Читать книгу Nadie te enseña - Carina Schwindt - Страница 27
Оглавление“Ella sabe que estoy aquí, a pesar de que está jugando con otros niños, ella sabe que estoy esperando a que quiera venir a decirme algo; es la libertad que le doy de conocer ese contexto nuevo que es la plaza, pero siendo consciente de que aquí la espero para cuando me necesite”.
Como vimos en el capítulo 5, “Rituales amorosos”, la oxitocina se relaciona con los vínculos, con los lazos afectivos, por eso también es llamada la hormona del apego.
Pero ¿qué es el apego?
La palabra apego no tiene que ver con estar apegados, aunque al escucharla nos remontemos a ese concepto. El apego al que hacemos referencia tiene que ver con una relación afectiva y duradera cuya base está en que el cuidador sintonice y cubra las necesidades que presenta, en un primer momento, el bebé y, luego, los niños en general.
Si hablamos de apego, no podemos dejar de nombrar a John Bowlby, psiquiatra y psicoanalista infantil. Fue el primero en formular una teoría referida al apego y estudiar la relación y el vínculo que se establecía entre un hijo y su madre. Él concluyó que tanto la capacidad de resiliencia de los niños como su conducta y desarrollo emocional posterior estaban directamente relacionados con el tipo de vínculo que estos establecían con sus progenitores en los primeros años.
El ser humano nace inmaduro y necesita de ese cuidador de forma casi dependiente para poder sobrevivir. Es una relación fuerte-débil. Cuando los adultos a cargo entendemos que nosotros somos los fuertes, comprendemos cuánta responsabilidad tenemos en esa relación.
El primer momento en que forjamos el apego que da lugar al primer vínculo que tenemos es en la panza de la madre. A partir del sexto mes de embarazo, el bebé ya reconoce la voz de ella. Y empezamos a nombrarlo, sentirlo y acariciar el vientre como si esos brazos llegaran a él. No lo conocemos todavía, pero el vínculo ya se estableció.
Cuando nace, ese momento en el que sale de esa guarida, se vive la primera separación. Pero nada puede con esa unión tan fuerte que se vive en ese instante. El niño sabe que su mamá está ahí, aunque esté en otro cuarto. Está ahí. Toda esta situación se da gracias a esta hormona del apego, la oxitocina, que aparece durante el parto y que permite soportar todos esos dolores y miedos. Y, como también es la hormona del amor, suele tener niveles muy elevados durante las primeras horas postparto.
Esta hormona se vuelve a activar cuando amamantamos o le damos el biberón o cuando estamos cerca de nuestro bebé. Esta unión con su madre o cuidadora es tan fuerte que, a través de estos encuentros, el bebé se fortalece y es capaz de desarrollar vínculos con otros.
El apego es tan importante que influye en la organización del sistema límbico (clave en la gestión de emociones), en el aprendizaje y en la capacidad de adaptación. (Para más información, ver Anexo: ABC del cerebro infantil).
Tipos de apego
Según John Bowlby, existen cuatro tipos de apego:
1. APEGO SEGURO
Es el apego más sano de todos y se da cuando el niño siente la incondicionalidad por parte de sus progenitores y tiene la certeza de que no van a fallarle.
Este apego sucede cuando el cuidador proporciona seguridad y se preocupa por establecer una comunicación y un contacto con ese pequeño, no solamente por cubrir las necesidades de limpieza y alimentación. Los niños se sienten validados emocionalmente y seguros para relacionarse con lo que les rodea.
Esto será muy beneficioso para su vida adulta, es decir, podrán llegar a una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.
Pero no todos los tipos de apego son buenos. Los que nombraremos a continuación son los que debemos tratar de evitar, ya que traerán consecuencias negativas en el desarrollo de los niños y en su posterior vida adulta. Estos son:
2. APEGO ANSIOSO Y AMBIVALENTE
La ambivalencia emocional genera angustia. En este tipo de apego, el niño no confía en sus cuidadores y crece con una sensación de incertidumbre e inseguridad, debido a la inconstancia e inconsistencia en los cuidados o a la ambivalencia de ellos.
