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Оглавление1 Para los datos más relevantes acerca de la vida y la obra de Cicerón (106-43 a. C.) puede consultarse la ‘Introducción general’ de M. RODRÍGUEZ -PANTOJA en J. M.a REQUEJO , Cicerón. Discursos, I: Verrinas (Discurso contra Q. Cecilio, Primera sesión, Segunda sesión [Discursos I y II ]), Madrid, B. C. G. 139, 1990, págs. 7-156, esp. 111-119; sobre la producción filosófica ciceroniana, cf. A. MICHEL , «Cicéron et les grands courants de la philosophie antique: problèmes généraux (1960-1970)», Lustrum 16 (1971-1972), 81-103; V. J. HERRERO , M. Tulio Cicerón. Del supremo bien y del supremo mal, Madrid, B. C. G. 101, 1987, págs. 7-43; J. G. F. POWELL , «Cicero’s philosophical works and their background», en J. G. F. POWELL (ed.), Cicero the philosopher. Twelve papers, Oxford, 1995, págs. 1-35; y, con información de carácter más detallado, M. SCHANZ , C. HOSIUS , Geschichte der römischen Literatur bis zum Gesetzgebungswerk des Kaisers Justinian, I: Die römische Literatur in der Zeit der Republik, 4.a ed., Múnich, 1966 [ 19274 ], págs. 489-530; R. PHILIPPSON , «Die philosophischen Schriften», en Realencyclopädie der klassischen Altertumswissenschaft VII Al [1939], s. v. «Tullius», cols. 1104-1192; G. GAWLICK , W. GÖRLER , «Cicero», en H. FLASHAR (ed.), Die Philosophie der Antike, IV: Die hellenistische Philosophie, II, Basilea, 1994, págs. 991-1168; M. DUCOS (et al.), «Cicero», en R. GOULET (dir.), Dictionnaire des philosophes antiques, II: Babélyca d’Argos à Dyscolius, París, 1994, C 123, págs. 365-395. Estas referencias bibliográficas sirven tanto para el De natura deorum, recogido en el presente volumen, como para los tratados De divinatione, De fato y Timaeus, que aparecen publicados, por razones de espacio, en otro volumen de esta misma colección.
2 A mediados de febrero del 45, cuando Tulliola tenía unos 33 años. Cicerón se había divorciado de Terencia hacia finales del 47 y se casaba con Publilia a finales del 46 (cf. J. BEAUJEU , Cicerón. Correspondance, VIII, París, 1983, págs. 26-27).
3 Estos problemas se vieron agravados, además, por una situación de relativa estrechez económica, como recuerda M. RODRÍGUEZ -PANTOJA , Cicerón. Cartas, I: Cartas a Ático (Cartas I-16ID), Madrid, B. C. G. 223, 1996, págs. 10-12.
4 Ocurrido el 7 de diciembre del año 43; fue decapitado por los soldados de Marco Antonio —que formaba el segundo triunvirato junto con Octavio y Lépido—, sin oponer resistencia a sus verdugos (según refiere PLUTARCO , Cic. 48, 5).
5 Cf. A. MICHEL , «La philosophie de Cicéron avant 54», Rev. Ét. Anc. 67 (1965), 324-341; M. PLEZIA , «The first of Cicero’s philosophical essays», en A. MICHEL , R. VERDIÈRE : (eds.), Ciceroniana. Hommages à Kazimierz Kumaniecki, Leiden, 1975, págs. 196-205 (a propósito de Quint. I 1); P. STEINMETZ , «Ciceros philosophische Anfänge», Rheinisches Museum 138 (1995), 210-222. Cicerón compuso los seis libros del De republica entre el 54 y el 51; poco después, todavía bajo la inspiración platónica, debió de iniciar la redacción del De legibus, que no llegó a concluir (a su libro quinto se refiere MACROBIO , Sat. VI 4, 8).
6 Simplificamos aquí el cuadro que ofrece P. STEINMETZ , «Planung und Planänderung der philosophischen Schriften Ciceros», en P. STEINMETZ (ed.), Beiträge zur hellenistischen Literatur und ihrer Rezeption in Rom, Stuttgart, 1990, págs. 141-153, esp. 142-143; véase, asimismo, K. A. NEUHAUSEN , M. Tullius Cicero. Laelius, Lief. 1, Heidelberg, 1981, págs. 20-24; J. BEAUJEU , págs. 301-328 («L’activité littéraire de Cicéron de février à septembre 45»); M. VON ALBRECHT , Geschichte der römischen Literatur von Andronicus bis Boethius, mit Berücksichtigung ihrer Bedeutung für die Neuzeit, I, 2.a ed., Múnich - New Providence - Londres - París, 1994 [Berna, 1992], págs. 414-449, esp. 416-427; J. G. F. POWELL (ed.), págs. XIII-XVII.
