Читать книгу Ética demostrada según el orden geométrico - Baruj Spinoza - Страница 8

2

Оглавление

La constante presencia de la obra de Descartes en la vida intelectual de Spinoza, aparte del innegable hecho de que toda traducción y edición de un texto clásico se asienta sobre determinadas convicciones teóricas de quien la realiza, me lleva a presentar la Ética como un episodio —sin duda el más extremo— en la historia de las reacciones que ha provocado en la Europa de la segunda mitad del siglo XVII la irrupción de la metafísica del francés. Pese a que es evidente que la cultura de Spinoza se compone de varias tradiciones diferentes, algunas de ellas exteriores al horizonte del cartesianismo —la filosofía medieval judía, la llamada filosofía escolástica, el pensamiento naturalista y «panteísta»14 del Renacimiento, la teología hebrea y cristiana, sobre todo protestante, la cultura clásica, en especial romana, la gran literatura barroca española, etc.—, no lo es menos que la Ética es estrictamente ininteligible si no se presta una atención particular a la manera como en ella se saldan las cuentas de su deuda con la metafísica de Descartes, aunque solo sea por el hecho de que el público al que Spinoza se ha dirigido al poner por escrito su filosofía es un público más o menos cartesianizante. O, mejor, un público que conoce bien la nueva ciencia a cuya consolidación tanto ha contribuido el francés y a la que, con su metafísica, abanderando la denominada nueva filosofía, ha pretendido —y, en su opinión, logrado— dotar de un fundamento filosófico inconmovible. Que sea este el espacio teórico sobre el que Spinoza interviene con su obra lo pone de manifiesto esa especie de premisa en que consisten las definiciones y sobre todo los axiomas con que se abre cada una de las cinco partes de la Ética, en especial los de la primera y segunda. De modo que se hace preciso suponer que lo que demanda de sus lectores como requisito para el estudio y comprensión de su filosofía es un conocimiento riguroso de aquella nueva ciencia y de esta nueva filosofía, y quizás no tanto una cierta familiaridad con el resto de tradiciones a que he hecho alusión unas líneas más arriba, aunque las movilice para criticar y modificar muy sustancialmente la filosofía cartesiana, única manera de alcanzar un suelo firme sobre el que fundamentar con solidez aquella nueva ciencia. La Ética sobre todo, por tanto, como acta del fracaso del programa contenido en la nueva filosofía de Descartes.

El ajuste de estas cuentas señala el comienzo de todo; se inicia con la primera carta conservada de Spinoza, escrita y enviada, como queda dicho, a Oldenburg en 1661. En ella, las objeciones al ya consolidado sistema cartesiano poseen el tono de lo definitivo, aunque el joven Spinoza perciba en él una potencia que condena a la más pura insignificancia teórica a otras filosofías del momento. Por ejemplo a la de Francis Bacon:

… me preguntáis cuáles son los errores que observo en las filosofías de Bacon y de Descartes. Aunque yo no tenga por costumbre sacar a la luz los errores ajenos, quiero aquí daros satisfacción en este punto. El primer error, y el más importante, es que se han movido sin rumbo y muy alejados del conocimiento de la causa primera y origen de todas las cosas. El segundo es que no conocieron la verdadera naturaleza de la mente humana. El tercero es que nunca descubrieron la verdadera causa del error. Y cuán necesario es conocer verdaderamente estas tres cosas, solo aquellos que carecen de todo rigor y seriedad intelectual lo ignoran […] Poco habré de decir de Bacon, pues habla de este tema con absoluta confusión y no prueba casi nada, sino que se limita a narrar…15.

Así pues, el punto de partida —nunca corregido, modificado ni desmentido posteriormente— es una crítica directa de los principios más fundamentales de la filosofía de Descartes, quien habría errado a propósito de lo tradicionalmente conocido como metafísica general («el conocimiento de la causa primera y origen de todas las cosas»), pero también, más significativamente aún, acerca de la parte de la metafísica especial aquí descrita como el conocimiento de la «verdadera naturaleza de la mente humana». La radicalidad de la crítica hace que esta sea imposible de reconducir; al contrario, ganará en profundidad a medida que la filosofía spinozana cobre forma, pues atañe a los primeros principios. Equivaldrá por ello a una enmienda a la totalidad.

En primer lugar, porque ordenando como lo hace los errores contenidos en la metafísica de Descartes (primero, y como «el más importante», menciona el cometido a propósito de la «causa y origen de todas las cosas», y solo después su errancia acerca de «la verdadera naturaleza de la mente», o sea, el pensamiento), Spinoza recusa la operación que ha dado a la metafísica de aquel el brillo que la ha convertido en cifra de un cambio profundo y novedoso (esto es, literalmente moderno) en las maneras de hacer filosofía. Descartes recibe sus credenciales como padre de la Modernidad (selladas y certificadas por Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía) por haber invertido el orden de aquellas partes de la metafísica, general y especial, que debe seguirse para construir un sistema filosófico con solvencia; en su filosofía, el ser o la existencia del pensamiento pasa a desempeñar la función de primer principio solo a partir del cual deben deducirse todos los demás16, de manera que lo tradicionalmente tenido por un capítulo de la metafísica especial cumple ahora, en unos tiempos que por ello se querrán nuevos y que serán percibidos como tales17, la función de primer principio, convirtiéndose en objeto exclusivo de la llamada metafísica general. Así, esta primera denuncia spinozana de los errores de Descartes, potenciada de modo muy sutil reordenándolos en su enumeración —es decir, anulando el giro o la revolución operada por el francés18—, desacredita el edificio entero de su metafísica. El ajuste de cuentas, por tanto, es despiadado. Y ocupa, cerrándose en la Ética, el espacio todo de la vida intelectual de Spinoza.

Ética demostrada según el orden geométrico

Подняться наверх