Читать книгу El Criterio - Balmes Jaime Luciano - Страница 11
CAPÍTULO IV
§ VII
ОглавлениеModo de juzgar de la imposibilidad natural
¿Cuándo podremos afirmar que un hecho es imposible naturalmente? En estando seguros de que existe una ley que se opone á la realizacion de este hecho, y que dicha oposicion no está destruida ó neutralizada por otra ley natural. Es ley de la naturaleza que el cuerpo del hombre, como mas pesado que el aire, caiga al suelo en faltándole el apoyo; pero hay otra ley por la cual un conjunto de cuerpos unidos entre sí, que sea específicamente ménos grave que aquel en que se sumerge, se sostenga y hasta se levante, aun cuando alguno de ellos sea mas grave que el fluido; luego unido el cuerpo humano á un globo aerostático dispuesto con el arte conveniente, podrá remontarse por los aires, y este fenómeno estará muy arreglado á las leyes de la naturaleza. La pequeñez de ciertos insectos no permite que su imágen se pinte en nuestra retina de una manera sensible; pero las leyes á que está sometida la luz hacen que por medio de un vidrio se pueda modificar la direccion de sus rayos de la manera conveniente, para que salidos de un objeto muy pequeño se hallen desparramados al llegar á la retina, y formen allí una imágen de gran tamaño; y así no será naturalmente imposible que con la ayuda del microscopio, lo imperceptible á la simple vista se nos presente con dimensiones grandes.
Por estas consideraciones es preciso andar con mucho tiento en declarar un fenómeno por imposible naturalmente. Conviene no olvidar: 1.º que la naturaleza es muy poderosa; 2.º que nos es muy desconocida: dos verdades que deben inspirarnos gran circunspeccion cuando se trate de fallar en materias de esta clase. Si á un hombre del siglo XV se le hubiese dicho que en lo venidero se recorreria en una hora la distancia de doce leguas, y esto sin ayuda de caballos ni animales de ninguna especie, habria mirado el hecho como naturalmente imposible; y sin embargo los viajeros que andan por los caminos de hierro, saben muy bien que van llevados con aquella velocidad por medio de agentes puramente naturales. ¿Quién sabe lo que se descubrirá en los tiempos futuros, y el aspecto que presentará el mundo de aquí á diez siglos? Seamos en hora buena cautos en creer la existencia de fenómenos extraños, y no nos abandonemos con demasiada lijereza á sueños de oro; pero guardémonos de calificar de naturalmente imposible lo que un descubrimiento pudiera mostrar muy realizable; no demos livianamente fe á exageradas esperanzas de cambios inconcebibles; pero no las tachemos de delirios y absurdos.