7 Cf. Cartas a Ático XII 44, 4; de los Academica priora, primera versión de los finalmente llamados Academici libri, sólo se conserva el Lucullus (sobre la cronología precisa de esta obra cf. M. GRIFFIN , «The composition of the Academica. Motives and versions», en B. INWOOD , J. MANSEELD [eds.], Assent and argument. Studies in Cicero’s Academic books. Proceedings of the 7th Symposium Hellenisticum [...], Leiden - Nueva York - Colonia, 1997, págs. 1-35).
8 Para detalles de carácter cronológico acerca de esta obra y de Div. y Fat. pueden consultarse nuestras respectivas introducciones en un próximo volumen de la B. C. G.; acerca de Nat., cf. pág. 39.
9 El proceso editorial practicado en la época era complejo y lento (cf. J. BEAUJEU , pág. 310, n. 1): el autor escribía sua manu o dictaba el original (cf. M. MC DONNELL , «Writing, copying and autograph manuscripts in ancient Rome», Class. Quart. 46 [1996], 469-491), lo hacía copiar en uno o dos ejemplares para una primera revisión a su cargo (tarea compartida, a veces, por familiares y amigos; cf., por ejemplo, Div. I 8) y, finalmente, mandaba reproducir el texto definitivo, introduciendo modificaciones incluso durante esta última fase (cf., por ejemplo, Cartas a Ático Xll 6a). En cualquier caso, ha de recordarse que la difusión que experimentaba habitualmente este tipo de copias era muy limitada: cf. R. SOMMER , «T. Pomponius Atticus und die Verbreitung von Ciceros Werken», Hermes 61 (1926), 389-422; J. J. PHILLIPS , «Atticus and the publication of Cicero’s works», Classical Weekly 79 (1986), 227-237.
10 Cf. P. BOYANCÉ , «Cicéron et les parties de la philosophie», Rev. Ét. Lat. 49 (1971), 127-154, esp. 152-153. En este prólogo no se mencionan tratados como el De legibus (todavía inédito), los Paradoxa Stoicorum (redactados entre febrero y abril del 46), el De gloria (en dos libros, redactados entre junio y julio del 44), el Laelius (concluido en otoño del 44), el De officiis (todavía sin redactar) y el De virtutibus (de finales del 44 o principios del 43; podría tratarse de una obra espuria). Cicerón también fue autor de un De auguriis (cf. Div. II 76), probablemente posterior a la redacción del De divinatione (cf. S. TIMPANARO , Marco Tullio Cicerone. Della divinazione, Milán, 1988, pág. 373; M. VON ALBRECHT , pág. 417, n. 1).
11 Cf. L. CANFORA , «L’autobiografia intellettuale», en G. CAVALLO , P. FEDELI , A. GIARDINA (dirs.), Lo spazio letterario di Roma antica, III: La ricezione del testo, Roma, 1990, págs. 11-51, esp. 18-25; W. GÖRLER , «Cicero zwischen Politik und Philosophie», Ciceroniana 7 (1990), 61-73; A. D. LEEMAN , H. PINKSTER , J. WISSE , M. Tullius Cicero. De oratore libri III, IV: Buch II, 291-367; Buch III, 1-95, Heidelberg, 1996, págs. 282-290 (a propósito de De or. III 82-90).
12 Cf. M. RUCH , L ’Hortensius de Cicéron. Histoire el reconstitution, París, 1958, págs. 27-35; A. MICHEL , Rhétorique et philosophie chez Cicéron. Essai sur les fondements philosophiques de l’art de persuader, París, 1960; «Rhétorique et philosophie dans les traités de Cicéron», Aufstieg und Niedergang der römischen Welt I 3 (1973), 139-208; «La théorie de la rhétorique chez Cicéron: éloquence et philosophie», en W. LUDWIG (ed.), Éloquence et rhétorique chez Cicéron. Entretiens sur l’antiquité classique 28, Ginebra, 1982, págs. 109-147, esp. 110; A. ALBERTE , Cicerón ante la retórica. La auctoritas platónica en los criterios retóricos de Cicerón, Valladolid, 1987, págs. 15-23; G. CAMBIANO , «I testi filosofici», en G. CAVALLO , P. FEDELI , A. GIARDINA (dirs.), Lo spazio..., I: La produzione del testo, Roma, 1989, págs. 241-276, esp. 253-262.
