Читать книгу Tratados de lógica (Órganon) I - Aristoteles - Страница 9

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1. Homónimos, sinónimos, parónimos

Se llaman homónimas las cosas cuyo nombre es lo [1 a ] único que tienen en común, mientras que el correspondiente enunciado 1 bis de la entidad es distinto, v.g.: vivo 2 dicho del hombre y dicho del retrato; en efecto, ambos tienen sólo el nombre en común, mientras que el correspondiente enunciado de la entidad es distinto; pues, si alguien quisiera explicar en qué consiste para [5] cada una de esas cosas el ser vivas, daría un enunciado propio para cada una.

Se llaman sinónimas las cosas cuyo nombre es común y cuyo correspondiente enunciado de la entidad es el mismo, v.g.: vivo dicho del hombre y dicho del buey: en efecto, ambos reciben la denominación común [10] de vivos y el enunciado de su entidad es el mismo; pues, si alguien quisiera dar el enunciado de en qué consiste para cada uno de ellos el ser vivos, daría idéntico enunciado.

Se llaman parónimas todas las cosas que reciben su denominación a partir de algo, con una diferencia [15] en la inflexión 3 , v.g.: el gramático a partir de la gramática, y el valiente a partir de la valentía 4 .

2. Términos independientes y términos combinados

De las cosas que se dicen 5 , unas se dicen en combinación y otras sin combinar. Así, pues, unas van en combinación, v.g.: un hombre corre, un hombre triunfa; y otras sin combinar, v.g.: hombre, buey, corre, triunfa.

De las cosas que existen 6 , unas se dicen de un sujeto, [20] sin que estén en sujeto alguno 7 , v.g.: hombre se dice del hombre individual 8 tomado como sujeto, pero no está en sujeto alguno; otras están en un sujeto, sin que se digan de sujeto alguno —digo que está en un sujeto lo que se da en alguna cosa sin ser parte 9 suya, [25] no pudiendo existir fuera de la cosa en la que está—, v.g.: el conocimiento gramatical concreto 8 está en el alma como en un sujeto, pero no se dice de sujeto alguno, y el color blanco concreto está en el cuerpo como en un sujeto —pues todo color se halla en algún [1 b ] cuerpo—, pero no se dice de sujeto alguno; otras se dicen de un sujeto y están en un sujeto, v.g.: el conocimiento está en el alma como en un sujeto, y se dice del saber leer y escribir como de un sujeto 10 ; otras, ni están en un sujeto, ni se dicen de un sujeto, v.g.: el hombre individual o el caballo individual —pues ninguna de tales cosas está en un sujeto ni se dice de [5] un sujeto—; las cosas individuales y numéricamente singulares, en general, no se dicen de ningún sujeto, pero nada impide que algunas estén en un sujeto: en efecto, el concreto 11 saber leer y escribir es de las cosas que están en un sujeto 12 .

3. Transitividad de la predicación

[10] Cuando una cosa se predica 13 de otra como de un sujeto, todo aquello que se dice del predicado se dice también del sujeto; v.g.: hombre se predica del hombre individual, y animal se predica de hombre; así que también del hombre individual se predicará animal: en [15] efecto, el hombre individual es hombre tanto como animal.

En cuanto a las cosas de distinto género y no subordinadas entre sí, sus diferencias son también distintas en especie, como en el caso de animal y de conocimiento: en efecto, las diferencias de animal son pedestre, alado, acuático y bípedo; las de conocimiento, ninguna de éstas: pues un conocimiento no se diferencia de otro por ser bípedo. En cambio, de los géneros [20] subordinados entre sí nada impide que las diferencias sean las mismas: pues los géneros superiores se predican de sus inferiores, con lo que todas las diferencias del predicado lo serán también del sujeto.

4. Las Categorías o Predicamentos

Cada una de las cosas que se dicen fuera de toda [25] combinación, o bien significa una entidad, o bien un cuanto, o un cual, o un respecto a algo, o un donde, o un cuando, o un hallarse situado, o un estar, o un hacer, o un padecer 14 . Es entidad —para decirlo con [2 a ] un ejemplo—: hombre, caballo; es cuanto: de dos codos, de tres codos; es cual: blanco, letrado; es respecto a algo: doble, mitad, mayor; es donde: en el Liceo, en la plaza del mercado; es cuando: ayer, el año pasado; es hallarse situado: yace, está sentado; es estar: va calzado, va armado; es hacer: cortar, quemar; es padecer: ser cortado, ser quemado. Ninguna de estas expresiones, [5] por sí misma, da lugar a afirmación alguna, pero de su mutua combinación surge la afirmación: en efecto, toda afirmación es, al parecer, verdadera o falsa, mientras que ninguna de las cosas dichas al margen de toda combinación es ni verdadera ni falsa, como, [10] por ejemplo, hombre, blanco, corre, vence.

5. La entidad

Entidad, la así llamada con más propiedad, más primariamente y en más alto grado, es aquella que, ni se dice de un sujeto, ni está en un sujeto, v.g.: el hombre individual o el caballo individual. Se llaman entidades secundarias las especies a las que pertenecen las entidades primariamente así llamadas, tanto esas [15] especies como sus géneros; v.g.: el hombre individual pertenece a la especie hombre, y el género de dicha especie es animal; así, pues, estas entidades se llaman secundarias, v.g.: el hombre y el animal.

[20] Resulta manifiesto a partir de lo expuesto que, de las cosas que se dicen de un sujeto, es necesario que tanto el nombre como el enunciado se prediquen de dicho sujeto; v.g.: hombre se dice del hombre individual como de un sujeto, y se predica de éste el nombre —pues del hombre individual predicarás hombre — y se predicará también el enunciado de hombre —pues [25] el hombre individual es también hombre—: de modo que se predicarán del sujeto tanto el nombre como el enunciado. De las cosas, en cambio, que están en un sujeto, en la mayoría de ellas no se predica del sujeto [30] ni el nombre ni el enunciado; pero, en algunas, nada impide que se predique del sujeto el nombre, siendo imposible predicar el enunciado; v.g.: lo blanco, que está en el cuerpo como en un sujeto, se dice del sujeto —pues el cuerpo se llama blanco—, mientras que el enunciado de lo blanco nunca se predicará del cuerpo.

Todas las demás cosas, o bien se dicen de las entidades primarias como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos. Esto queda claro a partir [35] del examen directo de cada uno de los casos; v.g.: animal se predica de hombre y, por ende, también del hombre individual, pues, si no se predicara de ninguno de los hombres individuales, tampoco se predicaría de hombre en general; volviendo a un ejemplo anterior: [2 b ] el color está en el cuerpo, por consiguiente también está en un cuerpo individual: pues, si no estuviera en alguno de los cuerpos singulares, tampoco estaría en el cuerpo en general; de modo que todas las demás cosas, o bien se dicen de las entidades primarias como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos. Así, pues, de no existir las entidades primarias, [5] sería imposible que existiera nada de lo demás 15 : pues todas las demás cosas, o bien se dicen de ellas como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos; de modo que, si no existieran las entidades primarias, sería imposible que existiera nada de lo demás 15 .

Ahora bien, de entre las entidades secundarias, es más entidad la especie que el género: en efecto, se halla más próxima a la entidad primaria. Pues, si alguien [10] explica qué es la entidad primaria, dará una explicación más comprensible y adecuada aplicando la especie que aplicando el género; v.g.: hará más cognoscible al hombre individual dando la explicación hombre que la explicación animal —en efecto, aquél es más propio del hombre individual, éste, en cambio, es más común—, y al explicar el árbol individual lo hará más cognoscible dando la explicación árbol que la explicación planta. [15] Además de esto, las entidades primarias, por subyacer a todas las demás cosas, y por predicarse de ellas o estar en ellas todo lo demás, por eso se llaman entidades en el más alto grado; del mismo modo, precisamente, en que las entidades primarias se relacionan con lo demás, así también se relaciona la especie con el género: en efecto, la especie subyace al género: los géneros [20] se predican de las especies, pero no así, inversamente, las especies de los géneros; conque también resulta de esto que la especie es más entidad que el género.

En cambio, todas aquellas, de entre las mismas especies, que no son géneros 16 , no son en absoluto la una [25] más entidad que la otra: pues el que explica el hombre individual como hombre no dará una explicación más adecuada que el que explique el caballo individual como caballo. De igual manera, ninguna de las entidades primarias es más entidad que otra: pues el hombre individual no es en absoluto más entidad que el buey individual.

[30] Verosímilmente, después de las entidades primarias, sólo las especies y los géneros, de entre las demás cosas, se llaman entidades secundarias; pues sólo ellas entre los predicados muestran la entidad primaria: en efecto, si alguien explica qué es el hombre individual, lo hará más adecuadamente aplicando la especie o el género, y lo hará más comprensible dando la explicación hombre que la explicación animal; cualquier otra explicación que [35] se dé estará fuera de lugar, v.g.: dando la explicación blanco o corre o cualquier otra de este tipo; de modo que, verosímilmente, sólo éstas 17 entre las demás cosas se llaman entidades. Aparte de esto, las entidades primarias se llaman entidades con la máxima propiedad por el hecho de subyacer a todo lo demás; del mismo [3 a ] modo, precisamente, que las entidades primarias se relacionan con todo lo demás, así también las especies y los géneros de las entidades primarias se relacionan con todas las cosas restantes: en efecto, todas las cosas restantes se predican de aquéllas 17 , pues al decir letrado [5] del hombre individual dirás también, consecuentemente, letrado de hombre y de animal; de igual modo también en los demás casos.

Es común a toda entidad el hecho de no estar en un sujeto. Pues la entidad primaria ni se dice de un sujeto ni está en un sujeto. Y de las entidades secundarias [10] igualmente es manifiesto que no están en sujeto alguno: en efecto, hombre se dice del hombre individual como de su sujeto, pero no está en un sujeto —hombre, en efecto, no está en el hombre individual—; de igual modo también animal se dice del hombre individual como de su sujeto, pero animal no está en el hombre individual. [15] Aparte de esto, de las cosas que están en un sujeto nada impide que el nombre se predique a veces del sujeto, pero es imposible que se predique el enunciado; en cambio, de las entidades secundarias, tanto el enunciado como el nombre se predican del sujeto: en efecto, del hombre individual predicarás tanto el enunciado de hombre como el de animal. Así que no habrá entidad [20] alguna 18 entre las cosas que están en un sujeto.

Pero esto no es exclusivo de la entidad, sino que también la diferencia es de las cosas que no están en un sujeto: en efecto, pedestre y bípedo se dicen del hombre como de su sujeto, pero no están en un sujeto; pues lo bípedo y lo pedestre no están en el hombre. Y también el enunciado de la diferencia se predica acerca [25] de aquello de lo que la diferencia se dice; v.g.: si pedestre se dice de hombre, también el enunciado de lo pedestre se predicará del hombre: en efecto, el hombre es pedestre.

[30] No debe preocuparnos, respecto a las partes de las entidades que están en los todos como en sus sujetos 19 , el vernos obligados a declarar que no son entidades: en efecto, se dijo 20 que lo que está en un sujeto no debe entenderse como las partes que se dan en una cosa.

