Читать книгу A un milímetro de ti - Christina Hortet - Страница 10

Capítulo 5

Оглавление

Mi cuerpo se encuentra tumbado en la cama, de lado; su cuerpo está justo detrás de mí. Sus dedos acarician mis brazos una y otra vez. Creo que, después de ese beso, mi cuerpo se ha elevado al mismísimo cielo. Puedo notar su respiración en mi nuca. Sus dedos son tan suaves que creo que dejaría que me tocaran las veinticuatro horas del día.

Me siento tan protegida que no voy a dejar que se vaya de esta habitación jamás. ¿Cómo ha podido cambiar tan rápido de un momento a otro? Será que es amante de las causas perdidas.

Me doy la vuelta; quiero mirarlo a los ojos. Los tiene cerrados, pero, al notar mi movimiento, los abre y noto cómo una pequeña sonrisa inocente me hace sonrojarme. Hace mucho que no veo ese tipo de sonrisas, mucho tiempo que no me sonrojo, pero está tan tierno… Su pelo está despeinado debido al acalorado beso; sus labios carnosos están levemente rojizos; sus ojos, tranquilos.

Llevo una de mis manos a su pelo y lo acaricio. Noto cómo su sonrisa se vuelve más amplia. Sus labios impactan con mi nariz y deja un pequeño beso. Creo que nunca me han dado un beso en la nariz. Me hace sonreír.

Mierda, Aria, debes dejar de hacer la tonta. Tienes que conseguir escapar de aquí, con su ayuda o sin ella. No puedes dejar que unos ojos angelicales te hagan perder tu valioso tiempo en este sitio.

Sus ojos están conectados con los míos, pero no sé si se podrá imaginar lo que estoy tramando. No sé si quizá pueda saber si realmente quiere protegerme de ese tipo o si sus planes para mí van mucho más allá.

No soy capaz de creer que pueda ser mi salvador. No creo que mi corazón soporte otra traición; no creo que sea bueno que deje que se entrometa en mi vida. No ahora que la tenía tan bien planificada, que iba a intentar seguir adelante sin la ayuda de mi madre. Además, ya soy mayor de edad. No creo que puedan retenerme aquí sin mi consentimiento. Sería secuestro, ¿no?

—Sabes realmente bien —susurra, y eso me hace reír. ¿Cómo puede hacer que deje de pensar para prestarle toda atención a él?

Lamo mis labios y cierro mis ojos. Realmente necesito descansar. Hace mucho que no me peleo con dos personas de forma tan seguida. Necesito despejarme, pensar bien lo que hacer. ¿Podría hacer que Alex me ayudara a escapar?

Sus brazos me rodean y hacen que me estremezca entre ellos. Me acerco más a su cuerpo y dejo que me abrace. Digamos que hace algo de tiempo que no me abrazan de esta manera. Yo también necesito un poco de cariño, aunque sea bastante fuerte.

Unos minutos después, Alex me suelta y se baja de la cama. Se pone los zapatos mientras le miro; su espalda es ancha y sus músculos se marcan debajo de la camiseta, dejándome saber que hace ejercicio, puede que todos los días.

—Voy a ir por comida. Debes comer algo para después poder descansar bien. —Noto cómo los músculos de mi cuerpo se tensan al escuchar que me va a dejar sola.

—No, no puedes dejarme aquí sola. ¿Quién le impide que venga a mi habitación? —Encontrarme con su mirada hace que mi cuerpo se tranquilice. Tengo una extraña sensación; creo que cuando está conmigo nadie me va a hacer daño.

—Tranquila, rubia. —Se levanta de la cama y me hace levantarme a mí también. Lleva una de sus manos a su bolsillo trasero y saca una llave; coge mi mano derecha, pone la llave en ella y después cierra mi mano y sonríe—. Cuando salga de la habitación vas a cerrar la puerta con llave, vas a entrar al baño y te vas a dar una ducha; estás muy tensa. Cuando llegue, daré tres pequeños golpes a la puerta y entonces abrirás. No abras a nadie más. Luther no sabe que esta es tu habitación, creo. Pero, por si acaso, solo abre la puerta cuando yo dé esos golpecitos. ¿Entendido?

No me gustaba que me dieran órdenes, pero tampoco iba a tentar a la suerte. Asiento con la cabeza. Besa mi frente y después desaparece tras la puerta.

