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La vida: la experiencia y la ciencia

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En el escrito de Foucault titulado La vida: la experiencia y la ciencia (2007), el autor reconoce la importancia histórica del trabajo de historia de las ciencias de Georges Canguilhem. Desde esta perspectiva, los efectos de la investigación de Canguilhem fueron evidentes en los debates de marxistas en Francia, en la sociología de Bourdieu, Castel y Passeron, en el psicoanálisis lacaniano y en sus alumnos relacionados con el movimiento de 1968. La otra línea fue más teórica y alejada de problemas políticos, no obstante, sus representantes tomaron partido durante las guerras de las primeras décadas del siglo XX, especialmente en las de Indochina y Argelia, y en los sesenta desempeñaron una función importante en la crisis del saber y, por consiguiente, de la universidad. El Mayo del 68 francés constituye en la máxima expresión de la crítica al estatus académico y científico, a la forma autoritaria del saber y la enseñanza, así como a la racionalidad económica del capitalismo, con el modelo de vida consumista que se había extendido en Europa.

En este sentido, para Foucault (2007), Canguilhem hace parte de una línea divisoria que evidencia diversas posiciones respecto al conocimiento y la filosofía.

Se trata de una línea que separa una filosofía de la experiencia, el sentido y el sujeto, de una filosofía del saber, la racionalidad y el concepto. Por un lado, una filiación que es la de Sartre y Merleau-Ponty; por el otro, la de Cavaillès, Bachelard, Koyré y Canguilhem. (p. 42)

Para Foucault (2007), la pregunta por el estatus del saber está profundamente ligada al presente, esta le otorga un realce filosófico a la historia de la ciencia. En el siglo XVIII, primero Mendelssohn y luego Kant, buscaron responder ¿qué es la Ilustración? —Was is Aufklärung?—, por primera vez se interrogó sobre la naturaleza del pensamiento racional, su historia y actualidad. La Ilustración fue el momento en el que la filosofía pudo verse como la configuración de un periodo en el que esta surgía —coherente, sistemática y reflexiva— y la época se mostraba en sus rasgos esenciales como la emergencia de su esencia. Surgieron dos visiones, la filosofía como elemento revelador de significados de una época o, al contrario, como la permanencia de una ley general que se fija según la época.

De pronto, la cuestión del ‘presente’ se vuelve una interrogación de la cual la filosofía no puede separarse: ¿en qué medida este ‘presente’ depende de un proceso histórico general y en qué medida la filosofía es el punto en que la historia misma debe descifrarse a partir de sus condiciones? (Foucault, 2007, 44)

Entonces, la historia se convirtió en uno de los problemas más importantes de la filosofía. La cuestión de la Aufklärung tuvo destinos diferentes. En Alemania tomó la forma de una reflexión histórica y política sobre la sociedad, en particular, trabajó la experiencia religiosa en su relación con la economía y el Estado (de los poshegelianos a la Escuela de Frankfurt, y Luckács, Feuerbach, Marx, Nietzsche y Weber). En Francia, fue la historia de la ciencia la que centró la cuestión filosófica de la Ilustración, Saint-Simon y el positivismo de Comte retomaron la cuestión de la Aufklärung en el nivel de la historia de la sociedad a través de debates sobre el cientificismo y las discusiones sobre la ciencia medieval, hasta la difusión de la fenomenología con Husserl. La historia de la ciencia se ocupó de cuestiones filosóficas, obras como las de Koyré, Bacherlard, Cavaillès o Canguilhem ubicaron la cuestión de la Aufklärung como esencial para la filosofía contemporánea. Igualmente, en Alemania la misma cuestión se presentó diferente en estilo, prácticas y campos, con la Escuela de Frankfurt.

