Читать книгу A un milímetro de ti - Christina Hortet - Страница 9

Capítulo 4

Оглавление

Miro sus ojos; ahora se ven muy tranquilos, cariñosos. Siento su pulgar deslizarse bajo mis ojos. Las lágrimas aún no han desaparecido y no creo que pueda controlar el hecho de que se vayan por un momento. Nunca creí que se portaría de tal manera. Jamás pensé que el chico que unos momentos atrás quería hacerme trizas me iba a tener entre sus brazos, iba a estar acariciando mi pelo y mucho menos iba a intentar tranquilizarme.

—Ya pasó, rubita. Tranquila. —Me abrazó más fuerte. Su mano se deslizaba por mi espalda de arriba abajo; me estaba empezando a tranquilizar. Noto cómo sus labios se acercan a mi cabello y deja otro beso ahí.

—Tú no sabes nada, Alex. Ese hombre de ahí me hizo ser quien soy ahora. Me destrozó la vida por completo. —La mirada de Alex se suavizó aún más con mis palabras. Todavía no había dejado de llorar, pero estaba más tranquila.

—¿Él? ¿Qué ocurrió? —Pasó su lengua por sus labios y yo bajé la mirada. Sinceramente, no quería contarle mi vida a un desconocido, pero en este momento tenía que soltar todo lo que tenía dentro y la única forma de hacerlo era contándoselo todo al chico que tenía delante.

—¿Quieres el resumen o lo prefieres con pelos y señales? —Tragué saliva con solo decirlo. Creo que pudo notar la incomodidad con la que dije la frase.

—Tranquila, Aria. Ahora estoy aquí contigo; él no puede hacerte nada. —Juntó sus labios en mi mejilla, pero aun así me hizo soltar una carcajada. Mi mirada se estremeció y volví a meter mi cabeza en el hueco de su cuello.

—Alex, ni tú ni nadie puede salvarme si él quiere volver a hacerme daño. Si quiere abusar de mí de nuevo, lo hará cuando quiera. —Tragué saliva al terminar de decir la frase.

La boca se me había quedado seca de tanto sollozar y la incertidumbre de tenerlo tan cerca me estaba haciendo empezar a temblar. Me había enfrentado a mi mayor temor y esta vez había sido yo quien había ganado la batalla.

—¿Abusó de ti? —Su mirada se volvió oscura como el cielo en plena tormenta—. ¿Cuándo pasó eso? ¿Qué te hizo?

Pude notar el dolor en su mirada, esos preciosos ojos azules me miraban con compasión. Quizá, debajo de toda esa coraza de hombre duro, había un pequeño corazón.

Un ángel caído del cielo, un ángel con un pasado oscuro. No creo que una persona que trabaje en este tipo de sitios sea especialmente una persona buena. Mi instinto me dice que las personas que trabajan en ellos son de esos tipos que alguna vez se han escapado de entrar en la cárcel. Del tipo de personas a las cuales no les importa hacer daño con tal de conseguir lo que quieren.

Si no fuera así, no creo que tuvieran a Luther aquí trabajando. No sé cómo alguien puede confiar en él. Con solo mirarlo, cualquier persona puede deducir que solo va a traer problemas. Su aspecto da miedo, y puedo sentir su presencia. Es como si, cuando está cerca, mi espina dorsal me lo advirtiera con uno de sus escalofríos.

En realidad, no creo que nadie debiera confiar en él. Nunca se puede esperar nada bueno de ese tipo de personas. A no ser que seas yo.

Quizá lo que me hizo estar con él fue mi propio deber de salvar a las personas de su pasado. Siempre me ha gustado cambiar la vida de la gente para bien. Desde que lo conocí no he vuelto a salvar a nadie; al revés, he metido a mucha gente en mi mundo. No es el mejor y lo sé, pero lo bueno es que cada cual hace lo que quiere aunque todos estamos en lo mismo.

