Читать книгу Reflexiones críticas sobre la teoría de la salud pública - Carlos Eduardo Maldonado - Страница 12
1.5 Ciencia y conocimiento
ОглавлениеLa afirmación de la salud, la superación de la enfermedad, son fenómenos que demandan, manifiestamente, de mucha ciencia, muy buena investigación, la mejor tecnología y naturalmente de mucha educación. En consecuencia, se trata de la afirmación y el posibilitamiento de tanta información como sea necesaria y de forma abierta y compartida.
Si hemos llegado a ganar una vida de más en la historia (de Rosnay et al., 2006), ello se debe a los logros de la ciencia, la educación, la tecnología y la educación, además de, recientemente, buenas políticas públicas. Desde la construcción de los acueductos, desde la Roma antigua, pasando por los diferentes modos de asepsia y aseo, la educación física y los avances en el conocimiento, por ejemplo, hemos ampliado los umbrales y espacios en lo que genéricamente denominamos estilos de vida saludables (sin embargo, normativizar el tema, en ninguna acepción de la palabra: las consecuencias sociales y políticas de la normativización de los estilos de vida y de las tradiciones ha tenido resultados nefastos a todo lo largo de la historia).
Quisiera decirlo en términos diferentes a los de exterioridad: hemos venido aprendiendo, de manera no lineal, a vivir de forma cada vez más sana. Como resultado de esto, hemos ganado a través de la historia en esperanzas y en expectativas de vida. Desde el punto de vista evolutivo, un organismo triunfante o una especie triunfante es aquella que se hace perdurable en el tiempo, el que logra adaptarse (fitness).
La salud implica, así, longevidad, aunque con calidad de vida; esta calidad de vida es, sin más, vitalidad. Este es el concepto experiencial o inmanente de lo que en términos económicos, aunque en el sentido más amplio e incluyente de la palabra, es el concepto de calidad de vida. A una mayor y mejor longevidad, muy seguramente le acompaña buen conocimiento, información o educación, para decirlo en términos amplios e incluyentes; lo cual supone, en su base, muy buena ciencia y tecnología.
Dicho en términos amplios, la historia de la medicina constituye un capítulo fundamental en la historia de la ciencia, y que más recientemente se viene a inscribir en esa díada que es la historia de las ciencias de la vida y la historia de las ciencias de la salud. La historiografía más reciente ha puesto suficientemente de manifiesto que esta historia constituye un elemento imprescindible en el proceso civilizatorio (Ferguson, 2012; Morris, 2016). Más y mejor medicina implica muy buena investigación, ciencia y educación, incluso aunque no existan necesariamente relaciones de causalidad entre ellas.
En Occidente la historia de la medicina coincide con el esfuerzo denodado por ganarle tiempo al dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Es decir, más y mejor medicina es más y mejor tiempo de vida. Algo que no puede menoscabarse en absoluto. Pues bien, más y mejor tiempo implica, concomitantemente, más y mejor conocimiento, tanto como condición que como resultado. Una vida más longeva permite pensar y conocer mejor las cosas, el mundo, la vida, a los demás y a la naturaleza.
En efecto, la historia de la medicina consiste en la combinación de estructuras mentales conjuntamente con desarrollos técnicos y tecnológicos; aunque esta no es una prerrogativa exclusiva de la medicina, sí es el principal referente cuando aparecen dolencias, males y malestares diversos. La medicina, cuando se refiere a la salud, deja de ser tal, y se transforma en sanalogía (Maldonado, 2018b). La sanalogía es medicina que sabe principalmente de salud y vitalidad, de tiempo y de conocimiento.
Indudablemente, la vida se hace posible de cara a más y mejor información, más y mejor conocimiento, más y mejor ciencia, más y mejor educación, más y mejor tecnología, en fin, mucha luz y mucha transparencia. Los tiempos del miedo al conocimiento, y del control y encerramiento del conocimiento, coinciden por completo con los tiempos en los que las esperanzas y las expectativas de vida eran más reducidas, y por tanto existía una menor vitalidad (la música era más lúgubre, el lenguaje era menos rico, la filosofía y las artes eran muy limitadas y acaso inexistentes).
Sin embargo, es evidente, para una mirada sensible, que no todo en la vida y el mundo es el objeto del logos, en todo el sentido de la palabra. Esto conduce la mirada en otra dirección.