Читать книгу Yo te quiero más - Blake E. Cohen - Страница 10
ОглавлениеMe gustaría comenzar dejando claro lo que no es este libro.
No es otro testimonio en primera persona sobre el renacer que se alcanza tras haber atravesado los infiernos de la adicción. Tampoco es un ensayo que relata cómo ha luchado nuestro país a lo largo del tiempo contra el terrible problema de las drogas (y eso que, desde que se publicó, las drogas han seguido siendo la principal causa de muerte accidental en los Estados Unidos). No es una nueva crítica a la desenfrenada corrupción de la industria farmacéutica ni a las empresas de este sector que tan a menudo reciben el apoyo e incluso las alabanzas de los noticiarios nocturnos. Tampoco es una historia exageradamente optimista y llena de falsas esperanzas, ni un texto que siente cátedra sobre nuestros fracasos como país, ni una solución para anotarnos un tanto en la lucha contra la droga. Si estás esperando que este libro encaje en alguna de esas opciones, me temo que no acabarás muy satisfecho cuando llegues al final.
Una vez aclarado de qué no trata este libro, cabría preguntarse cuál es su objetivo. Lo que pretende es educar emocionalmente a familias afectadas por la adicción, y para ello recurre a tres relatos breves ficticios, todos ellos con desenlaces muy distintos. Y, si bien las conclusiones de cada relato pueden variar, todas comparten ciertos elementos: esperanza, dolor, suspicacia, confianza, duelo, cambio, aceptación, preocupación y la omnipresencia de diversos niveles de cordura dentro de un amplio espectro.
Así pues, una vez establecido el qué, vamos ahora a determinar el quién y el porqué.
Me llamo Blake y estoy rehabilitándome a largo plazo de mi alcoholismo y mi adicción1. Tengo una licenciatura en Psicología, tal y como lo demuestra el documento que cuelga enmarcado en la pared de mi despacho…, justo el mismo documento que tuvieron que enviarme por correo, ya que no pude asistir a la ceremonia de graduación donde se celebraba mi logro académico. ¿Que por qué no asistí? Porque en aquel momento me encontraba en un centro de desintoxicación. Tras someterme a un par de tratamientos, y una vez dominados mis demonios interiores, retomé los estudios para obtener un título de especialización en adicciones que otorgaba el Estado. Según el Comité de Certificaciones de Florida, en estos momentos, estoy certificado como profesional experto en adicciones. Suelo bromear a costa de ese título que me aprobó el Estado, pero no porque lo considere ilegítimo o insignificante, sino porque mucho de lo que aprendí en aquellos cursos de acreditación ya lo había vivido en primera persona afuera, en la vida real; bien por mis hábitos de adicción activa, bien por el trabajo que había finalizado el año anterior en el ámbito del tratamiento de abuso de sustancias antes de concluir el curso de certificación de catorce meses. Sea como sea, ahora mi nombre va seguido de unos adjetivos y sustantivos, y eso es alimento para el ego. Y hablando de alimento para el ego, aunque necesitaba una nota de setenta y ocho para aprobar el examen estatal, en la primera convocatoria suspendí por un punto. Sin embargo, al haberme criado en una familia de abogados, he aprendido a luchar duro antes de darme por vencido. Así que les dije a los miembros de la junta que una de las preguntas estaba mal formulada, y que me merecía obtener ese punto que me había llevado al suspenso. Tras concluir que yo llevaba razón, me certificaron con aquel diploma que me volvió loco de contento. Hoy por hoy, sigo pensando que hice bien.
Junto a todo lo que ya sabía de antemano, mis estudios para obtener aquel diploma me ayudaron a abrir los ojos a nuevas perspectivas que no había llegado a comprender hasta entonces. Recibimos horas de capacitación ética (algo que considero que debería exigirse a cualquier profesional de los tratamientos de drogodependencia), y eso me ayudó a comprender la diferencia entre someterse uno mismo a un programa de recuperación y trabajar como empleado en un centro donde se tratan problemas de salud conductual y mental. También logré entender en mayor profundidad el componente biológico de la adicción, así como por qué los profesionales médicos la consideran una enfermedad cerebral2. Y lo más importante de todo: recibí una excelente formación en cuanto a entornos familiares y al modo en que el drogodependiente afecta a su familia (y viceversa).
Fue como si me hubiesen puesto unas gafas nuevas. Ahora bien, por mucho que desde el principio ya hubiera alcanzado a comprender, a un nivel muy básico, que mi propia adicción estaba teniendo efectos negativos en las vidas de mis seres queridos, nunca me había puesto en el lugar de ellos para comprenderlos de verdad. Y creo que eso mismo ocurrió también a la inversa, pues a ellos les costó igualmente captar mi perspectiva durante mi adicción activa3, e incluso después.
En los años que siguieron a mi especialización en adicciones, comencé a prestar gran atención a las dinámicas familiares que se producían en las vidas de nuestros pacientes durante el tratamiento. Mi experta competencia en el cuidado y tratamiento de pacientes drogodependientes implica orientarlos y formarlos no solo a ellos, sino también a sus familias, con el fin de aplicar los cambios necesarios para que recuperen las riendas de sus vidas y superen su trastorno por abuso de sustancias, así como los comportamientos derivados de este. No tengo claro si a todos mis homólogos les ocurre lo mismo o si se debe más bien a mi personalidad, pero suelo crear estrechos vínculos con aquellos a quienes intento ayudar. Esto me ha llevado a desarrollar muchas relaciones maravillosas que sigo valorando en la actualidad.