Es propio de las entidades y de las diferencias el que todo aquello que se dice a partir de ellas 21 se diga sinónimamente 22 : en efecto, todas las predicaciones que [35] se hacen a partir de ellas, o bien se predican de los individuos, o bien de las especies. Cierto que a partir de la entidad primaria no hay predicación alguna —en efecto, no se dice de ningún sujeto—; en cuanto a las entidades secundarias, la especie se predica del individuo, el género se predica tanto de la especie como del individuo, [3 b ] y de igual modo también las diferencias se predican de las especies y de los individuos. Y las entidades primarias admiten el enunciado, tanto de las especies como de los géneros, y la especie, por su parte, admite el enunciado del género. En efecto, cuanto se dice del [5] predicado se dirá también del sujeto; del mismo modo también las especies y los individuos admiten el enunciado de las diferencias: precisamente dijimos 23 que eran sinónimas aquellas cosas cuyo nombre es común y cuyo enunciado es el mismo. De modo que todo lo que se dice a partir de 21 las entidades y las diferencias se dice sinónimamente.

Toda entidad parece significar un esto 24 . En el caso, [10] pues, de las entidades primarias es indiscutible y verdadero que significan un esto: en efecto, lo designado es individual y numéricamente uno. En el caso de las entidades secundarias parece, debido a la forma de su denominación, que significan también, de manera semejante, un esto, por ejemplo cuando se dice hombre o animal; sin embargo, no es del todo verdad, sino que [15] significan más bien un cual 25 : en efecto, el sujeto no es uno, como la entidad primaria, sino que hombre y animal se dicen de muchos; pero no significa un cual sin más, como blanco; pues blanco no significa nada más que cual, mientras que la especie y el género determinan [20] lo cual por referencia a la entidad: en efecto, significan una entidad tal o cual. La determinación se aplica a más con el género que con la especie: en efecto, el que dice animal abarca más que el que dice hombre.

Es propio también de las entidades no tener ningún contrario. En efecto, ¿qué podría ser contrario de la [25] entidad primaria? Así como nada hay contrario del hombre individual, así tampoco hay nada contrario de hombre o de animal. Esto no es exclusivo de la entidad, sino que también afecta a muchas otras cosas, como por ejemplo al cuanto: en efecto, no hay ningún contrario [30] de de dos codos, ni de diez, ni de ninguna cosa semejante, a no ser que alguien diga que lo mucho es contrario de lo poco o lo grande de lo pequeño; pero nada hay que sea contrario de ninguno de los cuantos determinados.

Parece, por otro lado, que la entidad no admite el [35] más y el menos: digo, no que una entidad no sea más entidad que otra —en efecto, se ha dicho ya que esto es así—, sino que aquello que cada entidad es no se dice que lo sea más o menos; v.g.: si tal entidad es hombre, no será más o menos hombre, ni con respecto a sí mismo [4 a ] ni con respecto a otro. En efecto, no hay ningún hombre que lo sea más que otro, así como en lo blanco es más blanco esto que aquello y en lo hermoso es más hermoso esto que aquello; y también de esto último se dice que lo es más y que lo es menos con respecto a sí mismo, v.g.: el cuerpo, si es blanco, se dice que es más blanco ahora que antes, y, si está caliente, se dice que está más caliente y también que lo está menos; [5] de la entidad, en cambio, nada de esto se dice: en efecto, ni el hombre se llama más hombre ahora que antes, ni ninguna de todas las otras cosas que son entidad. Así que la entidad no admitirá el más y el menos.

[10] Muy propio de la entidad parece ser que aquello que es idéntico 26 y numéricamente uno sea capaz de admitir los contrarios, así como en ninguna otra cosa [de todas cuantas no son entidad] podría uno aducir que lo que es numéricamente uno sea capaz de admitir los contrarios; v.g.: el color, que es uno e idéntico numéricamente, [15] no será blanco y negro, y una misma acción no será deshonesta y honesta, al igual que en todas las otras cosas que no son entidad. La entidad, siendo numéricamente una e idéntica, es capaz de admitir los contrarios; v.g.: el hombre individual, siendo uno e idéntico, unas veces viene a estar blanco y otras negro, [20] caliente y frío, a ser deshonesto y a ser honesto.

En nada de lo demás parece darse tal cosa, a no ser que alguien ponga el enunciado y la opinión como ejemplos en contra, declarando que son cosas de aquel tipo 27 : en efecto, un mismo enunciado parece ser verdadero y falso, v.g.: si es verdadero el enunciado de que alguien está sentado, al levantarse éste, aquel mismo enunciado será falso; de igual manera también en el caso de la [25] opinión: en efecto, si uno opinara, conforme a la verdad, que alguien está sentado, al levantarse éste, opinará falsamente si sostiene la misma opinión sobre ello. Quizá alguno admitiría también esto, pero hay una diferencia en el modo: en efecto, en lo tocante a las entidades, [30] al cambiar ellas mismas son capaces de admitir los contrarios; pues lo frío cambió al surgir de lo caliente (en efecto, quedó alterado), y también lo negro al surgir de lo blanco, y lo honesto de lo deshonesto; de igual manera en cada una de las otras cosas, al sufrir ellas mismas el cambio, se hacen capaces de admitir los contrarios; en cambio, el enunciado y la opinión [35] permanecen por sí mismos invariables en todo y por todo, pero, al variar el objeto, surge lo contrario en torno a ellos: en efecto, por una parte el enunciado de que alguien está sentado permanece idéntico, pero, al [4 b ] variar el objeto, tan pronto resulta verdadero como falso; de igual manera también en el caso de la opinión.

Así que será propio de la entidad, al menos según el modo, ser capaz de admitir los contrarios en virtud de su propio cambio. Acaso alguien acepte también esto, que la opinión y el enunciado son capaces de admitir [5] los contrarios; pero esto no es verdad: pues el enunciado y la opinión no se dice que sean capaces de admitir contrarios porque ellos mismos admitan alguno, sino porque la modificación se ha producido afectando a alguna otra cosa: en efecto, es por el hecho de que la cosa exista o no exista por lo que también el enunciado [10] se dice que es verdadero o falso, no porque él mismo sea capaz de admitir los contrarios: pues absolutamente ningún enunciado u opinión es afectado por nada, de modo que, al no sobrevenir ningún cambio en ellos, no pueden ser capaces de admitir los contrarios. La entidad, en cambio, por el hecho de que ella misma admite [15] los contrarios, se dice que es capaz de admitirlos: en efecto, admite la enfermedad y la salud, la blancura y la negrura, y por admitir cada una de tales cosas se dice que es capaz de admitir los contrarios. Así que será propio de la entidad el que aquello que es idéntico y numéricamente uno sea capaz de admitir los contrarios. Quede, pues, dicho todo esto acerca de la entidad.

6. La cantidad

[20] De lo cuanto, por su parte, lo hay discreto y lo hay continuo; y lo hay que consta de partes componentes que mantienen una posición mutua, como también lo hay que no consta de partes que mantengan una posición. Es discreto, por ejemplo, el número y el enunciado, continua la línea, la superficie, el cuerpo y aun, [25] aparte de esto, el tiempo y el lugar. En efecto, no hay ningún límite común a las partes del número, en el que coincidan dichas partes, v.g.: si el cinco es una parte del diez, no hay ningún límite común en el que coincidan el cinco y el cinco, sino que están separados; y el tres y el siete tampoco coinciden en ningún límite [30] común; y, en general, en ningún número podrás tomar un límite común entre sus partes, sino que siempre están separadas; así que el número es de las cosas discretas. De igual manera, también está entre las cosas discretas el enunciado (pues es evidente que el enunciado es un cuanto: en efecto, se mide por sílabas largas y breves; digo tal al enunciado producido con la voz); en efecto, sus partes no coinciden en ningún límite [35] común; pues no hay un límite común en el que coincidan las sílabas, sino que cada una está separada en sí misma. La línea, en cambio, es continua; en efecto [5 a ], es posible tomar un límite común en el que coincidan sus partes: el punto; y, de la superficie, la línea 28 : en efecto, las partes del plano coinciden en un límite común. De igual manera, también en el cuerpo podrían [5] tomar un límite común, una línea o una superficie, en la que las partes del cuerpo coincidan. Son también de este tipo de cosas el tiempo y el lugar: en efecto, el tiempo presente 29 coincide con el pretérito y con el futuro. El lugar es, igualmente, de las cosas continuas: en efecto, las partes del cuerpo, que coinciden en un límite común, ocupan un cierto lugar; así, pues, también [10] las partes del lugar que ocupa cada una de las partes del cuerpo coinciden en el mismo límite en que lo hacen las partes del cuerpo; así que también el lugar será continuo: en efecto, sus partes coinciden en un límite común.

Además, hay cosas que constan de partes componentes [15] que mantienen una posición mutua y otras que no constan de partes que mantengan una posición; v.g.: las partes de la línea mantienen una posición mutua; en efecto, cada una de ellas se halla en un lugar, y podrías distinguir y explicar dónde se halla cada una en el plano y con cuál de las restantes partes se toca; de igual manera mantienen también las partes [20] del plano una posición: en efecto, se podría explicar de manera semejante dónde se halla cada una y cuáles se tocan entre sí. Y de igual manera las del espacio y [25] las del lugar. En el número, en cambio, uno no podrá observar que las partes mantengan posición mutua alguna, o que se hallen en un lugar, o cuáles de las partes se tocan entre sí; ni tampoco las partes del tiempo: en efecto, ninguna de las partes del tiempo permanece; ahora bien, lo que no permanece ¿cómo mantendrá una posición? Más bien podrías decir, en cambio, que mantienen un cierto orden, por ser una parte del tiempo [30] anterior y otra posterior. Y en el número ocurre igual, porque se cuenta el uno antes que el dos y el dos antes que el tres: y así tendría, en todo caso, un cierto orden; una posición, en cambio, no podrías determinarla. Y de igual manera el enunciado: pues ninguna de sus partes permanece, sino que se dice y ya no es posible captarla, [35] de modo que no habrá una posición de sus partes si realmente ninguna permanece. Así, pues, unas cosas constan de partes que mantienen una posición, y otras no constan de partes que mantengan una posición.

En propiedad sólo se llama cuantas a las cosas que se han mencionado; todas las demás, en cambio, lo son [5 b ] accidentalmente 30 : pues al considerar aquéllas llamamos también cuantas a las otras, v.g.: lo blanco se llama mucho por ser mucha su superficie, y la acción se llama larga por ser mucha su duración y mucho también su movimiento: en efecto, cada una de estas [5] cosas no se llama cuanta en sí misma; v.g.: si alguien explica cuán larga es una acción, la definirá como anual por el tiempo, o dará una explicación de este tipo, y al explicar lo blanco como un cuanto lo definirá por la superficie: en efecto, cuanta sea la superficie, tanto dirá que es lo blanco; de modo que sólo se llama cuantas con propiedad y en sí mismas a las cosas mencionadas; de las demás, ninguna lo es en sí misma, sino, [10] en todo caso, accidentalmente.

