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14 de enero Un dios desconocido
Оглавление“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra” (Hechos 17:24).
Atenas era la capital de la antigua Ática y de la moderna Grecia. Existían en aquellas colinas cerca de tres mil estatuas, mayormente dedicadas a sus ídolos y divinidades. Fue en esta ciudad donde Pablo, frente a filósofos e incrédulos, presentó una defensa de la fe y del evangelio. Hechos 17:16 al 34 relata cómo empezó hablando de la doctrina de Dios y de la Creación, y presentó al Dios viviente como Creador, Soberano y Padre. Luego siguió con la doctrina del hombre, animando a vivir una vida no centrada en el ser humano sino en Dios. Finalmente, concluyó con la doctrina del Juicio y de la Resurrección.
Pablo fue a la gente donde la gente estaba, enfrentó la filosofía epicúrea (que sostenía que el objetivo principal de la vida es evitar el dolor) y les habló en su propio lenguaje. Los griegos no negaban la existencia de Dios, pero pensaban que estaba demasiado ocupado y demasiado lejos como para interesarse en el quehacer diario de cada criatura. A su vez, los estoicos enseñaban el autodominio. Así, el objetivo principal era entrenar a las personas para alcanzar un lugar de indiferencia tanto al placer como al dolor. Además, los atenienses creían en alguien superior, desconocido, que actuaba sobre las leyes naturales.
Era tanto el fervor de los atenienses por complacer a todas sus divinidades que existían algunos altares dedicados “al dios no conocido”, con el objeto de no caer en el pecado del descuido o del olvido. Entonces, Pablo les hace un juego de palabras: ustedes tienen un dios no conocido; ese dios que adoran sin conocer es el Dios que yo conozco, adoro y anuncio. Por eso, a Pablo lo llamaron el anunciador o proclamador de nuevos dioses: “Con un tacto nacido del amor divino, apartó cuidadosamente sus mentes de las deidades paganas, y les reveló el Dios verdadero, que era desconocido para ellos” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 195).
¿Qué y cuánto conoces de Dios? En tu vida, ¿Dios es Dios “por si acaso”? En los días de la Reforma protestante, Lutero caminaba por una calle cuando fue sorprendido por una persona que debajo de su abrigo tenía un arma. “¿Por qué caminas solo?”, le increpó el atacante. Y Lutero respondió: “Estoy en manos de Dios, él es mi amparo y mi fuerza”.
Para Pablo y para Lutero, Dios no era un Dios desconocido; era un Dios presente, actuante, cercano. Era un Padre y un Amigo. Que Dios sea en tu vida un Dios conocido y reconocido. Eso marcará toda la diferencia. Reconozcámoslo en todos nuestros caminos, y vivamos hoy y siempre en las manos de Dios.