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CAPÍTULO OCHO

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A lo que Riley y Crivaro entraron en el edificio J. Edgar Hoover, todavía se sentía horrorizada por la escena del crimen. ¿Alguna vez podría quitársela de encima, especialmente el olor?

Durante su viaje, Crivaro le había asegurado a Riley que el olor no había provenido del cuerpo. Justo como Riley había supuesto, había provenido de la basura del carnaval. El cuerpo de Janet Davis no había estado muerto el tiempo suficiente como para producir un gran olor, al igual que los cuerpos asesinados de sus amigas en Lanton.

Riley todavía no había experimentado el hedor de un cadáver en descomposición.

Crivaro le había dicho: —Lo sabrás cuando lo huelas.

No era algo que Riley anhelaba.

Se preguntó una vez más: «¿Qué estoy haciendo aquí?»

Ella y Crivaro tomaron un ascensor a un piso ocupado por decenas de laboratorios forenses. Siguió Crivaro por un pasillo hasta que llegaron a una habitación con un letrero que decía CUARTO OSCURO. Un joven larguirucho y de cabello largo estaba apoyado junto a la puerta.

Crivaro se presentó y presentó a Riley. El hombre asintió con la cabeza y dijo: —Soy Charlie Barrett, técnico forense. Llegaron justo a tiempo. Tomé un descanso a lo que terminé de procesar los negativos de la cámara que fue encontrada en el parque Lady Bird Johnson. Estaba a punto de imprimir las fotos. Pasen adelante.

Charlie caminó con Riley y Crivaro por un corto pasillo alumbrado por luz de color ámbar. Luego atravesaron una segunda puerta a una habitación inundada de la misma luz extraña.

Lo primero que Riley notó fue el olor penetrante y acre de productos químicos. Curiosamente, el olor no le pareció nada desagradable. En cambio, parecía casi purificador. Ya no olía el hedor de la basura.

Además, ya no sentía tan horrorizada y tenía menos náuseas. Era un verdadero alivio.

Riley miró a su alrededor, fascinada por todos los equipos sofisticados.

Charlie levantó una hoja de papel con filas de imágenes y la examinó a la luz tenue.

—Aquí están los negativos —dijo—. Parece que era tremenda fotógrafa. Es una pena lo que le pasó.

A lo que Charlie colocó las tiras de película sobre una mesa, Riley se dio cuenta de que nunca había estado en un cuarto oscuro antes. Siempre había llevado sus rollos a una farmacia. Ryan y algunos de sus amigos habían comprado cámaras digitales hace poco. Esas cámaras no utilizaban película.

El esposo de Janet Davis le había dicho a McCune que su esposa utilizaba dos tipos de cámaras. Tendía a utilizar una cámara digital para trabajos profesionales. Pero ella consideraba las tomas del parque trabajo, y ella prefirió una cámara de película para eso.

Riley pensó que Charlie también parecía ser un artista, un verdadero maestro en lo que estaba haciendo. Eso le hizo preguntarse: «¿Esto es un arte en extinción?»

¿Todo este trabajo hábil con película, papel, instrumentos, termómetros, temporizadores, válvulas y productos se extinguiría algún día? Eso le parecía triste.

Charlie comenzó a imprimir las fotos una por una. Primero, amplió los negativos sobre una hoja de papel fotográfico. Luego, empapó los papeles en varios líquidos. Luego, los dejó remojando bajo el agua de grifo. Finalmente, Charlie colgó las fotos con clips a un soporte giratorio.

Fue un proceso lento y silencioso. El silencio solo fue interrumpido por el sonido del goteo de líquido, el arrastrar de pies y unas pocas palabras habladas de vez en cuando que parecían ser susurros reverentes. Simplemente no se sentía correcto hablar en voz alta aquí.

Riley le pareció todo este silencio muy relajante después del desorden ruidoso en la escena del crimen de los policías luchando para mantener alejados a los periodistas.

Riley observó las fotos revelarse durante varios largos minutos.

Las fotografías en blanco y negro capturaban una noche tranquila y pacífica en el parque. Una mostraba un puente peatonal de madera que se extendía sobre un estrecho paso de agua. Otra parecía al principio ser una bandada de gaviotas volando, pero cuando la vio mejor se dio cuenta de que los pájaros formaban parte de una gran estatua.

Otra foto mostraba un obelisco de piedra con el Monumento a Washington. Las otras fotos eran de ciclovías y otros caminos que atravesaban zonas boscosas.

Las fotos habían sido tomadas en plena puesta del sol, creando sombras grises, halos brillantes y siluetas. Riley veía que Charlie había tenido razón en decir que Janet había sido excelente fotógrafa.

Riley también percibía que Janet había conocido bien el parque porque había escogido los lugares donde tomaría sus fotos con mucha antelación y también la hora del día cuando no habría muchos visitantes. Riley no vio ni a una sola persona en ninguna de las fotos. Era como si Janet hubiera tenido el parque para ella sola.

Finalmente vio unas fotos de un puerto deportivo, sus muelles, barcos y agua resplandecientes. La foto era muy pacífica. Riley casi que podía oír el suave chapoteo de agua y los gritos de las aves, casi que podía sentir el aire frío.

Finalmente vio una foto mucho más discordante.

También era del puerto deportivo ya que distinguía algunas dársenas y barcos. Pero todo lo demás estaba borroso, caótico y confuso.

Riley entendió lo que debió haber sucedido justo cuando tomó esa foto.

«El asesino arrancó el arma de su mano», pensó.

Riley tenía el corazón en la garganta.

Sabía que la foto había captado el instante en el que el mundo de Janet Davis cambió para siempre.

En una fracción de segundo, esa tranquilidad y belleza se había convertido en fealdad y terror.

Esperando

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