Además, lo cuanto no tiene ningún contrario (en efecto, en los cuantos definidos es evidente que no hay contrario ninguno, v.g.: en lo de dos codos, o de tres codos, o en la superficie, o en cualquiera de las cosas de este tipo, no hay efectivamente ningún contrario), a no ser que diga uno que lo mucho es contrario de lo [15] poco, o lo grande de lo pequeño. Pero ninguna de estas cosas es cuanto, sino de lo respecto a algo: en efecto, nada se dice en sí mismo grande o pequeño, sino que se toma por referencia a otra cosa, v.g.: se dice que un monte es pequeño y un grano de mijo es grande por ser éste mayor que los de su mismo género, y aquél más pequeño: así, pues, la referencia es a otra cosa, [20] ya que, si se dijera pequeño o grande en sí mismo, nunca se diría que el monte es pequeño y el grano de mijo grande. Igualmente decimos que en la aldea hay muchos hombres y en Atenas, en cambio, pocos, aun siendo mucho más numerosos éstos que aquéllos; y que en la casa hay muchos y en el teatro pocos, aun siendo éstos muchos más. Además, lo de dos codos [25] y lo de tres codos, y cada una de las cosas de este tipo, significan cuanto, mientras que lo grande o pequeño no significan cuanto, sino más bien respecto a algo: pues lo grande y lo pequeño se contemplan en relación a otra cosa; así que es evidente que estas cosas son de lo respecto a algo. Además, tanto si uno considera estas [30] cosas cuantos como si no, no tienen ningún contrario: en efecto, aquello que no es posible tomarlo en sí mismo, sino refiriéndolo a otra cosa, ¿cómo tendría algún contrario? Además, si lo grande y lo pequeño fueran contrarios, se seguiría que la misma cosa admitiría a la vez los contrarios y que esas cosas serían contrarias a sí mismas. En efecto, ocurre que la misma cosa es a la [35] vez grande y pequeña —pues esto mismo es, con respecto a aquello, pequeño, con respecto a esto, grande—; conque ocurriría que la misma cosa fuera grande y pequeña al mismo tiempo, admitiendo simultáneamente [6 a ] los contrarios; v.g.: en el caso de la entidad, parece que ésta es capaz de admitir los contrarios, pero en ningún caso está a la vez enferma y sana, ni es a la vez blanca y negra, y ninguna de las otras cosas admite a la vez los contrarios. Y ocurre que las mismas cosas son [5] contrarias de sí mismas: en efecto, si lo grande es contrario de lo pequeño, y la misma cosa es a la vez grande y pequeña, la misma cosa será contraria de sí misma: pero es imposible que la misma cosa sea contraria de sí misma. Luego lo grande no es contrario [10] de lo pequeño, ni lo mucho de lo poco, así que, aun en el caso de que alguien diga que estas cosas no son de lo respecto a algo, sino de lo cuanto, no tendrán contrario alguno.

Pero donde más parece darse realmente la contrariedad de lo cuanto 31 es en el lugar; pues se suele poner el arriba como contrario del abajo, llamando abajo a la región próxima al centro, debido a que la distancia entre el centro y los límites del mundo es la máxima. [15] Y, al parecer, incluso la definición de los otros contrarios deriva de esto último: en efecto, los contrarios se definen como aquellos que guardan recíprocamente la máxima distancia dentro del mismo género.

No parece que lo cuanto admita el más y el menos, [20] como lo de dos codos, por ejemplo: en efecto, una cosa no es más de dos codos que otra; o en el caso del número, v.g.: el tres no se dice para nada que sea tres en mayor medida de la que el cinco es cinco, ni que un tres lo sea más que otro; ni un tiempo se llama más tiempo que otro 32 ; ni, en resumen, se dice el más y el menos de ninguna de las cosas mencionadas; así que [25] lo cuanto no admite el más y el menos.

Lo más propio de lo cuanto es que se lo llame igual y desigual. En efecto, cada uno de los cuantos mencionados se llama igual y desigual, v.g.: el cuerpo tanto se llama igual como desigual, y el número tanto se llama igual como desigual, y también el tiempo; de la misma [30] manera, también en las demás cosas mencionadas se dice de cada una, tanto que es igual, como que es desigual. En cambio, de todas las demás que no son cuantos, no parecería en absoluto adecuado llamarlas iguales y desiguales, v.g.: la disposición no se llama en absoluto igual y desigual, sino más bien semejante; y lo blanco, en absoluto igual y desigual, sino semejante. De modo que lo más propio de lo cuanto será llamarlo [35] igual y desigual.

7. La relación

Se dicen respecto a algo todas aquellas cosas tales que, lo que son exactamente ellas mismas, se dice que lo son de otras cosas o respecto a otra cosa de cualquier otra manera; v.g.: lo mayor, aquello que es exactamente, se dice que lo es comparado con otro, pues se dice mayor que alguna cosa, y lo doble se dice que es lo que es comparado con otro, pues se dice doble de alguna cosa; de la misma manera también todas las [6 b ] demás cosas de este tipo. También son de lo respecto a algo cosas como estas: estado, disposición, sensación, conocimiento, posición; en efecto, todas las cosas mencionadas, lo que son exactamente ellas mismas, se dice [5] que lo son de otras, y nada más; en efecto, el estado se llama estado de algo, y el conocimiento, conocimiento de algo, y la posición, posición de algo; y de la misma manera el resto. Así, pues, son respecto a algo todas aquellas cosas que, lo que son exactamente ellas mismas, se dice que lo son de otras, o respecto a otra de cualquier otra manera; v.g.: una montaña se llama grande respecto a otra cosa —en efecto, la montaña se llama grande respecto a algo —, y lo semejante se dice semejante [10] a algo, y las demás cosas de este tipo se dicen de igual manera respecto a algo. Por otra parte, tanto el decúbito, como la erección y el asiento, son unas ciertas posiciones, y la posición es de lo respecto a algo: en cambio, el estar en decúbito, estar erecto o estar sentado, de por sí, no son posiciones, sino que se llaman así parónimamente a partir de las posiciones mencionadas.

[15] También la contrariedad se da en lo respecto a algo, v.g.: la virtud es lo contrario del vicio, y el conocimiento, de la ignorancia, siendo cada uno de ellos respecto a algo. Sin embargo, no a todo lo respecto a algo le pertenece un contrario: en efecto, nada hay contrario a lo doble, ni a lo triple, ni a nada de todo esto. Parece, en cambio, que lo respecto a algo es capaz [20] de admitir el más y el menos: en efecto, lo semejante se dice más o menos, y lo desigual también se dice más o menos, al ser cada una de estas cosas respecto a algo: en efecto, lo semejante se dice semejante a algo, y lo desigual a lo desigual. Pero no todo admite el más y [25] el menos: en efecto, lo doble no se dice más o menos doble, así como ninguna de las cosas de este tipo.

Todo lo respecto a algo se dice respecto a un recíproco, v.g.: el esclavo se llama esclavo del señor y el [30] señor se llama señor del esclavo, lo doble se llama doble de la mitad y la mitad se llama mitad de lo doble, lo mayor se dice mayor que lo menor y lo menor se dice menor que lo mayor: de la misma manera también en las demás cosas; salvo que a veces se diferenciarán verbalmente por la inflexión, v.g.: el conocimiento se llama conocimiento de lo cognoscible, y lo cognoscible, cognoscible para el conocimiento; la sensación, sensación [35] de lo sensible, y lo sensible, sensible para la sensación.

Empero, algunas veces no parecerá que haya reciprocidad, si no se da con propiedad aquella respecto a lo que algo se dice, sino que se equivoca el que lo da; v.g.: si uno da el ala de ave, no existe el recíproco: ave de ala; pues no se ha dado con propiedad lo primero: [7 a ] a ala de ave: en efecto, no es en cuanto ave que el ala se dice que es de ella, sino en cuanto alado: pues también existen alas de muchas otras cosas que no son aves; de modo que, si se da algo con propiedad, también se da la reciprocidad, v.g.: el ala como ala del alado [5] y el alado como alado en virtud del ala.

También a veces es sin duda necesario inventar nombres, si no hay disponible nombre alguno respecto al cual se dé 〈tal referencia〉 con propiedad; v.g.: si se da el timón de una nave, no se da con propiedad: en efecto, no es en cuanto nave que el timón se dice que es de ella: pues hay naves que no tienen timones; [10] por ello no hay reciprocidad; la nave, en efecto, no se dice nave del timón. Pero quizá se haría con más propiedad si se diera, por ejemplo, el timón como timón de lo timoneado, o algo así, pues no hay nombre disponible; y también hay reciprocidad si se da algo con propiedad: pues lo timoneado es timoneado gracias al [15] timón. De igual manera también en las demás cosas, v.g.: la cabeza se explicaría con más propiedad dando lo acabezado que el animal: pues éste no tiene cabeza en cuanto animal; en efecto, muchos de los animales no tienen cabeza. Quizá así es como captaría uno con más facilidad aquellas cosas para las que no hay nombres [20] disponibles, si, a partir de las primeras, estableciera artificialmente 33 los nombres también para aquellas que son sus recíprocas, como en los casos antes mencionados: lo alado a partir del ala y lo timoneado a partir del timón. Así, pues, todo lo respecto a algo, con tal que se dé de forma apropiada, se dice con respecto a un recíproco; ya que, si se da algo al azar respecto a cualquier cosa, y no respecto a aquello que [25] se dice, no hay reciprocidad. Quiero decir que, en cosas que es comúnmente admitido que se dicen con respecto a recíprocos, y para las que hay nombres disponibles, ni siquiera en ellas se da reciprocidad si se dan respecto a algo accidental y no respecto a aquello que se dice; v.g.: el esclavo, si no se da como esclavo de [30] un señor, sino de un hombre, o de un bípedo, o de cualquiera de las cosas de este tipo, no tiene recíproco: en efecto, no se da con propiedad.

Además, si está dado con propiedad aquello respecto a lo cual se dice una cosa, una vez eliminado todo lo demás que sea accidental, y quedando sólo aquello respecto a lo cual se dio algo con propiedad, la cosa en [35] cuestión se dirá siempre respecto a eso; v.g.: si el esclavo se dice respecto al señor, una vez eliminado todo lo que es accidental al señor, como, por ejemplo, el ser bípedo, el ser capaz de conocimiento, el ser hombre, y quedando sólo el ser señor, siempre se dirá el esclavo respecto a esto último: en efecto, el esclavo [7 b ] se llama esclavo del señor. En cambio, si no se da con propiedad aquello respecto a lo que una cosa se dice, aun eliminando lo demás y dejando sólo aquello respecto a lo que se da, no se dirá respecto a eso: en efecto, dése el esclavo como esclavo de un hombre y el ala como ala de un ave, y elimínese del hombre el ser señor: ya no se dirá el esclavo respecto a un hombre; [5] en efecto, al no haber señor, tampoco hay esclavo; de igual manera también, elimínese del ave el ser alada: el ala ya no será respecto a algo; en efecto, al no existir lo alado, tampoco existirá el ala de nada. Así que es [10] necesario dar aquello respecto a lo cual se dice con propiedad una cosa; y, si hay disponible un nombre, es fácil darlo; en cambio, si no lo hay, acaso sea necesario inventarlo. Dado de esta manera, es evidente que todo lo respecto a algo se dirá respecto a un recíproco.

