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1.5 EL JUEGO DE LA IMITACIÓN

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El juego de la imitación presentado por Turing (véase la figura 3) se puede describir así: supongamos que existen tres personas, A, B y C. La primera (A) es un hombre; B, una mujer; y C es un interrogador de cualquier sexo. Entonces C permanece en una habitación separada de ambos. El objetivo del interrogador es determinar cuál de los dos es hombre y cuál es mujer. Así, podría decir el interrogador: «X es A, Y es B» o a la inversa: «Y es A, X es B». Turing nos da un ejemplo:

Dice C: ¿Podría X decirme la longitud de su pelo? Supongamos que X es en realidad A, entonces A debe responder. El objetivo de A en el juego es intentar que C se equivoque en la identificación. Por lo tanto, su respuesta podría ser:

«Mi pelo es ondulado y los mechones más largos miden unos 20 centímetros».

Para que los tonos de voz no ayuden al interrogador, las respuestas deben ser escritas. Lo ideal es disponer de un ordenador que comunique las dos salas. Como alternativa, un intermediario puede repetir la pregunta y las respuestas. El objetivo del juego para el tercer jugador (B) es ayudar al interrogador. La mejor estrategia para ella es probablemente dar respuestas sinceras. Puede añadir a sus respuestas cosas como «yo soy la mujer, no le hagas caso», pero no servirá de nada, ya que el hombre puede hacer comentarios similares.

Ahora nos preguntamos: «¿Qué pasará cuando una máquina tome el papel de A en este juego?» ¿Fallará el interrogador con la misma frecuencia cuando el juego se desarrolle como el ejemplo del hombre y la mujer? Estas preguntas sustituyen a la original, «¿pueden pensar las máquinas?» (Turing A., ¿Puede pensar una máquina?, 1950, págs. 23-25).

Dicho en otras palabras: ¿puede una persona detectar a través de una conversación por chat cuándo se encuentra hablando con un humano o con una máquina?, ¿puede una máquina engañarlo?, ¿qué preguntas debería hacer la persona para detectar que está conversando con un humano? Todas estas cuestiones plantean un reto al juego de la imitación. Un interesante experimento mental que, hasta nuestros días, se mantiene en discusión por las repercusiones que puede tener en la filosofía de la mente y en la inteligencia artificial.


Figura 3. Representación visual del juego de la imitación17.

Ahora bien, esta prueba ideada por Turing presenta varias debilidades, pues no sabemos realmente qué preguntas nos pueden ayudar a discriminar si la entidad con la cual chateamos es una persona o una máquina. Más bien, los ejemplos que da Turing son muy generales y podrían interpretarse de muchas formas. Por ello, no es extraño ver cada cierto tiempo personas que dicen haber «pasado la prueba de Turing», pero, por la misma definición (no formal) que dio Turing, parece improbable que sea cierto. Se mantiene la duda, pues, ¿en qué momento podemos estar seguros de que hablamos con un humano y no con una máquina? Es una pregunta abierta.

Sin embargo, desde su publicación han surgido variadas mejoras a esta prueba e, incluso, otros tipos de pruebas que buscan rebatir la prueba de Turing intentando demostrar que el pensamiento humano no puede ser computarizado (a saber, «la habitación china» de John Searle).

Mentes geniales. La vida y obra de 12 grandes informáticos

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