Una mala sensación invade mi cuerpo cuando me deja sola en la habitación. Doy tres zancadas hasta la puerta y la cierro con la llave que me ha dado. Mi cuerpo ha entrado en un estado de ansiedad que solo creo que se me quite cuando me dé esa ducha, que realmente necesito.

Voy hacia el armario. Si supongo bien, toda mi ropa estará ahí metida. Lo abro y sonrío al ver que todo está bien colocado, tal y como yo lo tenía en mi armario. Cojo una camiseta blanca y unos shorts, algo de ropa interior y unas zapatillas blancas.

¿Han visto toda mi ropa interior? Increíble. Solo espero que no haya sido él, aunque, la verdad, creo que no es precisamente el tipo de persona que sea experta en colocar ropa femenina. No obstante, apostaría todo lo que gané el sábado a que habría visto más ropa interior femenina que yo en todas las tiendas Victoria’s Secret.

Mi estómago está rugiendo. Vale, tengo hambre. Alex tenía razón.

Cojo el vaso que había dejado antes sobre la mesilla y lo llevo de nuevo al baño. Me alegra saber que no han escatimado en nada.

El baño es casi más grande que la habitación. Frente a la puerta hay un pequeño armario de madera clara; a mi derecha hay una bañera de patas y una ducha a su lado. Esta gente piensa en todo. A la izquierda se encuentra el mueble del lavamanos, también de la misma madera; y a su lado, el W. C. Todo parecía estar perfectamente limpio. Dejo el vaso sobre la superficie del lavamanos y dejo la ropa también ahí.

Abro los cajones del mueble para encontrarme dos toallas blancas perfectamente dobladas en él, un secador de pelo y papel de baño, mucho más del que creo que necesitaré para mi estancia aquí.

Unos pequeños altavoces llaman mi atención. Sonrío y cojo mi teléfono para conectarlo. No hay nada mejor que un poco de música para darse una ducha rápida y refrescante. A mi cuerpo le gusta ducharse con agua fría.

Pongo las toallas sobre el lavamanos y abro el agua de la ducha. Me quito la ropa y la dejo en una cesta de mimbre que hay bajo la ventana que hay al lado del mueble. Me meto en la ducha y dejo que todo lo que estaba pensando pase a un segundo plano.

Qué bien, se fijan en todo. El champú y las cosas del baño son los mismos que yo tenía en mi casa, los que a mi piel y mi pelo les van genial. Esto es demasiado.

Me doy la ducha lo más rápido que puedo, esperando que Alex no tarde demasiado en volver. Cuando salgo a coger la toalla, veo que no está donde yo la he dejado. Mierda.

Una mala sensación se apodera de mi cuerpo; trago saliva y me pongo la ropa sin ni siquiera haberme secado correctamente. Cierro la puerta del baño lo más despacio que puedo. Mi única opción es ponerle el pestillo y esperar que Alex no tarde demasiado.

Un pie me impide cerrarla correctamente. El miedo se apodera de mi cuerpo. Respiro hondo y cojo el vaso de cristal que unos minutos antes había dejado sobre el lavamanos. ¿Dónde narices me he metido?

Su mano hace que la puerta se abra completamente; no me da tiempo a pensar. Cuando sus ojos negros me miran, noto la furia que ellos me transmiten, pero no pienso dejar que me vuelva a hacer el daño que ya me había hecho. Da un paso adelante y yo doy uno hacia atrás, sujetando el vaso detrás de mi cuerpo, ocultándoselo.

—¿Ya te ha dejado sola? Poco le importas… Apuesto a que habrá ido a ver a otra de sus conquistas. —Su risa es malvadamente diabólica. Trago saliva y lo miro, intentando que mis ojos no parezcan asustados.

Su cuerpo se encuentra inmóvil y el mío también. No pienso dejar que sepa que su presencia me aterra. No lo quiero cerca de mí otra vez; no me podría perdonar a mí misma si dejo que este malnacido me vuelva a hacer daño. Respiro hondo y dejo que se acerque. No puedo dejar que el miedo se apodere de mí.

Estoy nerviosa y furiosa. No puedo dejar que me venza; eso no puede pasar. Mis pasos hacia delante me hacen sentirme superior. Por mucho que él mida más que yo, puedo sentir cómo lo que he aprendido en estos últimos años puede derrotarlo. Siempre he estado esperando esto.

