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CAPÍTULO DOS

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Riley se sentía acelerada mientras caminaba desde la parada de metro hacia el gran edificio blanco J. Edgar Hoover.

«¿Por qué estoy tan nerviosa?», se preguntó. Después de todo, acababa de hacer su primer viaje sola en metro por una ciudad gigante, lo que consideraba una pequeña victoria.

Trató de convencerse de que este no era un cambio tan grande, que simplemente iba a la escuela otra vez, al igual que en Lanton.

Pero no pudo evitar sentirse atemorizada y desalentada. Por un lado, el edificio quedaba en Pennsylvania Avenue, justo entre la Casa Blanca y el Capitolio. Ella y Ryan habían pasado por delante del edificio a principios de esta semana, pero apenas estaba cayendo en cuenta de que estaría aprendiendo y trabajando aquí por diez semanas.

Parecía un sueño.

Cruzó la entrada principal y luego el vestíbulo hasta la puerta de seguridad. El guardia de turno encontró su nombre en la lista de visitantes y le dio un carnet de identidad. Le dijo que tomara un ascensor al tercer piso a un pequeño auditorio.

Cuando Riley encontró el auditorio y entró, alguien le entregó un paquete de reglas, reglamentos e información que debía leer más tarde. Se sentó entre una veintena de otros pasantes que parecían ser de su misma edad. Sabía que algunos, como ella, eran graduados universitarios recientes. Otros eran estudiantes que regresarían a la universidad en otoño.

La mayoría de los pasantes eran hombres, y todos ellos estaban bien vestidos. Se sintió un poco insegura de su propio traje de pantalón, el cual había comprado en una tienda de segunda mano en Lanton. Era lo más formal que tenía, y esperaba que la hiciera verse lo suficientemente respetable.

Un hombre de mediana edad no tardó en pararse delante de los pasantes sentados.

Él dijo: —Soy el subdirector Marion Connor, y yo estoy a cargo del programa de prácticas del FBI. Todos deberían estar muy orgullosos de estar aquí hoy. Ustedes son un grupo muy selecto y excepcional, elegido entre miles de solicitantes…

Riley tragó grueso mientras seguía felicitando al grupo.

¡Miles de solicitantes!

Le parecía extraño. Ella jamás había aplicado. Simplemente había sido elegida para el programa justo al graduarse.

«¿Realmente pertenezco aquí?», se preguntó.

El subdirector Connor presentó al grupo a un agente menor. Se trataba de Hoke Gilmer, el supervisor que había llamado a Riley ayer. Gilmer les ordenó a los pasantes a ponerse de pie y levantar sus manos derechas para tomar el juramento del FBI.

Riley sintió un nudo en la garganta cuando comenzó a decir las palabras: —Yo, Riley Sweeney, juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de Estados Unidos contra todos los enemigos extranjeros e internos…

Tuvo que contener sus lágrimas mientras continuó.

«Esto es real —se dijo a sí misma—. Esto está sucediendo realmente.»

No tenía idea de lo que le esperaba, pero estaba segura de que su vida nunca sería la misma.

*

Después de la ceremonia, Hoke Gilmer les dio un recorrido por el edificio J. Edgar Hoover. Riley estaba sorprendida por el tamaño y la complejidad del edificio, y por todas las diferentes actividades que aquí se hacían. Había varias salas de ejercicio, una cancha de baloncesto, una clínica médica, una imprenta, muchos tipos de laboratorios y salas de computadoras, un campo de tiro, e incluso una morgue y un taller mecánico.

Todo le pareció increíble.

Cuando el recorrido terminó, el grupo fue llevado a la cafetería en el octavo piso. Riley se sentía agotada mientras se servía comida en la bandeja, no por lo mucho que había caminado, sino por todo lo que había visto.

¿Qué lograría experimentar durante sus prácticas de diez semanas? Ella quería aprender todo lo posible, lo más rápido posible.

Y quería empezar ahora mismo.

Mientras buscaba un lugar para sentarse, se sintió extrañamente fuera de lugar. Los otros pasantes parecían estar formando amistades y estaban sentados en grupos, charlando con ánimo sobre el día que estaban teniendo. Se dijo a sí misma que debía sentarse entre algunos de sus jóvenes colegas, presentarse y conocer a algunos de ellos.

Pero sabía que no sería fácil.

Riley siempre se había sentido como una forastera. Hacer amigos y encajar nunca había sido algo natural para ella.

