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PRÓLOGO 5 AÑOS ANTES Abril, 2014

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Estoy despierta, o eso creo. Dejé de soñar de repente y sé que me encuentro tumbada en mi cama, pero ¿por qué no me puedo mover? No puedo mover los brazos, ni las piernas, ni el cuello, ni siquiera los párpados.

¿Qué clase de pesadilla es esta? No tengo la respuesta, pero me asusta.

—No estás teniendo un mal sueño.

Escucho una voz en mi cabeza. No, no proviene de mi mente, viene del exterior, pero sin duda es desconocida para mí.

Una vez más intento abrir los ojos, pero me resulta imposible. Esto debe ser una pesadilla o algo así, no puedo estar despierta realmente, solo sueño que lo estoy.

—Se llama parálisis del sueño. Estás despierta, sin embargo, no eres capaz de moverte.

Vuelvo a escuchar a alguien hablar. Es la voz de un chico, que no había escuchado antes.

—¿Quién eres?

Mi boca se abre y emite palabras sin previo aviso, como si no me pertenecieran.

—Vaya, pensaba yo que las personas que hablan durante una parálisis no existían, veo que me equivocaba. Eres un caso muy especial, amiga. Y por fin te encuentro.

—No soy tu amiga, ni siquiera sé quién eres. Si no me dejas en paz llamaré a papá y mamá —amenazo. Esta vez sí tengo control sobre lo que digo.

—No creo que eso funcione. Algo me dice que solo puedes hablar conmigo en estos momentos —vuelve a decir—. Además, no creo que haya nada que ellos puedan hacer, no me verían, ni me escucharían, chica.

—¿De qué estás hablando? Dime de una vez quién eres, qué quieres y qué diablos está pasando —le digo, entrando en pánico. Esto se está poniendo muy creepy y solo tengo once años.

—Soy el espíritu próximo a ti. No te preocupes, solo quiero ser tu amigo, llevo años buscando a alguien con quien hablar. Lamento si suena muy tenebroso, nunca pensé que tendría esta conversación.

Con cada palabra logra espantarme aún más.

—Por favor, no quiero nada. Solo vete y déjame tranquila.

Trato de moverme nuevamente, pero es inútil.

—Está bien, te dejaré. Eres muy pequeña aún para todo esto, lo siento. A lo mejor la próxima vez conectemos mejor.

Siento como si de pronto hubiera quedado un vacío. Un fenómeno que realmente no puedo explicar.

Finalmente, logro mover las articulaciones. Abro mis ojos lentamente y me sorprendo al encontrar mi habitación tal como estaba cuando me fui a dormir; no hay nadie.

Aunque sé que sí lo había.

Hago lo más lógico que una persona haría después de eso: gritar.

Mis padres acuden a mí, y me llevan a su cuarto para que les explique lo sucedido.

Esa noche dormí con papá y mamá, la siguiente también, las que le siguieron igual.

Y durante las otras... hice un nuevo amigo.

Chicos de la noche

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