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II

¡Vaya viaje!

Cracovia, Polonia, 1922

Así que emprendí el viaje. ¡Vaya viaje!... Destino: Cracovia, Polonia, 1922. Pude llegar a las oficinas de Kolbe. Le dije:

– Señor Kolbe, fíjese que la Madre Teresa de Calcuta me habló de usted.

El franciscano me miró un tanto sorprendido y me preguntó que quién era esa madre. Me di cuenta del anacronismo y ya no insistí. Le pedí sólo un favor: Que me respondiera a una pregunta. Accedió y lancé mi cuestión:

– Señor Kolbe, ¿qué sentido tiene la vida de una persona que renuncia al mundo y se hace sacerdote o se encierra en un convento para seguir a un supuesto Dios? ¿No es eso más bien como una huida de los verdaderos problemas de la sociedad?

El señor Kolbe me miró todavía más sorprendido, sonrió y me dijo:

– ¿Ha oído hablar de Teresa de Lisieux? Quizá ella sepa responderle mejor que yo, aunque ya hace varios años que murió, cuando yo era un niño de tres o cuatro años.

– Gracias, señor Kolbe.

Ya afuera, me senté unos momentos. Estaba enojado. Aquellos monjes y monjas me estaban remitiendo a fuentes más antiguas y no me respondían... Pero... Bien, yo ya estaba metido en esto y no me iba a echar para atrás... Para descansar un poco seguí leyendo en mi libro la historia del fraile periodista...

En 1926 Kolbe se resintió de la tuberculosis. Le enviaron a Zakopane por segunda vez (ya había pasado allá un tiempo en recuperación). A él le parecía demasiado descanso.

En Grodno ya no cabían, pero cerca de Varsovia surgió una opción aceptable: Un terreno junto a la casa de un tal conde Lubecki. Kolbe acudió al sitio y colocó discretamente una estatuita de la Virgen. Luego pidió hablar con el administrador. Demasiado caro, más allá de sus posibilidades. Entonces intentó tratar con el dueño. Este, amable, mantuvo el mismo precio, y ya para despedirse le preguntó a Kolbe que qué hacía con la estatua aquella. El sacerdote le respondió que la dejara ahí... Al poco tiempo, el conde buscó al franciscano para venderle el predio a un precio simbólico... Kolbe solía recomendar a los colaboradores de su periódico: “...no empleen continuamente la palabra milagro o milagroso: los hechos hablan por sí mismos”.

Le llamará al lugar Niepokalanów, que en polaco significa Ciudad de la Inmaculada. Ahí construyó unos barracones ligeros para albergar sus máquinas y a sus frailes.

Aumentó la tirada de El Caballero y creció la ciudad de la Inmaculada. Llegó a disponer de una antena de radio. En 1930 eran alrededor de 100 franciscanos (poco antes de la segunda guerra mundial iban a ser más de 700).

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