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118. Filiberto, Juan de Dios

Violinista, director y compositor nacido el 8 de marzo de 1885 en el barrio de La Boca.

Señala Gobello que Filiberto concebía al tango en el límite, «la orilla», entre la ciudad y el campo.

Comenzó su relación con la música tocando de oído la armónica y la guitarra, integrando un conjunto juvenil formado por quince guitarras, para recibir luego sus primeras y elementales lecciones de solfeo a cargo de Héctor Polsinetti, un carpintero de La Boca y músico aficionado.

Prosiguió sus estudios ya en un nivel más acorde a sus aspiraciones con el maestro Celestino Piaggio, ampliando posteriormente sus conocimientos de composición, piano y violín con el profesor César Sttiatessi.

Al mismo tiempo, desempeñó diversos oficios, los que contribuyeron a templar su carácter, al mismo tiempo duro y bondadoso.

Cuando tenía diecisiete años viajó a Asunción del Paraguay, donde trabajó como oficial remachador.

De regreso, hacia 1910 comenzó a estudiar en la academia de dibujo y pintura que dirigía el profesor Alfredo Lazzari, lugar en el que entabló una amistad perdurable con Benito Quinquela Martín, otro de los íconos del barrio de La Boca.

En 1915, estando en la provincia de Mendoza, escribió su primer tango, titulado Guaymallén, en la línea de tangos camperos en la orientó parte de su obra. Dicho tema fue concebido como un homenaje a la ciudad homónima en la que por razones de salud estuvo radicado un tiempo.

También en 1915, compuso su segunda obra, Cura segura, cuyo título sugiere inevitablemente una relación directa con el problema de salud que lo aquejaba y su inquebrantable fe acerca de su recuperación.

Su producción siguió con De mi tierra y Suelo argentino, ambos en 1916, con los que seguramente quiso completar su agradecimiento al interior del país, en donde había obtenido su ansiada recuperación y Se recomienda solo, en 1917.

El sexto de sus tangos y séptima de sus composiciones fue Quejas de bandoneón, del año 1920, considerada por muchos su obra maestra, y según Gobello, «el más tanguero de sus tangos, porque es el que mejor refleja el clima del suburbio en el sentido porteño que tiene esa palabra». De entre las inolvidables versiones grabadas de este tango hay tres que no pueden dejar de mencionarse: las dos de la orquesta Aníbal Troilo, realizadas para el sello tk en el año 1952 y para el sello Odeon en 1957, y la de Carlos Di Sarli cuando formaba parte del catálogo del sello Music Hall a comienzos de los años cincuenta.

También en 1920, compuso El pañuelito otro de sus temas más exitosos, cuya inspiración siempre fue asociada a la madre del compositor, y que a la muerte de ésta, producida el 13 de noviembre de 1938, Filiberto ejecutó en su homenaje esa misma noche, al frente de su orquesta en una audición radial que no quiso suspender.

Su producción en ese año se completó con el tango El jilguero y el vals Quince abriles, obviamente menos exitosos que los dos anteriores.

En 1921, compuso en colaboración con Luis Teisseire De mil amores y el tango canción La cartita, con versos de Gabino Coria Peñaloza, el primero de sus temas que fue grabado por Gardel, quien lo hizo con el acompañamiento de las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri, en el año siguiente.

A continuación, compuso El ramito, en 1923, nuevamente en colaboración con Luis Teisseire y letra de Gabino Coria Peñaloza, grabado por Gardel en ese mismo año.

En 1924, compuso El besito y La vuelta de Rocha, ambos con letra de Coria Peñaloza y también llevados al disco por el Zorzal.

Langosta, con versos de Juan Bruno, y Amigazo, con poesía de Juan Velich y Francisco Brancatti, son sus producciones de 1925, y Yo te bendigo, con letra del mencionado Bruno, y Ladrillo, son dos de sus grandes composiciones del año 1926.

Salvo Ladrillo, los tres restantes recibieron también el respaldo que significaba ser llevados al disco por Gardel, aunque en el caso de Amigazo la grabación se produjo recién el 20 de mayo de 1930, cuando el marco de guitarras ya lo conformaban Barbieri, Aguilar y Riverol.