No soy capaz de creer que alguien va a poder quererme nunca como me merezco. Soy bonita, sí, pero ¿eso de qué me sirve? No creo que nunca nadie me pueda querer de tal forma que me haga olvidar lo mal que se puede pasar cuando estás enamorado.

Bajo mi experiencia, la mayoría de los hombres solo piensan en ellos mismos. Son del estilo de: «Si me sirves para algo, bien; si no, no te quiero». Y ya estoy harta de ese tipo de hombres.

Quizá por eso me convertí en lo que soy, una mujer sin sentimientos. Una de esas personas que tienen una coraza, de las que no muestran lo que sienten y saben que nunca deben parecer débiles delante del resto.

—Lo conocí en el instituto. Yo tenía catorce años y jamás había besado a un chico. En el segundo semestre apareció con una sonrisa amigable a mi lado. Después de un tiempo realmente bueno me di cuenta de que me había enamorado de él. Todo el mundo me decía que no tenía que estar con él. Era cuatro años mayor que yo, pero me enamoré de un imposible. —–Mi voz iba desapareciendo conforme decía cada palabra.

Suspiro, más para mí que para él. Su mirada se fija en la pared blanca que tenemos enfrente. Siento su mandíbula temblar ligeramente, está impaciente por saber que pasó en realidad. Y yo, estoy dispuesta a contar la historia que jamás le he contado a nadie.

—Me acuerdo de que esa noche llovía. Mi madre había alquilado una casa para celebrar mi cumpleaños. Me lo estaba pasando bien con mi mejor amigo, Josh. Los celos y la bebida le hicieron explotar y después de haberme engañado infinidad de veces, al final lo único que quería era poseerme. Quería que fuera suya, y así fue. —Miro a sus ojos, él no pestañea. Trago saliva y un apretón de manos me hace soltar la coraza por completo y terminar mi historia—. Todo no quedó ahí. Cuando acabó conmigo, se giró hacia mi amigo, a quien tenía atado de pies y manos, y lo acuchilló hasta matarlo. Me quitó a mi mejor amigo y lo que era mi vida hasta aquel momento.

Comencé a llorar de nuevo, esta vez con más fuerza. Recordar la historia me estaba haciendo revivir partes de mi vida que un día creí que había dejado atrás, que jamás me volverían a atormentar, pero no es cierto. Está claro que cada día que pase en este centro me acordaré de todo una y otra vez.

—Lo siento, Aria. Sabía que había algo en ese tío que no estaba bien, pero jamás creí que podría haber hecho algo así. —Su mandíbula estaba apretada; sus ojos, oscuros, y podía ver cómo la vena de su cuello palpitaba.

—No acabó ahí —logré decir, aunque el nudo que tenía en la garganta me oprimía tanto que no era capaz ni de respirar bien. Necesitaba agua.

Le miré y él supo perfectamente lo que quería; se levantó y abrió la puerta que había en el lado derecho de la habitación, una puerta de madera clara. Ni siquiera me había percatado de que estaba ahí. Para ser sincera, no me había fijado en casi nada de la habitación. Mis ojos llorosos no veían con claridad, pero aproveché para quitar las lágrimas que caían por mi mejilla y miré todo lo que había a mi alrededor. La habitación era blanca; había una cama de matrimonio en el medio, donde estábamos sentados. Una colcha morada adornaba la cama y unos cojines grises y azul celeste estaban puestos sobre la almohada. Mis colores favoritos. Eso me hizo sonreír un momento. Una mesilla de madera clara a un lado. En el lado izquierdo había lo que parecía un armario empotrado en la pared. Una lámpara preciosa de araña era lo que alumbraba y también había un escritorio, decorado con todo lo que un estudiante necesita. Era una habitación de lo más bonita.

Alex me trajo el agua en un vaso; la cogí y, sin más, bebí todo lo que había dentro. Lo miré a los ojos. Su mirada era calmada, aunque sé que en su fuero interno estaba intentando que no me diera cuenta de que la historia le había sentado como un jarro de agua fría.

