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1.3 La salud es información

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Una observación importante se impone al inicio de esta segunda sección. Sostener que la salud es información no va en contravía de las asunciones clásicas acerca de la salud y que la comprenden o la explican, de alguna forma, en términos de –o en relación con– masa y energía. Por el contrario, las asumen. La razón estriba en el hecho de la siguiente ecuación:


Esta ecuación afirma que el concepto de masa está incluido en el concepto de energía, el cual, a su vez, está incluido en el concepto de información (Maldonado, 2018a). En consecuencia, afirmar que la salud es información supone sostener que es tanto materia o energía, o que las comprende a ambas; no las excluye.

En términos elementales, la masa puede ser asimilada a los nutrientes de un sistema vivo, mientras que la energía hace referencia a distintas formas de acción y de relacionamiento. La información es el título que comprende a ambas, pero que apunta en una dirección propia, diferente.

Salud es el título de un problema que compete a la totalidad de los sistemas vivos, e incluso de los no vivos, y que en absoluto se reduce a la dimensión humana. Por vía de contraste, digamos que se enferman los árboles, los ríos, las plantas y los animales. Salud es un fenómeno que empieza mucho antes del ser humano, que atraviesa a los seres humanos y que termina mucho después de los seres humanos. Salud es el título de un acontecimiento o un proceso fundamental de la biosfera. Comprender este acontecimiento o proceso constituye el centro de este texto.

La salud puede ser vista como el proceso que comprende todas las potencialidades de la existencia, en el sentido preciso de que a mayor o mejor salud, más y mejores posibilidades en la vida. La gestión de la salud por parte de cada quien no es otra cosa que la gestión misma de las potencialidades que puede desplegar y actualizar cada cual, incesantemente. Esta idea, sin embargo, es igualmente válida en la dimensión grupal y social de la existencia.

Digámoslo sin más: salud hace referencia a vitalidad, solo que la vitalidad no es un estado, una instantánea, un momento; por el contrario, es una dinámica, un proceso, un flujo que se hace patente mediante sus resultados. Con todo y el reconocimiento expreso de que los resultados no implican, en absoluto, una mentalidad de tipo efectista, de eficacia o eficiencia. Los resultados de la vitalidad –de un individuo, un grupo o un pueblo o sociedad–se evidencian al mismo tiempo en el proceso y en el resultado final; en los trailers, si se me permite la expresión, y al final del día, cuando las cuentas y los esfuerzos han sido consumados.

Hay información nociva e información beneficiosa, análogamente a como hay materia (es decir, comida) saludable y poco saludable, incluso de la misma manera como se dice que existen (cultural, socialmente hablando) personas o ambientes con energías positivas y oscuras. Así como la salud se corresponde con materia beneficiosa (comida sana, por ejemplo) y con energías favorables (formas de vida, estilos de vida, ambientes), de la misma forma la salud se corresponde con información positiva, y no con información negativa. El tema que emerge aquí inmediatamente es el de la epigenética.

Desarrollada propiamente hace poco tiempo, la epigenética puede ser vista como la síntesis de diversas perspectivas así: o bien como la síntesis entre el genotipo y el fenotipo, o entre la naturaleza y la cultura (culture and nurture), entre la biología del desarrollo y la evolución, o bien, igualmente, como la síntesis entre Darwin y Lamarck, supuesta, en este último caso, la síntesis neodarwiniana llevada a cabo hacia los años cuarenta del siglo XX entre Darwin y Mendel.

La idea no es difícil. A través, particularmente (aunque no únicamente) de procesos de metilación que tienen lugar en las histonas y la cromatina, es posible que experiencias de diversa índole –notablemente culturales– logren que se activen o inactiven determinados genes, de suerte que la expresión de unos genes permita la transmisión o la herencia de esas experiencias a generaciones siguientes (para algunos detalles técnicos, cfr. Dincer, 2016; Hallgrímsson y Hall, 2011).

Literalmente, los estilos de vida, las experiencias de diversa índole, los entornos y los ambientes pueden ser transmitidos o heredados por lo menos a las tres generaciones siguientes. Pues bien, lo que se transmite o hereda –lo cual enriquece ampliamente los mecanismos de herencia y variación del darwinismo– es información, puesto que las experiencias y los entornos no son otra cosa que información. De esta suerte, alegrías o tristezas, esperanzas e ilusiones, sufrimientos o regocijos son heredados mediante la metilación. Así, sin que se supiera anteriormente, no son solo aspectos genéticos y moleculares los que se heredan o transmiten, sino, también, aspectos culturales en el más amplio sentido de la palabra.

