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Introducción

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El sentir humano es, fundamentalmente, un sentir-con-otros. La realización de cada persona solo es posible mediante la comunión con sus semejantes. Ser persona es desarrollarse como un proyecto relacional. Aunque es cierto que el ser humano comparte con el bruto la tendencia a sobrevivir, al gregarismo y a reaccionar ante la afectación de las situaciones, también es cierto que por mor de su particular condición emocional, su vínculo con sus semejantes trasciende la necesidad de la supervivencia y la cooperación competitiva, de tal forma que solo logra su realización gracias al sentir-con-otros.

El ser humano no puede ser reducido a un ser-ahí o arrojado a ciertas circunstancias, tampoco a un ser-en-el-mundo o mediador de lo inmediato y abierto a posibilidades de realización. El ser humano es también un ser que siente-conotros. En tal sentido, las emociones y los sentimientos son constitutivos de este ser en relación. Ser humano no solo es desenvolverse entre otros con una especial condición emocional con repercusión intrapersonal, sino también desarrollar una particular sensibilidad frente a lo que esos otros seres en el mundo sienten y enseñan a sentir. Así, las emociones y los sentimientos constituyen la forma-de-ser del humano. No es posible comprender a la persona como un proyecto prometedor sin tomar en cuenta su afectividad, su modo-de-ser-sensible como factor primordial a la hora de conocer el mundo y relacionarse con los seres del mundo. Estudiar el devenir humano, sus éxitos y fracasos, sus conquistas y desvíos y, en definitiva, su adquisición de experiencia moral, política, económica y demás, inexorablemente implica atender lo problemático de un ser que siente-con-otros.

El sentir del humano se deriva, primariamente, de su capacidad para dejarse afectar por el mundo. La racionalidad que ha distinguido al homo sapiens no puede ser entendida como antítesis de la afectividad, pues solo es posible el asombro, el deseo de conocimiento y la búsqueda de la verdad, por esa especial capacidad de asumir, procesar y reaccionar ante las afectaciones del mundo. El bruto también es afectado por el entorno y los otros seres del mundo, sin embargo, el humano con dicha afectación configura la tonalidad con la que ve la realidad y toda una forma de estar-con-otros; esto es, sus creencias, sus proyectos y, en definitiva, construye el mundo con y para otros. Gracias a esta apertura sensible al mundo y a los otros, la persona asume al semejante como una manifestación de la diferencia, como un amigo, un enemigo o, en todo caso, como un don. Apreciar al ser humano como un ser particularmente afectivo implica reconocer su capacidad para sentir-con-otros.

El autoconocimiento no solo depende de la relación intrapersonal, esto es, del descubrimiento, la comprensión y la descripción del mundo interior, sino, sobre todo, del encuentro con la otredad del semejante, cuya individualidad reta a la búsqueda de la autenticidad en el trazo biográfico. Ahora bien, también es cierto que el ser humano aprende del semejante a sentir y a expresar dicho sentir. Las experiencias emocionales y sentimentales tienen una gran carga convencional. Y la empatía juega un papel determinante en este comprender y aprender las emociones de los semejantes, pues es una capacidad para detectar, imitar y reaccionar ante el sentir de los otros. En tal sentido, la empatía es posibilitadora del sentir-con-otros y, por tanto, dispone a la persona hacia el semejante, quien a su vez provoca e incita de manera cómplice la realización de esa relación interpersonal.

Ahora bien, esta capacidad humana de sentir-con-otros no ha de ser comprendida desde una visión meramente esencialista que la haga ver como algo que se desarrolla de forma totalmente espontánea. Es preciso verla más bien como un aspecto que se debe potenciar a través del estar-con-otros y con la educación de las emociones y los sentimientos. Incluso, es preciso entenderla como el resultado de una revisión proactiva; esto es, como una constante e intencional descripción de las acciones propias y las de los otros, con el fin de perfeccionar la atención a sus sentimientos, para lograr detectar acciones que pueden estar provocando dolor y humillación, y así poder mejorar cada vez más las condiciones emocionales para la convivencia.