13 Cf., por ejemplo, V.-J. HERRERO , págs. 8, 10-11. Esta opinión se extendió, sobre todo, desde que la suscribiera Th. Mommsen, con su contundencia característica (cf. B. WEIL , 2000 Jahre Cicero, Zúrich - Stuttgart, 1962, págs. 297-362). Como ya sugirió E. LÖFSTEDT , «Cicero’s life and work», Roman literary portraits, tr. P. M. FRASER , Oxford, 1958 [= Romare, Estocolmo, 1956], págs. 67-92, esp. 68, la acritud del juicio de Mommsen —obstinado Ciceromastix — se explica sobre todo por la fanática admiración que el historiador alemán sentía hacia César (principal antagonista de Cicerón) y por su perspectiva de análisis, que era eminentemente política.
14 Cf. U. KNOCHE , «Cicero: ein Mittler griechischer Geisteskultur», Hermes 87 (1959), 57-74, esp. 73-74; W. BURKERT , «Cicero als Platoniker und Skeptiker. Zum Platonverständnis der ‘Neuen Akademie’», Gymnasium 72 (1965), 175-200; W. GÖRLER , Untersuchungen zu Ciceros Philosophie, Heidelberg, 1974, págs. 185-197. La actitud de Cicerón se ha intentado explicar alegando diferentes causas, seguramente coadyuvantes en el fondo: por su erudición de tipo helenístico (cf. M. L. COLISH , The Stoic tradition from antiquity to the early middle ages, I: Stoicism in classical Latin literature, 2.a ed., Leiden - Nueva York - Copenhague - Colonia, 1990 [1985], págs. 67-69), por el influjo de su formación retórica, por su interés predominantemente informativo o descriptivo, por su carácter propenso a la tolerancia intelectual (cf. A. MICHEL ., «À propos du souverain bien: Cicéron et le dialogue des écoles philosophiques», en J. BIBAUW [ed.], Hommages à Marcel Renard, Bruselas, 1969, págs. 610-621, esp. 619-621; M. VON ALBRECHT , pág. 440; J. G. F. POWELL . [ed.], pág. 3), etc. En cualquier caso, el llamado ‘eclecticismo’ de Cicerón no tiene por qué ser considerado como una especie de miasma metodológico («he is an eclectic, like most wise people», según afirma E. LÖFSTEDT , pág. 81), ya que el procedimiento podía aportarle en teoría, además de una cierta imparcialidad, exhaustividad (ex utroque perfectius; cf. Nat. I 11; A. MICHEL «Traités», págs. 190-192).
15 La escuela había sido refundada como ‘Academia nueva’ por Arcesilao y por Carnéades, ambos muy influidos por el escepticismo de Pirrón; pero, como indica P. STEINMETZ «Anfänge», pág. 211, Cicerón perteneció de hecho a la ‘Academia antigua’ restablecida por Antioco en el 89 (Brut. 315; Ac. I 13; Luc. 70); en general, cf. A. WEISCHE , Cicero und die Neue Akademie. Untersuchungen zur Entstehung und Geschichte des antiken Szeptizismus, Münster, 1961.
16 Cf. A. S. PEASE , M. Tulli Ciceronis de natura deorum, I-II, Cambridge (Mass.), 1955-1958, págs. 14-16. El término probabile, de origen retórico (cf. J. G. F. POWELL , «Cicero’s translations from the Greek», en J. G. F. POWELL [ed.], págs. 273-300, esp. 294), alude, en general, a cuanto puede someterse a prueba y, además, recibir sanción favorable (cf. Tusc. IV 7; Nat. I 12; Div. II 150; Sobre los deberes II 8, III 20; G. CAMBIANO , pág. 257). Acerca del concepto de ‘verosímil’ cf. TH . FUHRER , «Der Begriff veri simile bei Cicero und Augustin», Mus. Helv. 50 (1992), 107-125; W. GÖRLER , «Ein sprachlicher Zufall und seine Folgen: ‘Wahrscheinliches’ bei Karneades und bei Cicero», en C. W. MÜLLER , K. SIER , J. WERNER (eds.), Zum Umgang mit fremden Sprachen in der griechischrömischen Antike. Kolloquium der Fachrichtungen Klassische Philologie der Universitäten Leipzig und Saarbrücken am 21. und 22. November 1989 in Saarbrücken, Stuttgart, 1992, págs. 159-171 (esp. 166-169, donde se observa que Cicerón prefirió el concepto de probabile al de veri simile por sus mayores posibilidades lingüísticas y por sus connotaciones positivas desde el punto de vista epistemológico).
