguno; y que lo sea de todos no es posible. Pero si el universal fuese la sustancia de un individuo, todos los demás serían este individuo, porque la unidad de sustancia y la unidad de esencia forman unidad del ser. Por otra parte, la sustancia es lo que no es atributo de un sujeto, pero el universal es siempre atributo de algún sujeto.
¿El universal no puede ser, por tanto, sustancia a título de forma determinada, el animal no puede ser la esencia del hombre y del caballo? Pero en este caso existirá una definición de lo universal. Ahora bien, que la definición abarque o no todas las nociones que están en la sustancia, es lo de menos; el universal no por eso dejará de ser la sustancia de algo: hombre será la sustancia del hombre en quien él reside. De forma que iremos a parar en la misma consecuencia que antes. En efecto, la sustancia será sustancia de un individuo; el animal lo será del individuo en que reside.
Es imposible, por otra parte, es absurdo que la esencia y la sustancia, si son un producto, no sean ni un producto de sustancia ni un producto de esencia, y que ellas procedan de la cualidad. Entonces lo que no es sustancia, la cualidad, tendría la preferencia sobre la sustancia y sobre la esencia, lo cual resulta imposible. No es posible que ni en el orden de las nociones, ni en el orden cronológico, ni en el de producción, las modificaciones precedan a la sustancia; de otro modo serían susceptibles de tener una existencia independiente. Por otra parte, en Sócrates, en una sustancia existiría entonces otra sustancia, y Sócrates vendría a ser la sustancia de dos sustancias. La consecuencia en general es que si el individuo hombre es una sustancia, y todos los individuos como él, nada de lo que entra en la definición es sustancia de cosa alguna, ni existe fuera de los individuos, ni en otra cosa que en los individuos; es decir, que, fuera de los animales particulares, no hay ningún otro, ni nada de lo que entra en la definición.
Está por lo tanto claro, conforme a lo anterior, que nada de lo que se encuentra universalmente en los seres es una sustancia, y que ninguno de los atributos generales señala la existencia determinada, sino que designan el modo de la existencia. Sin esto, prescindiendo de otras muchas consecuencias, se cae en la del tercer hombre.
Existe todavía otra prueba. Es imposible que la sustancia sea un producto de sustancias contenidas en ella en acto. Dos seres en acto nunca se harán un solo ser en acto. Pero si los dos seres solo existen en potencia, podrá existir unidad. En potencia, el doble, por ejemplo, se compone de dos mitades. El acto separa los seres. A causa de ello, si existe unidad en sustancia, la sustancia no puede ser un producto de sustancias contenidas en ella, y de esta forma la expresión de que se sirve Demócrito está fundada en razón: es imposible, dice, que la unidad venga de dos, o dos de la unidad. En efecto, para Demócrito, las magnitudes individuales son las sustancias.
La misma consecuencia se aplica también al número, si el número es, como afirman algunos, una colección de mónadas. O la díada no es una unidad, o la mónada no existe en acto en la díada.
Sin embargo, estas consecuencias provocan una dificultad. Si el universal no puede constituir ninguna sustancia, porque designa la manera de ser, y no la existencia determinada, y si ninguna sustancia puede componerse de sustancias en acto, en este caso toda sustancia debe ser simple. No podrá, por tanto, definirse ninguna sustancia. Sin embargo, todo el mundo cree, y nosotros lo hemos dicho anteriormente, que solo la sustancia, o al menos ella principalmente, posee una definición. Y ahora resulta que ni ella la tiene. ¿Será que no es posible la definición de absolutamente nada? ¿O bien lo será en un sentido y en otro no? Este es un punto que se aclarará después.
Parte XIV
Obsérvense claramente las consecuencias de lo anterior en el sistema de los que admiten las ideas como sustancias, y como si tuviesen una existencia independiente, y que constituyen al mismo tiempo la especie con el género y las diferencias. Si existen las ideas y si en el hombre y en el caballo está el animal, o el animal y sus especies son una sola y misma cosa numéricamente, o difieren. Está claro que hay unidad de noción, para definir uno y otro término sería necesario enumerar los mismos caracteres. Así pues si existe un hombre en sí que tenga una existencia determinada e independiente, necesariamente en este caso lo que le constituye, el animal y lo bípedo, poseen asimismo una existencia determinada, son independientes, son sustancias; y por tanto son el animal en sí. Supongamos que el animal en sí reside en el caballo, en el mismo concepto que tú estás en ti mismo, ¿cómo será uno en seres que existen separadamente y por qué en este caso el animal de que hablamos no ha de estar separado de sí mismo?