La epigenética viene a enriquecer la visión de complejidad de los sistemas vivos, y de estos con su entorno o medioambiente. La vida, o la salud, son bastante menos deterministas de lo que se creía, y existe una complejidad mayor y creciente en la interface entre cultura y naturaleza. Los procesos, las dinámicas y las estructuras, pero también los contenidos de la información –genética al mismo tiempo que epigenética, comportamental y simbólica (Jablonka and Lamb, 2005)–, son heredados o transmitidos. Los seres vivos aprenden de todas las formas posibles, y se comportan y existen correspondientemente. El aprendizaje y la memoria son dimensiones bastante más amplias y entrelazadas de múltiples maneras que se corresponden con los procesos, por definición, incesantes, de adaptación continua.

En esto, quisiera decirlo, consiste la complejidad de la salud. Ahora bien, la sorpresa, desde el punto de vista académico y de investigación, estriba en el hecho de que no se ha dedicado hasta la fecha una atención suficiente acerca de esta complejidad, dado que el énfasis, no sin buenas justificaciones, se ha centrado en torno a la enfermedad.

Existen relativamente muchos trabajos recientes acerca de la complejidad del sistema de gestión de salud (complexity of healthcare) (Plsek y Greenhalgh, 2001; Kannampallil et al., 2011; Lipsitz, 2013; Rouse and Serban, 2014; Greenhalgh y Papoutsi, 2018). Sin embargo, en la literatura especializada existe poca (Sturmberg and Martin, 2012) o ninguna bibliografía acerca de la complejidad de la salud (el texto de Sturmberg & Martin sigue siendo muy vago dado que comprende la salud en términos holísticos, una idea que ya, a esta altura de la historia de la ciencia, raya con el sentido común).

La información expresa y contiene aspectos o elementos materiales en el sentido primero de la palabra. Pero es igualmente cierto que la información también contiene y expresa procesos, dinámicas y flujos. Esta es la riqueza misma del concepto de información y, de pasada, la revolución de todas las ciencias basadas en la información y el procesamiento de la información. Dicho en términos laxos, la información es tanto un fotograma como la película completa de un proceso determinado; es tanto un plato de la cena, como la cena misma, con las conversaciones y todo lo demás.

Pues bien, decir que la salud es información equivale a afirmar que la salud debe ser vista como un proceso que comprende al mismo tiempo aspectos genéticos y moleculares, orgánicos y biológicos, además de culturales, sociales o históricos, en todo el sentido de la palabra. Pensar en complejidad no significa pensar más en términos de causalidad, sino de correspondencias, es decir cómo unos factores inciden sobre otros, y estos a su vez sobre los primeros, de forma siempre no-lineal. Antes que pensar en una relación sistémica u holista, se trata de atender a la no-linealidad de las correspondencias, lo cual es un tema altamente difícil y complicado.

La información se encarna, literalmente; es una experiencia física no tangencial que se materializa en el cuerpo humano y se trasmite o se hereda. No existen por tanto dos instancias distintas, la mente y el cuerpo, el espíritu y el soma –o como se los quiera denominar–. Por el contrario, existe una sola unidad armónica; esto es, que se desenvuelve, a la manera exactamente de la música, en superposiciones, alternaciones, escalas horizontales y verticales, improvisación y juegos con ritmo y melodía. En otras palabras, “armonía” es el título que en música corresponde a lo que en complejidad se denominan “equilibrios dinámicos”, y en teoría de la evolución, “equilibrios puntuados”.

Si la salud es información, es algo que la epigenética contribuye a clarificar debido precisamente a esa combinación o articulación entre genotipo y fenotipo, o también entre materialidad y energía, y cultura y sociedad en el sentido amplio e incluyente de los términos.

