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Capítulo 6

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Una hora después, Kylie daba vueltas en círculo en su pequeña habitación, siguiendo casi el mismo recorrido que el fantasma; el mismo fantasma que se había desvanecido sin ni siquiera haber intentado responder a la pregunta de Kylie. Pero antes de que el espíritu asustadizo se desvaneciera, Kylie vio el más puro pánico dibujado en su cara.

No es que Kylie no empatizase con el fantasma.

¿Cuántas veces había escuchado ella la misma maldita pregunta?

¿Qué eres? O en su defecto, ¿Qué demonios eres? Francamente, a ella no le gustaba ninguna de las dos versiones.

Pero ¿le inspiraban pánico o terror aquellas preguntas?

Frustración, quizá, pero ¿miedo? Vale, igual al principio la habían asustado, pero solo tras asumir que existía la posibilidad de que no fuera humana. ¿Debería asumir que el espíritu sospechaba que no era humana? Kylie recordó la expresión facial del espíritu. Era como si la pregunta hubiera izado una bandera roja o sacado a la superficie un recuerdo olvidado, y no precisamente uno bueno.

Un frío estremecedor que anunciaba la vuelta del fantasma llenó la habitación, y Kylie se abrazó a sí misma.

—Lo siento —dijo Kylie—. Sé que estás confusa. Créeme, sé cómo te sientes. Hace un montón de tiempo que yo también estoy tratando de descubrir quién soy.

El frío disminuyó. Así que el fantasma no estaba de humor para charlas. Kylie empatizaba con ella también en ese aspecto.

Había estado a punto de salir corriendo a preguntar a Holiday sobre la ausencia de patrón cerebral del espíritu, pero como sospechaba que Holiday aprovecharía para hablar sobre el resto de asuntos que tenían pendientes, decidió posponer la visita. Por asuntos, Kylie se refería a su recientemente adquirida capacidad para sanar, derribar muros de cemento y a la posibilidad de que fuese una protectora. Las sanaciones y los muros, puede que fuesen cosas que podía controlar, pero ¿todo el rollo ese de protectora/Madre Teresa? No. No le importaba no hacerse cargo de ello durante un tiempo.

Y no era que estuviese procrastinando, como Holiday le decía a menudo. Estaba estableciendo prioridades. Ahora mismo, su principal prioridad era Derek y las señales de ahora sí/ahora no que le mandaba. ¿Cómo podía querer ser su sombra cuando hacía dos semanas se había negado a mirarla? ¿Había cambiado de opinión? ¿Deseaba ella que hubiese cambiado de opinión?

Lo consideró. Recordó lo cercana a él que se había sentido cuando se habían escapado y él la había besado sin pensarlo. Hasta echaba de menos cómo hacía que todo pareciera sacado de un cuento de hadas. Qué no daría ella por estar en ese momento en un cuento de hadas y no tener que hacer frente a todo aquel desastre.

Pero, ¿significaba eso que si él le pidiera disculpas, lo perdonaría? Después de dar unas cuantas vueltas más por la pequeña habitación, llegó a la conclusión de que su corazón estaba demasiado confundido como para saber lo que quería.

Como si quisiera dejárselo aún más claro a sí misma, en ese momento la asaltó el recuerdo del beso de Lucas. No era una visión sacada de un cuento de hadas, cierto, pero no quería negar, no podía, que lo que había sentido había sido bastante increíble.

¡Maldita sea!

Se lanzó sobre la cama. Tenía un buen lío en la cabeza. Le dio un puñetazo a su almohada, hundió la cabeza y gritó.

Después de tomar una profunda bocanada de aire, se puso en pie de nuevo. Tenía que hacer algo, aunque no fuese lo correcto. Se puso las zapatillas de deporte y cogió el cepillo. Le dio a su pelo un par de pasadas con el cepillo, se puso una camiseta de tirantes blanca limpia y salió de la habitación.

Della se levantó de pronto del sofá.

