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«HISTORIA MAGISTRA VITAE EST»
ОглавлениеLa historia de España, a lo largo del siglo XIX, parece cosa de ficción, el relato complejo y poliédrico de una época convulsa, repleto de giros narrativos, con personajes –de diversa condición y naturaleza– que aparecen y se difuminan entre sus páginas, y la pulsión entre distintas fuerzas políticas e ideológicas que luchan por alcanzar el poder. El escenario político y social que se fue conformando en Europa y América a partir de la Revolución Francesa sacudió y transformó progresivamente los férreos cimientos sobre los que se sustentaba el mundo occidental durante la Edad Moderna y provocó una inestabilidad que derivó en guerras y pronunciamientos, drásticos cambios de poder, abdicaciones y destierros entre los diferentes adversarios políticos a uno y otro lado de las fronteras.1
Benito Pérez Galdós fue testigo privilegiado de algunos de estos sucesos ocurridos en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Entre ellos, la Revolución de 1868 supuso sin duda un punto de inflexión en su pensamiento político y en su quehacer literario. El triunfo de «La Gloriosa», con el destronamiento y exilio de Isabel II, agitó profundamente la realidad política española del momento y desencadenó una serie de acontecimientos que marcaron de forma determinante el devenir del país en los años venideros: el ascenso de Amadeo I y su posterior renuncia al trono (1870-1873), el estallido de la tercera guerra carlista (1872-1876), la proclamación de la Primera República Española (1873-1874) y la definitiva Restauración Borbónica. Esta vertiginosa sucesión de acciones y reacciones políticas y bélicas que se produjeron a lo largo del Sexenio Democrático reflejaban las fisuras que existían en la sociedad contemporánea y la grave crisis a la que se enfrentaba España desde años pretéritos, un país asolado desde comienzos de siglo por constantes vaivenes políticos y cuyas heridas aún no terminaban de cicatrizar.
Galdós parece advertir estas circunstancias y, movido por su inherente interés por la Historia, dirige su mirada literaria hacia las primeras décadas del Ochocientos para reflexionar así acerca del origen de la España de su tiempo: «Galdós no tardó en encontrar el tema de su obra: la sociedad española. No va a la historia para huir de la realidad y el presente: por el contrario, lo que quiere es buscar las raíces de su época en el próximo pasado» (Casalduero, 1970, p. 43). Con este propósito, el escritor canario acudirá a la novela histórica para llevar a cabo varias de sus obras literarias, un género propio del Romanticismo que contó con un enorme éxito comercial a uno y otro lado del Atlántico durante gran parte del XIX y que tuvo como principal referente a Walter Scott, quien influyó de forma notable en la producción artístico-literaria de don Benito hasta el punto de que «sin el precedente del autor escocés la novela histórica galdosiana resultaría inexplicable» (Regalado, 1966: 157).2
Estas novelas románticas situaban de manera recurrente sus tramas narrativas en un período cronológico alejado del presente, casi siempre en una ambientación medievalizante; sin embargo, Galdós enmarca las suyas en una época mucho más próxima al lector contemporáneo. De este modo, el escritor canario entronca con el modelo del «episodio nacional» al que alude Jesús Rubio Jiménez y que contaba ya en España con varios títulos, fechados en décadas anteriores,3 «que trataban indistintamente la Guerra de la Independencia o acontecimientos posteriores con esta perspectiva de episodios nacionales ejemplares» (Rubio Jiménez, 2008: 17).4 No obstante, el rotundo éxito y la popularidad que obtuvieron los Episodios Nacionales de Galdós consiguieron ensombrecer hasta cierto punto esa otra producción literaria decimonónica inspirada en los hechos históricos ocurridos a lo largo del siglo y convirtieron a estas obras galdosianas en el máximo exponente de la novela histórica en España durante el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del XX:
Galdós no es tan solo el más cabal exponente literario de la clase media de su tiempo por haber centrado en ella la casi totalidad de su obra novelística. Lo es también porque escribe para ella […]. Pero, además, Galdós escribe para aleccionamiento del lector, y ese lector no es otro que el mismo español de la clase media que aparece con tanta frecuencia en las páginas de los Episodios (Llorens, 1968: 52).
