Читать книгу El Criterio - Balmes Jaime Luciano - Страница 40

CAPÍTULO IX

Оглавление

LOS PERIÓDICOS

§ I

Una ilusion

Creen algunos que con respecto á los paises donde está en vigor la libertad de imprenta, no es muy difícil encontrar la verdad, porque teniendo todo linaje de intereses y opiniones algun periódico que les sirve de órgano, los unos desvanecen los errores de los otros, brotando del cotejo la luz de la verdad. «Entre todos lo saben todo y lo dicen todo; no se necesita mas que paciencia en leer, cuidado en comparar, tino en discernir y prudencia en juzgar.» Así discurren algunos. Yo creo que esto es pura ilusion: y lo primero que asiento es que ni con respecto á las personas ni las cosas, los periódicos no lo dicen todo, ni con mucho, ni aun aquello que saben bien los redactores, hasta en los paises mas libres.

§ II

Los periódicos no lo dicen todo sobre las personas

Estamos presenciando á cada paso que los partidarios de lo que se llama una notabilidad, la ensalzan con destemplados elogios; miéntras sus adversarios le regalan á manos llenas los dictados de ignorante, estúpido, inhumano, sanguinario, tigre, traidor, monstruo, y otras lindezas por este estilo. El saber, los talentos, la honradez, la amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe los escritores de su devocion, quedan en verdad algo ajadas con los cumplimientos de sus enemigos; pero al fin, ¿qué sacais en limpio de esta baraunda? ¿Qué pensará el extranjero que ha de decidirse por uno de los extremos, ó adoptar un justo medio á manera de árbitro arbitrador? El resultado es andar á tientas, y verse precisado ó á suspender el juicio ó á caer en crasos errores. La carrera pública del hombre en cuestion no siempre está señalada por actos bien caracterizados; y ademas lo que haya en ellos de bueno ó malo, no siempre es bien claro si debe atribuirse á él ó á sus subalternos.

Lo curioso es que á veces entre tanta contienda, la opinion pública en ciertos círculos, y quizas en todo el pais, está fijada sobre el personaje, de suerte que no parece sino que se miente de comun acuerdo. En efecto, hablad con los hombres que no carecen de noticias, quizas con los mismos que le han declarado mas cruda guerra; «lo que es talento, oiréis, nadie se lo niega; sabe mucho y no tiene malas intenciones; pero qué quiere V.?.. se ha metido en eso, y es preciso desbancarle; yo soy el primero en respetarle como á persona privada; y ojalá que nos hubiese escuchado á nosotros; nos hubiera servido mucho, y habria representado un papel brillante. «¿Veis á ese otro tan honrado, tan inteligente, tan activo y enérgico, que al decir de ciertos periódicos, él y solo él, puede apartar la patria del borde del abismo? Escuchad á los que le conocen de cerca, y tal vez á sus mas ardientes defensores.» Que es un infeliz, ya lo sabemos; pero al fin es el hombre que nos conviene, y de álguien nos hemos de valer. Se le acusa de impuros manejos; esto ¿quién lo ignora? en el banco A tiene puestos tales fondos, y ahora va á hacer otro tanto en el banco B. En verdad que roba de una manera demasiado escandalosa, pero mire V., esto es ya tan comun… y ademas, cuando le acusan nuestros adversarios, no es menester que uno le deje en las astas del toro. ¿No sabe V. la historia de ese hombre? pues yo le voy á contar á V. su vida y milagros…» Y se os refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades ó miserias, ó necedades, y desde entónces ya no padeceis ilusiones, y juzgais en adelante con seguridad y acierto.

Estas proporciones no las disfrutan por lo comun los extranjeros, ni los nacionales que se contentan con la lectura de los periódicos, y así creyendo que la comparacion de los de opuestas opiniones les aclara suficientemente la verdad, se forman los mas equivocados conceptos sobre los hombres y las cosas.

El temor de ser denunciados, de indisponerse con determinadas personas, el respeto debido á la vida privada, el decoro propio, y otros motivos semejantes, impiden á menudo á los periódicos el descender á ciertos pormenores, y referir anécdoctas que retratan al vivo al personaje á quien atacan; sucediendo á veces que con la misma exageracion de los cargos, la destemplanza de las invectivas, y la crueldad de las sátiras, no le hacen ni con mucho el daño que se le podria hacer con la sencilla y sosegada exposicion de algunos hechos particulares.

Los escritores distinguen casi siempre entre el hombre privado y el hombre público; esto es muy bueno en la mayor parte de los casos, porque de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y descompuesta, se convirtiera bien pronto en un lodazal donde se revolvieran inmundicias intolerables; pero esto no quita que la vida privada de un hombre no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta en los destinos públicos. Quien en el trato ordinario no respeta la hacienda ajena, ¿creeis que procederá con pureza cuando maneje el erario de la nacion? El hombre de mala fe, sin convicciones de ninguna clase, sin religion, sin moral, ¿creeis que será consecuente en los principios políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede descansar tranquilo el gobierno que se vale de sus servicios? El epicúreo por sistema, que en su pueblo insultaba sin pudor el decoro público, siendo mal marido y mal padre, ¿creeis que renunciará a su libertinaje cuando se vea elevado á la magistratura, y que de su corrupcion y procacidad nada tendrán que temer la inocencia y la fortuna de los buenos, nada que esperar la insolencia y la injusticia de los malos? Y nada de esto dicen los periódicos, nada pueden decir, aunque les conste á los escritores sin ningun género de duda.

§ III

Los periódicos no lo dicen todo sobre las cosas

Hasta en política, no es verdad que los periódicos lo digan todo. ¿Quién ignora cuánto distan por lo comun las opiniones que se manifiestan en amistosa conversacion de lo que se expresa por escrito? Cuando se escribe en público hay siempre algunas formalidades que cubrir, y muchas consideraciones que guardar; no pocos dicen lo contrario de lo que piensan; y hasta los mas rígidos en materia de veracidad se hallan á veces precisados ya que no á decir lo que no piensan, al ménos á decir mucho ménos de lo que piensan. Conviene no olvidar estas advertencias, si se quiere saber algo mas en politica de lo que anda por ese mundo como moneda falsa de muchos reconocida, pero recíprocamente aceptada, sin que por esto se equivoquen los inteligentes sobre su peso y ley.9

9

Pág. 72. – Es muy dudoso si el periodismo causará daño ó provecho á la historia de lo presente; pero no puede negarse que multiplicará el número de los historiadores con la mayor circulacion de documentos. Antes, para proporcionarse algunos de ellos era necesario recurrir á secretarías ó archivos; mas ahora, son pocos los que son tan reservados que ó desde luego, ó á la vuelta de algun tiempo, no caigan en manos de un periódico; y por poco que valgan, pueden contar con infinitas reimpresiones en varias lenguas. Por manera que ahora las colecciones de periódicos son excelentes memorias para escribir la historia. Esto aumenta el número de los hechos en que se pueda fundar el historiador; y de que puede aprovecharse con gran fruto, con tal que no confunda el texto con el comentario.

El Criterio

Подняться наверх