Parece que las cosas que son respecto a algo existen [15] simultáneamente por naturaleza. Y esto es verdad en la mayoría de los casos: en efecto, lo doble y la mitad existen a la vez, y, de existir la mitad, existe lo doble, y, de existir el esclavo, existe el señor; de manera semejante a estas se dan también las otras cosas. Y se anulan simultáneamente las unas a las otras: en efecto, [20] de no existir lo doble, no existe la mitad, y, de no existir la mitad, no existe lo doble; de igual manera también en todas las otras cosas como éstas.

Con todo, no parece ser verdad que todas las cosas que son respecto a algo existan simultáneamente por naturaleza; en efecto, lo cognoscible parece existir antes que el conocimiento: pues, en la mayoría de los casos, adquirimos nuestros conocimientos sobre cosas preexistentes; [25] en efecto, en pocos o en ningún caso vería uno el conocimiento surgiendo a la vez que lo cognoscible. Además, la supresión de lo cognoscible suprime simultáneamente el conocimiento; en cambio, el conocimiento no suprime simultáneamente lo cognoscible: en efecto, de no existir lo cognoscible, no existe el conocimiento, pues sería conocimiento de nada, en cambio, [30] de no existir el conocimiento, nada impide que exista lo cognoscible; v.g.: en la cuadratura del círculo, suponiendo que sea cognoscible, su conocimiento no existe en parte alguna, lo cognoscible mismo, en cambio, sí existe. Más aún, suprimido el ser vivo, no hay conocimiento, sin embargo, cabe que existan muchas de las cosas cognoscibles.

[35] De manera semejante a esto ocurre en lo tocante a la sensación; en efecto, lo sensible parece ser anterior a la sensación: pues la supresión de lo sensible suprime simultáneamente la sensación, mientras que la sensación no suprime simultáneamente con ella lo sensible [8 a ] En efecto, las sensaciones son acerca del cuerpo y están en el cuerpo, y, suprimido lo sensible, queda suprimido también el cuerpo, pues el cuerpo es de las cosas sensibles; y, de no existir cuerpo, queda suprimida también la sensación, de modo que lo sensible suprime con él la sensación. La sensación, en cambio, no suprime con ella lo sensible: en efecto, suprimido el ser vivo, queda suprimida la sensación, pero seguirá [5] existiendo lo sensible, como, por ejemplo, el cuerpo, lo caliente, lo dulce, lo amargo y todas las demás cosas sensibles. Además, la sensación, por su parte, se origina juntamente con lo dotado de sensibilidad, pues nacen a la vez el ser vivo y la sensación; en cambio, lo sensible existe antes de que exista sensación: en efecto, el fuego y el agua y las cosas de este tipo, de las que [10] consta el ser vivo, existen antes de que existan en absoluto el ser vivo o la sensación; de modo que, al parecer, lo sensible existe antes que la sensación.

Ofrece dificultad saber si ninguna entidad se cuenta entre lo respecto a algo, como parece, o cabe esta posibilidad [15] en algunas de las entidades secundarias, pues en lo tocante a las entidades primarias sí que es verdad; en efecto, ni los todos ni las partes se dicen respecto a algo: pues el hombre individual no se llama hombre individual de algo, ni el buey individual, buey individual de algo; de la misma manera también las partes: pues la mano individual no se llama mano individual de alguien, sino mano de alguien, y la cabeza individual no [20] se llama cabeza individual de alguien, sino cabeza de alguien. De igual manera también en lo tocante a las entidades secundarias, al menos la mayoría de ellas, v.g.: el hombre no se llama hombre de alguien, ni el buey, buey de alguien, ni el leño, leño de alguien, sino propiedad de alguien. Así, pues, en lo tocante a las cosas de este tipo 34 , es manifiesto que no son de lo respecto a algo, pero en el caso de algunas de las entidades secundarias [25] hay discusión; v.g.: la cabeza se llama cabeza de alguien, y la mano, mano de alguien, y también cada una de las cosas de este tipo, de modo que éstas, al parecer, son de lo respecto a algo.

Así, pues, si la definición de lo respecto a algo está adecuadamente dada, es una de las cosas más difíciles, [30] o imposible, resolver si ninguna entidad se cuenta entre lo respecto a algo; en cambio, si la definición no está adecuadamente dada, sino que son respecto a algo aquellas cosas cuyo ser es idéntico a estar de algún modo en relación con algo 35 , quizá se pudiera decir algo al respecto. La primera definición conviene a todas las cosas que son respecto a algo, pero el que aquello que [35] ellas son exactamente se diga en relación a otras cosas no equivale a que su existencia sea respecto a algo.

A partir de aquí es evidente que, si uno conoce con precisión alguna de las cosas que son respecto a algo, también conocerá con precisión aquello respecto a lo cual se dice. Así, pues, es también manifiesto por sí mismo: si uno sabe de un esto que es respecto a algo, [8 b ] y el ser de lo respecto a algo es idéntico a estar de algún modo en relación con algo, también sabe aquello con lo que esto está de algún modo en relación: pues, si no supiera en absoluto aquello con lo que esto se relaciona de algún modo, tampoco sabría si está de algún modo en relación con algo. También es esto evidente en los casos singulares; v.g.: si uno sabe con precisión de [5] un esto que es doble, también sabe inmediatamente con precisión de qué cosa es doble: en efecto, si no supiera si es doble de ninguna de las cosas definidas, tampoco sabría si es ni siquiera doble; de la misma manera también, si supiera de un esto que es más hermoso, también sabría necesariamente con precisión, a través de esto, respecto a qué es más hermoso (en cambio, de manera indefinida, no sabrá si esto es más hermoso que aquello [10] que lo es menos; en efecto, esto se convierte en una suposición, no en conocimiento: pues no se sabrá con exactitud si esto es más hermoso y aquello menos, dado que podría darse el caso de que no hubiera nada menos hermoso que esto); conque, evidentemente, es necesario que, de lo respecto a algo que uno sabe con precisión, sepa también con precisión aquello con respecto [15] a lo que se dice. En cambio, de la cabeza, la mano y cada una de las cosas por el estilo, que son entidades, es posible saber con precisión aquello que son, sin que sea necesario saber aquello con respecto a lo que se dicen; pues no es necesario 36 saber con precisión de quién es esta cabeza o de quién es la mano; así que [20] estas cosas no serían respecto a algo: y, si no son respecto a algo, sería verdad decir que ninguna entidad es respecto a algo. Sin duda es difícil hacer aseveraciones firmes acerca de tales cuestiones sin haberlas examinado muchas veces; sin embargo, no es inútil el haber penetrado en la dificultad de cada una de ellas.

8. La cualidad

Llamo cualidad 37 aquello según lo cual algunos se [25] llaman tales o cuales; ahora bien, la cualidad es de las cosas que se dicen de varias maneras.

Así, pues, una especie de la cualidad podría llamarse estado y disposición. El estado difiere de la disposición por ser más estable y duradero: tales son los conocimientos y las virtudes; pues el conocimiento parece ser de las cosas permanentes e inamovibles, aunque [30] uno adquiera un conocimiento parco, y siempre que no se produzca un gran cambio por efecto de una enfermedad o de alguna otra cosa semejante; de igual manera también la virtud, v.g.: la justicia y la templanza y cada una de las cosas por el estilo no parecen ser fácilmente mudables ni susceptibles de cambio. Se llaman [35] disposiciones, en cambio, aquellas cosas que son fácilmente mudables y cambian con rapidez, v.g.: el calor y el enfriamiento y la enfermedad y la salud y todas las demás cosas de este tipo; en efecto, el hombre se halla en una cierta disposición en virtud de estas cosas, y pasa rápidamente de estar caliente a ponerse frío, y de estar sano a enfermar; de la misma manera también [9 a ] en las demás cosas, a no ser que alguna de estas mismas, al cabo de mucho tiempo, llegue ya a hacerse natural e irremediable o totalmente inamovible, en cuyo caso quizá alguien la llamaría ya estado. En todo caso, es manifiesto que se tiende a llamar estado a aquellas cosas que son más duraderas e inamovibles: en efecto, [5] los que no dominan totalmente los conocimientos, sino que son fácilmente mudables al respecto, no se dice que posean un estado, si bien se hallan en una cierta disposición, peor o mejor, respecto al conocimiento. Así que el estado difiere de la disposición en que ésta es [10] fácilmente mudable y aquél más duradero e inamovible. Por otro lado, los estados son también disposiciones, mientras que las disposiciones no son necesariamente estados: en efecto, los que poseen ciertos estados también se hallan, en virtud de ellos, en una cierta disposición; los que se hallan en una disposición, por el contrario, no poseen también en todos los casos un estado.

Otro género de cualidad es aquel por el que llamamos a algunos pugilistas, o corredores, o sanos, o enfermos, [15] y, en resumen, cuanto se dice según una capacidad o incapacidad natural. En efecto, cada una de estas cosas no se dice por hallarse en una cierta disposición, sino por tener capacidad natural para hacer algo con facilidad o para no padecer nada; v.g.: los pugilistas o corredores se llaman así, no por hallarse en una cierta [20] disposición, sino por tener capacidad natural para hacer algo con facilidad, y se llaman sanos por tener capacidad natural para no padecer fácilmente nada por efecto de lo que les sobrevenga, y enfermos por tener incapacidad para no padecer nada. Algo semejante ocurre también con lo duro y lo blando: en efecto, lo duro se llama así por tener la capacidad de no ser dividido [25] fácilmente, y lo blando por tener la incapacidad de eso mismo.

Un tercer género de cualidad lo constituyen las cualidades afectivas y las afecciones: son tales, por ejemplo, [30] la dulzura, la amargura, la acritud y todas las cosas del mismo género, como también el calor y el frío y la blancura y la negrura. Que éstas, pues, son cualidades, es manifiesto: en efecto, aquellas cosas que las poseen se llaman cuales por sí mismas; v.g.: la miel, por poseer dulzura, se llama dulce, y el cuerpo se llama blanco [35] por poseer blancura; de igual manera ocurre también con las demás 38 . Se llaman cualidades afectivas, no porque las cosas mismas que poseen las cualidades se vean afectadas en algo; en efecto, ni la miel se llama dulce [9 b ] por verse afectada en algo, ni ninguna de las otras cosas de este tipo; de forma semejante a esto, también el calor y el frío se llaman cualidades afectivas, no porque las cosas mismas que las poseen se vean afectadas en algo, sino que, por el hecho de que cada una de las [5] cualidades mencionadas es productora de una afección en los sentidos, es por lo que se llaman cualidades afectivas: en efecto, la dulzura produce una cierta afección en el gusto, y el calor en el tacto, y de manera semejante las demás. En cambio, la blancura y la negrura y [10] los demás colores no se llaman cualidades afectivas del mismo modo que las mencionadas, sino por originarse ellas a partir de una afección. Así, pues, es evidente que por medio de una afección se originan muchos cambios de colores: en efecto, uno al avergonzarse se suele poner rojo, al tener miedo, pálido, y así en cada una de las cosas de este tipo; de modo que, si alguien [15] experimenta por naturaleza alguna de tales afecciones, es verosímil que tenga un color semejante: en efecto, cualquier disposición de la envoltura corporal que se produzca momentáneamente en uno al avergonzarse, también podría producirse por la constitución natural, de modo que por naturaleza se daría también un color semejante.

