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Capítulo 5

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—No sé qué ha pasado. —Perry se acercó. Sus ojos verde esmeralda resplandecían.

—¿Cómo puedes no saberlo? —Kylie miró a Burnett y después a Holiday, con la esperanza de que uno de los dos empezara a hablar. Al ver que no lo hacían, volvió a centrarse en Perry—. Los estabas siguiendo. —La culpa que había visto en los ojos de Perry cayó de un salto sobre los hombros de Kylie. Si algo malo les había pasado a los Brighten, era culpa suya. Había sido ella la que se había empeñado en contactar con ellos. Maldita sea, había estado tan segura de que era lo correcto.

—Desaparecieron —dijo Perry—. Estaban conduciendo por la autopista en ese Cadillac plateado y, de repente, puf. —Sacudió las manos delante de él—. Ya no estaban. Ni el Cadillac ni ellos. Desaparecieron. Puf.

Kylie sintió que la presión que tenía en el pecho aumentaba.

—Las personas, los humanos, no hacen «puf» y desaparecen. —Logró no elevar la voz, pero su frustración le dio a su tono un aire sarcástico.

Entonces, la verdad le cayó como un jarro de agua fría. Estaba segura de que las personas no desaparecían así como así. Pero no hacía mucho tiempo, no creía que hubiera gente que se convertía en unicornios o que los vampiros y los hombres lobo existían. No habría pensado que podía llegar a usar sus sueños para comunicarse con otra gente o que podía derribar un muro de cemento. Así que, ¿quién demonios sabía si la gente desaparecía sin más o no? Y, si realmente habían desaparecido, ¿significaba eso que…?

A Kylie se le hizo un nudo en el estómago.

—¿Están muertos?

Holiday frunció el ceño.

—Vamos a intentar no hacer especulaciones que…

—No lo sabemos —la interrumpió Burnett—. Aunque tengo agentes investigando. La agencia me enviará imágenes de los Brighten en cualquier momento. Al menos sabremos si eran unos impostores.

El teléfono de Burnett sonó, y lo cogió.

—¿Qué tienes? —Su expresión se endureció. —Eso no puede ser, lo he comprobado esta mañana. —Hizo una pausa y lanzó una mirada a Holiday, que se acercó.

Della se inclinó hacia Kylie.

—Las cámaras no funcionan. —Gracias a su desarrollada sensibilidad auditiva había captado obviamente toda la conversación.

Se oyeron unas pisadas en el porche de la cabaña, y Kylie levantó la vista justo cuando Lucas entró por la puerta. Sus miradas se encontraron, su preocupación se reflejó en los ojos de él, que se situó a su lado. Lucas le rozó el brazo con el suyo, y Kylie notó su calidez. El recuerdo de su beso pasó fugazmente por su mente, y se sintió un poco culpable por habérselo contado a sus amigas.

Kylie vio a Lucas mirar a sus dos compañeras de cabaña y asentir. Sin embargo, no fue un asentimiento abiertamente amistoso. Kylie había oído que los hombres lobo eran bastante distantes y suponía que era verdad. Sin contar a Lucas, Kylie no había hecho amistad con ningún otro hombre lobo en el campamento.

—¿Ya ha conseguido Burnett las imágenes de tus abuelos? —Lucas bajó la mirada en su dirección.

—No lo sé. —Lo miró fijamente a sus ojos azules. Durante un breve segundo, deseó no cuestionar lo que sentía. Deseó que él no fuera una incógnita más de su vida. Sería tan agradable dejarse llevar. Entonces, ¿por qué no lo hacía?

—¿Te encuentras bien? —Lucas articuló las palabras sin apenas pronunciarlas. Ella asintió con la cabeza, pero no estaba del todo segura de si era cierto.

—¡Entonces alguien las manipuló! —Burnett se paseó por la sala—. ¿Has conseguido ya los registros de tráfico de los Brighten? Quiero ver una copia de sus carnets de conducir para determinar si son quienes dicen ser. —Apretó la mandíbula y miró a Kylie. Sus ojos destellaron empatía, pero desapareció en menos de un segundo. Parecía que mostrar emociones, aunque solo fuese a través de una chispa en la mirada, era demasiado para él.

Todo en ese hombre parecía oscuro y duro, y él parecía estar contento de que fuese así. Tenía el cabello negro, la piel morena y un cuerpo musculado que mantenía a distancia a la mayoría de los hombres y que hacía que la mayoría de las mujeres de su edad quisieran que se acercase más a ellas. Kylie observó como Holiday estudiaba a Burnett y corrigió su último pensamiento. A pesar de la evidente atracción que había entre ellos, Holiday nunca dejaría que Burnett se le acercara.