Pero todavía hay más: si el animal en sí participa del animal que solo tiene dos pies y del que tiene un mayor número de ellos, se infiere de aquí una cosa imposible. El mismo ser, un ser uno y determinado, reunirá a la vez los contrarios.
Pero si no existe participación, ¿en qué concepto se dirá que el animal es un bípedo, que es un ser que anda? ¿Podrá quizá admitirse que existe composición, contacto, mezcla? Pero todas estas suposiciones son absurdas. ¿Será diferente el animal en cada individuo? Existiría en este caso una infinidad de seres, si puede decirse así, que tendrían lo animal por sustancia; porque el hombre no es un accidente de lo animal. Añádase que el animal en sí sería múltiple. Por una parte el animal es efectivamente en cada individuo sustancia; no es el atributo de otro ser, porque si no este ser sería el que constituiría el hombre, y sería su género. Por otra parte, todas las cosas que constituyen el hombre son ideas. El animal no será, pues, la idea de una cosa, la sustancia de otra; esto es imposible; el animal en sí sería cada una de las cosas contenidas en los animales. Y, por otra parte, ¿qué animal en sí consistiría los animales, y cómo sería el mismo animal en sí? ¿Cómo es posible que el animal, cuya sustancia es el animal en sí, exista fuera del animal en sí?
Consecuencias idénticas aparecen con respecto a los seres sensibles, y más absurdas todavía. Si existe imposibilidad de mantener la suposición, es evidente que no existe idea de los objetos sensibles, en el sentido en que lo entienden algunos filósofos.
Parte XV
El conjunto y la forma definida son sustancias diferentes la una de la otra. Entiendo por conjunto la sustancia que se compone mediante la reunión de la forma definida y de la materia; la otra sustancia es pura y simplemente la forma definida. Todo lo que es sustancia en concepto de conjunción se halla sujeto a la destrucción, porque existe producción de semejante sustancia. Por lo que respecta a la forma definida, no está sujeta a destrucción, porque no es producida, es producto, no la forma sustancial de la casa, sino tal casa particular. Las sustancias formales existen o no existen, independientemente de toda producción, de toda destrucción. Hemos demostrado que nadie las produce, que nadie las hace. Y por esta razón no es posible definición ni demostración de las sustancias sensibles particulares. Estas sustancias poseen una materia, y es tal la naturaleza de la materia que puede ser o no ser; de donde se infiere que todas las sustancias sensibles particulares son sustancias perecederas. Ahora bien, la demostración se aplica a lo que es necesario, y la definición pertenece a la ciencia; y así como es imposible que la ciencia sea tan pronto ciencia como ignorancia, y que lo que en este caso es tan solo una opinión, de igual manera no existe tampoco demostración ni definición, sino una opinión relativa a lo que es susceptible de ser de otra manera de como es. Las sustancias sensibles no deben evidentemente poseer definición ni demostración. Los seres perecederos no se manifiestan al conocimiento cuando están fuera del alcance de los sentidos y, por lo tanto, aunque las nociones sustanciales se conserven en el alma, no puede haber definición ni demostración de estos seres. Así es que los que sirven de definiciones deben saber que siempre se puede suprimir la definición de un ser particular, no existiendo posibilidad de definir verdaderamente estos seres.
Continuemos: ninguna idea es susceptible de definición. La idea, tal como se entiende, es un ser particular, y es independiente. Ahora bien, la definición se compone necesariamente de palabras, y estas palabras no deben ser obra del que define, porque no tendrían significación conocida. Las expresiones que utilice tienen que ser inteligibles para todos. Sería necesario, además, que las que entrasen en la definición de la idea formaran parte de la definición de los demás seres. Si se tratare de definirte a ti, se diría: animal, flaco o blanco, o cualquiera otra palabra, la cual puede convenir a otro ser que a ti. Se pretenderá, sin duda, que nada impide a que todas las expresiones convengan separadamente a un gran número de seres, y que al mismo tiempo solo convengan a tal ser determinado. Pero en principio animal bípedo es común a los dos seres, quiero decir, al animal y al bípedo. Esta observación se aplica necesariamente a los seres eternos. Son anteriores a todo, y son parte de los compuestos. Son, además, independientes; porque o ningún ser lo es o el hombre y el animal lo son ambos. Ahora bien, si ninguno lo fuese, no habría género fuera de las especies; y si el género es independiente, la diferencia lo es igualmente. Por otra parte, ella tiene la anterioridad de ser, y no hay reciprocidad de destrucción entre el género y la diferencia. Diremos, además, que si las ideas se componen de ideas, las más simples son las ideas componentes. Será preciso también que lo que constituye la idea, que el animal y lo bípedo, por ejemplo, se refieran a un gran número de seres. Sin esto, ¿cómo llegar a conocer? Resultaría una idea particular, que sería imposible aplicar a más de un individuo. Pues bien, en el sistema, por lo contrario, toda idea es susceptible de participación en los seres.
