Читать книгу Gente de tango - Carlos Federico Torres - Страница 24
Оглавление120. Firpo, Roberto
Pianista, director y compositor, nació en Las Flores (provincia de Buenos Aires) el 10 de mayo de 1884.
Desempeñó diversos oficios tanto en su ciudad natal como luego de su llegada a Buenos Aires. Así, en Las Flores trabajó en el almacén de sus padres y en la Capital fue empleado en otro almacén cuando sólo tenía catorce años de edad.
Posteriormente, realizó labores en un campo como fichador de esquilas y ya de regreso a Buenos Aires, ingresó primero a una fábrica de zapatos, dos años más tarde a la fábrica Vasena y luego en el puerto de Ingeniero White, como apuntador de muelles.
Con los ahorros producto de esta última ocupación, a su retorno a Buenos Aires, adquirió su primer piano, siendo al poco tiempo presentado por Juan Deambroggio, el que a la postre fuese director en Francia y compositor del tango Bandoneón arrabalero, al pianista Alfredo Bevilacqua, quien le impartió las primeras y decisivas lecciones de piano.
Con los conocimientos que rápidamente adquirió, en 1906 integró un trío con el violinista Alcides Palavecino y el clarinetista de Juan Carlos Bazán, conjunto con el que actuaron en cafés y locales del barrio Norte de Buenos Aires, entre ellos el célebre Hansen.
Con su fama ya plenamente consolidada, Firpo fue luego incorporado a los elencos del Armenonville, el Abbaye y El Tambito, entre otros célebres establecimientos de la época.
Compuso su primer tango alrededor del año 1907, al que tituló La gaucha Manuela, el que no llegó nunca al disco, y en 1912, Argañaraz, tango que fuera el primer tema que grabó al frente de su conjunto en ese mismo año. A este tango, dieciocho años más tarde le agregó una letra de tinte sumamente nostálgica, propia de su estilo, el poeta Enrique Cadícamo, a fin de que fuera grabado el 1º abril de 1930 pero con el título de Aquellas farras por Carlos Gardel acompañado por un conjunto que integraron Rodolfo Biaggi, en el piano; Antonio Rodio, en violín, y los guitarristas Barbieri, Aguilar y Riverol, para luego ser grabado en forma instrumental y ya nuevamente bajo su título original por la orquesta de Ricardo Tanturi para el sello rca Victor, el 18 de noviembre de 1940, época en la que transitoriamente dicha orquesta no contaba con cantor.
Registros posteriores de este tango, siempre bajo el título de Argañaraz, fueron los de la orquesta de Ángel D’ Agostino con la voz de Tino García, y las de Héctor Varela y Alfredo De Ángelis, en estos dos casos nuevamente en versiones instrumentales.
En la Nochebuena del año 1913, Firpo compuso otro de sus célebres tangos: Fuegos artificiales, en colaboración con Eduardo Arolas, mientras ambos observaban desde el cabaret Armenonville, donde actuaban, los festejos de esa noche. Este tango, junto con otros dos temas muy recordados de su producción, El amanecer y La carcajada, poseen efectos especiales en sus interpretaciones, que simulan los sonidos propios de sus respectivos títulos.
También en el Armenonville, en una noche de ese mismo año 1913, estrenó tres tangos de su inspiración: Sentimiento gaucho, Marejada —del que en julio de 1950, Francisco Rotundo con su orquesta hiciera una excelente aunque poco difundida grabación para el sello Odeon— y De pura cepa, todos ellos con un sesgo sentimental que habría de constituir la impronta de la mayor parte de su producción.
En 1914, compuso Alma de bohemio, estrenado en una obra teatral del mismo nombre de Florencio Parravicini, quizás el primer tango romanza según José Gobello, dado que su estreno, de acuerdo con el mencionado estudioso, es anterior al de Bélgica, el tango de Enrique Delfino al que suele adjudicársele ese privilegio.
En ese mismo año, ya asentado como director y pianista de su conjunto, agregó al mismo un segundo violín y una flauta, y posteriormente incorporó por primera vez al tango el sonido del contrabajo, el que confiara a Leopoldo Thompson, a quien se reconoce la creación del sonido canyengue del género.
Por entonces, ya había compuesto, además de los ya mencionados, otros temas como El bisturí, El ahorcado, De mi flor, Toda la vida, Barquinazo, Ave sin rumbo, El rápido, Eco melodioso, Mágico sueño y El apronte.
Curiosamente, desde entonces y por un período que se extendió a los siguientes dieciséis años, Firpo no produjo ninguna otra composición, dado que al mismo tiempo que continuaba al frente de sus conjuntos agregó otras tareas ajenas a su actividad artística, como la ganadería y las inversiones bursátiles.