Además de los dos mencionados, en 1926 compuso otro de sus grandes tangos, Caminito, que como el anterior contó con versos de Gabino Coria Peñaloza. Este tema obtuvo el premio del carnaval de ese año instituido por la Asistencia Pública de Buenos Aires. Caminito fue grabado en ese mismo año por Gardel, con las guitarras de Ricardo y Barbieri.

Su producción de temas prosiguió en años siguientes con las bellas melodías de otras cuatro de sus grandes composiciones: Cuando llora la milonga en 1927, con letra de Luis Mario, seudónimo de María Luisa Carnelli; Malevaje, en colaboración con Enrique Santos Discépolo en 1929; Clavel del aire, cuya poesía pertenece a Fernán Silva Valdez en 1930, y Botines viejos, compuesto en 1932 con versos de Alberto Vacarezza.

Salvo Botines viejos —éxito en la voz de Ignacio Corsini—, los tres restantes fueron grabados por Gardel: Cuando llora la milonga, el 28 de octubre de 1928; Malevaje, el 20 de junio de 1929, y Clavel del aire, el 19 de septiembre de 1930.

En relación a Malevaje, cuya melodía encuadra en la línea de Quejas de bandoneón, nunca ha podido dilucidarse en qué medida aportaron a ella cada uno de sus compositores, pero sí ha quedado claro que los versos de Discépolo no fueron del agrado de Juan de Dios, y esta circunstancia impidió nuevas producciones entre ambos.

También de inicios de la década del treinta son el tango El credo, las rancheras Bataraza y La charlatana, y el vals Santiago del Estero, entre otros temas que conforman la destacada labor de Filiberto como compositor.

En 1932, creó su Orquesta Porteña, con la que actuó en diversos salones y dejó también grabaciones para el sello Odeon.

A esta formación, agregó instrumentos de viento que no eran comunes para el tango en esa época, tales como flauta y clarinete.

Se encuentran entre sus registros para el mencionado sello, además de todos los temas clásicos de su autoría, los valses Visiones de la Pampa, de Calvello, y Tus ojos me embelesan, de Metallo; los tangos El trece y El dieciséis, pertenecientes ambos a Albérico Spátola; Re–fa–si, el difundido tango de Enrique Delfino, y diversas marchas militares, entre otras excelentes grabaciones.

Filiberto mantuvo esta orquesta hasta fines 1938, disolviéndola en ocasión de crearse la Orquesta Sinfónica Municipal de Arte Folclórico mediante la Ordenanza n.º 9919 del día 20 de diciembre de dicho año, dado que además de disponer la creación de dicha orquesta el intendente de la ciudad Buenos Aires, doctor Arturo Goyeneche, lo designó en esa misma Ordenanza como el primer director de la nueva agrupación, en la que permaneció en ese cargo hasta el año 1948.

El 8 de octubre de este último año, se creó en el ámbito de la Nación la Orquesta de Música Popular, de la que fue también designado primer director, por lo que debió dejar su cargo de conductor de la aludida orquesta municipal.

Escribió además las páginas musicales del sainete lírico Se acabó lo que se daba, cuya autoría corresponde al doctor Iragoirri, estrenado en 1937 en el teatro Argentino, como asimismo algunos temas sinfónicos, como Religión, Rondino, Impresiones porteñas y Preludio sinfónico.

Había transcurrido un prolongado período sin componer, cuando en 1959 escribió la música de La canción, con versos de Lito Bayardo. El tema fue grabado ese mismo año para el sello Columbia por la orquesta de Rodolfo Biagi con la voz de Hugo Duval, pero la importante difusión que posteriormente obtuvo se produjo a partir de la celebrada versión realizada para rca Victor por Juan D’ Arienzo con su orquesta y la voz de Jorge Valdez el 19 de julio del año siguiente.

Sus últimas composiciones fueron Mi credo, tango canción con versos de Juan Rosa, del año 1962, que no es El credo, tango mencionado anteriormente que Filiberto grabara con su Gran Orquesta Porteña en el año 1932, y Nahuel, canción con letra de Orlando Moresino, dada a conocer en 1965, pocos meses después a su fallecimiento.

Desde el año 1931, vivía en su casa de calle Magallanes 1040 de su barrio natal, y es en ella donde falleció el 11 de noviembre de 1964, cuatro meses antes de cumplir ochenta años de edad.

El frente de esa casa estaba adornado por un mural pintado por su entrañable amigo, Benito Quinquela Martín.

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