Читать книгу Nadie te enseña - Carina Schwindt - Страница 24

Оглавление

“Antes de ir a la escuela, jugamos con masa. Es un juego que a él le gusta ya que pasamos ese tiempo juntos antes de despedirnos por unas horas”.


Por rituales nos referimos a las formas que tenemos de propiciar un encuentro con los pequeños mediante ciertas actitudes y acciones que nos permitan fomentar el vínculo y, de esta manera, generar oxitocina en el cuerpo de nuestros niños, que son quienes lo experimentan.

La oxitocina es la hormona del amor, la hormona del vínculo, es la que provoca sensaciones placenteras y ¡reduce el estrés! Favorece también el sentimiento de permanencia, desde el vínculo primario con la madre para después trasladarse a otros vínculos sociales en el futuro. Es la verdadera responsable de que se establezcan y mantengan las relaciones humanas basadas en la generosidad, el altruismo y la compasión.

¡Es justo lo que necesitamos fomentar entre los niños y sus cuidadores!

Los rituales amorosos tienen cuatro componentes:

1 Contacto visual

2 Contacto físico

3 Presencia

4 Juego

Así de simple y así de complejo. Si llevamos a la práctica estos cuatro componentes, aumentaremos en nuestros pequeños, y en nosotros mismos, los niveles de oxitocina.

El contacto visual es la capacidad de estar presentes en un momento de juego. No es lo mismo estar con el teléfono la computadora mientras el niño juega, que prestar atención a lo que está haciendo, aunque no estemos incluidos. Cada tanto vamos a poder observar que nos mira, nos busca, observa nuestra atención hacia lo que está haciendo.

El contacto físico es necesario siempre. Cuando los bebés nacen, lo primero que buscan es el contacto con la mamá, el papá o el cuidador. Ese contacto calma. Es un factor fundamental para su seguridad afectiva y emocional, además de beneficiar las áreas motriz, cognitiva y psicológica. Es la mejor forma de facilitar un apego seguro.

La presencia es estar aquí y ahora, cuando el niño se acerca a mostrarnos algo, cuando el niño llora y necesita ser consolado, en el día a día de las rutinas, en el sentarse a comer, bañarse, irse a dormir. Es estar ahí en todos esos momentos.

El juego, tan fundamental en su desarrollo y, por ende, sumamente necesario en las primeras etapas de la vida. En él se fomentan capacidades como el afecto, la motricidad, la inteligencia, la creatividad y las habilidades sociales. Todas estas se activan y estimulan cuando juega. Es importante que, mientras lo hace, tengamos en cuenta todos los ítems mencionados anteriormente que se deben dar, en especial, en ese momento (contacto visual, contacto físico y presencia).

Estos rituales se desprenden de cada familia, cada cuidador, comunidad educativa y espacio terapéutico.

Si en cada uno de estos lugares podemos propiciar el desarrollo de estos rituales —no hace falta que sea solo en uno—, estamos reforzando los vínculos que generan el espacio propicio para todo aprendizaje necesario. En su libro Disciplina sin lágrimas, Daniel Siegel nos dice que “cuando un niño está separado de su cuidador primario, estos cuatro componentes le envían el mensaje de que está en un lugar seguro donde lo aman y lo van a cuidar. De esta forma el niño genera un vínculo con sus cuidadores secundarios y puede mantenerse en un estado de alerta relajado a pesar de estar separado de su mamá o de sus cuidadores primarios. El estado de alerta relajado le permite al niño explorar, aprender y crecer”.

Nadie te enseña

Подняться наверх