Conforme con lo que hemos dicho, no se ve que hay imposibilidad de definir los seres eternos, y sobre todo lo que son únicos, como el Sol y la Luna. Es un error añadir caracteres cuya supresión no impediría que hubiese aún Sol, como por ejemplo, los epítetos: que da vuelta a la Tierra, que se oculta durante la noche. Sin esto, si el Sol se detuviera o apareciera durante la noche, no habría ya Sol, y sería un absurdo que no lo hubiese, porque el Sol es una sustancia1. Además, estos caracteres pueden convertir a otros seres, y si otro ser los posee, este ser será el Sol, y habrá comunidad de definición. Pero es cosa admitida que el Sol es un ser particular, como Cleón, como Sócrates. En fin, ¿en qué consiste que ninguno de los que admiten las ideas da una definición de ellas? Si intentasen hacerlo se vería claramente la verdad de lo dicho.
Parte XVI
Es evidente que entre las cosas que parecen ser sustancias, la mayor parte de ellas solo lo son en potencia, como las partes de los animales, ninguna de las cuales tiene una existencia independiente. Si están separadas de su sujeto, en este caso ya solo existen en el estado de materia, y lo que con ellas, sucede con la tierra, el fuego y el aire; porque no hay unidad en los elementos; son como un montón de cosas antes de la cocción, antes de componer algo que sea uno. Podría creerse que las partes, sobre todo los seres animales, y las partes del alma, reúnen en cierta manera los dos caracteres, y que existen en acto y en potencia. Existen en las articulaciones principios de movimiento, principios producidos ciertamente por otro principio, pero que hacen que ciertos animales continúen viviendo aún después de ser divididos en partes. Sin embargo, no hay sustancia en potencia, sino cuando existe unidad y continuidad natural; cuando la unidad y la continuidad son resultado de la violencia o de una conexión arbitraria, entonces no es más que una multiplicación.
La unidad se acepta en el mismo sentido que el ser, y la sustancia de la unidad es una, y los seres, cuya sustancia es una en número, son numéricamente un solo ser. Se observa, puesto que así es, que ni la unidad ni el ser pueden ser sustancias de las cosas, como tampoco pueden serlo el elemento ni el principio, Cuando preguntamos: ¿cuál es el principio?, lo que queremos es relacionar el objeto en cuestión a un término más conocido. El ser y la unidad poseen más títulos a ser sustancia de las cosas que el principio, el elemento y la causa; y sin embargo no lo son. Lo que es común a los seres no es sustancia; la sustancia no existe en ningún otro ser que en sí misma, y en el ser a que pertenece, del que es sustancia. Por otra parte, tampoco la unidad puede ser al mismo tiempo sustancia en muchos seres; pero lo que es común a todos los seres debe encontrarse a la vez en cada uno de ellos.
Está claro que nada que sea universal posee una existencia aislada de los seres particulares. Sin embargo, los que admiten las ideas tienen razón en un sentido, al darle una existencia independiente, puesto que son sustancias. Pero en otro no tienen razón al hacer de la idea una unidad en la pluralidad. La causa de su equivocación es la imposibilidad en que están de decir cuál es la naturaleza de estas sustancias imperecederas, que se hallan fuera de las particulares y sensibles. De esta manera hacen estas sustancias a imagen de las sustancias perecederas, de aquellas que nosotros conocemos: el hombre en sí, el caballo en sí; no hacen más que añadir al ser sensible la expresión: en sí. Y sin embargo, incluso aunque no viésemos los astros, no por eso dejaría de haber, creo, sustancias sensibles, eternas, fuera de las sustancias que nosotros conociésemos. Y así, incluso cuando ignoráramos qué sustancias son eternas, deberían, sin embargo, existir algunas.
Hemos demostrado que nada de lo que se aplica a todos los seres es sustancia, y que no existe ninguna sustancia compuesta de sustancias.
Parte XVII
¿Qué es la sustancia y en qué consiste? Vamos a exponerlo. De esta forma constituiremos, por decirlo así, otro principio; porque saldrá probablemente de esta investigación alguna luz relativamente a esta sustancia, que existe separada de las sustancias sensibles.