—Hola. —Kylie siguió caminando hacia la puerta, sin querer decir adónde iba, ya que si se oía a sí misma diciéndolo en voz alta, se lo pensaría dos veces. Y no quería pensárselo dos veces, ni siquiera lo había pensado bien una vez, pero tenía que hacer algo. Estaba cansada de estar en el limbo.

—¿Adónde vas? —preguntó Della.

—Fuera. —Extendió la mano hacia el pomo de la puerta, sin embargo, lo que agarró fue el vestido de Della, que había cruzado la habitación en un abrir y cerrar de ojos y ahora le bloqueaba la puerta.

—Perdona. —Trató de que su voz no delatase su estado de ánimo. A pesar de tener un humor variable, Della no tenía nada de paciencia con el mal humor de los demás; y comenzar en ese momento una irritante discusión con ella no entraba en los planes de Kylie.

—¿Adónde vamos? —inquirió Della.

—No vamos a ningún sitio. Yo me voy por ahí.

—Tengo que ir contigo.

—No, no tienes que hacerlo.

—Sí, sí que tiene. —Miranda salió de su habitación—. Kylie Galen, te presento a tu primera sombra, Della Tsang.

—Para servirte. —El tono de Della rebosaba sarcasmo. Incluso hizo una pequeña reverencia.

—Oh, ¡a la mierda! —exclamó Kylie—. No voy a salir del campamento, estaré bien.

Della frunció el ceño.

—No vas a salir de la cabaña a menos que vaya contigo. —Apoyó la mano derecha sobre la cadera como para enfatizar sus palabras.

Kylie respiró hondo e intentó calmarse antes de que aquello se pusiera feo.

—Mira, quiero ir a hablar con Derek, ¿vale? Y, lo siento, pero no quiero que vengas conmigo. Es algo privado.

La expresión de enfado de Della se transformó casi en empatía, y le lanzó una mirada a Miranda.

—¿Sigues creyendo que ocultarle esto es lo mejor para ella?

—Oh, maldita sea. —Miranda se lanzó al sofá—. Quizá tengas razón, pero no te limites a decírselo; enséñaselo.

Kylie se giró hacia Miranda e inmediatamente recordó que sus amigas habían actuado como si se estuvieran callando algo justo antes de que Burnett irrumpiera en la cabaña.

—¿Ocultarme qué? ¿Enseñarme qué?

Della se sacó el teléfono del bolsillo de los pantalones vaqueros y tecleó algo.

—Me lo mandó Chan. Quise decírtelo inmediatamente, pero Miranda insistió en que con el secuestro y todo lo demás ya tenías bastante.

—¿Qué te mandó? —Kylie se inclinó hasta quedar casi nariz con nariz con la vampira. Su paciencia estaba a punto de agotarse.

—Dios. —Della se echó hacia atrás—. Paciencia. Estás actuando como si hubiera luna llena otra vez. —Escudriñó a Kylie—. No la hay, ¿verdad? —Della se giró hacia Miranda, que seguía tumbada en el sofá—. ¿Les toca ya a los hombres lobo el síndrome prelunar?

Kylie consideró la pregunta, casi con miedo de que Della tuviera razón. ¿Era el ciclo lunar lo que la estaba haciendo perder los papeles o era todo lo que le había ocurrido en los últimos días?

—No. —Miranda se levantó de un salto y se acercó—. Nos queda otra semana antes de tener que lidiar con el síndrome prelunar.

Kylie frunció el ceño. No se había convertido en lobo la última luna llena, pero parecía haber experimentado los típicos cambios de humor que afectan a los hombres lobo antes de su metamorfosis. Y era evidente que sus dos compañeras de habitación seguían considerando la posibilidad de que acabase siendo una mujer lobo. No es que Kylie pensara que esa suposición careciera de base. A esas alturas, podría llegar a ser cualquier cosa.

—Lo mejor será que alguien empiece a hablar —dijo Kylie—. Y rápido.

—¡Por Dios! —exclamó Della—. Estoy tratando de encontrarlo. Aquí está. —Levantó la vista—. Verás, mi primo Chan me envió un par de fotos y me preguntó si este chico era de nuestro campamento. Sabes que vive en esa comuna de vampiros en Pensilvania, ¿no?