Nunca se había sentido más tímida. Y solo era su imaginación, ¿o algunos de los pasantes estaban mirándola y susurrando sobre ella?

Acababa de decidir que se sentaría sola cuando oyó una voz a su lado.

—Eres Riley Sweeney, ¿cierto?

Se volvió y vio a un joven que había llamado su atención en el auditorio y durante el recorrido. Era muy guapo, un poco más alto que ella, robusto, atlético, con el cabello corto y rizado y una sonrisa agradable. Su traje parecía caro.

—Eh, sí —dijo Riley, de repente sintiéndose más tímida que antes. —¿Y tú eres…?

—John Welch. Encantado de conocerte. Te daría la mano, pero… —Asintió hacia las bandejas que ambas llevaban y se echó a reír antes de preguntarle—: ¿Quieres sentarte conmigo?

Riley esperaba que no estuviera sonrojada.

—Sí —le respondió.

Se sentaron en una mesa uno en frente del otro y empezaron a comer.

Riley le preguntó: —¿Cómo sabes mi nombre?

John sonrió con picardía y le dijo: —¿Estás bromeando?

Eso sorprendió a Riley, pero logró contenerse para no decir: —No, para nada.

John se encogió de hombros y dijo: —Casi todos saben quién eres. Supongo que podría decirse que tu reputación te precede.

Riley miró a algunos de los otros estudiantes. Efectivamente, algunos de ellos todavía estaban mirándola y susurrando.

Riley entendió: «Deben saber lo que pasó en Lanton».

Pero ¿cuánto sabían? ¿Eso era algo bueno o malo?

Desde luego no había esperado tener una «reputación» entre los pasantes. Eso la hizo sentirse muy acomplejada.

—¿De dónde eres? —le preguntó a John.

—De DC —dijo John—. Recibí mi título en criminología esta primavera.

—¿De qué universidad? —preguntó Riley.

John se sonrojó un poco y dijo: —Eh… Universidad George Washington.

Riley sintió sus ojos abrirse de par en par ante la mención de una universidad tan cara.

«Debe ser rico», pensó.

También percibió que se sentía un poco incómodo por eso.

—Guau, un título en criminología —dijo Riley—. Yo solo tengo un título en psicología. Me llevas ventaja.

John se echó a reír y dijo: —No creo. Probablemente eres la única pasante del programa con verdadera experiencia de campo.

Riley se sintió verdaderamente sorprendida ahora. ¿Experiencia de campo? No había considerado lo que había pasado en Lanton experiencia de campo.

John continuó: —Ayudaste a localizar y detener a un verdadero asesino en serie. Debió haber sido increíble. Te envidio.

Riley frunció el ceño y se quedó en silencio. No quería decirlo, pero creía que nadie debería envidiar lo que había vivido en Lanton.

¿Qué creía John había sucedido durante esas terribles semanas en Lanton? ¿Tenía alguna idea de lo que había sido encontrar los cuerpos degollados de dos de sus mejores amigas?

¿Sabía cuán horrorizada, desconsolada y culpable se había sentido?

El pensar que su compañera de cuarto, Trudy, todavía estaría viva si Riley la hubiera cuidado mejor la atormentaba.

¿Y tenía alguna idea de lo aterrada que se había sentido en las garras del asesino?

Riley tomó un sorbo de su refresco y comenzó a comer.

Luego dijo: —Fue… bueno, no fue como tú crees. Es solo algo que pasó.

John la miró con preocupación y dijo: —Lo siento. Supongo que no quieres hablar de eso.

—Tal vez en otro momento —dijo Riley.

Cayó un silencio incómodo. No queriendo ser grosera, Riley empezó a hacerle preguntas a John sobre sí mismo. Parecía reacio a hablar de su vida y familia, pero Riley fue capaz de sacarle un poco de información.

Los padres de John eran abogados prominentes que estaban muy involucrados en la política de DC. Riley estaba impresionada, no tanto por lo adinerado que era, sino por la forma en que había elegido un camino diferente al de cualquier otra persona en su familia. En lugar de querer una carrera política prestigiosa, John había elegido una vida más humilde.

«Un verdadero idealista», pensó Riley.

Se encontró comparándolo con Ryan, quien estaba tratando de dejar su humilde pasado atrás y convertirse en un abogado exitoso.

Sí, ella admiraba la ambición de Ryan. Era una de las cosas que más le gustaba de él. Pero no pudo evitar admirar también a John por las decisiones que había tomado.

