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Capítulo 1

LA FALACIA DE LA FUERZA DE VOLUNTAD

Aquellos que reprimen el deseo, lo hacen porque su deseo es lo suficientemente débil como para ser reprimido; y aquello que lo reprime (la Razón), usurpa su lugar y gobierna sobre el renuente.

WILLIAM BLAKE

Cuenta cuántos sobres eres capaz de lamer en una hora y, en la siguiente, ¡trata de batir ese récord!

DIRECTOR SKINNER (LOS SIMPSON)

Muchas personas se desesperan ante la idea de mejorar sus hábitos alimentarios porque piensan que no tienen suficiente fuerza de voluntad, que carecen de fuerza de voluntad. ¿Cómo, si no, se explica que tengamos hábitos alimentarios destructivos aun siendo conocedores de sus consecuencias? ¿Cómo, si no, se explica que un día nos pongamos como cerdos después de una semana de alimentación disciplinada? ¿Cómo, si no, se explica que nos zampemos unos donuts después de habernos comprometido en serio, totalmente motivados, a dejar de comer donuts? Parece que la fuerza de voluntad nos ha fallado y ha permitido que una compulsión momentánea nos traicione.

En nuestra sociedad se apela a la fuerza de voluntad en muchísimos ámbitos, además del de la dieta. Se diría que pensamos que, sin fuerza de voluntad, nos pasaríamos la vida holgazaneando, sin hacer nada en todo el día, excepto satisfacer nuestras necesidades y deseos más preciados. “¿Qué harías mañana —suelo preguntar— si de repente perdieras toda tu fuerza de voluntad?” La mayoría de la gente se imagina durmiendo hasta muy tarde, faltando al trabajo, tomándose un desayuno enorme y, después de eso, viviendo en una espiral infinita de indulgencia, indolencia y apatía.

La dependencia de la fuerza de voluntad revela una profunda desconfianza en el propio ser.Al parecer pensamos que lo que realmente queremos hacer es malo, es caprichoso, así que debemos ejercitar la fuerza de voluntad para obligarnos a comportarnos mejor. La vida se convierte en un régimen de interminables “debería” y “no debería”. Pero quizá esa falta de confianza está mal entendida. Pensemos en ello con más detenimiento: ¿Qué pasaría si realmente perdiera su fuerza de voluntad mañana? Sí, tal vez se quedaría hasta tarde en la cama, pero ¿sería por holgazanería o por una genuina necesidad de descanso? Tal vez faltaría al trabajo, pero ¿no puede eso significar que su trabajo no le llena de verdad el alma y que por tanto, dejaría de forzarse a realizarlo? Tal vez se quedara en la cama hasta las diez, o incluso hasta las doce, pero en algún momento seguir en la cama le resultaría incómodo. Tal vez se sentara sin hacer nada un rato, comiendo bombones y viendo la televisión, pero al final acabaría por levantarse, agitado. Sin trabajo ni tareas que desempeñar, evadirse pierde su atractivo. Tal vez se sentiría libre de atender algunas áreas de su vida que están descuidadas. Tal vez pasaría todo el día con sus hijos, con un amigo, o en la naturaleza. Tal vez retomaría ese proyecto creativo que no ha desarrollado por falta de energía y de tiempo. Quizá ese proyecto creativo se convertiría en una nueva carrera, en un trabajo estimulante para el que no le costaría madrugar. Tal vez, solo tal vez, la vida sin fuerza de voluntad sería más creativa, más abundante, más productiva y más dinámica que una vida de “debería” y “no debería”.

La verdadera función de la fuerza de voluntad y la autodisciplina es rescatar la propia sabiduría y conocimiento en los momentos en que falla la claridad, con el fin de recordar y aplicar los mensajes de la propia voz interior. Por ejemplo, si está haciendo algo que le procura alegría, cuando lleguen las distracciones tal vez necesite recordarse a sí mismo aquello que realmente quiere estar haciendo. O tal vez necesite recordar la felicidad que siente en los momentos de La falacia de la fuerza de voluntad intimidad con su familia cuando se presente el cosquilleo tentador de la cultura de consumo. En el matrimonio, si puede recordar la ligereza y el alivio que supone no andarse con mentiras y secretos, la infidelidad sexual podría dejar de seducirle.

Y en el comer, como veremos, la disciplina llega de forma natural cuando integramos en nuestra conciencia del presente la experiencia plena de nuestra alimentación. En realidad, la verdadera disciplina no es más que un autorecordatorio: no es necesario forzarse ni luchar.

