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UNAS PALABRAS PRELIMINARES

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Piensa por un instante en el queso más delicioso jamás producido en el corazón de las colinas italianas: tal vez un gorgonzola…, no, espera, un ricota… o, mejor todavía, un pecorino romano. Un auténtico bocatto di cardinale de sabor salado y aroma intenso que cruje de una manera deliciosamente sutil al morderlo. Y, ahora, imagina que alguien ha dispuesto un irresistible pedazo de este manjar italiano en una ratonera. Un canto de sirena deliciosamente aromático que promete una auténtica delicia culinaria, pero cuyo único fin es atraer a algún pequeño roedor para llevarlo a una muerte segura.

Nuestro confiado roedor se arriesga a que la muerte lo lleve por delante, pero aun así no puede resistir los encantos de lo que, con toda probabilidad, le brindará un placer inmediato. El embriagador aroma lo conduce hasta el mortífero artilugio de metal sobre el que reposa un pedazo de queso de oveja envejecido, pero justo entonces reconoce la trampa. De hecho, nuestro ratoncito ha visto horrorizado cómo muchos amigos suyos perecían a merced de artilugios similares.

Sin embargo, el irresistible aroma del queso logra engañarlo, haciéndole creer que logrará ganar en astucia a la trampa mortal. Ese premio final merece la pena que le plante cara a la ratonera y asumir el riesgo de emprender un viaje de ida al cielo de los ratones.

De hecho, el instinto animal de devorar la seductora mezcla de quesos acaba imponiéndose, así que opta por desoír los peligros y darle «un mordisquito nada más». Avanza muy poco a poco hacia el queso, se acerca lo suficiente como para darle un mordisquillo y… ¡caramba! Sí que está a la altura de las expectativas. Salado pero suave; consistente pero intenso y ahumado.

¿Y si le damos otro mordisquito? El ratón nunca había experimentado semejante euforia. Nada malo puede ocurrir por darle otro bocadito insignificante, ¿verdad? El ratoncillo acerca el hocico al queso, salivando con solo anticipar la siguiente oleada de sabor, cierra los ojos y lo envuelve con la boca cuando… ¡zas! La barra de acero de la ratonera aplasta su cuerpecito con un mortífero golpe. ¿Y todo por qué? Por un fugaz instante de placer apestoso. ¿Valió la pena sacrificar la vida por tal menudencia?

La adicción consiste en eso.

Fármacos para el dolor. Fármacos para la ansiedad. Heroína. Cocaína. Alcohol. Estimulantes. Tranquilizantes. Popper. Drogas sintéticas.

Al igual que le ocurría al ratoncito con los irresistibles encantos del queso, algunas personas se sienten tan atraídas por las falsas promesas de incontables placeres de estas sustancias que, aun siendo plenamente conscientes de sus peligros, están dispuestas a arriesgar su libertad, su familia e incluso sus vidas por un mero instante de placer fugaz. Y lo ponen en riesgo una y otra vez.

Blake E. Cohen

Yo te quiero más

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