Así, pues, todas las circunstancias de este tipo que [20] se originan a partir de afecciones inamovibles y permanentes se llaman cualidades: en efecto, si la palidez o la negrura se dan en la constitución natural, se llaman cualidades —pues en virtud de éstas somos llamados tales o cuales —; y si circunstancialmente, por una larga enfermedad o calor ardiente 39 , sobreviene una palidez [25] o una negrura, y no se retiran fácilmente o incluso permanecen de por vida, también se llaman cualidades: en efecto, de manera semejante somos llamados tales o cuales en virtud de éstas. En cambio, todo lo que se origina a partir de cosas que se descomponen fácilmente y se retiran con rapidez, se llaman afecciones: en efecto, [30] nadie es llamado tal o cual en virtud de estas cosas; pues, ni del que se sonroja al avergonzarse se dice que es de color rojo, ni del que palidece por tener miedo se dice que es de color pálido, sino más bien que ha sido afectado en algo; de modo que las cosas de este tipo se llaman afecciones, no cualidades.

De forma semejante a lo anterior, también en el [35] alma se habla de cualidades afectivas y de afecciones. Y, en efecto, todas las cosas que se originan ya en el nacimiento, a partir de ciertas afecciones, se llaman cualidades, [10 a ] v.g.: el arrebato de locura y la cólera y las cosas por el estilo: pues en virtud de éstas son llamados 40 tales o cuales, coléricos y locos. De modo semejante también todas aquellas perturbaciones no naturales, sino originadas a partir de otras circunstancias cualesquiera, difíciles de eliminar o incluso totalmente inamovibles, [5] son también, como tales, cualidades: pues en virtud de éstas son llamados 40 tales o cuales. En cambio, todo lo que se origina a partir de cosas que cesan rápidamente se llama afecciones, como el caso en que alguien, al sentirse afligido, está más colérico: en efecto, aquel que está más colérico con una afección de ese tipo no se llama colérico 41 , sino que más bien se dice de él que ha sido afectado en algo; de modo que las [10] cosas de este tipo se llaman afecciones, no cualidades.

Un cuarto género de cualidades es la figura y la forma que envuelve a cada cosa, y además la derechura y la curvatura y cualquier posible cosa del mismo tipo: pues en cada una de estas cosas se habla de un cierto cual; en efecto, por ser triangular o cuadrangular se dice de algo que es tal o cual, así como por ser recto o curvo. Y cada cosa se llama tal o cual según la forma. [15] Lo raro y lo denso, lo rugoso y lo liso, podría parecer que significan tal o cual, pero las cosas de este tipo, probablemente, quedan al margen de la división de lo cual: en efecto, cada una de ellas parece indicar más bien una posición de las partes; pues algo es denso por [20] estar las partes próximas unas a otras, raro por estar separadas unas de otras; y liso por yacer de algún modo las partes en línea recta, rugoso por sobresalir una parte y estar hundida otra. Así, pues, quizá pueda aparecer [25] algún otro tipo de cualidad, pero los que se llaman así con más propiedad son todos estos.

Son cualidades, pues, las mencionadas, y son cuales las cosas que se dicen parónimamente 42 de acuerdo con aquéllas o cuanto se dice de alguna otra manera a partir de ellas. Así, pues, en la mayoría y prácticamente en la totalidad de los casos, se dicen parónimamente, v.g.: [30] de la blancura, el blanco, y del conocimiento gramatical, el gramático, y de la justicia, el justo, y de la misma manera en los demás casos. Pero en algunos, por no haber nombres para las cualidades, no es posible nombrar parónimamente a partir de ellas; v.g.: el corredor o el pugilista, que se llaman así de acuerdo con una facultad, no se dicen parónimamente a partir de ninguna [35] cualidad: en efecto, no hay nombres para las facultades [10 b ] de acuerdo con las cuales éstos son llamados tales o cuales, así como sí los hay para los conocimientos según los cuales se llaman pugilistas o aptos para la palestra [5] los que tienen disposición para ello: en efecto, se habla de un conocimiento pugilístico y un conocimiento de la palestra, y los bien dispuestos para ellos son parónimamente llamados tales o cuales a partir de esos conocimientos. Algunas veces también, aun habiendo nombre para la cualidad, lo llamado tal o cual de acuerdo con ella no se dice parónimamente, v.g.: el honesto no se llama así a partir de la virtud 43 : en efecto, el honesto se llama así por tener virtud, pero no parónimamente a partir de virtud; con todo, esto no se da [10] en muchos casos. Así, pues, se llaman tales o cuales las cosas que se dicen parónimamente a partir de las cualidades mencionadas, o de cualquier otra manera a partir de ellas.

Se da también la contrariedad en lo cual, v.g.: la justicia es lo contrario de la injusticia, y la blancura de la negrura, y de igual manera lo demás, así como las cosas que se llaman tales o cuales de acuerdo con [15] ellas 44 , v.g.: lo injusto respecto a lo justo y lo blanco respecto a lo negro. Pero no en todos los casos ocurre tal cosa: en efecto, de lo rojo intenso o de lo pálido, o de los colores por el estilo, no hay ningún contrario, aun siendo cuales. Además, si uno de los contrarios es cual, también el que queda será cual. Esto es evidente [20] para el que examine las demás predicaciones, v.g.: si la justicia es lo contrario de la injusticia, y la justicia es cual, también lo es la injusticia: en efecto, ninguna de las otras predicaciones encaja en la injusticia, ni lo cuanto, ni lo respecto a algo, ni el donde, ni, en conjunto, ninguna de las cosas de este tipo, a no ser lo cual; de la misma manera también en las demás cosas [25] contrarias según lo cual.

Los cuales admiten también el más y el menos: en efecto, una cosa se llama más o menos blanca que otra, y una más justa que otra. Y lo mismo puede tomar incremento: en efecto, siendo blanco, puede hacerse aún más blanco; pero no todas las cosas, sino la mayoría: es, en efecto, muy dudoso si una justicia se puede decir [30] que lo sea más que otra 45 , y algo semejante ocurriría con las demás disposiciones. Pues algunos discuten acerca de estas cosas: declaran, en efecto, que una justicia no se dice en absoluto que lo sea más o menos que otra justicia, ni una salud más o menos que otra salud, [35] pero que, con todo, uno tiene menos salud que otro, y uno menos justicia que otro, y de igual manera el [11 a ] conocimiento gramatical y las demás disposiciones. Pero, en cualquier caso, lo que se dice de acuerdo con estas 〈cualidades〉 admite, indiscutiblemente, el más y el menos: en efecto, uno se dice más letrado que otro, y más justo y más sano, y de igual manera en los otros casos. [5] En cambio, lo triangular y lo cuadrangular no parecen admitir el más, como tampoco ninguna de las otras figuras: en efecto, todas las cosas que admiten el enunciado del triángulo 46 o el del círculo son igualmente triángulos o círculos, y, de las que no lo admiten, ninguna [10] se dirá que lo es más que la otra; pues el cuadrado no es en absoluto más círculo que el rectángulo: en efecto, ni uno ni otro admiten el enunciado del círculo. En resumen, si ninguno de los dos admite el enunciado de lo previamente establecido, ninguno se llamará así más que el otro. Así, pues, no todos los cuales admiten el más y el menos.

[15] Ninguna, pues, de las cosas mencionadas es exclusiva de la cualidad; en cambio, lo semejante y lo desemejante se dicen sólo de las cualidades: en efecto, una cosa no es semejante a otra más que en la medida en que es tal o cual. De modo que será exclusivo de la cualidad el que se diga en relación con ella lo semejante y lo desemejante.

[20] No hay que inquietarse porque alguien nos diga que, habiendo hecho una exposición acerca de la cualidad hayamos contado en ella muchas de las cosas que son respecto a algo: en efecto, los estados y las disposiciones están entre lo que es respecto a algo. Pues en casi todas las cosas de este tipo los géneros se dicen respecto a algo; de las singulares 47 , en cambio, ninguna; en el caso del conocimiento, en efecto, que es un género, [25] aquello mismo que es se dice de otra cosa —pues el conocimiento se dice de algo—. De las singulares 47 , en cambio, ninguna se dice de otra en aquello mismo que es, v.g.: el conocimiento gramatical no se llama conocimiento gramatical de algo, ni el conocimiento musical, conocimiento musical de algo, sino que, en todo [30] caso, estas cosas se pueden decir respecto a algo con arreglo al género, v.g.: el conocimiento gramatical se llama conocimiento de algo, no conocimiento gramatical de algo, y el conocimiento musical, conocimiento de algo, no conocimiento musical de algo; de modo que las cosas singulares no son respecto a algo. Ahora bien, nos llaman tales o cuales por las singularidades: en efecto, son éstas las que poseemos: pues nos llaman conocedores por tener alguno de los conocimientos singulares; de [35] modo que también las singularidades por las que se nos llama tales o cuales son cualidades; pero no son respecto a algo.

Además, si acontece que la misma cosa es cual y respecto a algo, no tiene nada de absurdo que se la cuente en ambos géneros *** 48 .

9. Actividad y pasividad

También el hacer y el padecer admiten contrariedad [11 b ] y el más y el menos: en efecto, calentar es contrario de enfriar, y calentarse, de enfriarse, y gozar, de afligirse; de modo que admiten contrariedad. Y también el más y el menos: en efecto, es posible calentar más o menos, [5] y calentarse más o menos, y afligirse más o menos; así, pues, el hacer y el padecer admiten el más y el menos *** 49 .

[10] [Así, pues, esto es todo lo que se puede decir sobre estas cosas; al tratar de lo respecto a algo se ha dicho también, sobre el hallarse situado, que se dice parónimamente a partir de las posiciones. Sobre el resto, a saber, el cuando y el donde y el estar, por ser obvios, no se dice nada más de cuanto se dijo al principio, a saber, que el estar significa ir calzado, ir armado; el [15] donde, por ejemplo, en el Liceo; y cuantas otras cosas se dijeron sobre ello.]

10. Los opuestos

[Así, pues, sobre los géneros propuestos es suficiente lo ya dicho; en cambio, sobre los opuestos hay que decir de cuántas maneras acostumbran a oponerse.]

De cuatro maneras se dice que una cosa se opone a otra: o bien como lo respecto a algo, o bien como los contrarios, o como privación y posesión 50 , o como afirmación [20] y negación. Para decirlo con un ejemplo, cada una de las cosas de este tipo se opone: como lo respecto a algo, v.g.: lo doble a la mitad; como los contrarios, v.g.: lo malo a lo bueno; como privación y posesión, v.g.: la ceguera a la vista; como afirmación y negación, v.g.: está sentado — no está sentado.

Así, pues, todas las cosas que se oponen como lo respecto [25] a algo, se dicen, aquello que ellas mismas son, de sus opuestas, o bien se relacionan de alguna otra manera con éstas; v.g.: lo doble, aquello que es en sí mismo, se llama doble de la mitad; y el conocimiento se opone a lo cognoscible como lo respecto a algo, y lo que el conocimiento es en sí mismo se dice de lo cognoscible; también lo cognoscible, aquello que es en sí mismo, se dice respecto al conocimiento como su opuesto: pues lo cognoscible se llama cognoscible para algún [30] conocimiento.