—No entiendo cómo, después de todo eso, sigues teniendo las ganas de desafiar a la gente. Eres la primera chica que me ha opuesto resistencia y, mucho peor, la primera que veo que haya sido capaz de enfrentarse a Luther. Eres muy fuerte.

Pude notar el dolor en sus palabras. En cierto modo, ni siquiera sabía qué quería decir. No estaba segura de haber sido la primera chica en haberles enfrentado. ¿De verdad serán todas unas lerdas pijas que solo buscan algo de atención? Puse el vaso sobre la mesilla cuando se sentó a mi lado. Miré sus ojos y supe que, por el momento, podía confiar en él.

Sus ojos brillaban y podría jurar que los míos también, aunque debido a las lágrimas que seguía soltando. Cuando empiezo me cuesta mucho terminar.

—¿Qué más ocurrió? —consiguió decir después de algunos minutos de silencio, mientras me estrechaba entre sus brazos fuertemente.

—No tuve el valor suficiente para ir a testificar. La dueña de la casa lo denunció al encontrar el cuerpo de mi amigo, pero yo no tuve la suficiente valentía como para ir y contar todo lo que había pasado. Mi madre ni siquiera se enteró de lo que me había pasado. Sabía que estaba rara y que no salía de casa, pero ni siquiera se dio cuenta de que un malnacido había arruinado mi vida. Ella nunca ha pensado en mí. Y encima tiene la poca decencia de hacer que me internen en este sitio.

Un silencio se creó en el ambiente. Lo miré a los ojos. Algo dentro de mí me hizo acurrucarme en él, sentir su calor.

—Dos días después de lo sucedido comencé a recibir cartas con amenazas. Nunca supe por qué me las envió, porque en realidad yo no me hubiera atrevido en aquella época a decir nada. Unos días después me di cuenta de que algo no iba bien en mi interior: sentía náuseas que me hacían volver a casa antes de lo previsto y en una revisión me hicieron saber que dentro de mí alguien estaba empezando a vivir. —Llevé mis manos a mi tripa—. Iba a tener un bebé de la persona que me había violado.

El mundo se me vino encima cuando me enteré de aquella noticia. No quería tenerlo. La realidad es que no quería tener nada que me recordara lo que pasó aquella noche, pero no puedo decir que no hubiera querido tenerlo. En realidad, yo jamás hubiera tenido las agallas para matar algo que habitaba en mi interior.

—Y… ¿dónde está ese bebé? —Me miró. La verdad es que si no hubiera preguntado, jamás le hubiera contando lo que pasó después. Pero ya que había empezado, creo que debía saber toda la historia.

—Él se enteró. Aún sigo preguntándome quién se lo contó. Ni siquiera me había atrevido a decírselo a nadie. Un día, al regresar del instituto, me encontré mi habitación revuelta. Su figura apareció y, con un empujón, me hizo perder el equilibrio y caer. Sus golpes no me dolían; solo tenía mis pensamientos en mi bebé, en lo que ese malnacido quería hacerle. Aún recuerdo sus palabras: «Lo único que te quedarán serán los moretones».

Sentí cómo sus brazos me rodearon, me estrecharon más fuerte y me hicieron dejar todas mis defensas en el suelo. Sus labios recorrieron todo mi cabello, intentando que me tranquilizara. Y lo estaba consiguiendo.

Después de contarle una parte de mi historia, estaba deseando poder juntar sus labios con los míos; quería probar cómo sabían los labios de la persona que estaba intentando que mi cuerpo se tranquilizara. Jamás le había contado la historia a nadie. Nunca he querido que nadie supiera mis debilidades.

Ahora, la persona que se suponía que debería enseñarme a comportarme mejor sabía la forma en la que podría destruirme, sabría qué me dolería y lo que no. Pero no sabía ni siquiera un tercio de toda la historia, de lo que ha pasado después y de lo realmente dura que puedo llegar a ser. Nadie se merece saber ese porcentaje de mi vida.

Me quedé bloqueada en el momento en el cual sentí que sus labios impactaron con los míos. Sensualmente, despacio. Sus labios se movían despacio, intentando descifrar mi código emocional.

