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AGRADECIMIENTOS

La tarea de emprender la escritura del presente trabajo me ha permitido volver a ser consciente de nuestra fundante inter-dependencia como seres humanos. En mi experiencia, el acto de sentarme a escribir me ha ofrecido la posibilidad de que emerja como trasfondo toda aquella inmensa red de circunstancias que se han debido articular para que yo pueda tener el enorme privilegio de contar con el espacio, la tranquilidad y las condiciones necesarias para poder llevar a cabo esta labor de buena forma. Por otra parte, al escribir también ha emergido el enorme desfile de voces, interacciones, personas significativas, diálogos y experiencias que, como amorosa red invisible, me han sostenido, nutrido y alimentado en mi reflexión. Volver a escribir ha sido redescubrir que la soledad e independencia aparente del escritor nunca es tal, y que cuando me siento a escribir se sientan conmigo toda esa vasta caravana de sucesos y seres que me acompañan e inspiran desde el silencio. A algunos de ellos me gustaría agradecerles de manera explícita en este espacio.

Parte significativa del material que ha alimentado mi reflexión sobre el problema de la crisis de la Iglesia ha tenido una doble vertiente: mi experiencia como docente y como psicólogo clínico. Las charlas y conversaciones que he tenido con mis alumnos —ya sea en contexto académico universitario tradicional o en medio de cursos breves y encuentros con miembros del clero y con comunidades religiosas— han sido fundamentales para ir escuchando, desde dentro, las vivencias, problemáticas, dinámicas, sufrimientos y esperanzas que han girado en torno el problema de los abusos en la Iglesia. Muchos de los insights, hipótesis y comprensiones que desarrollo en este libro son fruto directo de esas interacciones. La segunda gran influencia que he recibido proviene directamente de mis pacientes, hayan sido ellos víctimas directas de abusos producidos en el contexto eclesial o personas que como miembros activos de la Iglesia —laicos y laicas comprometidos, sacerdotes, religiosas, seminaristas en formación y consagrados/as— se han visto afectados, en diversos grados y de distintas maneras, por las dinámicas sombrías eclesiales que elaboro a lo largo de este proyecto. Este libro es fruto de los años de trabajo en los que he tenido la fortuna de poder acompañar como psicoterapeuta a todas estas personas en sus confusiones, sufrimientos, interrogantes, luchas y anhelos. Ello no solo me ha conmovido y transformado significativamente a nivel humano, sino que también me ha hecho entrar en contacto anímico directo con las dimensiones más sombrías y siniestras que habitan en el seno del mundo de la Iglesia católica. Aunque suene paradójico, les estoy muy agradecido por ello.

También me gustaría agradecerles a algunas personas individualmente por sus aportes e influencias sobre este trabajo. A Tony Mifsud y Juan Rauld de la revista Mensaje por ser los primeros que me invitaron a reflexionar y a escribir con mayor detención sobre esta temática. A Carolina del Río y Carlos Schickendantz por las conversaciones, talleres y charlas que compartimos sobre la crisis de la Iglesia, las que fueron para mi fuente de aprendizaje y de inspiración. A Fernando Díaz por esos almuerzos reflexivos compartidos que tenían como temática de fondo las materias que ocupan los siguientes capítulos.

Me gustaría también agradecerles a mis compañeros y compañeras del grupo de reflexión teológica Manuel Larraín, con quienes sorpresivamente iniciamos un trabajo reflexivo paralelo de escribir un libro sobre la crisis de la Iglesia cuando yo llevaba ya unos meses de escritura al respecto. Las conversaciones, discusiones grupales, análisis de textos y escritura conjunta sobre este problema fue un gran incentivo y aliciente para poder avanzar a través de este libro, el cual considero una especie de primo hermano del trabajo que realizamos colectivamente*.

* Hago referencia aquí al libro Vergüenza. Abusos en la Iglesia católica, Ediciones UAH, 2020.

Estoy en deuda también con Francisco Jiménez, con quien tuve el gusto de facilitar un curso sobre el problema de la crisis en la Iglesia en el Centro de Espiritualidad Ignaciano y cuyo pensamiento ha terminado influenciado sobretodo la forma como abordo el problema del clericalismo que realizo en el Capítulo III de este libro. Así mismo, quisiera agradecer la generosidad de Román Guridi quien me ha compartido parte de su notable trabajo doctoral sobre ecoteología, lo que me abrió valiosas referencias académicas sobre el problema de la kenosis desde la perspectiva teológica feminista (discusión abordada en el último capítulo de este libro). Por último, quiero agradecerle a José Murillo por su entusiasmo respecto este trabajo y por su apoyo para que este pueda tener un buen destino editorial.

En el ámbito familiar me gustaría agradecer la generosa ayuda y presencia de mis suegros, Marcelo Carrillo y Sandra Aedo, durante todos los meses que demoró la realización de este proyecto. En tiempos de alta intensidad familiar —entre puerperios e inesperados movimientos laborales— su constante y amoroso apoyo fue fundamental para que este trabajo haya llegado a ver la luz. Les estoy muy agradecido por ello.

Finalmente —last but not least!— la persona que definitivamente ha sido la más relevante y significativa en la realización de este trabajo es mi colega, mejor amiga, principal editora —implacable lectora crítica— mi compañera, madre de mis hijos y mi esposa, Francisca Carrillo. Francisca no solo fue la persona que se le ocurrió la idea de que yo podría escribir un libro sobre el problema de la crisis de los abusos en la Iglesia, sino que además ha sido una fuente constante de aliento, sostén y apoyo para que yo pudiera llevar a cabo esta particular empresa. Francisca ha soportado mis reflexiones monotemáticas sobre la materia, me ha ayudado a revisar críticamente mi trabajo y me ha contenido cuando me he desmoralizado o contaminado emocionalmente con los contenidos sombríos que he estado estudiado. Además, con una enorme generosidad de espíritu ha generado las condiciones cotidianas familiares para que yo pueda abordar y terminar esta tarea. Este libro no existiría si no fuera por su sincero amor, por lo que estoy profundamente agradecido.

Una Iglesia devorada por su propia sombra

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