Pues bien, hay una derivación que salta inmediatamente a la vista, pero que debe ser expuesta con cuidado a fin de evitar deslices o malas interpretaciones. La salud en cuanto información no es simple y llanamente una condición biológica, sino, precisamente gracias a la epigenética, es también una condición estética. Alguien sano es alguien hermoso o bello, y no simplemente en el plano físico, por su apariencia o fenotipo, sino, además, como una armonía o unidad que desborda ampliamente la simple “bonitura”, el aparecer como alguien bello.

En efecto, en cuanto sistema de información, la salud comprende un sistema complejo de signos y símbolos, y la combinación de ambos apuntan a la idea misma de vitalidad. Vitalidad no en un sentido superficial, sino como alegría de vivir y regocijo de la vida misma. La salud nos permite reír y la risa misma incide en la salud de las personas. Nadie que no sea capaz de reír, e incluso, no en última instancia, de reírse de sí mismo, no puede decirse que no tiene o exhibe vitalidad. El espíritu de pesantez y la gravedad del carácter esconden siempre patologías y desarreglos tanto en el cuerpo como en el espíritu.

La vitalidad se expresa en la alegría de vivir y en la capacidad de combinar la simplicidad de algunos momentos, con los sueños y los proyectos. Un equilibrio frágil, ciertamente, pero sutil y lleno de significados. Los ambientes severos, adustos y pesados terminan por enfermar a las gentes y por desencantar el mundo y la vida. La salud puede ser considerada como la ligereza que permite saltar los abismos, la flexibilidad de superar los problemas y los obstáculos, sin perder el pivote propio que cada quien, individuo o grupo, debe poder tener. La información es una realidad física que carece de peso –y ciertamente de peso en el sentido tradicional de la palabra–. El peso de la información se mide en capacidades –bits, megas, gigas, teras, petas, etc.–, no en términos de competencias, destrezas o habilidades; por ejemplo la capacidad de procesamiento, la capacidad de almacenamiento, la capacidad de desarrollo o performatividad, si cabe.

En otras palabras, la salud es algo –una condición– con lo que hacemos cosas, y gracias a la cual podemos saber de la alegría de vivir sin tener que pensar en ello permanente o conscientemente. Una hermosa aporía.

Nos alimentamos no solamente de materia o masa (comida, por ejemplo), no solamente de energía (por ejemplo entornos agradables y relaciones constructivas), sino, además y acaso fundamentalmente, nos nutrimos de información, de mucha información, todo el tiempo, incluso aunque no seamos plenamente conscientes de ello.

La alimentación la recibimos cada x número de horas, de manera general. Las energías las renovamos en distintos momentos (durmiendo, descansando, haciendo deporte, practicando yoga, entre otras muchas actividades). Pero la información no deja de atravesarnos permanentemente, de manera directa y consciente, o de forma indirecta y desapercibida.

Datos, gestos, señales, colores, nombres, movimientos, cifras, detalles, luces, sombras, silencios, ruidos, sonidos, y muchos otros aspectos del mundo configuran información y van incidiendo de distintas maneras y en grados diversos sobre el temperamento, los estados emocionales, los gustos y disgustos, e incluso sobre los estados mentales y, ulteriormente, sobre la salud humana. Solo que esto es igualmente cierto, en otros contextos y marcos, para el resto de los seres vivos. Salud es un problema complejo, literalmente.

En otras palabras, en tanto información, la salud es al mismo tiempo un input y un output, a la vez que el proceso mismo de la existencia; en términos relativos, según tiempos, lugares, momentos discretos; esto es, de un lugar a otro, de un momento a otro. Y sin embargo, el procesamiento de esos estados, condiciones, ambientes, momentos, lugares y experiencias va configurando una especie de continuo que es el vivir mismo. Es decir, ese modo de la existencia en el cual sabemos de alguna enfermedad o dolencia, o, mucho mejor, de algún estado de bienestar, goce, tranquilidad o despreocupación.

De esta suerte, mientras que la enfermedad implica un estado de preocupación, la salud coincide, plano por plano, con un estado de despreocupación, a la manera de los niños en su alegría o inocencia, o a la manera de los animales, que juegan, yacen o vuelan sin más. La salud es, sin más, un estado de inocencia que no se sabe a sí mismo, que no hace de sí mismo un objeto o un tema de trabajo, sino que es asumido o experienciado como la condición primera de la existencia, de manera gratuita, despreocupada.

Reflexiones críticas sobre la teoría de la salud pública

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