Gracias a la atención con la que observo cómo se ve afectada una familia, he podido ser testigo de un amplio abanico de respuestas emocionales a la hora de lidiar con un ser querido que sufre de adicción a sustancias. He visto a gente que se informa lo máximo posible y a otra que, tras abandonar a sus seres queridos, decide no saber nada de ellos. He visto a familiares y a personas cercanas a los pacientes empezar a tomar las mismas drogas con el propósito de entender cómo puede resultar tan poderosa la atracción de algo inerte. He escuchado a ancianos suplicar entre lágrimas que su nieto «verdadero» regrese junto a ellos. He presenciado niveles de frustración que superan mi entendimiento. Me han llamado por teléfono algunas madres para comunicarme, con un tono escalofriantemente sosegado, que acababan de encontrar a sus hijos muertos por sobredosis en el sofá.
Sin embargo, lo que casi nunca he visto es que en una misma historia una persona comprenda de manera genuina la perspectiva de la otra persona. Y no será porque no lo han intentado. Muchas familias con las que he trabajado han asistido a programas familiares de fin de semana, se han unido a grupos de apoyo locales y han comprado libros sobre la adicción. No obstante, a lo que me refiero es a meterse de verdad en la piel de sus seres queridos para ver el mundo desde su perspectiva. Entiendo que les supone toda una proeza, casi una quimera.
Yo te quiero más ayuda a comprender mejor las diversas perspectivas y experiencias de familiares que han tenido que enfrentarse a esa terrible enfermedad llamada adicción. Así pues, el objetivo de este libro es convertirse en un vehículo que te permita introducirte en los cuerpos y las mentes de un adicto y su familia, para ver el mundo a través de sus ojos mientras viven una de las experiencias más tormentosas, descorazonadoras y llenas de dolor a las que tengan que enfrentarse jamás.
Desde la perspectiva de las madres, padres, hermanos y las propias personas que luchan contra su adicción, he ideado tres historias fáciles de leer que narran cómo percibe emocionalmente la situación cada miembro de la familia. Aunque se trate de historias ficticias, están salpimentadas con multitud de datos que he recopilado durante años de conversaciones con familias a las que ha ayudado. Utilizando experiencias propias y ajenas, así como información obtenida de entrevistas que he realizado, incluyo aquí tres relatos: uno de recuperación posterior a la adicción, uno sobre un joven que no puede dejar de drogarse pese a las terribles consecuencias que afronta y uno en torno al duelo que conlleva haber perdido a un hijo por sobredosis.
Nunca llegas a comprender de verdad la vida o las decisiones de otra persona a menos que te metas en su piel (y sudes la gota gorda con sus experiencias). Espero que este libro te ayude a profundizar en ello, tanto si eres familia de alguien que sufre drogodependencia como si eres tú quien la sufres o si, sencillamente, te interesa aprender más sobre los entresijos de la enfermedad de la adicción. Este libro te apela a ti, seas quien seas, y te permite vivir un día de la vida de alguien que convive con una enfermedad que afecta a millones de personas.
No existe cura para la adicción. No existe ninguna píldora mágica que pueda hacer que todo desaparezca; de hecho, tal vez sea precisamente una «píldora mágica» el motivo por el que una persona drogodependiente está intentando superar su adicción. Como mucho, lo que podemos hacer para ayudar a poner freno a esta creciente epidemia es educar y sensibilizar en torno a la enfermedad de la adicción. Podemos fomentar la comprensión y reducir el estigma que rodea los trastornos por consumo de sustancias. La gente juzga de antemano a quienes están hundidos en la adicción; es como un silencioso asesino que suele pasar inadvertido, a no ser que tengas la formación adecuada para detectarlo. Este libro te servirá como recurso educativo. Considéralo como una especie de gafas nuevas, una herramienta para cambiar tu modo de percibir la adicción, que te permitirá acercarte a quienes la padecen mostrándoles compasión, en lugar de desconcierto, desagrado o consternación.
Una vez leídos estos relatos, te recomiendo que leas también las preguntas de debate que aparecen al final, pues te ayudarán a ampliar tu perspectiva y a interconectarlos, a la vez que te facilitan la comprensión de las experiencias vividas por cada personaje. Dado que el objeto de esas preguntas es invitarte a reflexionar, procura no saltártelas. También podría venirte bien leer los relatos en voz alta o en grupo y luego usar las preguntas finales para abrir un interesante debate. Los relatos y las preguntas se pueden leer seguidos o de manera independiente, eso lo dejo a tu gusto. No hay una forma correcta o incorrecta de abordar la lectura.
Espero que disfrutes de Yo te quiero más y que te sea útil tal y como tú lo necesites.
Notas al pie
1. La expresión «a largo plazo» se refiere a que el alcoholismo o adicción es un trastorno que se mantiene durante toda la vida del adicto, es decir, no tiene cura. Generalmente, las personas con trastornos de adicción tienen presente su condición y conciben su proceso de rehabilitación como un continuum. (N. del E.).
2. Existen varios modelos que tratan de explicar los trastornos por abuso de sustancias. Uno de ellos es el modelo biológico que considera la adicción como una enfermedad cerebral. (N. del E.).
3. La adicción activa —o «estar en activo» como suele expresarse en España—se refiere al hecho de estar consumiendo. El paciente adicto considera que su trastorno es crónico y lo que diferencia la fase activa de la pasiva es el hecho de estar consumiendo la sustancia en ese momento. (N. del E.).