Así, pues, todas las cosas que se oponen como lo respecto a algo, aquello que son ellas mismas, se dicen de sus opuestas, o bien se relacionan de alguna otra manera las unas con las otras; en cambio, las que se oponen como contrarias de ningún modo se dicen, aquello que son ellas mismas, la una respecto a la otra; sin embargo, se llaman contrarias una de otra: [35] en efecto, ni lo bueno se llama bueno de lo malo, sino contrario de lo malo, ni lo blanco se dice blanco de lo negro, sino contrario de lo negro. De modo que estas oposiciones difieren entre sí.

En todos aquellos contrarios tales que uno de ellos [12 a ] necesariamente se ha de dar en aquellas cosas en las que surgen por naturaleza o de las cuales se predican dichos contrarios, no hay ningún intermedio entre ellos 51 , v.g.: la enfermedad y la salud surgen por naturaleza en el cuerpo del animal, y es necesario que una [5] u otra se dé en el cuerpo del animal, bien la enfermedad, bien la salud; igualmente, lo impar y lo par se predican del número, y es necesario que uno u otro se dé en el número, bien lo impar, bien lo par; y no hay ningún intermedio entre ellos, ni entre la enfermedad y la salud ni entre lo impar y lo par. En cambio, en [10] aquellos en que no es necesario que se dé uno u otro, hay un intermedio entre ellos, v.g.: lo negro y lo blanco surgen por naturaleza en el cuerpo, y no es necesario que uno de ellos se dé en el cuerpo —en efecto, no todo [15] es o blanco o negro—; y lo deshonesto y lo honesto se predican, no sólo del hombre, sino de muchas otras cosas, y no es necesario que lo uno o lo otro se dé en aquello de lo que se predica: pues no todo es deshonesto u honesto. Y hay algún intermedio entre ellos, v.g.: de lo blanco y lo negro, lo gris y lo pálido y todos los demás colores; y de lo deshonesto y lo honesto, lo [20] que no es ni deshonesto ni honesto. Así, pues, en algunos casos hay nombre para los intermedios, como lo gris y lo pálido entre lo blanco y lo negro; en otros casos no es fácil expresar el intermedio con un nombre, y el intermedio se define con la negación de ambos [25] extremos, v.g.: lo que no es bueno ni malo y lo que no es justo ni injusto.

La privación y la posesión se dicen acerca de la misma cosa, v.g.: la vista y la ceguera, acerca del ojo; para decirlo en general, cada una de ellas se dice acerca de aquello en lo que surge por naturaleza la posesión. Entonces decimos que cada cosa está privada de las cosas [30] susceptibles de posesión cuando éstas no se dan de ningún modo en aquello en lo que es natural que se den y cuando es natural que se den; en efecto, llamamos desdentado no al que no tiene dientes, y ciego no al que no tiene vista, sino al que no lo tiene cuando es natural que lo tenga: pues algunas cosas carecen desde el nacimiento de vista y de dientes, pero no se llaman [35] desdentadas ni ciegas. El estar privado de y el poseer un estado no es privación y posesión: en efecto, posesión es la vista, privación la ceguera, pero el tener vista no es la vista, ni el ser ciego es la ceguera; pues la ceguera es una privación, y el ser ciego es estar privado, no una privación. Además, si fuera la ceguera lo mismo [40] que ser ciego, ambas cosas se predicarían sobre lo mismo: en cambio, el hombre se llama ciego, pero de ninguna manera se llama ceguera. También estas cosas, [12 b ] el estar privado de y el poseer un estado, parecen oponerse como privación y posesión; pues el tipo de oposición es el mismo: en efecto, así como la ceguera se opone a la visión, así también el ser ciego se opone al [5] tener vista.

Lo que queda bajo la afirmación y la negación no es afirmación y negación: pues la afirmación es un enunciado afirmativo y la negación un enunciado negativo, mientras que nada de lo que queda bajo la afirmación y la negación es un enunciado. Con todo, se dice que [10] también estas cosas se oponen recíprocamente como una afirmación y una negación; pues también en éstas el tipo de oposición es el mismo: en efecto, así como a veces la afirmación se opone respecto a la negación, v.g.: está sentado — no está sentado, así también se [15] opone el hecho que hay bajo cada una de ellas, a saber, el estar sentado - no estar sentado.

Que la privación y la posesión no se oponen como lo respecto a algo es manifiesto: en efecto, aquello que es cada una en sí misma no se dice de la opuesta; pues la vista no es la vista de la ceguera, ni se dice con respecto a ella de ninguna otra manera; del mismo modo, tampoco la ceguera se llamaría ceguera de la vista, sino [20] que la ceguera se llama privación de la vista. Además, todo lo respecto a algo se dice respecto a cosas recíprocas, de modo que también la ceguera, si fuera de lo respecto a algo, sería recíproca de aquello con respecto a lo que se dice: pero no es recíproca, pues la vista no [25] se llama vista de la ceguera.

Que tampoco se oponen como los contrarios las cosas que se dicen según privación y posesión, es evidente a partir de lo que sigue. En efecto, de los contrarios en los que no hay ningún intermedio es necesario que uno u otro se dé siempre en aquellas cosas en las que surge por naturaleza o de las cuales se predica: en efecto, [30] no hay ningún intermedio entre aquellos de los que uno u otro es necesario que se dé en la cosa capaz de admitirlos, como en el caso de la enfermedad y la salud, y lo impar y lo par; en cambio, de aquellos entre los que hay un intermedio nunca es necesario que uno u otro se den en cada cosa: en efecto, no es necesario que toda cosa que pueda serlo sea blanca o negra, ni caliente o fría, pues nada impide que entre éstos haya [35] un intermedio; además, hay un intermedio entre aquellos de los que no es necesario que uno u otro se dé en la cosa capaz de admitirlos, a no ser en aquellas cosas en las que se da por naturaleza sólo uno 52 , v.g.: en el fuego, el ser caliente, y, en la nieve, el ser blanca; en estos casos es necesario que uno de los dos se dé de [40] manera definida, y no cualquiera de ellos al azar: pues el fuego no admite el ser frío, ni la nieve el ser negra; [13 a ] de modo que no es necesario que uno u otro se dé en cada cosa capaz de admitirlos, sino sólo en aquellas en las que por naturaleza se da uno solo, y entonces se da uno de manera definida, y no cualquiera de ellos al azar. En cambio, en el caso de la privación y la posesión nada de lo dicho es verdad: en efecto, ni es necesario que una de ellas se dé siempre en la cosa capaz [5] de admitirlas, pues a lo no dotado naturalmente para tener vista no se le puede llamar ciego ni con vista, de modo que estas cosas no serán de aquel tipo de contrarios entre los que no hay ningún intermedio; ni tampoco son de los que tienen un intermedio; pues es necesario que en toda cosa capaz de admitirlos se dé, [10] en un momento determinado, uno de ellos: en efecto, cuando haya algo dotado ya por naturaleza para tener vista, entonces se le llamará, o bien ciego, o bien con vista, y no una de las dos cosas de manera definida, sino cualquiera de ellas según sea de hecho: en efecto, no es necesario que sea ciego o con vista, sino cualquiera de las dos cosas según sea de hecho; en cambio, en el caso de los contrarios entre los que hay un intermedio, nunca es necesario que se dé uno u otro en cada cosa, sino sólo en algunas cosas, y, entonces, uno solo y de manera definida. Así que es evidente que de ninguna [15] manera se oponen como contrarios las cosas opuestas según la privación y la posesión.

Además, en el caso de los contrarios, habiendo una cosa capaz de admitirlos, es posible que se produzca un cambio recíproco, a no ser en algo en lo que se dé por naturaleza uno solo, como en el fuego el ser caliente: en efecto, también lo sano puede enfermar y lo [20] blanco volverse negro y lo frío caliente, y de lo honesto puede surgir lo deshonesto, y de lo deshonesto lo honesto: en efecto, el deshonesto, dirigido hacia unas formas de vida y unos juicios mejores, progresará, por poco que sea, en la dirección de ser mejor, y si una vez [25] hace un progreso, por pequeño que sea, está claro que, o bien podría acabar cambiando, o bien podría hacer un gran progreso: pues cada vez se mueve uno con más facilidad hacia la virtud, sea cual sea el progreso realizado desde un principio, de modo que es verosímil que haga cada vez más progresos; y siempre que esto [30] se produce acaba devolviéndole a uno al estado contrario, si el tiempo no se lo impide; en cambio, en el caso de la privación y la posesión es imposible que se produzca el cambio recíproco: en efecto, de la posesión a la privación se produce cambio, pero de la privación a la posesión es imposible, pues ni uno que se hubiera quedado ciego volvería a ver, ni el que fuera [35] calvo volvería a tener cabello, ni al desdentado le saldrían dientes.

Todo lo que se opone como afirmación y negación [13 b ] es manifiesto que no se opone de ninguno de los modos mencionados: pues sólo en estos casos es siempre necesario que lo uno sea verdadero y lo otro falso. En efecto, ni en los contrarios es siempre necesario que el [5] uno sea verdadero y el otro falso, ni en lo respecto a algo, ni en la posesión y la privación; v.g.: la salud y la enfermedad son contrarios, y ninguna de las dos es ni verdadera ni falsa; de igual manera también lo doble y la mitad se oponen como lo respecto a algo, y ninguno de ellos es ni verdadero ni falso; ni tampoco lo que es [10] según privación y posesión, v.g.: la vista y la ceguera; en resumen, nada de lo que se dice sin combinación ninguna es ni verdadero ni falso: y todo lo mencionado se dice sin combinación.

Tal cosa, sin embargo, podría parecer que acontece sobre todo en los contrarios que se dicen en combinación: en efecto, el que Sócrates esté sano es lo contrario [15] de que Sócrates esté enfermo; pero tampoco en estos casos es necesario que siempre una de las dos cosas sea verdadera y la otra falsa: pues, existiendo Sócrates, será verdadero lo uno y falso lo otro, pero, no existiendo, ambas cosas serán falsas: en efecto, ni el que Sócrates esté enfermo ni el que esté sano son verdad si, en definitiva, [20] no existe el mismo Sócrates. En el caso de la privación y la posesión, en cambio, si no existe 53 , ninguna de las cosas es verdadera, pero, existiendo 53 , no siempre es verdadera una de las dos: en efecto, el que Sócrates tenga vista se opone a que Sócrates sea ciego como privación y posesión, y, existiendo 53 , no necesariamente ha de ser una de ambas cosas verdadera o falsa, pues, en caso de que no tenga en modo alguno la capacidad [25] natural, ambas serán falsas 54 ; y, no existiendo Sócrates, también serán falsas ambas cosas, que tenga vista y que sea ciego. En el caso, en cambio, de la afirmación y la negación, tanto si existe como si no existe 53 , siempre lo uno es verdadero y lo otro falso: en efecto, [30] entre que Sócrates esté enfermo y que Sócrates no esté enfermo, si él existe, está claro que una de las dos cosas será verdadera o falsa, y de manera parecida si no existe: pues el que esté enfermo, si no existe, es falso, y, en cambio, el que no esté enfermo es verdadero; de modo que sólo de estas cosas será propio que siempre una de ellas sea verdadera o falsa, a saber, todo lo que [35] se opone como afirmación y negación.