—No entiendo qué les lleva tanto tiempo —espetó Burnett a su interlocutor—. Es tan sencillo como sacar los archivos del departamento de tráfico. Yo podría haberlo hecho ya. —Soltó un profundo suspiro de frustración—. Limítate a mandarlos en cuanto los tengas. —Colgó, se guardó el teléfono en el bolsillo de la camisa y miró a Holiday.

Entrecerró los ojos, frustrado.

—Alguien ha manipulado nuestras cámaras. Yo mismo las comprobé esta mañana, y funcionaban perfectamente. Dejaron de funcionar justo una hora antes de que los Brighten llegaran. Creo que está claro lo que eso significa.

Burnett dirigió una mirada a Kylie. Ella sabía que pensaba que los Brighten eran unos impostores, y quizá debería desear que tuviese razón. Eso significaría que no habían sido los padres de Daniel quienes habían desaparecido en la autovía. Pero Kylie quería pruebas.

Se presionó la frente con una mano, tratando de poner freno al dolor de cabeza que empezaba a sentir.

—¿Cuándo creen que conseguirán las imágenes de los Brighten?

—En cualquier momento, si saben lo que les conviene. —La voz profunda de Burnett sonó sincera.

Kylie rezaba para que los padres de Daniel estuvieran bien, para que no fueran la pareja que la había visitado antes. Pero incluso en ese caso, no estaba segura de estar emocionalmente a salvo. Impostores o no, no estaba segura de que la pareja de ancianos mereciera… Evitó que la palabra muerte se cristalizara en su cabeza. Desaparecer no tenía por qué ser un sinónimo de morir.

Lucas le rozó la espalda con el dorso de la mano. Supo que lo había hecho de forma deliberada y que buscaba consolarla. Y lo hizo.

El teléfono de Burnett sonó de nuevo. Lo sacó del bolsillo, pulsó un botón y se quedó mirando fijamente la pantalla. Levantó la vista y le mostró el teléfono a Holiday.

—¿Es esta la pareja que estuvo aquí?

Holiday miró primero a la pantalla y luego a Kylie.

—No. No son ellos.

No es que Kylie no la creyera, pero tenía que verlo con sus propios ojos. Tomó el teléfono de Burnett y se quedó mirando las dos imágenes que aparecían en la pantalla, una al lado de la otra. Un hombre mayor, parcialmente calvo, y una mujer también mayor con el cabello blanco y unos brillantes ojos verdes que le devolvían la mirada desde la pantalla del teléfono.

—¿Son estos los Brighten?

Burnett asintió y contestó:

—Sacadas de los registros del departamento de tráfico.

—Ni siquiera se parecen a ellos. —Kylie no habría podido negar el alivio que la invadió tras escuchar la noticia. Sin embargo, recordó el tacto de la mano de la anciana, el dolor que habían parecido compartir e incluso el brillo de las lágrimas en los ojos de la mujer. ¿Había sido todo una mera actuación? Kylie se giró hacia Holiday—. Si hasta tú has dicho que la mujer te había parecido sincera, ¿cómo han podido engañarnos?

Holiday frunció el ceño.

—Ya te he dicho que la lectura de las emociones nunca es fiable al cien por cien.

Kylie se tragó su decepción al darse cuenta de que una pareja de ancianos había jugado con sus emociones. Al menos, cuando Derek o Holiday la manipulaban, lo hacían para aliviarla o ayudarla. Pero aquello era distinto; la habían manipulado para engañarla. Y tal vez algo más.

Refrenó la irá que le subía por la garganta. Canalizar su ira hacia los ancianos todavía no le parecía correcto.

—Sigo sin entender lo que pretendían lograr haciéndose pasar por mis abuelos.

—Es evidente que no habían venido hasta aquí para acariciarte la mejilla y ofrecerte galletas —contestó Burnett—. Por suerte, Derek se enteró de todo y, sea lo que sea lo que trataban de hacer, se quedó en un intento frustrado.

La mirada de Kylie se encontró con la de Burnett.

—¿Está Mario detrás de todo esto?

—¿Quién más podría ser si no?

Kylie seguía tratando de comprenderlo.

—¿Pero por qué iba a enviar Mario a una pareja de ancianos a hacer esto, cuando podría haber conseguido a alguien mucho más poderoso?

—Porque creyó que así nos engañaría. Y casi lo ha hecho. —La cara de Burnett se ensombreció—. A partir de ahora tendremos que ser más cuidadosos. Te asignaré una sombra.

—¿Una qué? —Kylie supo que aquello no le iba a gustar.

