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CAPÍTULO SEIS

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Cuando Jake Crivaro se detuvo en el edificio de apartamentos, Riley Sweeney ya estaba esperándolo afuera. A lo que se subió al auto, Jake notó que se veía un poco pálida.

—¿Te sientes bien? —preguntó.

—Sí, estoy bien —dijo Riley.

«No se ve bien —pensó Jake—. Tampoco suena bien».

Jake se preguntó si tal vez había salido de fiesta anoche. Los jóvenes pasantes hacían eso a veces. O tal vez se tomó unos tragos de más en su casa. Ciertamente había parecido desanimada ayer. No era de extrañar, dado el regaño que le había dado. Tal vez había tratado de ahogar sus penas.

Jake esperaba que su resaca no le impidiera trabajar.

Riley le preguntó: —¿Adónde vamos?

Jake vaciló por un momento y luego dijo: —Mira, vamos a empezar de cero hoy.

Riley lo miró con una expresión vagamente sorprendida.

Jake continuó: —La verdad es que lo que hiciste ayer… Bueno, no fue una metida de pata del todo. Encontraste el dinero de los hermanos Madison. Y ese teléfono pre-pagado resultó ser bastante útil. Tenía bastantes números de teléfono importantes, lo que hizo posible que los policías agarraran a algunos miembros de la pandilla, incluyendo a Malik Madison, el hermano que todavía estaba suelto. Fue estúpido de su parte comprar un teléfono pre-pagado y no botarlo luego de usarlo. Pero supongo que creyeron que nadie lo encontraría. —Él la miró y añadió—: Pues se equivocaron.

Riley seguía mirándolo, como si le estuviera costando entender lo que estaba diciendo.

Jake resistió el impulso de decir: —Perdona por lo de antes.

En su lugar, dijo: —Pero tienes que seguir las instrucciones. Y tienes que respetar los procedimientos.

—Entiendo —dijo Riley—. Gracias por darme otra oportunidad.

Jake gruñó por lo bajo. Se recordó a sí mismo que no quería alentarla demasiado.

Pero se sentía mal por la forma en que la había tratado ayer.

«Estoy exagerando», pensó.

Había enfadado a algunos colegas en Quantico por admitir a Riley al programa. Un agente en particular, Toby Wolsky, había querido que su sobrino Jordan fuera pasante este verano, pero Jake había admitido a Riley en su lugar. Tuvo que hacer muchas cosas, incluso cobrar unos favores, para lograrlo.

Jake no consideraba a Wolsky buen agente, y no tenía ninguna razón para creer que su sobrino tenía potencial. Pero Wolsky tenía amigos en Quantico que ahora estaban descontentos con Jake.

Jake lo entendía de cierta forma.

Para ellos, Riley solo era una licenciada en psicología que ni siquiera había considerado una carrera en el FBI.

Y la verdad era que Jake tampoco sabía mucho más sobre ella, excepto que tenía excelentes instintos. Recordaba la facilidad con la que había entendido los pensamientos del asesino en Lanton, con solo un poco de su ayuda. Aparte de sí mismo, Jake no había conocido a muchas personas con tales instintos, instintos que muy pocos agentes podrían comprender.

Obviamente no podía descartar la posibilidad de que lo que había hecho en Lanton había sido poco más que un golpe de suerte.

Tal vez hoy tendría una mejor idea de lo que era capaz.

Riley volvió a preguntar: —¿Adónde vamos?

—A una escena del crimen —dijo Jake.

No quería decirle nada más hasta que llegaran.

Quería observar cómo reaccionaba a una situación muy extraña.

Y por lo que había oído, esta escena del crimen era demasiado extraña. El FBI lo llamó para que fuera a la escena hace poco, y todavía le estaba costando creer lo que le habían dicho.

«Ya veremos, supongo», pensó.

*

Riley se estaba sintiendo un poco mejor.

Sin embargo, quería saber de qué se trataba todo esto.

«Una escena del crimen», pensó.

Nunca había esperado ir a una escena del crimen durante su entrenamiento, y mucho menos en su segundo día. El día anterior había sido bastante inesperado.

No estaba segura de cómo se sentía al respecto.

Pero estaba bastante segura de que esto no le gustaría a Ryan en absoluto.

Cayó en cuenta de que aún no le había dicho a Ryan que estaba siguiendo a Jake Crivaro. Ryan tampoco estaría de acuerdo con eso. Ryan había desconfiado de Crivaro desde el principio, sobre todo por la forma en que había ayudado a Riley a meterse en la mente de un asesino.

Recordó lo que Ryan había dicho sobre uno de esos episodios: —¿Me estás diciendo que el tipo ese del FBI, Crivaro, jugó juegos mentales contigo? ¿Por qué? ¿Solo por diversión?

Riley obviamente sabía que Crivaro no la había hecho pasar por todo eso «solo por diversión».

Todo había sido muy serio. Esas experiencias habían sido absolutamente necesarias. Habían ayudado a atrapar al asesino.

«Pero ¿qué tipo de cosas experimentaré ahora?», se preguntó Riley.

Crivaro parecía estar siendo deliberadamente críptico.

Cuando estacionó el auto a lo largo de una calle con casas a un lado y un campo abierto al otro, vio que había dos patrullas y una furgoneta oficial cerca.

Antes de salirse del auto, Crivaro le dijo: —Recuerda las malditas reglas. No toques nada. Y no hables a menos que te dirijan la palabra. Solo estás aquí para vernos trabajar.

Riley asintió. Pero algo en la voz de Crivaro la hizo sospechar que esperaba algo más de ella.

Ojalá supiera qué.

Riley y Crivaro se salieron del auto y entraron en el campo. El campo estaba lleno de basura, como si algún gran evento público hubiera tenido lugar ahí recientemente.

Otras personas, algunas uniformadas, estaban cerca de un grupo de árboles y arbustos. Una gran área alrededor de ellas estaba acordonada con cinta amarilla policial.

Mientras Riley y Crivaro se acercaron al grupo, notó que los arbustos habían ocultado algo en el suelo.

Riley jadeó ante lo que vio y volvió a sentir náuseas.

Tendido en el suelo estaba un payaso de circo muerto.

Esperando

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