Sin embargo, en 1929 ocurrieron dos circunstancias que afectaron a esas actividades en las que había invertido las ganancias que obtenía con su actividad musical: una gran crecida del Paraná que inundó los campos en los que desarrollaba la ganadería y la caída mundial de las Bolsas producida a partir del 19 de octubre de ese año, día desde entonces recordado como el «viernes negro» de la Bolsa neoyorkina.
Ambos eventos causaron en el patrimonio de Firpo importantes pérdidas, las que lo obligaron a abandonar esas actividades y retomar entonces su tarea de compositor.
Su primera obra en ese reinicio fue el tango Honda tristeza, escrito en 1930. A este tema, que Domingo Federico llevó al disco con su orquesta el 22 de octubre de 1945, le siguieron Ave sin rumbo y La cachetada, grabados por la orquesta de Francisco Canaro el 28 de abril de 1932 y el 13 de noviembre de 1933, respectivamente, el primero en forma instrumental y el segundo cantado por Ernesto Famá.
De todos modos, la actividad al frente de su conjunto la había mantenido sin interrupciones, y así fue como el 8 de febrero de 1916 debutó en el café La Giralda, de Montevideo, ciudad en la que en ese mismo año estrenó La cumparsita, discutiéndose aún hoy si en esa primera interpretación del tango más famoso a nivel mundial, sólo realizó el primer arreglo del mismo o —como el propio Firpo lo expresara en el año 1956— fue quien completó definitivamente la composición.
Por sus agrupaciones de esos años, pasaron figuras como Eduardo Arolas, Pedro Maffia, Bachicha Deambroggio, Francisco Canaro, Osvaldo Fresedo y Cayetano Puglisi.
En la década del treinta, ya sin el concurso de esos músicos, amplió su orquesta, quedando de esa etapa muy bellas grabaciones de fresca sonoridad, muchas veces con la incorporación de flauta y de otros instrumentos muy poco tradicionales hasta entonces en el tango.
En esa orquesta, cantaron Carlos Varela, Ignacio Murillo, Teófilo Ibáñez y El Príncipe Azul.
Simultáneamente a la tarea que desarrollaba como director de su orquesta, a partir del 19 de diciembre de 1936, comienza a grabar con su siempre recordado cuarteto, de sonido similar al de la guardia vieja, como el que dirigiera en sus ya por entonces lejanos comienzos.
Continuó entonces grabando tanto con su orquesta como con este cuarteto hasta 1944, año a partir del cual sólo lo hizo con este último, hasta 1956.
Sus últimos registros discográficos datan de 1959, año en el que al frente de un conjunto denominado Quinteto de antes, Firpo cerró su extenso ciclo de grabaciones en el sello Odeon. En esta oportunidad, editó para el mencionado sello doce temas, siendo el último de ellos su milonga El repique.
Su labor discográfica se extendió por lo tanto durante cuarenta y siete años desde aquella primera grabación de su tango Argañaraz en 1912.
De su extensa labor como compositor, además de los tangos ya mencionados y entre muchos otros, se recuerdan temas tan inspirados como Homero, Vea vea, En la brecha, La chola, Didí, Bravo porteño, De pura cepa, De mi flor y El horizonte.
A su vez, entre las milongas compuestas por Firpo, rubro en el que su producción fue menos extensa, se destacan Milonga orillera, Milonga del 38, De mi arrabal y Flor de suburbio, todas grabadas con su cuarteto. Numerosa y muy destacada fue en cambio su producción de valses, sobre los que Sebastián Piana ha dicho que «estaban impregnados de un hondo romanticismo, como asimismo de una fuerte expresividad y sentimiento, elementos que permitían a los intérpretes que los ejecutaran desarrollar libremente el fraseo, como asimismo acelerar o retener el ritmo, conforme a las modalidades interpretativas de cada ejecutante».
Entre ellos, y sólo a título ejemplificativo dado que la lista es muy extensa, recordamos Atardecer campero, Nunca me olvides, Pálida sombra El resplandor, Presentimiento, Entre los cerros, Dulce pasión, Angustias del corazón, Siempre te recuerdo, Noches de frío, Sueño florido, Alma porteña, Para las chicas, Eternamente, Ondas sonoras, Recordando lo pasado, En plena mar, Cielo de arrabal y Reflejos de luna, entre muchísimos títulos más.
Firpo dejó la actividad en el año 1960, la que fue prolongada por un tiempo por su hijo, nacido en 1935, del mismo nombre y también pianista, quien dirigió un cuarteto con el que grabó algunas de las creaciones de su padre.
Nueve años después de su retiro, el 14 de junio de 1969, falleció a los 85 años de edad.