Le mostró la pantalla del teléfono, y Kylie observó la imagen.

—Es Derek. —Transcurrieron unos segundos. —¿Qué hacía Derek en Pensilvania? —Aunque era cierto que ella no sabía adónde lo había mandado el UIF o dónde estaba buscando el medio fae a su padre.

—Tengo una pregunta mejor. —Della volvió a mirar el teléfono, pulsó otro botón y se lo volvió a mostrar a Kylie—. ¿Qué hacía Derek comiéndole la boca a una vampira en Pensilvania?

El corazón le dio un vuelco a Kylie cuando vio los labios de Derek en contacto con los de una chica de pelo negro. Y no solo habían entrado en contacto con los labios. La chica le rodeaba la cintura con las piernas, mientras Derek —que evidentemente mantenía a la chica elevada y cerca de él— tenía las manos en su culo, pequeño y bonito, enfundado en unos pantalones vaqueros.

Una punzada de dolor le atravesó el pecho.

—¿Quién…? ¿Cómo…? ¿Qué?

—Pregunté quién —dijo Della—. Su nombre es Ellie Mason y acababa de llegar a la comuna. Chan dijo que alguien mencionó que Derek era de Shadow Falls y solo quiso comprobar si su fuente decía la verdad.

¿Ellie? Kylie recordó que Derek le había dicho que había salido con una vampira llamada Ellie. También recordó que le había dicho que le había dado sangre a Ellie. Qué extraño, jamás hubiera pensado que lo recordaría, pero aquello parecía en ese momento estar esculpido en su memoria.

—Ellie… —Al pronunciar la palabra, sintió un dolor agudo en lo más hondo de su ser. El corazón debía de estar conectado a sus emociones, porque más de una docena de sentimientos diferentes empezaron a aletear con furia en su pecho, como pájaros salvajes tras un enjambre de polillas. Ira, celos, traición, desconfianza… la lista continuaba.

—Necesito esto. —Se hizo con el teléfono e intentó apartar a Della, pero su esfuerzo no sirvió de nada. Della se mantuvo impasible en su posición.

—Lo siento. Sigo sin poder dejarte ir sola —dijo Della—. Lo digo en serio, soy tu sombra.

—Genial, ven, ¡pero no te metas! Y quédate atrás, bastante atrás. Necesito hablar con él a solas. —Las lágrimas asomaron por los ojos de Kylie.

Lágrimas causadas por los celos, la traición y la frustración.

Lágrimas causadas por saber que no tenía derecho a sentir ninguna de esas emociones. No se permitiría llorar, pero seguía notando esas lágrimas. Notaba como le bajaban por la garganta y le quemaban el pecho.

***

Con el teléfono agarrado con firmeza, Kylie atravesó el bosque en dirección a la cabaña de Derek, esperando que estuviera allí. No tenía ni idea de lo que le diría cuando lo viera. No quería pensar, solo necesitaba llegar hasta allí. Saltó arbustos de espinas y se agachó para pasar por debajo de ramas que colgaban bajas, a una velocidad asombrosa. Los pasos de Della sonaban detrás de ella, cerca: su amiga se tomaba su trabajo de sombra muy en serio.

Demasiado en serio.

El ruido sordo de los pasos de Kylie hacía eco, y el olor de la lluvia flotaba en el aire. Una tormenta de verano nacía en algún lugar en la distancia, aunque no demasiado lejos, ya que un trueno retumbó sobre su cabeza.

El silencio llegó tras un trueno particularmente ensordecedor. El destello de un relámpago irradió una chisporroteante luz plateada que bailaba entre las hojas de los árboles antes de caer en la tierra húmeda. Kylie siguió corriendo, siguió sintiendo dolor. Sentía la tormenta, su energía, su poder. Hubo más truenos.