11. Los contrarios

Lo contrario de lo bueno es necesariamente malo: esto es evidente mediante la comprobación en los casos singulares, v.g.: de la salud, la enfermedad, y de la justicia, [14 a ] la injusticia, y de la valentía, la cobardía, y de manera semejante en los demás casos; en cambio, lo contrario de lo malo unas veces es bueno y otras veces malo: en efecto, de la deficiencia, que es un mal, lo contrario es el exceso, que también es un mal; de manera semejante, el término medio, que es un bien, es contrario de ambos. Tal cosa, sin embargo, la verá uno [5] en pocos casos, mientras que, en la mayoría, lo contrario de lo malo es lo bueno.

Además, en los contrarios no es necesario que, si existe uno de los dos, exista también el restante: en efecto, estando todos sanos, existirá la salud y la enfermedad no; de manera semejante, siendo todo blanco, existirá la blancura y la negrura no. Además, si el que [10] Sócrates esté sano es lo contrario de que Sócrates esté enfermo, no cabe la posibilidad de que ambas cosas se den a la vez en el mismo, y no podría ser que, existiendo uno de los contrarios, existiera también el restante: pues, siendo verdad que está sano Sócrates, no será verdad que Sócrates esté enfermo.

[15] Es evidente que los contrarios surgen por naturaleza en torno a una cosa idéntica, bien en especie, bien en género: en efecto, la enfermedad y la salud surgen en el cuerpo del animal, la blancura y la negrura en el cuerpo simplemente, la justicia y la injusticia en el alma. Y es necesario que todos los contrarios estén, o en el mismo género, o en géneros contrarios, o que sean géneros [20] ellos mismos: en efecto, lo blanco y lo negro están en el mismo género —pues su género es el color—, mientras la justicia y la injusticia están en géneros contrarios— pues el género de aquélla es la virtud, el de ésta, el vicio—, y lo bueno y lo malo no están en un [25] género, sino que ellos mismos vienen a ser géneros de algunas cosas.

12. Lo anterior

Una cosa se llama anterior a otra de cuatro maneras: primera y principalmente según el tiempo, con arreglo al cual una cosa se dice más vieja y más antigua que otra —pues algo se dice más viejo y más antiguo [30] por existir durante más tiempo—; en segundo lugar, por no ser reversible y por la implicación de existencia, como, por ejemplo, uno es anterior a dos: pues de que existan dos se sigue inmediatamente que existe uno, mientras que, existiendo uno, no es necesario que existan dos, de modo que la implicación de que exista el resto no se da de manera reversible a partir de uno, y parece ser anterior una cosa tal que, a partir de ella, no se dé de forma reversible la implicación de existencia. [35] En tercer lugar, algo se llama anterior según un cierto orden, como en el caso de los conocimientos y los discursos: en efecto, en los conocimientos demostrativos [14 b ] se da lo anterior y lo posterior por el orden, pues los elementos son anteriores a las figuras 55 por el orden, y en el caso del arte de leer y escribir, las letras 56 son anteriores a las sílabas; y de manera semejante en los discursos, pues la introducción es anterior a la exposición por el orden. Además, aparte de lo dicho, parece que lo mejor y lo más valioso es anterior por naturaleza: la mayoría acostumbra a decir que los más [5] apreciados y queridos por ellos están antes que los demás; este tipo es ciertamente el más raro.

Así, pues, todos éstos son los modos en que se habla de lo anterior. Podría parecer también que, aparte de [10] los mencionados, hay otro tipo de anterior: en efecto, de entre las cosas reversibles según la implicación de existencia podría verosímilmente decirse que la causa de la existencia de cualquier otra cosa es anterior por naturaleza. Que hay cosas de este tipo, es evidente: en [15] efecto, el que exista un hombre es reversible, según la implicación de existencia, con el juicio verdadero acerca de ello, pues, si existe un hombre, es verdadero el juicio en el que decimos que existe un hombre; y viceversa, pues, si es verdadero el juicio en el que decimos que existe un hombre, existe un hombre; pero el juicio verdadero no es en modo alguno causa de que se dé el hecho, mientras que el hecho parece de alguna manera [20] la causa de que el juicio sea verdadero: en efecto, por darse o no darse el hecho es por lo que el juicio se llama verdadero o falso. Así que una cosa se dirá anterior a otra de cinco maneras.

13. Lo simultáneo

Simultáneo se dice, sin más y principalmente, de aquellas cosas cuya realización tiene lugar al mismo [25] tiempo: en efecto, ninguna de ellas es anterior ni posterior; éstas se llaman simultáneas según el tiempo. Son simultáneas por naturaleza todas las cosas reversibles según la implicación de existencia, ninguna de las cuales es en modo alguno causa de la existencia de la [30] otra, como en el caso de lo doble y la mitad: en efecto, éstos son reversibles, pues al existir lo doble existe la mitad, y al existir la mitad existe lo doble, y ninguno de ellos es causa de la existencia del otro. También las cosas procedentes por división del mismo género en mutua oposición se llaman simultáneas. Se dice que proceden por división en mutua oposición las cosas que [35] se dan en una misma división, v.g.: lo alado respecto a lo pedestre y lo acuático; en efecto, estas cosas proceden por división en mutua oposición siendo del mismo género: pues el animal se divide en estas cosas, en lo alado, lo pedestre y lo acuático, y ninguna de ellas [15 a ] es anterior o posterior, sino que parecen ser simultáneas por naturaleza: (cada una de éstas, a saber, lo pedestre, lo alado y lo acuático, podría dividirse a su vez en especies). Así, pues, serán también simultáneas por naturaleza todas aquellas cosas que proceden de [5] un mismo género en la misma división; pero los géneros son siempre anteriores a las especies: en efecto, no son reversibles según la implicación de existencia; v.g.: existiendo el acuático, existe el animal, mientras que, existiendo el animal, no necesariamente existe el acuático. Así, pues, se llaman simultáneas por naturaleza todas las cosas que son reversibles según la implicación [10] de existencia, ninguna de las cuales es en modo alguno causa de la existencia de la otra, y también las que proceden por división, en mutua oposición, de un mismo género; pero son simultáneas sin más aquellas cuya realización tiene lugar al mismo tiempo.

14. El movimiento

Hay seis especies de movimiento: generación, destrucción, aumento, disminución, alteración, cambio de lugar. Así, pues, está claro que unos y otros movimientos son distintos entre sí: en efecto, la generación no es [15] destrucción, ni el aumento disminución, ni el cambio de lugar [...] 57 , y de la misma manera también los otros; el caso de la alteración, con todo, plantea una dificultad, a saber, si no será en alguna ocasión necesario que lo alterado se altere según alguno de los restantes movimientos. Pero esto no es verdad: en efecto, [20] al alterarnos, en virtud de casi todas las afecciones, o de la mayoría de ellas, esto nos sobreviene sin participar de ninguno de los otros movimientos; pues no es necesario que aumente lo que se mueve en virtud de una afección, ni tampoco que disminuya, y de igual manera en los otros casos, de modo que la alteración será distinta de los otros movimientos; en efecto, si [25] fuese idéntica, lo alterado debería también inmediatamente aumentar o disminuir o implicar alguno de los demás movimientos: pero esto no es necesario. Como tampoco lo es que lo aumentado, o lo movido según cualquier otro movimiento, se altere; sino que hay algunas cosas que aumentan y no se alteran; v.g.: el [30] cuadrado aumenta al incorporarle un gnomon 58 , y no queda en absoluto alterado; de igual manera también en los otros casos de este tipo. Así que los movimientos serán distintos entre sí.

De manera absoluta, el movimiento es contrario al [15 b ] reposo; entre los movimientos singulares, en cambio, lo contrario de la generación es la destrucción, y, del aumento, la disminución; en cuanto al cambio de lugar, parece oponérsele al máximo el reposo en un lugar y, [5] en todo caso, el camino hacia el lugar contrario, v.g.: al movimiento hacia abajo, el movimiento hacia arriba, y, al movimiento hacia arriba, el movimiento hacia abajo. En cuanto al movimiento restante, entre los explicados, no es fácil indicar cuál podría ser su contrario, sino que, al parecer, no tiene ningún contrario, a no ser que alguien opusiera también en su caso el [10] reposo según lo cual 59 , o bien el cambio hacia lo contrario de lo cual 60 , como ocurre, en el caso del cambio de lugar, con el reposo en un lugar o el cambio hacia el lugar contrario: en efecto, la alteración es un cambio según lo cual: de modo que al 〈movimiento según lo cual 〉 61 se le opone el reposo según lo cual 〈o〉 61 el cambio a lo contrario de lo cual, como el volverse blanco [15] respecto al volverse negro: en efecto, al producirse el cambio, se altera hacia lo contrario de lo cual.

15. El tener

El tener 62 se dice de varias maneras: o bien, en efecto, como estado y disposición o alguna otra cualidad —pues se dice de nosotros que tenemos conocimiento y virtud—; o como cuanto, v.g.: el tamaño que viene a tener uno —pues se dice que tiene un tamaño [20] de tres codos, o de cuatro codos—; o como lo que rodea el cuerpo, v.g.: un manto o una túnica; o como lo que está en una parte del cuerpo, v.g.: un anillo en la mano; o como una parte del cuerpo, v.g.: una mano o un pie; o como en un recipiente, v.g.: la medida 〈contiene〉 los granos de trigo o la vasija el vino: en efecto, se dice [25] que la vasija tiene vino, y la medida, granos de trigo; así, pues, estas cosas se dice que tienen a otras como en un recipiente; o se dice el tener como una adquisición: pues se dice de nosotros que tenemos una casa y un campo. También se dice de nosotros que tenemos una mujer, y, de la mujer, que tiene un hombre; pero el recién mencionado parece ser el modo más raro de tener: en efecto, con tener mujer no queremos significar [30] otra cosa más que el estar casado. Quizá pueda parecer que hay también algunos otros modos de tener, pero casi todos los que se suelen decir han sido enumerados.


1 Como es sabido, los títulos de los diversos escritos escolares de Aristóteles (también llamados «escritos esotéricos», o de uso interno) responden al criterio de los sucesivos editores y comentadores, empezando por el primero conocido: Andrónico de Rodas.

1 bis Lógos. La imprecisión terminológica de Aristóteles (v., infra, n. 5) ha dado pie a una gran oscilación en la traducción de este término, que el propio Aristóteles, en el cap. 4 del tratado Sobre la interpretación, define, simplemente, como «voz de significación compleja», o sea, «divisible en partes con significado propio». Lo cierto es que lógos puede llegar a significar definición (en este caso, p. ej.) e, incluso, razonamiento. Pero preferimos la traducción, más neutra, de enunciado, que tiene la «ventaja» de poseer la misma ambigüedad que el correspondiente término griego, y no deja lugar a dudas, en el lector interesado en una lectura bilingüe, sobre cuál es el término griego así vertido.

2 Subrayamos (a veces, si son adjetivos, nos limitamos a anteponer el artículo neutro ‘lo’) los términos no simplemente usados, aunque tampoco exclusivamente mencionados (ver Introducción General al Órganon ). Por otro lado, en este primer capítulo, nos vemos obligados a traducir zôion por «vivo» para salvar su predicabilidad acerca de ‘retrato’, sin lo que el juego de homónimos y sinónimos que Aristóteles establece quedaría roto. En lo sucesivo se le dará su traducción habitual de «animal» o «ser vivo», según el contexto.