La sustancia es un principio y una causa; de este punto de vista debemos partir. Preguntar el porqué es preguntar siempre por qué una cosa existe en otra. En efecto, si se investiga por qué el hombre músico es un hombre músico, o equivale a investigar lo que se acaba de expresar, es decir, por qué el hombre es músico, o bien se investiga otra cosa. Investigar por qué una cosa es una cosa es no investigar nada. Es necesario que el porqué de la cosa que se busca se manifieste realmente; es necesario por ejemplo, que se haya observando que la Luna está sujeta a eclipses. En los casos en que se pregunta por qué un ser es el mismo, por qué el hombre es hombre, o el músico músico, no cabe más que una respuesta a todas estas preguntas, no existe más que una razón que dar, a menos, sin embargo, de que no se conteste: es porque cada uno de estos seres es indivisible en sí mismo, es decir, porque es uno; respuesta que se aplica asimismo a todas las preguntas de este género, y que las resuelve en pocas palabras. Pero se puede preguntar: ¿por qué el hombre es tan animal? En este caso, evidentemente no se trata de investigar por qué el ser que es un hombre es un hombre, y sí de investigar por qué un ser se encuentra en otro ser. Es necesario que se vea claro que se encuentra en él, pues de no ser así la investigación no tendría objeto. ¿Por qué truena?, porque se produce un ruido en las nubes. En este ejemplo lo que se busca es la existencia de una cosa en otra, lo mismo que cuando se pregunta: ¿por qué estas piedras y ladrillos son una casa?
Está claro que lo que se busca es la causa. Pero la causa, desde el punto de vista de la definición, es la esencia. En ciertos casos la esencia es la razón de ser; como ocurre probablemente respecto a la cama y a la casa; ella es el primer motor en otros porque también es una causa. Pero esta última causa solo se encuentra en los hechos de producción y destrucción, mientras que la causa formal actúa hasta en el hecho de la existencia.
La causa se nos oculta, sobre todo, cuando no se refieren los seres a otros: si no se ve por qué el hombre es hombre, es porque el ser no es referido a otra cosa, porque no se determina que es tales cosas o tal cosa. Pero esto es necesario decirlo, y decirlo claramente, antes de investigar la causa; porque si no sería a la vez buscar algo y no buscar nada. Puesto que es necesario que el ser por cuya causa se pregunta tenga una existencia cierta y que se refiera a otro ser, está claro que lo que se busca es el porqué de los estados de la materia. Esto es una causa, ¿por qué?, porque se encuentra en ella tal carácter, que es su esencia. Por la misma causa, tal hombre, tal cuerpo es tal o cual cosa. Lo que se busca es la causa de la materia. Y esta causa es la forma que determina el ser, es la esencia. Se observa, que respecto de los seres simples no da lugar a pregunta ni respuesta sobre este punto, y que las preguntas que se refieren a estos seres son de otra naturaleza.
Lo que tiene una causa es compuesto, pero hay unidad en el todo; no es una especie de montón, sino que es uno como la sílaba. Pero la sílaba no es únicamente las letras que la componen, no es lo mismo que A y B. La carne tampoco es el fuego y la tierra solo. En la disolución, la carne, la sílaba, cesan de existir, mientras que las letras, el fuego y la tierra subsisten. La sílaba es, por tanto, algo más que las letras; la vocal y la consonante son también otra cosa; y la carne no es solo el fuego y la tierra, lo caliente y lo frío, sino que es también otra cosa.
¿Se aceptará como una necesidad que esta otra cosa sea también o un elemento o un compuesto de elementos? Si es un elemento, repetiremos nuestro razonamiento anterior, lo que constituirá la carne será este elemento con el fuego y la tierra, y otra cosa además, y de esta manera se irá hasta el infinito. Si es un compuesto de elementos, está claro que ya no se compone de uno solo, sino de muchos; de lo contrario, sería el elemento componiéndose a sí mismo. El mismo razonamiento que hemos expuesto respecto de la carne se puede hacer en cuanto a la sílaba.
La causa planteada es, al parecer, algo que no es elemento, y que es causa de que aquello sea carne y esto una sílaba, y lo mismo en los demás casos. Ahora bien, esta causa es la sustancia de cada ser, porque esta es la causa primera de la existencia. Pero entre las cosas las hay que no son sustancias; solo son sustancias los seres que existen por sí mismos, y cuya naturaleza no está constituida por otra cosa que por ellos mismos. De lo que se desprende que esta naturaleza que es en los seres, que es no un elemento sino un principio, es evidentemente una sustancia. El elemento es aquello en que se divide un ser; es una materia intrínseca. Los elementos de la sílaba son A y B.
Aristóteles cree en un sistema geocéntrico en el que la Tierra es el centro del sistema.