—Una sombra —dijo Holiday—. Alguien que se quede a tu lado en todo momento.

Sí, en efecto. No le gustaba.

—Yo lo haré.

—No, yo lo haré —dijo una voz profunda desde el marco de la puerta abierta.

La voz de Derek se clavó en el pecho de Kylie como una lluvia de pequeñas y afiladas agujas. Levantó la vista y miró fijamente a esos ojos verdes, con motas marrones.

El corazón le dio una sacudida mientras se empapaba de su imagen. Llevaba su cabello castaño algo enmarañado, como si se hubiera pasado las manos por él demasiadas veces. Vestía una camiseta desteñida que se pegaba a su pecho ancho, y sus pantalones preferidos, que se le ajustaban a la cintura y a las piernas. Su mirada la llamó de nuevo; había tanta emoción contenida en esos ojos. No se había dado cuenta hasta entonces de lo mucho que lo había echado de menos.

Hasta entonces.

Quería acercarse a él, tocarlo, apoyarse en él. Asegurarse de que estaba bien.

Sintió la calidez del hombro de Lucas aún más cerca.

Notó el ligero endurecimiento de la mirada de Derek, como si se hubiera dado cuenta de lo cerca que estaba Lucas. Entonces, Derek frunció el ceño.

Una tormenta de emociones estalló en el interior de Kylie. Pero había una emoción que sobresalía entre las demás: la ira. Derek no tenía ningún derecho a estar enfadado por lo cerca que estaba Lucas de ella. Se había ido, aunque ella le había suplicado que no lo hiciese. Así que, ¿por qué esa necesidad de apartarla de Lucas?

—Creo que ya has hecho suficiente involucrando a ese detective. —Los ojos azules de Lucas atravesaron a Derek.

Derek se puso a la defensiva.

—El señor Smith no está detrás de esto.

—Puede que no —dijo Lucas, con la voz tensa—, pero los problemas llegaron a través de él.

La tensión cargaba el ambiente hasta tal punto que resultaba difícil respirar.

Burnett miró a Lucas.

—No es necesario culpar a nadie.

—Burnett tiene razón —dijo Kylie—. Además, fui yo la que se puso en contacto con el señor Smith. —Sintió como Lucas tensaba a su lado. Sospechaba que no le gustaba un pelo que se pusiera del lado de Derek. A ella tampoco le gustaba hacerlo, seguía enfadada con él. Sin embargo, no dejaría que culpasen a Derek por haber tratado de ayudarla. Siguió mirando fijamente al medio fae. Deseaba leer sus pensamientos o, al menos, adivinar sus emociones, de la misma forma que él podía leer las de los demás—. ¿El señor Smith está bien?

Su mirada y la de Derek se encontraron de nuevo. Notó como la ira brillaba en sus ojos. No estaba segura de si era el reflejo de sus emociones, o si él también estaba enfadado. Probablemente fueran las dos cosas.

—Sobrevivirá. —Derek apartó la mirada, y sintió que un vacío le llenaba el pecho. Algo le dijo que era un vacío al que tendría que acostumbrarse, pues nada había cambiado entre ellos.

Nada.

—Yo puedo ser la sombra de Kylie —dijo Della.

—Y yo —intervino Miranda.

Burnett las miró.

—Ya que compartís cabaña con ella, tendréis que turnaros.

—Estará más segura conmigo —respondió Lucas.

—¡Baja de la nube! —murmuró Della.

—Lo mismo digo —añadió Miranda, con el dedo meñique extendido como si le apuntara con un arma.

Kylie dirigió la mirada a Miranda, luego a Della, después a Derek y, por último, a Lucas. Aquello no parecía real. Estaban hablando de ella como si no estuviera presente. Aunque sabía que querían ayudarla, y ella los quería por ello… bueno, los querría cuando dejara de sentirse así de molesta.

Burnett miró de nuevo a Lucas y a Derek.

—Me preocupa que estéis demasiado involucrados en esto.

—Por eso mismo lo haríamos bien —contestó Derek—. Por eso mismo yo lo haría bien —respondió Lucas.

Derek le lanzó a Lucas una mirada de desprecio.

—Eres un verdadero imbécil, Parker.

Los dos jóvenes comenzaron una guerra de insultos.

—¡Venga ya chicos! —gritó Kylie—. Esto se está…

—¡Ya basta! —ordenó Burnett. Lucas y Derek se quedaron en silencio—. A esto me refería, estos dos tienen otros intereses en relación a Kylie.

Kylie enrojeció, más enfadada que avergonzada.

—Tengo una idea. ¿Qué tal si alguien me pregunta lo que pienso sobre…?