17 Cf. Tusc. I 79; Nat. II 32. Como Platonis aemulus (QUINTILIANO X 1, 123, en referencia sobre todo a Rep. y Leyes : cf. J. G. F. POWELL [ed.], pág. 5, n. 9; A. A. LONG , «Cicero’s Plato and Aristotle», ib., págs. 37-61, esp. 43) y summus Platonis imitator (LACTANCIO , Inst. III 25, I), Cicerón recoge en el conjunto de su obra más de trescientas alusiones platónicas (cf. H. DÖRRIE , Die geschichtlichen Wurzeln des Platonismus. Bausteine 1-35: Text, Übersetzung, Kommentar. Aus dem Nachlaβ herausgegeben von A. Dörrie, Stuttgart - Bad Cannstatt, 1987, pág. 484).
18 Pese al juicio de S. TIMPANARO , pág. XXIV, según el cual Cicerón conocía casi exclusivamente el Aristóteles de los diálogos, hoy perdido (cf. Cartas a Ático IV 16, 2), y no el de los tratados (cf., asimismo, A. A. LONG , págs. 42-43), creemos que también la obra esotérica del estagirita pudo haber influido profundamente —aunque sea por vía indirecta— en nuestro autor (cf. A. ESCOBAR , «Reminiscencias aristotélicas en el De divinatione ciceroniano. Reflexiones en torno a la edición de Aristóteles en la Roma del s. I a. C.», Cuad. Filol. Clás. (Ests. grs. e ides.), n. s. 2 (1992), 237-248; PH . J. VAN DER EIJK , «Aristotelian elements in Cicero’s De divinatione», Philologus 137 (1993), 223-231; no obstante, acerca de la escasa repercusión que parece haber tenido en Roma la edición aristotélica de Andronico, cf. J. BARNES , «Roman Aristotle», en J. BARNES , M. GRIFFIN [eds.], Philosophia togata, II: Plato and Aristotle at Rome, Oxford, 1997, págs. 1-69).
19 Cf. A. D. LEEMAN , Orationis ratio. Teoria e pratica stilistica degli oratori, storici e filosofi latini [= Orationis ratio. The stylistic theories and practice of the Roman orators, historians and philosophers, I-II, Amsterdam, 1963], intr. E. PASOLI , Bolonia, 1974, págs. 265-291, 582-588, 668-670. En el 155 era recibida en Roma la embajada formada por el académico Carnéades, el estoico Diógenes y el peripatético Critolao (cf., por ejemplo, De or. II 155-161; GELIO , VI 14, 8-10), cuya urgente repatriación propuso Catón (cf. PLUTARCO , Cato mai. 22, 6-7); en torno al 144, Cornelio Escipión Emiliano acoge al estoico Panecio (cf. Luc. 5), mientras que Posidonio, discípulo de éste, ya mantuvo una estrecha relación con buen número de eruditos romanos; acerca de esta cuestión, en general, cf. E. RAWSON , Intellectual life in the ¡ate Roman republic, Londres, 1985; M. GRIFFIN , J. BARNES , Philosophia togata. Essays on philosophy and Roman society, Oxford, 1989; J. G. F. POWELL (ed.), págs. 14-17.