Los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós suponen sin duda un hito dentro de la literatura española, un proyecto novelístico de enormes proporciones y gran complejidad técnica y narrativa que pretende recorrer –por medio de esa personal combinación entre la ficción y la historia– los grandes acontecimientos ocurridos en España a lo largo del siglo XIX (y sus entresijos): desde la última etapa del reinado de Carlos IV hasta los primeros años de la Restauración. Con un total de cuarenta y seis obras, divididas en cinco series de diez episodios cada una,5 Galdós pretende «construir una literatura nacional integradora a través del novelar de la historia española con el anhelo de instruir a sus conciudadanos» (Estévez, 2013: 106). La primera serie –publicada entre 1873 y 1875– narra los últimos años del reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia, un conflicto bélico cuyo final sirve de enlace para el comienzo de la segunda (1875-1879), centrada en el convulso reinado de Fernando VII. Tras casi dos décadas, Galdós retoma el proyecto de sus Episodios con la publicación de la tercera serie (1898-1900), ambientada esta vez en el período que comprende desde la primera guerra carlista hasta el matrimonio real entre Isabel II y Francisco Asís de Borbón. Este recorrido literario por la historia de España continúa su curso con la cuarta serie (1902-1907) y el desarrollo narrativo de los últimos veinte años del reinado de Isabel II, para finalmente dedicar la quinta y última serie (1908-1912) al Sexenio Democrático y el comienzo de la Restauración.
A lo largo de estos cuarenta y seis Episodios nacionales, «Galdós va a narrativizar la historia dándole forma novelesca, literaturizándola, y en verdad poniéndola al servicio de la ficción. Curiosa simbiosis la resultante de esta combinación que singulariza el discurso y lo diferencia de otros» (Gullón, 2015: 31-32), una extensa singladura por el pasado reciente de España cuyo desarrollo va aparejado a la evolución artística e ideológica del propio Pérez Galdós: «A medida que la narración histórica se acerca a la revolución de septiembre, los Episodios nacionales dejan de ser pasado para convertirse en historia vivida […] Después de la crisis del 98, Galdós ya no ve “La Gloriosa” con aquel optimismo liberal que esperaba de la revolución» (Lida, 1968: 69) al comienzo de este magno proyecto novelístico en 1873.
No era la primera vez que don Benito acudía a la historia como fuente e inspiración para su quehacer literario. Antes de la publicación de Trafalgar, el autor canario había sacado a la luz otras dos obras relacionadas con esas primeras décadas del siglo XIX: La Fontana de Oro (1870), ambientada en el periodo del Trienio Liberal y los intentos de los absolutistas por derrotar desde las sombras al gobierno constitucional; y El Audaz: historia de un radical de antaño (1871), centrada en las conspiraciones contra Godoy por parte de los «fernandinos» en torno a 1804. «Galdós buscaba mientras escribía estas novelas la raíz de la situación terriblemente escindida que se estaba viviendo en 1870. […] Y cuando ve la necesidad de tomar como punto de partida el tramo final del reinado de Carlos IV es cuando inicia los Episodios Nacionales, publicando Trafalgar (1873)» (Rubio Jiménez, 2008: 17). La trascendencia histórica de esta batalla naval y su valor «como materia novelable» parecía haberla intuido –o, al menos, sugerírsela a Galdós casi de manera inconsciente– Eugenio de Ochoa pocos años antes de la publicación de este primer Episodio, con su artículo dirigido al «Señor director de la Ilustración de Madrid»:
el joven autor escribe inspirado por una idea elevada, realmente patriótica, y guiado por un sentimiento que considero laudable, cual es el de presentar en relieve los vicios y las miserias de la sociedad que precedió inmediatamente a la nuestra, para que no caigamos en la red que nos tienen los que, solo porque así cuadra a sus propios intereses, quisieran hacernos volver a ella. […] Bien hace el Sr. Pérez Galdós en esgrimir su bien tajada pluma contra la hipócrita sociedad de fines del siglo pasado y principios del presente, sociedad devorada por una depravación profunda bajo sus apariencias santurronas […] Y mientras tanto Nelson abrasaba nuestra escuadra en Trafalgar, y éramos el juguete de Francia y nos disponíamos a abrir cándidamente nuestras plazas a sus ejércitos para que nos sumiesen en una guerra de exterminio, que si terminó con gloria para nosotros, también nos costó ríos de lágrimas y sangre, precioso don de un gobierno personal, de un régimen absoluto, como el que hoy se recomienda tanto por cierta escuela política, sin Cámaras, ni periódicos, ni derechos, ni ninguna de las abominaciones del día. […] ¡Y esos son los tiempos con cuyo recuerdo torcidamente evocando se quiere azotar a los nuestros[!] (Ochoa, 1871: 275).
Las concomitancias entre el pasado histórico en el que Galdós ambienta cada una de estas dos novelas y la realidad sociopolítica española de su tiempo resultan, por tanto, evidentes para Eugenio de Ochoa, y ponen de manifiesto esa concepción ciceroniana de la historia como «testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo del pasado» (Cicerón, 2002: 218). El escritor canario tomará esta máxima como uno de los estandartes de su producción novelística y sobre ella fundamentará sus Episodios nacionales, justificando así esa íntima relación que establece entre historia y literatura, entre realidad y ficción: «Todos los disparates que hacemos hoy los hemos hecho antes en mayor grado» (Shoemaker, 1962: 56).