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LIBRO OCTAVO.
LO INFINITO
CAPÍTULO I.
OJEADA SOBRE EL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA

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[1.] En las obras de filosofía trascendental publicadas de algunos años á esta parte, se emplean con mucha frecuencia las palabras infinito, absoluto, indeterminado, incondicional, haciéndolas representar un gran papel en la explicacion de los mas recónditos arcanos que ofrecerse puedan á la consideracion del hombre. Con ellas se combinan las de finito, relativo determinado, condicional; y de esta combinacion se pretende que ha de surgir el rayo de luz que disipe las tinieblas de las regiones filosóficas.

[2.] A pesar del mal uso que muchos hacen de semejantes palabras, preciso es confesar, que es consolador el hecho indicado por el mismo prurito de emplearlas. Este hecho es un esfuerzo del espíritu humano para levantarse del polvo en que le hundiera la impía escuela del pasado siglo.

[3.] ¿Qué era el mundo á los ojos de los falsos filósofos que precedieron á la revolucion francesa? un conjunto de materia, sujeta á movimiento por simples leyes mecánicas, cuya explicacion estaba dada pronunciando: ciega necesidad. ¿Qué era el espíritu humano? nada mas que materia. ¿Qué era el pensamiento? una modificacion de la materia. ¿En qué se diferenciaba la materia pensante de la no pensante? En un poco mas ó menos de sutileza, en una disposicion de átomos mas ó menos feliz. ¿Qué era la moral? una ilusion. ¿Qué eran los sentimientos? un fenómeno de la materia. ¿Cuál era el orígen del hombre? el de la materia; de un fenómeno ofrecido por una porcion de moléculas, que ahora se hallan en una disposicion y luego en otra muy diferente. ¿Hablabais de un destino mas allá del sepulcro? Se os contestaba con una desdeñosa sonrisa. ¿Pronunciabais la palabra religion? El desden aumentaba, se convertia en desprecio. ¿Recordabais la dignidad humana? Sí, se os otorgaba esta dignidad, con tal que os consideraseis como una graduacion mas perfecta, mas nó de distinta naturaleza, de los demás animales. No se os negaba que vuestra figura fuese mas noble y galana que la del mono; no se os disputaba la superioridad de la inteligencia; pero debiais guardaros de pretender ni á orígen ni á destino mas elevados. El curso de los siglos podia desarrollar y perfeccionar las formas del mono, é igualarlas con las vuestras; podia desarrollar y perfeccionar su masa cerebral de tal suerte que de los descendientes de ese mono que os divierte con sus movimientos extravagantes y sus actitudes ridículas, nacieran hombres como Platon, san Agustin, Leibnitz ó Bossuet.

[4.] Con semejante sistema, inútil era pensar en ideas; no habia mas que sensaciones: cuanto se agita en la mente del hombre, desde el mas imbécil, hasta el genio mas poderoso, no era mas que una sensacion trasformada. Los elementos de la humana inteligencia eran absolutamente los mismos de que dispone el bruto; pensar no era mas que sentir mejor. Tal era el último término del análisis, tal el resultado de la mas delicada observacion, tal la solucion que á los problemas del entendimiento del hombre encontrara la mas profunda filosofía. Platon, Aristóteles, san Agustin, santo Tomás, Descartes, Malebranche, Leibnitz, no eran mas que soñadores sublimes, cuyo genio contrastaba con su ignorancia de la verdadera naturaleza de las cosas. Todos ellos no sabian nada en materia de ideología y metafísica: estas ciencias eran un mundo desconocido, hasta que vinieron á descubrirlo Locke y Condillac.

[5.] Esa escuela tan funesta como frívola, habia envuelto el espíritu en la materia, y le habia ahogado. La mariposa no podia desplegar sus leves alas, de lindos y variados colores; era preciso que se despojase de ellas, y que se convirtiese en gusano torpe é inmundo, enredado en una envoltura, tan inmunda y torpe como él. En esto consistia el progreso. El límite de la perfeccion ideológica era negar las ideas; el de los estudios metafísicos, negar los espíritus; el de los morales, negar la moral; el de los sociales, negar el poder; el de los políticos, establecer la licencia; el de los religiosos, negar á Dios. Así marchaba la razon humana en una direccion retrógrada, creyendo avanzar; así pensaba levantar el edificio de sus conocimientos, cuando no hacia mas que demoler; así queria llegar á un resultado científico, negando cuanto encontraba al paso, y negándose por fin á sí misma.