Mientras hablaban, Riley se dio cuenta de que John estaba coqueteando con ella.

Eso la sorprendió un poco. Su mano izquierda estaba a la vista, por lo que seguramente ya había visto su nuevo anillo de compromiso.

¿Debería mencionar que estaba comprometida? Sentía que eso sería incómodo de alguna manera, sobre todo si no tenía razón.

«Tal vez no está coqueteando conmigo en absoluto», pensó.

John empezó a hacerle preguntas. Sin embargo, no volvió a tocar el tema de los asesinatos en Lanton. Como de costumbre, Riley no habló de ciertos temas: su relación conflictiva con su padre, su adolescencia rebelde y sobre todo que había presenciado el asesinato de su madre de niña.

Riley también se dio cuenta de que, a diferencia de Ryan o John, realmente no tenía mucho que decir sobre sus planes para el futuro.

«¿Qué dice eso de mí?», se preguntó.

Llegó al tema de su relación con Ryan y que se habían comprometido ayer. Sin embargo, no mencionó que estaba embarazada. No notó ningún cambio en particular en el comportamiento de John.

«Supongo que es naturalmente encantador», pensó.

Le alivió el hecho de que se había precipitado. No había estado coqueteando con ella después de todo.

Era un buen tipo y ansiaba conocerlo mejor. De hecho, se sentía bastante segura de que John y Ryan se llevarían bien. Tal vez podrían pasar el rato juntos pronto.

Cuando todos los pasantes terminaron de comer, Hoke Gilmer los llevó a un gran vestuario que sería su sede durante estas diez semanas. Un agente menor estaba ayudando a Gilmer a asignarles un casillero a cada uno de los pasantes. Luego todos los pasantes se sentaron en las mesas y sillas en el centro de la sala y el agente más joven comenzó a repartir teléfonos celulares.

Gilmer explicó: —Ya falta poco para el siglo XXI y al FBI le gusta estar en la vanguardia. No repartiremos buscapersonas este año. Quizá algunos de ustedes ya tengan teléfonos celulares, pero queremos que tengan otro exclusivo para el FBI. Encontrarán instrucciones en el paquete de orientación. —Luego Gilmer se echó a reír cuando añadió—: Espero que no les cueste tanto aprender a usarlos como a mí.

Algunos de los pasantes se echaron a reír.

El teléfono celular se sentía extrañamente pequeño en su mano. Estaba acostumbrada a los teléfonos de casa más grandes y nunca había utilizado un teléfono celular. Aunque había utilizado computadoras en Lanton y algunos de sus amigos tenían teléfonos celulares, ella aún no tenía uno. Ryan ya tenía una computadora y un teléfono celular y a veces se burlaba de Riley por ser chapada a la antigua.

No le gustaba cuando Ryan se burlaba de ella. La verdad era que la única razón por la que no tenía teléfono celular era porque no podía pagarlo.

Este era muy parecido al de Ryan, muy simple, con una pequeña pantalla para mensajes de texto, un teclado numérico, y solo tres o cuatro botones. Aun así, se sentía extraña por el hecho de que ni siquiera sabía hacer una llamada con él. Sabía que también se sentiría rara por el hecho de que podía ser localizada en cualquier momento.

Se recordó a sí misma: «Estoy empezando una nueva vida».

Riley vio que unas personas, la mayoría hombres, acababan de entrar al vestuario.

Gilmer dijo: —Cada uno de ustedes estará siguiendo a un agente especial experimentado durante sus prácticas. Primero les enseñarán sus propias especialidades: análisis de datos sobre delitos, trabajo forense, sala de computación, entre otras cosas. Se los presentaremos y ellos se encargarán de todo desde aquí.

Cuando el agente menor comenzó a emparejar a cada pasante con su agente supervisor, Riley vio que faltaba un agente.

Efectivamente, después de que los pasantes se fueron con sus mentores, Riley se encontró sin un mentor. Miró a Gilmer con perplejidad.

Gilmer sonrió y dijo: —Encontrarás a tu agente supervisor en la sala diecinueve.

Sintiéndose un poco inquieta, Riley salió del vestuario y por el pasillo hasta encontrar la sala correcta. Abrió la puerta y vio a un hombre de mediana edad bajito y con el pecho fuerte y grueso sentado en una mesa.

Riley jadeó en voz alta a lo que lo reconoció.

Era el agente especial Jake Crivaro, el agente con el que había trabajado en Lanton, el hombre que le había salvado la vida.

Esperando

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