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Los géneros no realistas desde las escritoras

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Veamos ahora cómo los tres grandes géneros no realistas han sido abordados por las mujeres, por qué y para qué.

De la ciencia ficción dijo Sam J. Lundwall: «Los roles sexuales en la ciencia ficción son tan rígidos como el casco de una nave espacial; emancipación es una palabra desconocida». Con esto se refería a la sorprendente pervivencia en el género de los estereotipos masculinos, femeninos y cisheteronormativos («cis» se refiere a las personas cuyo género se ajusta al asignado al nacer) más tradicionales. Sorprendente, porque la ciencia ficción trasgrede nuestra realidad espacio-temporal, no solo en lo científico y tecnológico sino también en lo social, biológico, político o humano. Y mediante la transgresión se han presentado frecuentes alternativas a la realidad conocida: algo que no ocurría al incluir a las mujeres y su situación. Por otra parte, este tipo de literatura también se había mostrado como un espejo muy crítico de nuestra sociedad, una escritura rebelde, subversiva, dura y de gran madurez. Alertaba de los peligros larvados en el momento actual mediante las distopías. Pero a la vez, como este género había sido un dominio tradicionalmente masculino, a causa de su cercanía a ámbitos distantes para ellas (lo científico y tecnológico, la aventura y la acción), las mujeres no tenían (ni tienen) tanta tradición lectora del mismo: por ello no han podido conocer bien obras que podrían gustarles y con las cuales sentirse identificadas, pues, por añadidura, las ficciones que escribían los autores hombres se mostraban, como hemos visto, muy conservadoras en su imaginario sobre el género sexual.

Pero a medida que las creadoras empezaron a incursionar más en la ciencia ficción, esas dos posibilidades que he comentado, el espejo crítico y la alternativa, han estado muy valoradas y transitadas por ellas a fin de superar la inercia de aquella ciencia ficción más convencional y estereotipada.

La crítica a la sociedad patriarcal mediante una distopía atroz e hiperbólica está muy bien representada por El cuento de la criada (1985), de Margaret Atwood, que trata, además, el tema de la reproducción humana en una sociedad futura donde la opresión de la mujer se ha radicalizado.

Y como alternativa tendríamos La mano izquierda de la oscuridad (1969), de Ursula K. Le Guin, que nos lleva a un planeta donde los sexos/géneros funcionan de manera muy diferente a lo que conocemos: en Gueden los habitantes son andróginos casi todo el tiempo, salvo en los ciclos sexuales cuando se convierten en mujeres o varones. La especulación a partir de esta premisa resulta apasionante.

La literatura fantástica y de terror ha permitido a las escritoras expresar muchos de sus problemas personales y sociales, sus traumas y tabúes, miedos y esperanzas, de una manera menos evidente y, por lo tanto, menos arriesgada y comprometida que en la ficción realista. Además, los espacios de lo fantástico, con mucha frecuencia recintos cerrados, son más familiares para las mujeres que los escenarios abiertos de la aventura y la ciencia ficción, porque estamos más acostumbradas al hogar, ya sean cabañas, apartamentos, mansiones, palacios o castillos, que a los mares y montañas. Recuérdese Rebeca (1938), de Daphne du Maurier, cuya acción transcurre fundamentalmente en Manderley, una mansión muy propicia para lo fantástico (aunque, en realidad, no hay elementos sobrenaturales en la novela, que sí pueden encontrarse en los magníficos cuentos de Du Maurier).

Como ejemplo de lo fantástico voy a poner una novela corta de la escritora española Carmen de Burgos, El perseguidor, donde aparecen los temores que han podido sentir muchas mujeres al iniciar su camino a la libertad, precisamente fuera ya de los recintos cerrados. Carmen de Burgos, Colombine, fue una maestra, periodista, reportera de guerra, escritora y defensora de los derechos de las mujeres, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX. En esta novela corta, de 1917, la protagonista, alter ego de la autora, recorre distintos países de Europa, disfrutando de su soledad. Pero una extraña y perturbadora presencia amenazará su paz, infundiendo un temor que va en aumento en cada nuevo viaje.

La literatura de lo maravilloso o fantasía ha tenido, con frecuencia, una intención didáctica: por ejemplo, los cuentos de hadas adaptados para público infantil. Angela Carter ya lo demostró al subvertir su contenido en el libro de relatos La cámara sangrienta (1979), donde queda muy claro cómo estas narraciones han sido utilizadas sobre todo para la formación moral de las niñas y adolescentes, a fin de que se conviertan en mujeres «como Dios manda». La fantasía épica también ha abundado en estereotipos, empezando por El señor de los anillos (1954), donde la práctica mayoría de los protagonistas son varones. Por supuesto, hay alternativas muy interesantes, como la serie de Terramar (1964-2001) de Ursula K. Le Guin.

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