3 La expresión griega ptôsis (lit.: «caída») se suele traducir, a partir de su equivalente latino (casus), por «caso». Pero Aristóteles no entiende exclusivamente por ptôseis las distintas formas de la flexión nominal (casos de la declinación), sino cualquier conjunto de formas derivadas de un mismo lexema. (Cf. H. BONITZ , Index Aristotelicus, Berlín, 1870, 1955, ad. loc.)

4 Obsérvese que, en ambos ejemplos, no se trata realmente de unos términos derivados de otros, sino de pares de términos derivados de un tercer término más simple (grammatikós y grammatikḗ de grámma; andreía y andreîos de andrós). La raíz del error aristotélico es su desconocimiento de la posibilidad de aislar y manejar independientemente los lexemas de los términos como bases de toda derivación o composición léxica; en lugar de ello, tiende a tomar como punto de partida los sustantivos, haciendo derivar de ellos los adjetivos: sigue, pues, no un criterio morfosintáctico, ni siquiera propiamente semántico, sino ontológico.

5 Conscientemente respetamos la vaguedad del légesthai («decirse», «llamarse») aristotélico, pues ello responde perfectamente, creemos, a la triple ambigüedad de su referencia. En efecto, ¿denota expresiones lingüísticas, objetos extralingüísticos o, lo que es más probable, unas y otros a la vez: objetos extralingüísticos en cuanto expresados lingüísticamente? En segundo lugar, descartando la referencia exclusiva a objetos reales: ¿se refiere a las expresiones como tales, como meras palabras, o bien a sus contenidos conceptuales? Por último, ¿hay que ver en la propia expresión légesthai un uso terminológico, es decir, con significado restringido por una definición, o bien un término genérico, del lenguaje cotidiano? Dada esta triple ambigüedad (que Aristóteles no resuelve porque ni siquiera la percibe como tal), que recorre en su totalidad el tratado de las Categorías, hay que descartar traducciones rotundas y excluyentes como la de Patricio de Azcárate («palabras»), o la de Eugen Rolfes («Worte»), o incluso la de Tricot («expressions»): es preferible a todas ellas la de Ackrill («things that are said»: «cosas que se dicen»), que conserva el sentido pregnante genuinamente aristotélico.

6 Esta expresión merece un comentario perfectamente simétrico al de la nota anterior: ni hace referencia a la realidad extralingüística ni a la mera expresión lingüística: su referente solapa ambos planos significativos (como lo revela el inmediato predicado verbal: légetai: «se dice»).

7 Cf. nota anterior y la propia explicación de Aristóteles unas líneas más abajo.

8 Aristóteles sustantiviza la expresión indefinida tis ánthrōpos (que no se puede, por ende, verter por «un hombre» sin más); el sentido de esta sustantivación no puede ser otro que el de expresar la concreción o individualidad (indefinida en cuanto indefinible) que en otros textos encuentra una formulación más genérica —y sintácticamente menos forzada— en el giro tò kath’hékaston.

9 Léase: «parte separable».

10 Como revela el ejemplo, el sujeto en el que está una cosa de este tipo no coincide con el sujeto del que se dice.

11 «Concreto» es, en este contexto, traducción también del indefinido individualizador tis, cuando el uso de «individual» (ver n. 8) no se ajusta a la norma lingüística castellana.

12 A saber, en la mente humana.

13 Katēgorêtai, de katēgoreîn (lit.: «acusar», «argüir»), término usual en el lenguaje judicial, de donde deriva «categoría» (lit.: «acusación» que se atribuye a alguien).

14 Damos la traducción literal (subrayada, para evitar equívocos) de los términos empleados por Aristóteles, para mejor reflejar el carácter preterminológico y funcional de los mismos, todavía no plenamente establecidos en su uso científico (es decir, unívoco y libre de connotaciones). En el orden en que aparecen en este texto, corresponden a las tradicionales expresiones: sustancia (entidad en nuestra versión), cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, hábito, acción y pasión.

15 El texto comprendido entre las dos llamadas de esta nota es, obviamente, una reiteración del anterior párrafo, por lo que ya Simplicio propuso su expunción.

16 En relación a otras especies inferiores.

17 Es decir, especie y género.

18 Ni primaria ni secundaria.

19 Es decir, en las entidades de las que forman parte.

20 Cf., supra, cap. 2, la24-25.

21 Es decir, aquello que se dice tomando a la entidad o la diferencia como predicados (nótese la oposición légesthai katà tinós = «decir sobre algo tomado como sujeto» / légesthai apò tinós = «decir a partir de algo tomado como predicado».

22 En el sentido explicado en el cap. 1.

23 Cf., supra, cap. 1.

24 Tóde ti, expresión pronominal deíctica frecuentemente sustantivada por el mismo Aristóteles (tò tóde ti) para referirse al carácter de concreción, a la vez formal y material, propio de la entidad.

25 Poión ti, expresión pronominal indefinida, literalmente empleada así por Aristóteles; de ordinario se traduce por «cualificación», para distinguir este uso de poión del habitual como categoría opuesta a la entidad, cantidad, etc., es decir, como «cualidad». La traducción literal, no terminológica, creemos que soslaya, con mayor fidelidad al pensamiento aristotélico, esa dificultad semántica.

26 Léase: «siempre idéntico a sí mismo», es decir, «invariable en su esencia» (carácter propio de la entidad).

27 Es decir, de las que admiten los contrarios.

28 Léase: «las superficies tienen un límite común: la línea».

29 Lit.: «el tiempo ahora».

30 Katà symbebēkós; en latín: per accidens.

31 A saber, el hecho de que lo cuanto admita contrarios.

32 La expresión aristotélica es aquí, sin duda, como señala Ackrill, descuidada: faltaría precisar, como en el ejemplo de lo «de dos codos», que una determinada longitud de tiempo, pongamos un día, no es más día que tal otro.

33 El verbo titheíē, aquí empleado, connota una cierta arbitrariedad inherente a la acción de establecer algo por propia iniciativa, sin tomarlo de lo ya establecido. Se suele oponer, en el vocabulario de la ilustración ateniense, thései (= «por arbitrio») a phýsei (= «por naturaleza»).

34 Es decir, las entidades.

35 Es decir, cuyo ser se agota en la pura relación.

36 Ver variante núm. 1: sin la suppletio propuesta por Ackrill (incomprensiblemente ignorada por Minio-Paluello), la lectura del pasaje es casi contradictoria con el resto del parágrafo, como puede constatarse en la versión de Tricot.

37 Aquí emplea ya Aristóteles un término con morfología de sustantivo, derivado por sufijación del pronombre poión: poiótēs.

38 Léase: «cualidades de este tipo».

39 Seguimos en este caso la lectura de Waitz y Minio-Paluello, con preferencia a la de Bekker, dando como aquéllos preferencia al códice Ambrosianus L 93 sobre el Marcianus 201.

40 Léase: «los hombres».

41 Léase: «de temperamento colérico».

42 Cf. cap. 1.

43 En griego: spoudaîos y aretḗ. El ejemplo no es adecuado en castellano, por cuanto existen los dos pares de parónimos: «virtud» - «virtuoso» y «honestidad» - «honesto».

44 Es decir, las cualidades.

45 En principio, el concepto platónico y aristotélico de justicia, representativo, en general, de todo el pensamiento éticopolítico griego, contiene la idea de «justeza», de ajustarse exactamente a los méritos y deméritos de alguien, no pareciendo, por consiguiente, ser susceptible del más y el menos.

46 El término griego tò trígōnon se puede considerar indistintamente como sustantivo, «el triángulo», y como adjetivo sustantivado, «lo triangular»; ambigüedad morfosintáctica que aparece en numerosos términos-clave de origen adjetival (tò agathón: «el bien» / «lo bueno»; tò átomcn: «el individuo» / «lo indivisible»; etc.).

47 Quiere decir: las cualidades concretas.

48 Según Minio-Paluello, aquí seguiría una laguna en el texto. En efecto, la transición entre el tratamiento de la cualidad, expuesto hasta ahora, y la referencia a la acción y la pasión, que sigue inmediatamente, parece demasiado abrupta y, sobre todo, falta el tratamiento de las categorías de lugar, tiempo, situación y hábito, que en la lista del cap. 4 aparecen antes que la acción y la pasión.

49 También aquí supone, con razón, Minio-Paluello la existencia de una laguna, mal suplida, además, por una mano posterior (la traiciona, sobre todo, el poco aristotélico uso del hypèr, «sobre (esto)...») con las siete líneas 11bl0-16, que quieren ser una transición-recapitulación para dar paso a los seis últimos capítulos, posiblemente añadidos aquí, tras sacarlos de otro lugar, por el editor correspondiente (quizá el propio Andrónico). El contenido de estos capítulos, poco acorde con el del texto precedente, ha dado pie a algunos comentadores para asignarles el título específico de Postpraedicamenta.

50 El término que aquí se emplea, héxis, es el mismo que en el cap. 8 traducíamos como «estado». De hecho, el traducirlo aquí por «posesión» sólo viene exigido en función de la necesaria oposición a «privación»; en el fondo, poseer una cualidad de forma habitual y hallarse en el estado correspondiente es exactamente lo mismo.

51 Minio-Paluello propone la supresión de la frase inmediatamente siguiente (12a2-4) por considerarla mera anticipación de 12a9-11 y ser más congruente con el contexto en esta segunda posición. Nuestra traducción prescinde, pues, aquí de ella, como también hace Ackrill.

52 Léase: «uno de los contrarios».

53 Léase: «Sócrates».

54 El ejemplo de un ser humano como Sócrates no es adecuado a la finalidad interpretativa aquí buscada, pues es obvio que todo ser humano normal tiene capacidad natural para la visión: debiera hablar mejor de un ser vivo sin precisar, tomado como sujeto común de las proposiciones opuestas.

55 En la geometría.

56 Lit.: «elementos» (stoicheîa), como en la frase anterior; pero la acepción concreta de «letras» es una de las más corrientes en el griego de la época.

57 Aquí parece faltar una palabra: ¿quizá alloíōsis, «alteración»?

58 El gnṓmōn es la figura geométrica engendrada por dos lados adyacentes de un paralelogramo o de un triángulo al desplazarse perpendicularmente a sí mismos y hacia el exterior de la figura original, a unas distancias inversamente proporcionales a sus longitudes respectivas: en el caso del cuadrado: , es decir, aumenta su tamaño, pero no se altera su cualidad de cuadrado. Su utilización en la geometría, y también en la aritmética, parece remontarse a los pitagóricos.

59 Es decir, la ausencia de alteración cualitativa.

60 Es decir, la adquisición de una cualidad contraria a la anteriormente adquirida.

61 Conjeturas de Minio-Paluello.

62 Échein, lit.: «tener». Es el término que usa Aristóteles para designar también la octava categoría, en cuyo caso se suele traducir por «estar» (= «poseer un estado»). Aquí, en cambio, tiene un sentido más genérico.

Tratados de lógica (Órganon) I

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