[6.] En la actualidad, hay una verdadera reaccion contra filosofía tan degradante; basta abrir los escritos de los filósofos de este siglo para convencerse de esta verdad consoladora. En todas partes se encuentra la palabra idea, contrapuesta á la de sensacion; la de espíritu, á la de materia; la de actividad del pensamiento, á la de movimiento corpóreo; las de causa, órden, libertad de albedrío, moral, infinidad. Las ideas que las acompañan son á veces inexactas, á veces monstruosas; pero en el fondo se ve un afan por salir del abismo en que sumiera al espíritu humano una filosofía atea y materialista. Algunos filósofos que han contribuido á la reaccion no admiten un Dios inteligente y libre, distinto del universo; es verdad, y por esto he dicho mas arriba que el panteismo era un ateismo disfrazado; pero al menos el ateismo de los panteistas de la época, es un ateismo que se avergüenza de confesarse tal, que algunas veces procura quizás engañarse á sí propio, persuadiéndose que no lo es.

[7.] El ateismo de los modernos filósofos se aviene con lo infinito; no rechaza esas grandes ideas que vagaban por el mundo antiguo, como restos de una tradicion primitiva, y que luego fueron fijadas, aclaradas y elevadas por la superior enseñanza del cristianismo. La filosofía del siglo pasado se habia sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, y se declaraba á sí propia en posesion de la luz y de la vida. La filosofía actual está todavía en la oscuridad, pero no se contenta con ella; anda á tientas en busca de una salida á las regiones de la luz. De aquí esos esfuerzos desesperados por fijarse, nó en la materia, sino en el foco de la inteligencia, en el yo, es decir en el espíritu; de aquí ese continuo empleo de las palabras, absoluto, incondicional, infinito; palabras que si bien las mas veces solo la conducen á un absurdo, indican sin embargo una aspiracion sublime.

[8.] Estas observaciones manifiestan, que no confundo la filosofía actual con la del siglo pasado; que no considero el panteismo de ahora, como un materialismo puro; y que á pesar del ateismo de que acuso la doctrina de algunos filósofos, no desconozco que en medio de su extravío conservan una especie de horror hácia él, y perdidos en el laberinto de sus especulaciones buscan el hilo que los conduzca á las puertas de la verdad.

[9.] Esta justicia que les hago gustoso á los modernos filósofos, no impedirá que combata sus pretensiones á un mérito que no tienen. Ellos se apellidan los restauradores de la espiritualidad del alma, y de la libertad humana; y cuando hablan de Dios, poco falta si no le exigen un tributo de gratitud por haber restaurado su trono. Antes de ostentar pretensiones tan orgullosas, debieran considerar que distan mucho todavía de la verdad con respecto á Dios y al hombre, no solo tal como la ha enseñado en todos tiempos el cristianismo, sino como la han profesado los mas ilustres filósofos modernos. Quieren apellidarse restauradores, pero su restauracion es con sobrada frecuencia, una nueva revolucion, á veces tan terrible como la que tratan de combatir.

[10.] Hay otra consideracion que debiera moderarlos cuando se quieren dar el aire de inventores, y es, que al hablar de Dios, del espíritu humano, del pensamiento, de las ideas, de la libertad de albedrío, nada bueno dicen que no se halle en todas las obras de los filósofos que florecieron antes del siglo XVIII, y aun á principios de él. Abrid los libros de texto de las escuelas, y en ellos encontraréis muchas de las cosas que ahora se os presentan cual descubrimientos importantes. Los grandes filósofos se glorian de saber, lo que antes aprendian los niños. La tradicion filosófica de las sanas ideas no se interrumpió durante el siglo pasado; en muchos puntos de Europa se conservaban escuelas que los enseñaban con escrupulosa fidelidad. Y á mas de las escuelas humanas habia la del Hombre-Dios, la Iglesia de Jesucristo, que entre sus dogmas sobrenaturales conservaba tambien las verdades naturales, que esfuerzos insensatos se empeñaban en hacer olvidar.

[11.] ¿A qué se reducen pues la invencion y la restauracion? Invencion con respecto á Dios, al espíritu humano, y á la moral, no la hay; todo lo que se diga de verdad, estaba dicho ya. Restauracion tampoco la hay propiamente hablando; no se restaura lo que no pereció. La verdad existia; y conocida y atacada por los siete mil que no habian doblado la rodilla ante Baal; cuando los tránsfugas vuelven y se acercan al número escogido, que no digan que restauran, digan que recobran; no dan, reciben; no iluminan al mundo, son ciegos á quienes la bondad de la Providencia les abre los ojos á la luz.

Filosofía Fundamental, Tomo IV

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