Estos niños tienden a presentar miedo y gran angustia ante las separaciones, así como también suelen tener dificultades para calmarse cuando el cuidador reaparece (presentan crisis de angustia). Tienden a estar pendientes de su cuidador y la exploración del medio ambiente es poco relajada, están siempre con el temor de alejarse de la figura de apego.
En este tipo de apego, los niños necesitan la aprobación de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no los abandonen.
Lo que esto provoca en la adultez es dependencia emocional, es decir, son personas que siempre están con la sensación de temor de no ser queridos por el entorno, en especial por sus parejas.
3. APEGO EVITATIVO
El apego evitativo aparece cuando los cuidadores no proporcionan la seguridad suficiente para el niño, es decir, hacen que desarrolle autosuficiencia compulsiva y distanciamiento emocional.
Estos niños no suelen llorar cuando se separan de su cuidador, evitan el contacto y buscan jugar solos sin incluir a los padres en ningún momento.
La despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad, pero en distintos estudios se ha demostrado que, en realidad, estos niños presentan signos fisiológicos asociados al estrés, cuya activación perdura por más tiempo que en los niños con un apego seguro.
Los niños con apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Son niños inseguros con tendencia a reacciones impulsivas o explosivas y con mala gestión de sus emociones.
Generalmente, esto repercute en la vida adulta al tener dificultades para relacionarse. Estos adultos suelen presentar grandes cuotas de estrés, se sienten poco valorados y tienen problemas de intimidad con los demás.
4. APEGO DESORGANIZADO
Es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo. Es causado por una conducta insegura o negligente por parte de los progenitores o cuidadores. Se trata del extremo contrario al apego seguro.
Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza o, incluso, sentimientos constantes de miedo hacia su cuidador o figura vincular.
Se observa que, en su vida adulta, se suele presentar una carga muy alta de frustración e ira. Son personas que tienen relaciones conflictivas constantemente, aunque paradójicamente, son su mayor anhelo.
La importancia de un apego seguro
Como vimos, la calidad del apego determinará tanto el modelo mental del adulto como sus relaciones con los demás, sus miedos o la gestión emocional que haga.
La sensación de seguridad que tiene el niño cuando está en brazos de su mamá, su papá o cualquier adulto referente será la base donde se empiece a formar el desarrollo emocional que dará lugar a aprendizajes de todo tipo. Es importante hacer actividades que disfruten juntos y que se conviertan en algo habitual, predecible e integral en sus vidas.
El primer vínculo (la relación que los pequeños establecen con los adultos referentes) son los padres, abuelos, tíos, primos y miembros de la familia que suelen estar presentes y ser parte de esa crianza. Pero no podemos dejarlo ahí. La escuela es un lugar donde esos primeros vínculos también se empiezan a desarrollar de una manera más extensa y amplia al encontrarnos con otras formas y otros tipos de vínculos. Y nosotros, los terapeutas, no podemos dejar de insistir en la importancia de este vínculo en todas las dimensiones donde se desarrolle ese pequeño.
¿Cómo mejoramos el vínculo con los niños?
Hablar, no gritar
Abrazar mucho
Poner límites con amor y firmeza
Investigar sus intereses
Jugar con ellos
Reconocer sus esfuerzos
Cumplir con lo que prometemos
Decirles cuánto los amamos
Un vínculo positivo y seguro es necesario para el desarrollo cerebral y emocional del niño.
La confianza en sí mismo que este vínculo le proporcione da lugar a una buena inteligencia emocional. Cuando el niño se siente seguro, fomentamos su autonomía y su capacidad de investigar. Dejará de ser tan dependiente y será más autónomo.
Más adelante, podrá desarrollar vínculos sanos y ser consciente de sus fortalezas y limitaciones, que le permitirán entender el error como aprendizaje. Lo ayudará en el desarrollo de la autorregulación emocional, fortalecerá la empatía y será capaz de resolver conflictos.
Si de niños desarrollamos un concepto positivo de la figura de apego y de nosotros mismos, los sentimientos que experimentaremos serán de seguridad, confianza, alegría y bienestar, mientras que, si el modelo mental es negativo, nuestros sentimientos serán de inseguridad, desconfianza, ira y miedo.
Es por ello que resulta de suma importancia prestar atención a los primeros años de vida de los niños y establecer vínculos fuertes y seguros en los que ellos puedan sentirse cuidados y protegidos.