—Eso es ridículo —gruñó Lucas.

Kylie parpadeó con incredulidad hasta que se dio cuenta de que se refería a las palabras de Burnett, no a las suyas.

Burnett tensó los hombros y lanzó una mirada a Lucas y luego otra a Derek.

—En estos momentos, no creo que ninguno de los dos vayáis a centraros en la labor de protección cuando estéis a su lado. No digo que no vaya a pediros ayuda en un futuro, pero ahora mismo…

—Sigue siendo ridículo. —Lucas, que estaba al lado de Kylie, se puso rígido. Habría jurado que su temperatura corporal había aumentado uno o dos grados—. Moriría antes de que…

—Yo también —espetó Derek.

—Resulta que mi trabajo consiste en asegurarme de que nadie muera —respondió Burnett.

Al menos en ese punto, Kylie no podía estar más de acuerdo con Burnett.

***

Una hora más tarde, después de que Burnett y Holiday volvieran a la oficina para asignar las sombras a Kylie, esta yacía temblorosa sobre su cama, mirando fijamente el techo, preguntándose cuándo y cómo había perdido por completo el control sobre su vida. Justo después de que Burnett se fuera, la manada de Lucas le había pedido a este que se presentara de nuevo. Con arrepentimiento en la mirada y quizás todavía algo resentido con ella por haberse puesto del lado de Derek, le dijo que iría a verla cuando hubiera solucionado el asunto con su manada. Kylie no le echaba en cara que se fuera: en cierta forma, necesitaba estar sola. Pero no pudo evitar recordar lo que Fredericka había dicho: El linaje de Lucas es puro, y él es consciente de su valor. Sus mayores también lo valoran. Lo han dejado claro. ¿Eran palabras pronunciadas solo para hacerla dudar? ¿O había algo real detrás de ellas?

Kylie cerró los ojos y suspiró. Calcetines se acercó a ella y se ocultó bajo la colcha, mientras una mujer muerta y calva se paseaba por la habitación, murmurando que no podía recordar una mierda. Kylie exhaló profundamente, y de sus labios salió vapor que serpenteó lentamente hacia el techo.

No me acuerdo de nada —balbució el fantasma—. De nada salvo el vacío.

Qué lejos estaba de imaginar la mujer cómo la envidiaba Kylie ahora mismo. Deseaba poder olvidar. Olvidar esa mirada de ira en los ojos de Derek, olvidar la repentina tensión que sintió en el cuerpo de Lucas cuando se puso del lado de Derek. Olvidar que ella podría ser la responsable del asesinato de una pareja de ancianos y de haber enviado al detective, el señor Smith, al hospital.

¿Cómo se dice cuando no puedes recordar quién eres? ¿No hay una palabra para eso?

—Amnesia.

Kylie consideró decirle a la mujer sin nombre (el espíritu necesitaba un nombre, y «la mujer sin nombre» era tan bueno como cualquiera) que su pérdida de memoria podría tener más que ver con la cicatriz que le recorría la cabeza que con un episodio normal de amnesia. Pero Kylie supuso que la razón por la que la mujer sin nombre no podía recordar en realidad no importaba, era el hecho de que no tuviera memoria lo que era un problema. ¿Cómo demonios iba a ayudar a un fantasma que ni siquiera sabía cómo se llamaba?

Kylie sospechaba que si le hiciera esa pregunta a Holiday, la directora del campamento le diría que empezara a buscar pistas en las palabras de la mujer y en su forma de vestir. Los pantalones vaqueros y la camiseta que vestía no servían mucho como pista. En cuanto a la cabeza rapada y la cicatriz, sí, eso sí podría ser una pista. Sin embargo, cuando Kylie vio por primera vez a la mujer, tenía pelo y parecía que le hubiesen abierto el abdomen en canal. ¿Era eso también una pista?

Mierda, Kylie ni siquiera estaba segura de que la mujer supiera que estaba muerta, y preguntárselo de sopetón le parecía un poco fuerte.

Es que no entiendo por qué no puedo acordarme de nada —dijo la mujer sin nombre.

Kylie se llevó la mano a su dolorida sien. En ese momento no estaba de humor para lidiar con aquello. Aunque no es que pudiera elegir. Además, los fantasmas no parecían responder a los «vuelva usted mañana».

—¿Me estás escuchando? —preguntó la mujer.

Kylie abrió los ojos y se incorporó un poco. Calcetines meneaba su cola blanquinegra debajo de la sábana.

—Sí, solo que…

—¿También te duele la cabeza?

Kylie levantó la mirada hacia la fiera cicatriz de la mujer.

