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El género literario y la literatura de género

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Por «género literario» se entiende aquel conjunto de obras que tienen unas características temáticas, formales y estructurales en común. Una de las primeras divisiones que se hizo en literatura fue en tres grandes géneros: épico, lírico y dramático. El género épico, al principio en verso, era narrativo: epopeyas, cantares de gesta, romances… Desde hace ya siglos, el género narrativo ha pasado a utilizar la prosa en la novela y el cuento. La lírica, que sirve para expresar sentimientos más que para relatar hechos, emplea el verso, aunque también hay prosa poética. El género dramático es aquel que se encauza a través de la puesta en escena de una acción con personajes que utilizan el diálogo y se vincula al teatro.

El concepto de género literario ha estado sujeto a continuo debate dentro de la Teoría de la Literatura. Sin embargo, todavía puede servir para que el público lector sepa, de antemano, qué tipo de obra va a leer. E incluso, en ocasiones, implica un modo de mirar la realidad, como veremos más adelante. Los géneros no deben entenderse como categorías cerradas e inamovibles, ya que, muy por el contrario, son abiertas, flexibles y cambiantes históricamente. De ahí la existencia de obras híbridas, con elementos de más de un género.

Se denomina «literatura de género» a determinadas ficciones literarias que tienen unos rasgos muy específicos y, con frecuencia, repetidos, hasta el punto de que el público lector espera encontrarlos en esas obras: la novela histórica, negra y policíaca, romántica, del Oeste y los géneros no realistas o no miméticos, es decir, la ciencia ficción, lo fantástico y lo maravilloso.

Poniendo como ejemplo la novela romántica, se puede ver claramente cómo el público lector busca en ella ciertas situaciones, personajes y un final feliz para la historia, y no solo los espera, sino que puede exigirlos y sentirse defraudado en el caso de no encontrarlos: hay un «horizonte de expectativas» muy concreto por parte de los lectores.

A casi todos estos tipos de novelas se los ha considerado inferiores en calidad literaria, estilo, psicología de los personajes, etc., respecto a otros de la llamada «literatura general». No obstante, ya desde hace tiempo, géneros como la novela histórica, negra y policíaca han «subido» de nivel en la valoración por parte de crítica y público.

Nos interesan especialmente, en este caso, los géneros no realistas o no miméticos: la ciencia ficción, lo fantástico y lo maravilloso o fantasía. El terror es un género transversal, puede ser realista o estar unido a lo maravilloso, aunque, con mucha frecuencia, se vincula a lo fantástico. En cuanto a lo real maravilloso y al realismo mágico, es posible incluirlos dentro de lo maravilloso, a pesar de que tienen también elementos propios de lo fantástico.

Resulta muy curioso que, entre los lectores aficionados a los géneros no realistas, e incluso entre sus escritores y críticos, haya tanta disparidad de opiniones sobre lo que son o no son esos tipos de literatura. Cierto, como ya he dicho, que la categoría «género» es discutible, precisamente porque los géneros interaccionan entre sí, se mezclan y evolucionan. Cosa muy diferente es que no existan unos criterios mínimamente rigurosos para definirlos o que las posibles definiciones se basen en opiniones de cada cual. Esto no sucede en otros ámbitos de la literatura. Y más aún, no parece haber demasiado interés en basar esas opiniones, con frecuencia meramente intuitivas, en estudios teóricos ya realizados.

También se hace cómodo pensar y decir que los géneros son simples etiquetas para bibliotecas y librerías. Pero si profundizamos en el tipo de literatura que escribimos o que nos gusta como lectores, estudiando acerca de ella, descubriremos que las diferencias entre géneros y sus características peculiares tienen una razón de ser, pues reflejan una identidad, además de una manera de enfrentarse y plasmar la realidad y el mundo.

Vamos a ver, muy brevemente, las diferencias principales entre lo maravilloso, lo fantástico y la ciencia ficción.

En lo maravilloso o «fantasía» (nombre, este último, que se utiliza más comercialmente) aparecen entidades de ficción sobrenaturales e imposibles, que son aceptadas con normalidad por los personajes, quienes viven en un ámbito fabuloso o acceden a él, de manera temporal o definitiva, normalmente a través de un paso o umbral. También los lectores admiten lo sobrenatural sin el menor problema y sin que eso cuestione sus certidumbres acerca de la realidad, mediante el pacto de ficción característico de este género.

Ejemplos son El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, la serie Harry Potter de J. K. Rowling o la saga de Mundodisco de Terry Pratchett. La fantasía, donde predomina lo mágico y lo imposible, se asocia a la literatura infantil y juvenil, a los cuentos de hadas, pero también hay una fantasía para personas adultas, como la que escribe el autor británico China Miéville en su trilogía ubicada en el universo ficticio Bas-Lag. Otro ejemplo es la magistral novela de Ana María Matute Olvidado Rey Gudú, en la que recupera el ámbito de lo maravilloso para un público maduro, que, y ese es uno de los principales temas de la obra, no debería (no deberíamos) perder la capacidad de ir más allá de la realidad empírica.

En la ciencia ficción, sin embargo, los elementos sobrenaturales (precisamente en el sentido de que van más allá de las leyes de la física que conocemos) son presentados como posibles en otra realidad espacio-temporal, donde la ciencia, la técnica o cualquier otro campo de la vida humana han evolucionado lo suficiente para que esos elementos existan. El género parte, pues, de un novum o novedad no existente en la realidad espacio-temporal (presente y pasado históricos) del/la autor/a y especula a partir de él. Cierto que hay obras de ciencia ficción con elementos por completo inverosímiles, pero ahí se trata de una hibridación con la fantasía.

Un buen ejemplo de ciencia ficción es la novela corta 36, de Nieves Delgado, que especula sobre la existencia de una primera IA (Inteligencia Artificial) capaz de tomar decisiones y pensar por sí misma. Se nos muestra así cómo la ciencia ficción se basa en un «¿qué sucedería si…?» que intenta parecernos plausible y racional.

Lo fantástico funciona de manera distinta. Supone la intrusión de lo sobrenatural en nuestra realidad conocida, en nuestra vida cotidiana. Una irrupción que desestabiliza y socava nuestra seguridad sobre el mundo e incluso sobre nosotros mismos. De ahí que los personajes sientan inquietud, temor o pánico, y que su salud psíquica y física peligre hasta el punto de poder volverse locos o morir. El efecto de inquietud y miedo se produce también en el público lector (aunque por supuesto puede haber personas que no lo sientan).

Un ejemplo de lo fantástico es la novela La lógica del vampiro de Adelaida García Morales. En ella, la protagonista se enfrenta a un extraño personaje cuyo comportamiento va más allá de lo natural. Al final de la novela, la narradora nos dice: «En definitiva, todo giraba en torno a la fortuita y aleatoria distinción entre lo que ya estaba establecido que podía ser real y lo otro, aquello para lo que no existían nombres ni medidas, aquello que constituía solo un escándalo para el sentido común» (García Morales, 1990: 189).

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