La fuerza de voluntad, cuando se emplea de esta manera —como autorrecordatorio, para recuperar la congruencia— es natural y vigorizante, mientras que si la empleamos para luchar contra nosotros mismos resulta un suplicio. Con frecuencia, usamos la “autodisciplina” para acallar nuestra voz interior, prefiriendo confiar en la mente racional y en sus creencias recibidas, lo cual es desafortunado: ¿Qué pasa si nuestros apetitos e impulsos internos nos están diciendo algo importante? Pienso en el estudiante de ingeniería que se autodisciplina para estudiar sus ecuaciones, cuando en realidad lo que quiere es tocar la guitarra, y lo hace porque “sabe” que la música “no tiene salida”. Si tiene suficiente fuerza de voluntad, su talento musical permanecerá enterrado de por vida, pero nunca será un buen ingeniero ni un ingeniero feliz.

¡Cuánto más libres y felices seríamos, y cuánto más poderosos también, si dejáramos de ir en contra de nuestras inclinaciones y dones naturales, si dejáramos de intentar ser lo que no somos, y en lugar de ello usáramos la fuerza de voluntad para mantenernos fieles a nuestro propio propósito vital, el que nos estimula y nos da alegría de verdad!

Muchas veces intentamos usar la fuerza de voluntad para mejorarnos: queremos cambiar nuestra dieta, nuestros malos hábitos, nuestro egoísmo, nuestro carácter. El hecho es que cualquier esfuerzo que hagamos para mejorarnos o cambiar, incluidos los cambios de dieta, está destinado a fracasar si se basa en nuestra fuerza de voluntad. Cuando se dice: “Me obligaré a hacerlo”, está luchando consigo mismo. Significa que está dividido, que a algún nivel no quiere hacerlo. Más tarde o más temprano, tal vez en un momento de debilidad o de olvido de sí mismo, sus verdaderos deseos se expresarán como acciones. La atención del ingeniero se desviará, empezará a postergar, se saboteará a sí mismo de un millón de pequeñas maneras. El que hace dieta, picará, comerá lo que no debe, se inventará excusas, empezará otra vez mañana. En un ser dividido, la fuerza de voluntad es algo muy inconsistente.

El enfoque yóguico de la alimentación y la dieta consiste en aproximarse a la integridad para iluminar y reparar la división del ser, para dejar de luchar contra uno mismo. Después de todo, yoga significa unión.

Incluso aunque tuviera una voluntad de hierro, ¡qué triste sería que comer se convirtiera en un régimen de sacrificio! Hay tantas dietas que se definen por lo que no se puede comer… ¿Quién no se sentiría intimidado por la expresión “el yoga del comer”? Parece sugerir un tipo de disciplina, un camino de pureza, de austeridad. Es significativo que la palabra “dieta”, en nuestra cultura, haya pasado a designar a una “dieta restrictiva”, normalmente aquella destinada a la pérdida de peso. Con todo esto, tal vez piense que El yoga del comer es otra obligación más, otra dosis de sacrificio sobre uno de los placeres más grandes de la vida.

¡No es así! Ante lo ineficaz que resulta recurrir a la fuerza de voluntad coercitiva, El yoga del comer ofrece una alternativa: poner en armonía una alimentación placentera y nutritiva con las auténticas necesidades del cuerpo y del alma. Lograr ese alineamiento, esa unión, entre lo que se necesita y lo que se ansía, entre lo que el cuerpo quiere y lo que se ingiere. Llevar una dieta que se integre con la orientación particular de su vida y con el papel que desempeña en el mundo.

La alimentación saludable no consiste en suprimir apetitos rebeldes. No se trata de que la mente racional, con sus sofisticados conocimientos de alimentación, se imponga sobre el estúpido cuerpo, que ansía alimentos que son perjudiciales para él. Anticiparse al cuerpo e ignorarlo es lo que ha causado el problema, que desde luego no se va a solucionar imponiéndonos otro conjunto de principios alimentarios, por muy novedosos y mejorados que sean.

Mientras que la fuerza de voluntad implica enfrentar la mente contra el cuerpo, en el yoga del comer desarrollamos una mayor sensibilidad hacia el cuerpo; cultivamos la sensibilidad y la confianza.Dejamos de considerar el cuerpo y sus apetitos como enemigos y, en lugar de ello, escuchamos con atención los mensajes que hay detrás de los antojos y las ansias, del apetito y de los gustos. A medida que desarrollemos una confianza en esos mensajes, descubriremos niveles más sutiles de sensibilidad y una mayor unidad de cuerpo y mente. El yoga del comer no sacrifica el placer; al contrario, revela dimensiones del placer que no imaginábamos.

El yoga del comer requiere valentía. Valentía para abandonar los hábitos de desconfianza, restricción y negación, valentía para emerger de la sombra de la fuerza de voluntad y confiar en nuestro cuerpo, como en un amigo que nos dice la verdad; y valentía para actuar conforme a esa verdad aunque contradiga las creencias que hemos recibido sobre lo que es bueno y lo que es malo. No se trata de un pequeño paso, sino más de bien un gran salto de fe.

El yoga del comer

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