En este orden de ideas, este libro es un aporte desde las ciencias humanas a la reflexión y el análisis de ese sentir-con-otros, que pone en evidencia la especial condición emocional del humano. Indudablemente, sentir o desarrollar cierto tipo de afectividad no es solo una capacidad del ser humano, sin embargo, en esta obra se investiga la complejidad de la condición emocional de la persona, explorando no solo la experiencia psicofisiológica, sino también la configuración y el impacto social de emociones y sentimientos como el miedo, la angustia, el amor, la vergüenza y el asco. Asimismo, se ofrece una problematización históricofilosófica de la condición emocional del humano, con el fin no solo de hacer una revisión en retrospectiva, sino, sobre todo, para lograr extraer del diálogo entre el presente y el pasado importantes ideas que ayuden a la hora de profundizar en el estudio de las emociones, al tiempo que permita una breve historia y problematización del humano como un ser emocional. Para lograr la realización de esta empresa, este libro asume la titánica tarea de arrojar mejores claves de lectura sobre lo que supone, significa e implica el sentir-con-otros, es decir, en torno a la compleja condición emocional del humano; el punto de partida metodológico de los autores fue de tipo cualitativo, específicamente, la hermenéutica textual e histórica, asumida desde diversos horizontes disciplinares presentes en este libro, tales como la filología, la historia, la filosofía, la pedagogía, la antropología, la sociología y la psicología.

Así, entonces, la primera parte de este libro abordará el “Análisis de emociones con una gran influencia en la vida social”. David Konstan dará apertura al desarrollo de este libro con un extraordinario capítulo titulado: “El miedo y la angustia desde la perspectiva de la Grecia antigua”; el profesor de la New York University defenderá que las emociones son un proceso cognitivo e intencional que, por ende, depende de juicios racionales, asunto que es claro en el caso del miedo, pero no resulta tan obvio en los estados de angustia, pues parece no haber causa y objeto específico o evidente. ¿Cómo analizaron este interesante tema Aristóteles, Epicuro y los modernos? ¿A qué conclusión llega Konstan en torno a la falta de claridad de los estados de angustia? Las respuestas a estas interesantes preguntas deberán ser halladas en este primer capítulo.

El capítulo 2, “Compasión, solidaridad y educación de las emociones”, escrito por Jesús David Girado-Sierra, es una elaborada crítica al racionalismo moral reduccionista, un detallado análisis cognitivista de una compleja emoción como la compasión, y una auténtica provocación pragmatista a la educación emocional para ampliar la solidaridad. Una de las tesis más sugestivas del autor en torno a la eliminación de la crueldad sostiene que la moral obedece en gran parte a los sentimientos y las emociones, no a una cuestión de sometimiento a la ley universal o de acercamiento a luz de la razón. ¿Cómo rebatir la idea imperante según la cual la solidaridad es un derivado de la naturaleza bondadosa de todos los seres humanos? ¿Cómo expandir nuestra obligación moral hacia los excluidos? ¿Cómo educar en emociones como la compasión? Las respuestas a estas y otras relevantes preguntas serán desarrolladas en este segundo capítulo.

El capítulo 3, titulado “El amor: una emoción para la educación”, de Gloria María López y Juan Carlos Echeverri-Álvarez, desarrolla dos importantes ideas en torno a la relación entre el amor y la educación: la primera, sostiene que el amor es parte característica de lo humano y permite analizar los motivos de la acción en cada sujeto; y, la segunda, explora el nuevo papel pedagógico que el amor ha alcanzado. ¿Es posible crear un espacio académico para el amor en las instituciones? ¿Es posible conocer y educar en torno al amor? ¿Qué influencia tienen las emociones en la vida humana? ¿Es posible regular el amor? Las respuestas a estos y otros notables interrogantes serán desarrolladas en este tercer capítulo.

En el capítulo 4 se hace un interesante análisis de la “La vergüenza como consciencia de la vulnerabilidad humana y su influencia en la vida social”. Nataly Coral logra explorar cómo la vergüenza se vincula con el narcisismo, para después reflexionar de manera crítica en torno al efecto de esta emoción en la vida social y, específicamente, en los llamados castigos vergonzantes. Así, Coral argumentará alrededor de la influencia de la vulnerabilidad del ser humano en el desarrollo del sentimiento de la vergüenza, el cual será utilizado como herramienta para estigmatizar a aquellos que son considerados inferiores a los demás. ¿Cuáles son las variables cognitivas que intervienen en la detonación de la vergüenza? ¿Son los castigos vergonzantes una forma eficiente de generar escarmiento para evitar la transgresión de las normas sociales? ¿Hasta qué punto los castigos vergonzantes pisotean la dignidad de las personas? Las respuestas a estas y otras preguntas de gran relevancia serán dilucidadas en este cuarto capítulo.