20 Sobre estos primeros vagidos de la filosofía romana, en general, cf. A. ARCELL ASCHI , «Ennius et l’apparition d’un langage philosophique», en P. GRIMAL (et al.), La langue latine, langue de la philosophie. Actes (...), Roma, 1992, págs. 59-73. Es significativo, por ejemplo, que el término philosophus se documente en la literatura arcaica con el sentido peyorativo de ‘embustero’ (PLAUTO , Rud. 986; cf. G. PETRONE , «Plauto e il vocabolario della filosofia», ib., págs. 51-57, y, en general, J. A. ENRÍQUEZ , «El ámbito de la filosofía latina», Cuad. Filol. Clás. 5 (1973), 361-429, esp. 364-388), pese a testimonios de apariencia menos agresiva como el de ENIO , Androm., frag. 95 J: philosophandum est paucis [sc. verbis ]; nam omnino haud placet (cf. Tusc. II 1; GELIO , V 15, 9 y 16, 5; A. KESSISSOGLU , «Enniana», Rheinisches Museum 133 [1990], 70-80, esp. 71-72, quien lo compara a HERÁCLITO , frag. 22 B 35 DK). En cualquier caso, hasta el propio Cicerón se encarga de recordar que la filosofía (que tiene para él un sentido esencialmente práctico, es decir, político: cf. A. GRILLI , «A proposito del concetto di filosofía in Cicerone», Latomus 45 [1986], 855-860) es terreno abonado para cualquier disparate (nihil tam absurde dici potest quod non dicatur ab aliquo philosophorum, según Div. II 119).
21 Es bien conocida la filiación epicúrea de su buen amigo Ático (al menos en un primer momento: cf. J. G. F. POWELL [ed.], pág. 29, n. 77) o la de Filodemo de Gádara, a quien se refiere el homo vere humanus de Pis. 68.
22 Frente al sermo vulgaris epicúreo, Cicerón encontró en la obra de Lucrecio ingenium y ars (cf. Quint. II 10, 3), y se encargó de editarla o, al menos, de corregir sus erratas (según parece desprenderse del Cicero emendavit de S. JERÓNIMO , Chron. a. 94, dato procedente quizá de Suetonio), ya fuera por su calidad literaria, ya por los ruegos de Memio, a quien la obra iba dedicada (pese a su más que dudoso epicureísmo: Fam. XIII 1, 3; cf., no obstante, J. G. F. POWELL [ed.], pág. 28), o porque Ático y Quinto estuviesen interesados en su publicación. Es difícil valorar la estima real que Cicerón sentía por el epicúreo (cf. E. PARATORE , «La problematica sull’epicureismo a Roma», Aufstieg und Niedergang der römischen Welt I 4 (1973), 116-204, esp. 138-150; G. CAMBIANO , págs. 246-253), pero la influencia mutua puede ser mayor de lo que habitualmente se piensa.
23 En el Kêpos o Jardín epicúreo hay que situar, entre otros, a personajes como Albucio (cf. Nat. I 93), Amafinio, Cacio, Patrón, Rabirio, Saufeyo o Sirón; cf., en general, H. BARDON , La littérature latine inconnue, I: L’époque républicaine, París, 1952, págs. 203-211; H. JONES , The Epicurean tradition, Londres - Nueva York, 1989, págs. 62-93, 224-229 («The invasión of Italy»); J. G. F. POWELL , (ed.), pág. 27, n. 69. Para nuestras referencias a las obras epicúreas hemos consultado las ediciones de H. USENER , Epicurea , Leipzig, 1887 (a propósito del testimonio ciceroniano, cf. págs. LXV-LXVIII); G. ARRIGHETTI , Epicuro. Opere , 2.a ed., Turín, 1973 [1960]; M. ISNARDI PARENTE , Opere di Epicuro, Turín, 1974.
24 Cf. De or. III 78; Tusc. III 50, V 108; M. C. STOKES , «Cicero on Epicurean pleasures», en J. G. F. POWELL , (ed.), págs. 145-170; en Cicerón parece advertirse una cierta incomprensión interesada del sentido ascético —más que hedonista— del epicureísmo, en el que sólo encontraba otium sine dignitate (cf. E. PARATORE , págs. 135, 146-147) y un peligroso deseo de expansión (cf. Tusc. IV 6-7, en referencia a las obras de Amafinio); acerca de su temprana animadversión hacia esta escuela, cf. T. MASLOWSKI , «The chronology of Cicero’s anti-epicureanism», Eos 62 (1974), págs. 55-78.
25 Cf. S. TIMPANARO , págs. XXII-XXIII; respecto a la penetración del estoicismo en Roma, cf. G. VERBEKE , «Le stoïcisme, une philosophie sans frontières», Aufstieg und Niedergang der römischen Welt I 4 (1973), 3-42, esp. 35-40; M. L. COLISH , págs. 61-158, esp. 109-126.