Sus manos intentan cogerme, pero soy más rápida. Con una sola patada hago que su cuerpo caiga a plomo sobre el suelo. Su sonrisa cínica hace que mi cuerpo quiera patearle. Pongo uno de mis pies sobre su entrepierna y lo miro.

—¿Alguna vez llegaste a quererme? —Mi voz es calmada, pero yo misma sé que sabe que no es como estoy ahora mismo. Su mano intenta hacer que mi pie se mueva, pero no llega. Sus brazos son demasiado cortos.

Su risa me da ganas de vomitar. Aprieto sus partes un poco más y veo que su risa desaparece para dejar que un quejido salga de su boca.

—Maldita zorra. —Mi pie se aferra más a sus partes y sonrío. Este es mi momento para devolverle todo lo que me hizo pasar. Puedo notar cómo mi respiración está acelerada y mi cuerpo, listo para atacar.

—¿Y yo soy la mala? —Río a carcajadas justo antes de sentir cómo su pie se mueve y me da una patada, haciendo que me tambalee y caiga al suelo. De la misma forma que caigo, me pongo en pie.

Él también está de pie, justo frente a mí. Mide unos veinte centímetros más que yo, pero eso no me va a acobardar. Avanza hacia mí con grandes zancadas. Cuando lo tengo suficientemente cerca, estampo el vaso sobre su cara, haciendo que este se rompa.

Siento un corte en mi mano, pero no le doy importancia; llevo mi rodilla izquierda a su entrepierna y le golpeo lo más fuerte que puedo hasta hacer que se arrodille a mis pies. Mi rodilla impacta en su cara y le hago caer hacia atrás. Paso sobre él, aprovechando su indefensión para salir del baño, pero siento cómo sus manos agarran una de mis piernas, haciendo que caiga al suelo.

Respiro hondo al impactar contra el suelo y me doy la vuelta, poniendo mi pie en su estómago antes de que pudiera echarse sobre mí. Con el otro pie le golpeo en el mismo sitio, haciendo que su cuerpo se aleje de mí un metro.

Salgo del baño y cierro la puerta. Veo la puerta de la habitación totalmente arrancada. Respiro hondo cuando siento un golpe en la puerta y salgo a correr por el pasillo. Puedo sentir sus pasos detrás de mí; su cuerpo es tan pesado que puedo sentir su peso en los pasos. No me he atrevido a gritar. Ni siquiera quiero que sepa dónde estoy. Doblo a la derecha y entro en una habitación donde me encuentro a muchos chicos jugando a videojuegos.

—No me habéis visto —digo justo antes, soltándoles una mirada de esas que podrían intimidar incluso a un policía bien entrenado, y me meto en el armario que hay en la parte de atrás de la habitación.

Puedo notar su presencia cuando escucho que la puerta se abre de golpe. No puedo oír muy bien lo que dicen, pero se puede escuchar como si un toro bufara y saliera de la habitación a toda prisa intentando encontrar a su presa.

Salgo del armario y los chicos me miran con inquietud. Son más pequeños que yo. Los miro y señalo a uno de ellos, que me estaba mirando.

—¿Puedes ir a buscar a Alex? Dile que me ha encontrado y que estoy en esta habitación. Ha ido por comida. —El chico me mira con indecisión; supongo que todos ellos le tienen cierto respeto a Alex—. ¡Vamos! —le incito, y el muchacho sale por la puerta más bien corriendo. Respiro hondo mientras el resto de los chicos me mira.

No puedo negar que siempre he tenido cierto poder sobre la mente masculina. No desde pequeña, pero desde hace un par de años puedo lograr que un hombre haga por mí todo lo que yo desee. ¿Por mi físico? Puede ser, pero eso no me importa.

Me siento en uno de los sillones donde había un sitio libre y le pido a uno de los chicos que me deje jugar. Me tengo que desfogar antes de que Alex llegue y me vea en el estado de nerviosismo en el que me encuentro. Seguramente estos chicos no puedan ver el miedo en mi expresión, pero seguro que él sí que sabe cómo descifrarme. Respiro hondo un par de veces antes de empezar a jugar.

La puerta se abre y el corazón me da un vuelco cuando veo aparecer esos ojos azules y mirarme fijamente. Su mirada pasa por todo mi cuerpo hasta que al fin conecta con mis ojos asustadizos. Sonríe levemente y suelta un pequeño suspiro después de un «menos mal, está bien».

A un milímetro de ti

Подняться наверх