La primera parte termina con el capítulo 5, titulado “El asco como categoría antropológica”, de Julián Álvarez; en este se analiza desde diferentes ópticas cómo se percibe el asco, sus manifestaciones, expresiones y su labor como mecanismo cultural en espacios discriminatorios y nacionalistas. Una de las tesis del autor que más resalta en torno al asco sostiene que este es una herencia cultural de los pueblos en donde se reflejan los prejuicios y estigmas que cada sociedad posee; de tal manera que el asco no surge solamente del sujeto, sino que está relacionado directamente con el imaginario colectivo al que cada individuo pertenece. ¿De qué manera el imaginario colectivo influye en el desarrollo emocional de los sujetos? ¿Cuál es el rol público que tiende a cumplir una emoción como el asco? ¿Es el asco un medio de denuncia de conductas moralmente censurables? Estos y otros interrogantes de gran interés verán una respuesta en este quinto capítulo.

La segunda parte del libro está dedicada a la “Reflexión histórico-filosófica de la condición emocional del humano”. En tal sentido, en el capítulo 6, “Panorama de la pasión en la Antigüedad y la Edad Media”, Samir Dasuky y Oscar Muñiz hacen una crítica en torno a la pasión bajo la lupa de la tradición filosófica antigua y medieval. Por lo tanto, a lo largo del avance de este capítulo se argüirá en favor de un estudio detenido en torno a cómo las pasiones influyen en el sentir y actuar humano, para después determinar qué se puede considerar como una vida virtuosa o viciosa. ¿Qué relación tienen las virtudes con las pasiones? ¿Qué permite señalar a una acción como buena o mala? ¿Cuál es la relación entre alma y pasión? ¿Es la ataraxia una invitación a controlar las pasiones? Estas profundas preguntas guiarán el desarrollo de este primer capítulo.

En el capítulo 7, “Las emociones en el carácter racional de la religiosidad. Una justificación moderna desde Descartes y contemporánea desde Plantinga”, Eucluides Eslava y Cristian González exponen la función que cumplen las emociones en el origen de la religión, y cómo logran estas acercar la experiencia religiosa a una justificación racional. Una de las tesis que causa mayor atracción en el capítulo afirma que no es necesaria la existencia de una justificación para poseer creencias verdaderas, por lo tanto, el criterio para considerar que una creencia es justificada se basará ahora en procesos cognitivos fiables, y no en la capacidad de dar razones por las cuales se posee una creencia. ¿Es la emoción un motivo para la creencia religiosa? ¿Cómo es posible justificar racionalmente el hecho religioso? ¿Cómo se logra justificar el hecho religioso desde las emociones? Todas estas son incógnitas que, junto a otras de igual relevancia, serán desarrolladas a lo largo de este capítulo.

Este libro termina con un interesante capítulo titulado “La contemporánea articulación emocional del espacio público”, escrito por Claudia Carbonell y Lourdes Flamarique. Las autoras analizan la idea según la cual los ámbitos del espacio público se encuentran en proceso de asentamiento por parte de las emociones; de tal manera que una de sus tesis para explicar esta conquista de las emociones en nuevos espacios asegurará que estas se han comenzado a trasladar a esferas más privadas, lo que ha llevado a la aparición de nuevos códigos emocionales que buscan borrar la distinción entre lo público y lo privado. ¿La esfera privada ha desaparecido por completo en la actualidad? ¿La invasión de las emociones a estos nuevos ámbitos disminuye el aspecto racional de las sociedades? ¿Cuál es el futuro de la racionalidad en un mundo donde las emociones han tomado protagonismo? Estas y otras preguntas de gran valor y actualidad serán desarrolladas en este último capítulo.

Jesús David Girado-Sierra, Ph. D.

Decano

Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas

Universidad de La Sabana

Sentir con otros

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