Me separé bruscamente de él y lo miré a los ojos, intentando saber qué es lo que quería hacer conmigo, qué narices se le había pasado por la cabeza para pensar que podría besarme de esa forma. Ni siquiera creí que se atrevería a besarme, pero ¿se ha aprovechado de mi debilidad?

—¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Por qué me has besado? —Me levanté de la cama y me quedé mirándolo. Quería respuestas y las quería ya. No podía creer que se hubiera aprovechado de mí. No era el momento para ese beso, por mucho que él lo quisiera.

—Besarte. Lo deseo y tú también lo deseas, Aria. No me digas que no es cierto. —Su mirada estaba serena, tranquila, tanto que hizo que me tranquilizara. Respiré hondo mientras él se levantaba para acercarse a mí.

Pude notar como su tranquilidad inundaba toda la habitación. Todo era armonía. Todo en él irradiaba sosiego, tanto que no me doy cuenta de que sus pasos le han hecho estar justo frente a mi cuerpo.

Retrocedo buscando un sitio donde esconderme. No quiero volver a tener la tentación de tenerlo tan cerca. Mi espalda choca con la pared que tengo detrás de mí. Sus ojos claros hacen que quiera que me bese; quiero sentirlo otra vez y lo peor es que, por mucho que intente convencerme de que esto no está bien, lo necesito.

Necesito saber que todo irá bien, que él no dejará que ese capullo vuelva a hacerme daño. Algo dentro de él me dice que no es igual a Luther, que no es una mala persona. No puedo creer que intentara hacerme daño, que intentara pegarme. Parecía un demonio con esa navaja y ahora parece un ángel.

Un ángel caído, llegado a mi vida para salvarme del destino, de lo mal que podría haber acabado si sigo en ese bar. Nunca nadie se ha atrevido a retarme desde que entré a ese lugar, desde que me hice la dueña de todo aquello.

Miro sus ojos; parece tranquilo. Lamo mis labios.

—¿Has vuelto a tener otras relaciones? —Su voz parece confundida. Quizá no crea que, con mi forma de ser, haya estado tanto tiempo sin estar con un hombre.

Digamos que me costó algún tiempo despojarme de toda la rabia que sentía por mí y por mi cuerpo. Intenté que todo acabara más de una vez y no me da miedo decirlo. Pero tenía que volver a ser una chica normal. Quizá no todo lo normal que desearía haber sido, pero intentaría ser lo mejor que pudiera. No me convertí en la chica buena otra vez; al revés, acabé siendo una manipuladora. No estoy orgullosa, pero cada uno tiene un fin en este mundo. El mío era intentar que nunca nadie más causara tal dolor en mí que me hiciera querer quitarme de en medio otra vez, y por ahora lo he ido consiguiendo. No de la mejor manera posible, pero todo lo que he hecho ha sido para salvarme. Para intentar vivir una vida.

—Sí, Alex. He vuelto a tener relaciones, pero eso no te interesa. Me costó muchísimo, pero eso no tiene nada que ver con… —Sus labios se juntaron con los míos en un nuevo beso. Pero este, a su vez, era totalmente distinto. Mucho más salvaje. Sexi. Lento pero, aun así, deseable. Sus labios se movían contra los míos y mi instinto más primario salió de mi interior. No dudé ni un segundo en devolverle el beso. Lo llevé hacia mí y enredé mis manos en su pelo.

Sabe tan sumamente bien que no podría rechazarlo; nunca podría hacer que esos labios se fueran lejos de los míos. Es tan sensual que mi cuerpo se acelera por momentos. Mi respiración está demasiado agitada; tanto que creo que voy a dejar de respirar en unos minutos. Dios, se siente tan bien al besarlo sin descanso que creo que podría morir así. No es nada especial. Simplemente me atrae.

Quiero que me haga olvidar todo lo que ese malnacido me hizo, que intente descubrirme cosas nuevas. Necesito a alguien que me haga recobrar las ganas de vivir sin límites.

A un milímetro de ti

Подняться наверх