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CAPÍTULO VI
§ II

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Coexistencia y sucesion

La dependencia de los objetos es lo único que puede autorizarnos para inferir de la existencia del uno la del otro; y por consiguiente toda la dificultad estriba en conocer esta dependencia. Si la íntima naturaleza de las cosas estuviera patente á nuestra vista, bastaria fijarla en un ser para conocer desde luego todas sus propiedades y relaciones, entre las cuales descubririamos las que le ligan con otros. Por desgracia no es así; pues en el órden físico como en el moral, son muy escasas é incompletas las ideas que poseemos sobre los principios constitutivos de los seres. Estos son preciosos secretos velados cuidadosamente por la mano del Criador; de la propia suerte que lo mas rico y exquisito que abriga la naturaleza, suele ocultarse en los senos mas recónditos.

Por esta falta de conocimiento en lo tocante á la esencia de las cosas, nos vemos con frecuencia precisados á conjeturar su dependencia por solo su coexistencia ó sucesion; infiriendo que la una depende de la otra, porque algunas ó muchas veces existen juntas, ó porque esta viene en pos de aquella. Semejante raciocinio, que no siempre puede tacharse de infundado, tiene sin embargo el inconveniente de inducirnos con frecuencia al error; pues no es fácil poseer la discrecion necesaria para conocer cuándo la existencia ó la sucesion son un signo de dependencia, y cuándo no.

En primer lugar debe asentarse por indudable, que la existencia simultánea de dos seres, ni tampoco su inmediata sucesion, consideradas en sí solas, no prueban que el uno dependa del otro. Una planta venenosa y pestilente se halla tal vez al lado de otra medicinal y aromática; un reptil dañino y horrible se arrastra quizas á poca distancia de la bella é inofensiva mariposa; el asesino huyendo de la justicia se oculta en el mismo bosque donde está en acecho un honrado cazador; un airecillo fresco y suave recrea la naturaleza toda, y algunos momentos despues sopla el violento huracan llevando en sus negras alas tremenda tempestad.

Así es muy arriesgado el juzgar de las relaciones de dos objetos porque se los ha visto unidos alguna vez, ó sucederse con poco intervalo; este es un sofisma que se comete con demasiada frecuencia, cayéndose por él en infinitos errores. En él se encontrará el orígen de tantas predicciones como se hacen sobre las variaciones atmosféricas, que bien pronto la experiencia manifiesta fallidas; de tantas conjeturas sobre manantiales de agua, sobre veneros de metales preciosos, y otras cosas semejantes. Se ha visto algunas veces que despues de tal ó cual posicion de las nubes, de tal ó cual viento, de tal ó cual direccion de la niebla de la mañana, llovia, ó tronaba, ó acontecian otras mudanzas de tiempo; se habrá notado que en el terreno de este ó aquel aspecto se encontró algunas veces agua, que en pos de estas ó aquellas vetas se descubrió el precioso mineral; y se ha inferido desde luego que habia una relacion entre los dos fenómenos, y se ha tomado el uno como señal del otro; no advirtiendo que era dable una coincidencia enteramente casual, y sin que ellos tuviesen entre si relacion de ninguna clase.

El Criterio

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