—Un poco. —Tiró ligeramente del edredón del extremo de la cama para resguardarse del frío—. Pero solo son problemas de chicos.

¿Problemas de chicos? —La mujer sin nombre frunció el ceño—. Ten cuidado. Los chicos (y los hombres) pueden hacerte daño de verdad. —Las palabras sonaron sentidas.

¿Era eso otra pista?

—¿A ti te han hecho daño? —preguntó Kylie.

La mujer dejó de moverse y arrugó una ceja.

Es posible. No me acuerdo.

—Inténtalo, quiero decir, lo has dicho como si realmente te acordases de algo.

Cuanto antes consiguiese que el fantasma recordase quién era, antes podría descubrir lo que necesitaba y ayudarle a seguir su camino.

El espíritu se llevó el dedo índice a la frente.

No. Nada. No hay nada aquí arriba. —Acercó la mano al cráneo y se pasó un dedo por la cicatriz. Kylie no estaba segura de si la acababa de descubrir o no.

—¿Recuerdas lo que ocurrió? ¿Cómo te hiciste ese corte en la cabeza?

«¿Cómo moriste?». Holiday le había explicado que muchas veces, cuando la muerte había sido repentina o dramática, la capacidad de recordar del espíritu se veía mermada. Sin embargo, para ayudarlos a pasar al otro lado, los detalles de su muerte podían ser fundamentales.

No. —La mujer sin nombre comenzó a pasearse de nuevo—. Odio no saberlo.

Después de algunas vueltas más alrededor de la habitación, el fantasma dejó de hablar, y Kylie volvió a pensar en Derek, en cómo su corazón se había sobresaltado en su presencia. No podía evitarlo, pero se preguntaba si eso significaba que sus sentimientos por Lucas no eran tan intensos como había temido al principio.

De repente, el fantasma se detuvo frente a su cama y clavó la mirada en Kylie.

Te he dado el mensaje, ¿verdad?

Kylie se incorporó un poco más.

—Lo has mencionado, pero ¿puedes repetirlo otra vez? —Tal vez el mensaje no fuera en realidad un mensaje, sino una pista.

Alguien vive. Alguien muere. —Bajó la voz hasta que quedó reducida a un suspiro que le pareció sacado de una película de terror—. Eso fue lo que ellos me dijeron que te dijera.

—¿No sabrás, por casualidad, qué significa eso? —Bajo las sábanas, Kylie apartó la nariz de la mofeta de sus costillas. Teniendo en cuenta el miedo que el amiguito tenía a los fantasmas, el destino se la había jugado de verdad al unirlos.

Yo… —El espíritu entrecerró los ojos como si tratara de concentrarse—. No lo dijeron.

—¿Quiénes son ellos? —Kylie estaba preocupada por la mención de la muerte, pero teniendo en cuenta que se las estaba viendo con un fantasma amnésico, no estaba segura de cuánta credibilidad debía otorgar a su mensaje.

La mujer sin nombre se acercó despacio, descendiendo por el lateral de la cama. Sus luminosos ojos verdes rebosaban miedo.

Tú sabes de quién es.

—No, no lo sé.

El espíritu se mordió el labio inferior como si no se atreviera a pronunciar el nombre. Entonces se inclinó hacia adelante, y colocó los labios azules a solo unos centímetros de la cara de Kylie.

Los ángeles de la muerte. —Cristales helados flotaron desde su boca y cayeron en cascada sobre la colcha de Kylie.

Calcetines salió de debajo de las sábanas, saltó al suelo y se escondió bajo la cama.

—¿Los ángeles de la muerte? —Kylie trató de procesar la respuesta—. ¿Cómo sabes que existen? —De repente se dio cuenta de que ni siquiera había comprobado si la mujer era un ser sobrenatural.

Con la mirada clavada en la frente del espíritu, Kylie tensó el ceño. Nada. Lo que quería decir algo. Todo el mundo tiene un patrón cerebral, ¿no? Hasta los humanos. Kylie había visto el patrón cerebral de Daniel, y Holiday le había dicho que había escaneado a Nana para comprobar el suyo, así que Kylie sabía que los fantasmas no lo perdían después de morir. Entonces, ¿por qué este fantasma no tenía un patrón?

Kylie cerró los párpados, entornó los ojos y se concentró. Seguía sin haber nada. El aliento helado del espíritu parecía haberse enfriado, y se clavó en las partes al descubierto del cuerpo de Kylie. Se tapó con la sábana hasta la barbilla, se apartó del espíritu y le hizo la pregunta que ella odiaba que le hicieran:

¿Qué eres?

Atrapada al atardecer

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