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16 de enero Uno planta, otro riega

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“Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor” (Hechos 18:24, 25).

Apolos era natural de Alejandría. Esta ciudad era un gran centro cultural y poseía una de las bibliotecas más grandes del mundo antiguo. Apolos era erudito, capaz, fuerte, elocuente y un brillante orador. Había sido “instruido”, palabra de la que se deriva “catequizar” y significa que, además de haber estudiado por sí mismo, había sido enseñado por alguien. Había aceptado la enseñanza de Juan el Bautista acerca de Jesús y, con la ayuda de Aquila y Priscila, su conocimiento de la revelación de Dios, el ministerio de Cristo, la obra del Espíritu Santo y el papel de la iglesia fue ampliado. Eso lo llevó a ser aún más eficiente al enseñar diligentemente con precisión y con esmero.

Él era muy preparado e instruido, pero eso no cerraba las puertas a crecer en el conocimiento. Es necesario aprender, desaprender y reaprender. Nadie sabe tanto que no pueda aprender alguna cosa más, y nadie es tan ignorante que no pueda enseñar.

Después de ampliar sus conocimientos y la comprensión de la verdad, Apolo se transformó en el predicador favorito en Corinto, incluso en comparación superlativa por encima de Pablo, pero él nunca perdió de vista el objetivo, el foco y la misión.

Apolos tenía en claro su responsabilidad individual, pero al mismo tiempo sabía que el equipo, el mensaje y el Originador del mensaje estaban por encima de todo. No es el poder humano lo que asegura el éxito, es la unión de lo divino y lo humano, la bendición de Dios sobre nuestros esfuerzos.

“Un Pablo puede plantar y un Apolo regar, pero es Dios el que da el crecimiento. El hombre no puede hacer la parte de Dios [...]. Como agente humano, puede cooperar con los seres celestiales, y con sencillez y humildad hacer lo mejor que pueda, comprendiendo que Dios es el gran Artífice maestro” (Elena de White, Servicio cristiano, p. 322).

Apolos no se prestó a crear rivalidad ni enfrentamientos. Al contrario, buscó sumar, porque “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”(Alfredo Di Stéfano). Pablo afirma que se necesita del que planta y del que riega, pero el crecimiento viene solo de Dios.

Por eso, te invito hoy a dejar de lado el individualismo y a que unas tus fuerzas luchando por el crecimiento. Ya lo decía muy bien Martin Luther King, Jr.: “O aprendemos a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como necios”.

Pablo: Reavivado por una pasión

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