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A Theodore Roosevelt.
ОглавлениеEn carta dirigida á J. Creelman, el 7 de Marzo de 1908, al darle las gracias por el artículo que sobre el Presidente Díaz publicó en el “Pearson’s Magazine”, afirma Vd. que entre los estadistas contemporáneos ninguno es tan grande como el Presidente Díaz, porque ha hecho en favor de su país todo lo que un hombre puede humanamente hacer, y que Mr. Creelman ha presentado al pueblo americano el retrato mejor y más viviente de cuantos hasta hoy se conocen del gran Presidente.
Pues bien, yo condeno esas tres aseveraciones por erróneas y por injustas, por estar basadas en informes incompletos, parciales y superficiales. Tanto la entrevista de Mr. Creelman con el Presidente Díaz, como la carta de Vd. dándole las gracias, han causado, por su amplia circulación, incalculables perjuicios, pues que una opinión, por más que sea honrada y sincera, es perniciosa cuando se funda en noticias falsas.
Mr. Creelman permaneció en México solamente unas cuantas semanas, lo que acredita superficialidad; tomó directamente su artículo de los labios del Presidente Díaz, y eso constituye parcialidad; y sus conocimientos de las condiciones tanto políticas como históricas de México, son incompletos y con carácter de diletantismo, como bien lo prueba su referido artículo, con lo que se demuestra que son incompletos.
Por mi buena fortuna hace cerca de tres años me trasladé á la ciudad de México, para ser uno de los fundadores, uno de los directores y el editor de la edición dominical de “El Diario”, que es hoy el primer periódico de ese país en lo que respecta al prestigio, y el segundo en lo que respecta á circulación. Durante esos años he tenido oportunidad de observar el desarrollo de los acontecimientos, desde las oficinas del periódico, como un médico que toma el pulso á un enfermo, y de vigilar la actitud del gobierno mexicano, representado por el Presidente Díaz, como un espectador curioso atisba detrás de los bastidores la labor de una compañía teatral.
Me consagré en esos años á leer cuidadosamente y con asiduidad la historia de México anterior al período del presidente Díaz, y después examiné con escrupulosidad la del largo período de su administración, escudriñando panfletos y colecciones de periódicos ya olvidados, y en conferencias privadas é íntimas con enemigos y detractores, y con amigos y admiradores del Presidente Díaz, y, también, con los que miran con indiferencia su labor política.
Después de haber reunido todos esos elementos, he reflexionado con madurez y he llegado á la conclusión de que el Presidente Díaz no ha hecho todo lo que era humanamente posible, sino todo lo que era inhumanamente posible que perpetrase un hombre; que el retrato que del Presidente Díaz presenta Mr. Creelman, no es la mejor representación de ese funcionario, sino que lo presenta tal como el Presidente Díaz gusta que lo exhiban, es decir, como el salvador y creador del México moderno; que en realidad no es más que un tirano y un déspota en el sentido más lato de las palabras; el creador de un sistema político mucho más cruel, diabólico y profundo que el que Machiavelli concibió en su “Principe”, más sutil é hipócrita que el de la orden de los Jesuítas formada por Loyola, más sanguinario é implacable que el del reinado de terror y asesinato de Abdul Hamid, más perverso y dañoso para México que la dominación de Calígula sobre Roma.
Jamás ha hecho el Presidente Díaz algo en favor del pueblo mexicano, á no ser que ese algo sirviese al mismo tiempo para ayudarlo á su elevación al poder, á enriquecerlo y á darle prestigio internacional.
Por lo contrario, ha sofocado todos los ideales puros y patrióticos de su pueblo, conservando, en vez de la substancia, una forma, una apariencia, mejor dicho, lo que para toda persona inteligente, no es más que una burla y un insulto.
Por eso afirmo que no puede ni debe ser llamado un gran estadista; puesto que es esencialmente personalista, su obra morirá con él; que considerarlo como un gran presidente equivale á invertir todos nuestros patrones políticos, porque ni Washington puede ser tenido como un gran presidente, ni Lincoln como el más grande, el más puro, el más alto ideal del estadista, si aquel otro hombre es considerado como grande.
Porque el Presidente Díaz ha sacrificado todas las libertades del pueblo mexicano en aras de su ambición personal, manteniendo sólo las de sus agentes serviles, sus cortesanos, sus favoritos y sus conspiradores asalariados. Ha arrasado los tres grandes baluartes de toda nación civilizada: la libertad personal, la libertad de la prensa y la justicia.
Durante toda una generación el Presidente Díaz ha representado la farsa de un gobierno democrático, liberal, paternal y patriótico en beneficio de las cándidas naciones civilizadas; sus pregoneros en la prensa fueron los extranjeros que, á cambio de concesiones y privilegios, le prodigaron adulaciones y mentiras, ó guardaron silencios muy significativos; sus turiferarios, domésticos y extraños, se dividían el botín, como los Pashás, y el resto de los mexicanos recibía las migajas que caían de la mesa del festín, llena de manjares y de bebidas, y, si gruñían, á puntapiés se les sometía de nuevo al yugo.
En realidad ha defraudado á todo el mundo por algún tiempo; pero no podrá engañar á todo el mundo en todo y por todos los tiempos.
Si la paciencia de Vd. es tan grande como su buena voluntad, sírvase leer estas notas, que son el resultado de una inquisición honrada y concienzuda. Quien estas líneas escribe ha roto con sus intereses pecuniarios, á fin de hallarse en absoluta libertad para decir la verdad; y lo único que reclama para esta pequeña obra, es que se la considere como la primera hoja del libro de la futura Historia del México moderno, que necesario es que se escriba, desde los comienzos, por hombres verdaderamente libres.
Carlo de Fornaro,
National Arts Club, New York.