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Introducción

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No hay ningún problema más importante, sensible, difícil, complejo como el estudio y la explicación de los sistemas vidas. Dicho grosso modo, esa es la finalidad de las ciencias de la vida. Ahora bien, quizás el caso o la expresión más fundamental de los sistemas vivos sea la salud. Este es, dicho de modo genérico, el tema de las ciencias de la salud.

La comprensión más tradicional de la salud la entiende como un problema específica o determinantemente humano. Esto es un error. La salud –como la enfermedad– son fenómenos, experiencias, comportamientos, que suceden en muchas otras instancias antes y después de los seres humanos. Se enferman los ríos y las selvas, se enferman los animales y las plantas, y se enferman incluso los materiales (y este es el objeto de la ingeniería o de la física de materiales, por ejemplo).

Dicho de otra manera, la salud humana es imposible sin la salud en general del planeta; esto es, de los otros, del medioambiente y de los animales y las plantas, entre otros. De esta suerte, el cuidado de la salud implica una visión radical, a saber: una comprensión no-antropocéntrica o no-antropomórfica de la salud, así como de la enfermedad.

En el panorama académico y científico, el grupo de investigación Complejidad y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque se ha dado a una tarea singular: pensar la salud –y no ya única o principalmente la enfermedad–. Por consiguiente, se trata de pensar –aprender, investigar y demás–, en términos perfectamente distintos a expresiones como “el continuo salud-enfermedad” o “la salud como la ausencia de enfermedad” y otras expresiones semejantes.

Pensar la vida es una sola y misma cosa que pensar la salud, y hacer posible a la una es exactamente lo mismo que cuidar, posibilitar y exaltar a la otra. Y sin embargo, se trata de tareas de una inmensa dificultad. Sostenemos expresamente que, grosso modo, la historia de la humanidad en Occidente no ha pensado en la salud, solo en la enfermedad. Lo cual es importante, pero es perfectamente insuficiente.

Hemos emprendido un viaje, y en los viajes largos y signados por la incertidumbre hay que andar muy bien pertrechados. Pues bien, sin la menor duda, las ciencias de la complejidad constituyen la mejor de todas las ayudas para pensar la vida, para pensar la salud, y para hacerlas a ambas posibles, tanto como quepa imaginar.

Existen numerosas dificultades, retos y obstáculos en este viaje. Algunos son: el reconocimiento expreso de que la principal fuente de mortalidad son las fallas médicas; no existe hasta la fecha una teoría (general) acerca de la vida y los sistemas vivos; no hay una teoría unificada de la biología; en las acciones y decisiones médicas, la piedra de toque al final de la cadena es el paciente, y por tanto su núcleo familiar y social –algo que la auditoría médica desconoce–; hay quienes creen que se puede enseñar, hoy, en el marco de la sociedad de la información y la sociedad del conocimiento, por ejemplo, cómo cuidar la salud –otro error craso–. Precisamente por ello –hoy por hoy– hablamos de comunidad de aprendizaje, aprendizaje significativo, aprender a aprender, por ejemplo.

Este libro hace una apuesta: deben ser posibles otras comprensiones, otros lenguajes, otros modelos, otras teorías en relación con la salud, aun con el reconocimiento de que la salud implica una visión prismática –lo que permite entonces hablar de salud pública, salud clínica, salud ambiental, entre otras–.

Pensar la enfermedad significa pensar “estados”. No sin razón, la medicina habla del “estado del paciente”, queriendo referirse a la condición del paciente en relación con la enfermedad. En contraste, pensar la salud equivale exactamente a pensar procesos, flujos, dinámicas. Como se aprecia, la perspectiva es perfectamente distinta en cada uno de los dos casos.

Es imposible hacer buena ciencia sin re-considerar y sin re-formular el lenguaje mismo con el que se hace la ciencia. En este caso nos ocupamos de tres ciencias: las ciencias de la vida, las ciencias de la salud y las ciencias de la complejidad. Pues bien, este libro es una colección de capítulos, y cada uno de estos es autosubsistente por sí mismo; pero, en otro sentido, puede y debe ser leído como un concierto compuesto por distintos movimientos. Un primer movimiento es el que expone el motivo de la obra; un segundo movimiento, el que despliega el motivo en un tono propio y en crescendo, y así sucesivamente.

Hay aquí una apuesta fuerte. En primer lugar, la Universidad El Bosque ha creado una colección –Complejidad y Salud–, la primera en su género en Iberoamérica, en el que se conjugan las tres ciencias ejes de la reflexión y la investigación. En este marco, la investigación, que es un proceso esencialmente abierto y acaso inacabado, se expone gradualmente. Este es el segundo título de la colección mencionada, pero este libro puede ser leído como la continuación de una investigación conjunta, anticipada en el volumen anterior de la colección. La comunidad académica e investigativa puede tener la seguridad de que vendrán otros volúmenes.

Dicho en el lenguaje de las ciencias de la salud, la vida no consiste única y principalmente en salud; también, en ocasiones, acaece el dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Sin embargo, sin dudas, la salud es aquella condición que hace efectivamente posible la vida de las maneras más sorprendentes que quepa imaginar. Esta idea, sin embargo, asume matices importantes, sutiles incluso, que serán el objeto de otros trabajos.

La salud, dicho sin más, es esa condición que nos permite asumir y desplegar nuestra vitalidad de forma absoluta, incluso, en numerosas ocasiones, a pesar de la enfermedad misma. Querernos sanos y vivir en la salud es, al fin y al cabo, una sola y misma cosa con saber vivir, con vivir bien, en fin, sin más, con la alegría misma del vivir (la joie de vivre). Esa condición que nos lanza más allá de nosotros mismos, y en cuya experiencia alcanzamos la plenitud misma de la vida, la vitalidad que nos hace humanos, y más que humanos.

Digámoslo a la manera de una conclusión abierta (open-ended conclusion): la salud, como la vida misma, nos pone en marcha hacia la complejidad del mundo, de la realidad, de la vida misma y, en fin, del universo. Y sabemos entonces de la alegría de estar con los nuestros y del modo como vivimos, con los sueños y proyectos y las contingencias también que hacen a la vida. Tenemos ante nosotros una invitación: un viaje hacia las ciencias de la complejidad, por una simple razón: las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida.

Abrimos por consiguiente la puerta, inmediatamente, hacia una teoría de la salud pública; que no es sino un caso particular de una teoría de la salud.

Reflexiones críticas sobre la teoría de la salud pública

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