Читать книгу Despertar leones - Айелет Гундар-Гошен - Страница 7

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Estaba pensando que nunca había visto una luna tan hermosa cuando atropelló a ese hombre. En el primer momento, después de haberlo atropellado, aún sigue pensando en la luna y sigue pensando en ella hasta que cesa de repente, como si se tratara del soplo de una vela. Oye abrirse la puerta del jeep y sabe que es él quien la está abriendo y él quien sale del vehículo. Pero ese dato se vincula muy remotamente con su cuerpo, como quien recorre con su lengua las encías después de la anestesia; todo está allí, pero diferente. Sus pies pisan el casquijo del desierto, oye un cjjjch cjjjch después de cada paso y ese sonido es la prueba de que está caminando. En algún lugar al final del próximo paso lo espera el hombre al que atropelló, un paso más y estará allí. El pie ya está en el aire, pero desacelera, intenta detener el último paso, el definitivo, tras el cual ya no podrá sino observar al hombre tirado al costado del camino. Si fuera posible congelar ese paso, pero obviamente es imposible congelarlo, así como es imposible congelar el momento previo, el momento en que el jeep golpeó al hombre que iba a pie. Y en cuanto a ese hombre, el peatón, recién el próximo paso habrá de revelar si aún es un hombre o ya es otra cosa, algo que de solo pensarlo congela la palabra en el aire, porque puede ser que tras el paso que dé descubra que el peatón ya no es tal, sino solo una cáscara, una cáscara rajada, y el hombre ya no está. Y si el hombre ya no es hombre, cuesta imaginar qué será del hombre que está de pie, temblando, el que no puede terminar de dar un simple paso. Qué será de él.

Despertar leones

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