26 Fue pitagórico, entre otros, Nigidio Fígulo, previsto interlocutor del Timeo ciceroniano y buen amigo de Varrón; peripatéticos fueron Estáseas de Nápoles (cf. De or. I 104), Marco Pisón (cf. Nat. I 16) y Cratipo (cf., en general, W. GÖRLER , «Cicero und die ‘Schule des Aristoteles’», en W. W. FORTENBAUGH , P. STEINMETZ [eds.], Cicero’s knowledge of the Peripatos, New Brunswick - Londres, 1989, págs. 246-263).
27 «(...) observamos lo que han dicho aquellos a quienes damos por buenos, y a ello añadimos nuestro propio juicio y nuestra propia manera de escribir» (Del supremo bien y del supremo mal I 6); «no como traductores, sino que, según solemos, beberemos de sus fuentes —según nuestro propio juicio y arbitrio— en la medida en que nos parezca conveniente» (Sobre los deberes I 6); sobre esta cuestión, en general, cf, O. GIGON , «Cicero und die griechische Philosophie», Aufstieg und Niedergang der römischen Welt I 4 (1973), 226-261, esp. 242-243; J. G. F. POWELL , (ed.), págs. 8-9, n. 20.
28 Cicerón escuchó a Fedro en Roma (Fam. XIII 1,2) y en Atenas (c. 79), donde también parece haber asistido a las lecciones del epicúreo Zenón. Escuchó a Filón, sucesor de Carnéades y de Clitómaco, entre el 88 y el 84 (cf. Brut. 306; PLUTARCO , Cic. 3, 1; O. GIGON , págs. 236-240).
29 Cf. R. WEIS , «Zur Kenntnis des Griechischen im Rom der republikanischen Zeit», en C. W. MÜLLER , K. SIER , J. WERNER (eds.), págs. 137-142, esp. 141.
30 Escuchó a Antioco entre los años 79 y 78 (durante seis meses, según Brut. 315; cf. PLUTARCO , Cic. 4, 1); a Posidonio, quien ya había estado en Roma hacia principios del año 86 (PLUTARCO , Mar. 45, 7), entre los años 78 y 77 (PLUTARCO , Cic. 4, 5).
31 De manera expresa (al referirse a la patrii sermonis egestas en I 832 y III 260; cf. también I 136-145 y V 335-337; J. MAROUZEAU , «Patrii sermonis egestas », Eranos 45 [1947], 22-24), y también en la práctica, como revelan, por ejemplo, sus esfuerzos para traducir el término griego átomos en I 54-61; sobre su meritoria aportación a la lengua filosófica latina, cf. C. BAILEY , Titi Lucreti Cari de rerum natura libri sex, I, 2.a ed., Oxford, 1972 [1949, 1947], págs. 132-171.
32 Cf. C. LÉVY , «Cicéron créateur du vocabulaire latin de la connaissance: essai de synthèse», en P. GRIMAL (et al.), págs. 91-106, esp. 93.
33 Cf. M. RUCH , Le préambule dans les œuvres philosophiques de Cicéron. Essai sur la genèse el l’art du dialogue, París, 1958, págs. 425-426; A. D. LEEMAN , págs. 288-290; F. DEELA CORTE , Varrone, il terzo gran lume romano, 2.a ed., Florencia, 1970 [Génova, 1954], págs. 128-133. Su posición, en general, pudo ser parecida a la expresada por Cota en Nat. III 5, según B. CARDAUNS , M. Terentius Varro. Antiquitates rerum divinarum, I-II, Mainz - Wiesbaden, 1976, pág. 246; no obstante, acerca de la relevante aportación de Varrón al cultivo de la filosofía en Roma, cf. TH . TARVER , «Varro and the antiquarianism of philosophy», en J. BARNES , M. GRIFFIN (eds.), II, págs. 130-164; Y. LEHMANN , Varron théologien et philosophe romain, Bruselas, 1997.
34 El vocabulario podía elevar considerablemente su capacidad expresiva mediante los usos analógicos, ya fueran metonímicos o metafóricos (como el de principatus , gr. hēgemonikón, en Tusc. I 20; Nat. II 29); al respecto, cf. A. MICHEL , «Traités», págs. 156-158, quien considera que el empleo de imágenes favorecía, en última instancia, el objetivo ciceroniano de simplificar la lógica.
35 Como approbatio por sygkatáthesis (Luc. 37 ), visum por phantasía (Ac. I 40; Luc. 18), officium por kathêkon (Del supremo bien y del supremo mal III 20; Cartas a Ático XVI 11, 4 y 14, 3), rectum por katórthōma (Del supremo bien y del supremo mal III 24), etc.