De repente, oyó un crujido estridente a su derecha, y un enorme ciervo —un macho con una cornamenta lo suficientemente grande como para decorar el salón de un cazador— echó a correr y se detuvo en medio de su camino. Asustada, ella también se detuvo de golpe. Un poco más y se hubiera empalado con los cuernos del animal. No había recuperado el aliento cuando un rayo derribó el tronco de un viejo árbol que estaba a solo un metro del ciervo. La luz seguía centelleando cuando Della chocó contra Kylie.

—¿Qué demonios…? —dijo Della.

El ciervo alzó la cabeza de nuevo, inclinando la pesada cornamenta hacia delante en lo que parecía un gesto de amenaza, y luego desapareció. Pero antes de hacerlo, Kylie sintió el frío del animal y una especie de mirada maligna.

Se le erizó el vello de la nuca. Esa mirada calculadora significaba algo. Era como la mirada que le había dirigido antes el águila. Llevó oxígeno a sus pulmones con la esperanza de que le ayudase a aclararse la cabeza y darse cuenta de que estaba equivocada.

No quería añadir otra cosa a su lista de cosas que averiguar, pero el aire que llegó a sus pulmones no la ayudó.

Pequeñas chispas centelleaban y chisporroteaban en el suelo alrededor del tronco en el que había impactado el rayo. El olor a madera quemada y a la lluvia que estaba por llegar inundó el aire. Kylie no estaba segura de si se lo estaba imaginando o no, pero percibió una corriente de energía con los talones.

—Eso ha dado miedo —dijo Della.

—Sí.

—¡Joder, casi te cae encima!

—Pero no lo ha hecho. —Kylie miró el teléfono y se acordó de Derek.

—¡Joder! —repitió Della—. Si el ciervo no hubiese llegado a aparecer…

—No importa. —Y Kylie quería que así fuese. Oyó el golpeteo de la lluvia cayendo sobre las hojas de los árboles sobre su cabeza antes de sentirla en la piel. Ya era casi de noche. La tormenta había llegado, y armonizaba con su estado de ánimo. Cubrió el teléfono de Della con la mano para protegerlo de la lluvia y echó a correr de nuevo.

En unos pocos minutos, casi sin aliento y empapada, Kylie llegó corriendo al porche de Derek con Della pegada a sus talones. Al dar un segundo paso, el porche le trajo un recuerdo. En una ocasión, había venido en busca de Derek y vio sangre en el porche. Pensaba que podían haberlo atacado y se coló, y lo encontró… en la ducha.

Disfrutó de una gran vista ese día y, después de que él se vistiera, se sentaron ahí, apoyados contra la cabaña, charlando.

Compartieron cosas.

Rieron.

No recordaba haberse sentido nunca tan cercana a alguien. ¿Cómo podían haber cambiado tanto las cosas entre ellos en tan poco tiempo?

Se acercó a la puerta y llamó. La puerta se abrió ligeramente, y Chris —el compañero vampiro de Derek— se asomó.

—Hola. —Abrió mucho los ojos y bajó la vista—. ¿Concurso de camiseta mojada? —preguntó en tono burlón.

Kylie bajó la vista y se percató de que el pelo mojado le caía sobre los hombros. Su camiseta blanca y el sujetador fino eran casi invisibles. Frunció el ceño y se tapó el pecho con el pelo mojado.

—¿Está Derek?

—Sí —respondió—. Que venga hasta la puerta es otro cantar. Ha estado recluido en su habitación desde que llegó. —Giró la cabeza hacia atrás y lo llamó—. Derek, tienes compañía.

Para evitar esperar en la puerta mientras Chris la devoraba con los ojos, Kylie se apartó de la puerta y esperó en el extremo del porche. Seguía tratando de controlar sus pulsaciones, y se separó la camiseta del pecho y la agitó con la esperanza de que se secase.

Después de unos minutos, unos pasos familiares se acercaron a la puerta. Se dio la vuelta y encaró a Derek, y tuvo que contenerse para no correr y lanzarse a sus brazos.

Dio un paso hacia él, y entonces se detuvo. Si la rechazaba, dolería mucho.

Atrapada al atardecer

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