La Ilustración, como centro de preocupaciones contemporáneas, se debe a procesos que marcaron la segunda mitad del siglo XX: 1. La relevancia de la racionalidad científica y técnica en el desarrollo de las fuerzas productivas y en las decisiones políticas; 2. La historia de una “revolución” alimentada por un racionalismo desde finales del siglo XVIII, y cuyo fracaso derivó en efectos despóticos; 3. La pregunta en Occidente y a Occidente por los derechos de su racionalidad para reclamar validez universal. En el siglo XX la Aufklärung retornó para Occidente como una manera de tomar conciencia de sus posibilidades y libertades, pero también como interrogación sobre sus límites y los poderes usados: la razón como despotismo y como iluminismo.

Ahora bien, la forma en que Canguilhem se planteó la historia de la ciencia y de la medicina sigue ocupando en Francia un lugar importante en los debates. Por mucho tiempo la historia de la ciencia no solo se ocupó de las disciplinas con un alto grado de formalización y reconocimiento en la jerarquía positivista de la ciencia, también esquivó la relación con la filosofía. Y, para Foucault (2007), Canguilhem abordó precisamente esta cuestión

hizo descender la historia de las ciencias desde la altura (matemática, astronomía, mecánica galileana, física de Newton, teoría de la relatividad) hasta regiones donde el conocimiento es mucho menos deductivo, regiones que han estado ligadas por mucho más tiempo al prestigio de la imaginación y que plantean una serie de cuestiones extrañas a los hábitos filosóficos. (p. 47)

Según Foucault (2007), Canguilhem reformuló la disciplina a partir de ciertos problemas fundamentales, mencionados a continuación.

1. Retomó el tema de la discontinuidad, elaborado por Koyré y Bachelard, no como postulado o principio, sino como “práctica” o procedimiento de la historia de las ciencias. Esta historia no es la de la verdad, tampoco la de las ideas ni de las condiciones en que surgen, la especificidad consiste en ser

la historia de los ‘discursos de verdad’, es decir, de discursos que se rectifican, se corrigen, y que ejercen sobre sí mismos todo un trabajo de elaboración orientado por la tarea de ‘decir la verdad’. […] El error no queda eliminado por medio de la fuerza silenciosa de una verdad que progresivamente va emergiendo de las sombras, sino por medio de la formación de un nuevo modo de ‘decir la verdad’. (Foucault, 2007, p. 49)

Lo que está en juego es la discontinuidad que históricamente indica remodelamientos, revisiones, alteraciones, nuevos fundamentos, cambios de escala y objetos.

2. La historia del discurso de la verdad implica un método recurrente, es decir, las continuas transformaciones de este discurso producen repetidamente modificaciones en su propia historia, de ahí la historia de las discontinuidades. Según Foucault (2007), Canguilhem no filtra el pasado con teorías válidas actualmente, al contrario, como epistemólogo hace aparecer “una evolución ordenada latente” de episodios de conocimientos científicos, es decir,

que en cada momento están funcionando procesos de eliminación y selección de enunciados, teorías y objetos en función de cierta norma que no puede identificarse con una estructura teórica o con un paradigma actual, porque la verdad científica de hoy solo es un episodio, a lo sumo provisorio. (Foucault, 2007, p. 51)

Tampoco se apoya en una “ciencia normal”, más bien reconoce el proceso “normalizado” del cual el momento actual es solo un momento que no deja ver el futuro. Es una búsqueda de normatividad interna de la manera en que se constituyen históricamente las actividades científicas y no la simple reproducción de los esquemas internos de una ciencia en un determinado momento. Por esto, en Canguilhem, la relación intrínseca entre el análisis “discontinuo” y la explicación de las relaciones entre ciencia y epistemología.

