Читать книгу Educar para amar - Carlos Alberto Scarponi - Страница 4
ОглавлениеPRÓLOGO
La sexualidad ha sido algo de lo que, durante siglos, se habló ocultamente o en instancias chabacanas, con numerosas alusiones de diverso tipo a los órganos sexuales o a la función fisiológica. Hasta hace pocos años, la asignatura Anatomía no incluía ningún capítulo centrado en el aparato reproductor. Menos era esperable que la sexualidad fuera encarada de una manera global, no meramente genital, ni tampoco vinculada con el amor.
Tan sólo en la segunda mitad del siglo XX, ante la aparición de movimientos dedicados al matrimonio y la familia, el tema comenzó a ser tratado más abierta y seriamente. Sobre todo, cuando la píldora anticonceptiva cambió notoriamente la conducta sexual dentro y fuera del matrimonio.
Lamentablemente, como ocurre en muchos temas sociales, los vaivenes suelen llevar de un extremo a otro y en este aspecto no se ha logrado todavía el equilibrio. Ahora se habla mucho más del tema, pero no siempre con conocimiento, no siempre con intención educativa ni formativa ni siquiera con seriedad. El tema se bastardea en la radio, en la televisión, en el cine, en el teatro y también en los programas escolares que se imponen.
Por eso es tan importante la aparición de un trabajo como el presente, en el que su autor encara la cuestión con seriedad, con conocimiento y con intención formativa.
Ya su título vincula la sexualidad con el amor y con la educación. No es fácil que se conciba la genitalidad como parte de una sexualidad más amplia y justificada en el amor. Por ello se parte del amor como camino de redención, como vocación primordial, como donación y comunión que se hacen concretas en la unión conyugal y que requieren de un autodominio que libere del egoísmo, del hedonismo, de la agresividad. El autor va desgranando la necesidad de ese cultivo del autodominio, del pudor, la modestia, para adentrarse en el camino pedagógico que requiere, un camino gradual que lleve a crecer en el conocimiento y en la voluntad. Obviamente, con la orientación de la Madre y Maestra, son los padres los primeros educadores, mientras que la comunidad eclesial ejerce un papel subsidiario. Los padres y la comunidad necesitan una formación que dé lugar a un ‘catecumenado’ para el matrimonio y la familia, que ha de hacerse –como decía hace ya décadas el P. Pedro Richards– de manera remota, mediata e inmediata. Pero debe haber para ello instancias de asistencia –servicios de orientación familiar, escuelas con programas adecuados, grupos comunitarios de mutuo apoyo y formación, prevenciones respecto de los medios de comunicación.
Muy bien advierte, pues, el autor que para que esta educación sea posible deben darse ciertas condiciones: buena preparación de los agentes, métodos adecuados, respeto de ciertos principios en la intervención educativa y actuación en las diversas etapas del crecimiento y desarrollo personales.
No menos rica es la reflexión sobre los métodos para la educación, tanto para la vocación al matrimonio como para la vocación a la virginidad: el ejemplo de la propia vida conyugal de los padres, la enseñanza de caminos científico-filosóficos como la NAPRO tecnología, la atención a ciertos principios operativos, el diálogo constante y la necesidad de incorporar esta educación en la cultura general.
La experiencia del autor como sacerdote, consejero y docente enriquece el conocimiento teológico-psicológico-pastoral que forma parte del contenido de esta obra. La lectura atenta y detenida de ella será iluminadora y orientadora para la labor de padres, docentes, teóricos de la educación, instituciones eclesiales. Y hoy más que nunca, pues la situación social y los intereses que se mueven en ella atentan gravosamente contra estos sanos principios.
Pablo y Marcela CAVALLERO
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