3. Canguilhem, a partir de la perspectiva histórico-epistemológica, describe los rasgos esenciales de las ciencias de la vida y evidencia problemas para los historiadores. A finales del siglo XVIII, se concibió un elemento común entre una fisiología que estudia fenómenos de la vida y una patología que analiza enfermedades. De Bichat a Claude Bernard, del estudio de la fiebre a la patología de la locura, se comprendieron los fenómenos mórbidos a partir de procesos normales: una patología sobre un fondo de normalidad —el organismo sano—. Luego el conocimiento de la vida se alejó del dominio físico-químico y se desarrolló interrogando fenómenos patológicos, a pesar de que esta había constituido su objeto por el conocimiento de los mecanismos físico-químicos de la enfermedad, la muerte, la monstruosidad, la anomalía y el error. Por una parte, la paradoja de las ciencias de la vida, su proceso de constitución emergió del conocimiento de procesos físico-químicos (química celular y molecular), pero, por otra parte, su desarrollo se relacionó en el problema de la especificidad de la enfermedad y el lugar entre los seres naturales. En la historia de la biología, el problema de la enfermedad es un indicador de dos tipos: como indicador teórico de problemas a resolver y como indicador crítico de reducciones que es necesario evitar, en términos de Foucault (2007), un imperativo más que un método, una moral más que una teoría.

4. Las ciencias de la vida exigen un modo particular de hacer historia, lo que en Canguilhem se plantea como la cuestión filosófica del conocimiento, pues “quiere descubrir lo que, de ese conocimiento, corresponde al concepto en la vida. Es decir, el concepto como uno de los modos por medio del cual un ser vivo extrae información de su medio e, inversamente, lo estructura” (Foucault, 2007, p. 55). El hombre vive en un mundo conceptualmente construido, de ahí que para Canguilhem formar conceptos no significa desviarse de la vida o inmovilizarla, sino vivir de una manera determinada. Se trata de una forma de manifestar un tipo muy particular de información, igual que sucede con otros seres vivos que informan sobre su medio y se informan a partir de este. Según Foucault (2007), esta es la razón del interés de Canguilhem —Lo normal y lo patológico (fechas de publicación 1943, 1963-1966)— por las relaciones entre: las ciencias de la vida, la cuestión de lo normal y lo patológico, y las recientes nociones de la biología tomadas de la teoría de la información: códigos, mensajes, etc.; en suma, por el problema de la especificidad de la vida que incluye problemas que parecían específicos de las formas más desarrolladas de la evolución.

Para Canguilhem, el núcleo de estos problemas —sobre la especificidad de la vida— es el “error” en la base de la vida

los juegos de codificación y descodificación le dejan lugar al azar que, antes que ser enfermedad, déficit o monstruosidad, es una perturbación en el sistema informativo, una ‘omisión’. En última instancia, la vida es aquello que es capaz de error, de allí su carácter radical. (Foucault, 2007, p. 55)

Es decir, la anomalía atraviesa la biología dando cuenta de mutaciones y procesos evolutivos que induce. Por esta razón el hombre es un ser vivo que no halla su lugar, está condenado a “errar” y a “equivocarse”, “Y si se admite que el concepto es la respuesta que la vida le da al azar, debemos convenir que el error es la raíz del pensamiento humano y de su historia” (Foucault, 2007, p. 56). La historia de la ciencia es discontinua porque el error es una dimensión propia de la vida de los hombres, el azar permanentemente se despliega en la historia de la vida y el devenir de los hombres. El error es una noción que le permite a Canguilhem elaborar la historia de la biología, y marcar la relación entre la vida y el conocimiento de la vida, siguiendo la presencia del valor y de la norma (Le Blanc, 2004).

Foucault se refiere a Canguilhem como un filósofo del error, a través de esta noción se plantean problemas filosóficos como la verdad y la vida, y se constituye uno de los acontecimientos fundamentales en la historia de la filosofía moderna. Foucault reconoce que la obra de Canguilhem, en Francia, fue decisiva para repensar la cuestión del sujeto. Mientras la fenomenología —Merleau Ponty— introdujo el análisis del cuerpo, la sexualidad, la muerte, el mundo percibido; en síntesis, una filosofía del sentido, el sujeto y lo vivido en la que el cogito siguió siendo central, Canguilhem “opuso una filosofía del error, el concepto y lo vivo, como otro modo de aproximarse a la noción de la vida” (Foucault, 2007, p. 57).

Reflexiones para una epistemología del saber pedagógico

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