36 Como philosophia (término ya incluido por Varrón en algunos de sus títulos), rhetorica, physica, dialectica, etc. (cf. Ac. I 25; Del supremo bien y del supremo mal III 5); un elenco alfabetizado de las palabras griegas citadas en las obras filosóficas de Cicerón recoge F. M. BRIGNOLI , Studi ciceroniani, Nápoles, 1957, págs. 155-162 (véase, asimismo, P. OKSAL A , Die griechischen Lehnwörter in den Prosaschriften Ciceros, Helsinki, 1953, esp. págs. 142-146).
37 Cicerón sabía que los resultados de este procedimiento solían ser, más que indeseables (cf. GELIO , I 10, 4, a propósito de la recomendación cesariana de rehuir los neologismos tamquam scopulum), de muy escasa vitalidad (cf., en general, J. MAROUZEAU , Quelques aspects de la formation du latin littéraire, París, 1949, págs. 138-141; N. LAMBARDI , Il Timaeus ciceroniano. Arte e tecnica del vertere, Florencia, 1982, págs. 11-12; J. G. F. POWELL , «Translations», págs. 288-297). Frente a la crítica de conjunto de la lengua filosófica ciceroniana realizada por R. Poncelet (sobre todo en su Cicéron traducteur de Platon. L’expression de la pensée complexe en latin classique, París, 1957), véase, además de la mencionada contribución de Lambardi, A. MICHEL , «Cicéron et la langue philosophique: problèmes d’éthique et d’esthétique», en P. GRIMAL (et al.) , págs. 77-89, esp. 77; J. G. F. POWELL , «Translations», págs. 284-288. También destacan los trabajos sobre el tema de C. MORESCHINI , «Osservazioni sul lessico filosofico di Cicerone», Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa. Classe di Lettere e Filosofia, serie III, vol. 9, 1, 1979, págs. 99-178, y M. PUELMA , «Cicero als Platon-Übersetzer», Mus. Helv. 37 (1980), 137-178 [= I. FASEL (ed.), Mario Puelma. Labor et lima. Kleine Schriften und Nachträge, pról. TH . GELZER , Basilea, 1995, págs. 316-357, con «Addenda» en págs. 357-359], «Die Rezeption der Fachsprache griechischer Philosophie im Lateinischen», en I. FASEL (ed.), págs. 469-493 [= Freiburger Zeitschrift für Philosophie und Theologie 33 (1986), 45-69].
38 Cf. A. MICHEL , «Cicéron et la langue philosophique», págs. 88-89. También cabe mencionar, en este sentido, a Séneca, muy sensibilizado con el problema del latín como lengua filosófica, según manifiesta, por ejemplo, su famosa Epist. VI 58 (cf. M. C. DÍAZ Y DÍAZ , «Séneca y la lengua filosófica», en Estudios sobre Séneca. Octava Semana Española de Filosofía. Ponencias y comunicaciones, Madrid, 1966, págs. 63-80).
39 Al mal estilo habitual entre los epicúreos se alude, por boca de Cota, en Nat. I 58-59; sobre la aridez del estilo estoico, cf. De or. III 66; Parad. Stoic. 2; Del supremo bien y del supremo mal III 3, IV 7, 78; Tusc. V 34; Nat. II 20; A. D. LEEMAN , pág. 273; A. ALBERTE , pág. 107.
40 Se hace mención de algunos antecedentes latinos en M. RUCH , Préambule, págs. 67-71: las sátiras de Lucilio y de Varrón, el De iure civili de M. Bruto, padre del conspirador (cf. J. G. F. POWELL [ed.], pág. 30), la diatriba, la práctica escolar de la controversia (cf. E. G. SCHMIDT , «Philosophische Polemik bei Cicero», Rheinisches Museum 138 (1995), 222-247, esp. 226-227), etc. Cicerón era, en cualquier caso, plenamente consciente de su innovación en el ámbito literario, según se desprende de Cartas a Ático XIII 13-14.
41 Cf. J. BEAUJEU , pág. 312; el diálogo practicado por Heraclides (c. 388-310) presentaba interlocutores del pasado e incluía proemios (cf. F. WEHRLI , Die Schule des Aristoteles, VII: Herakleides Pontikos, 2.a ed., Basilea - Stuttgart, 1969 [s . a .], pág. 66; M. RUCH , Préambule, pág. 52).
42 Cf. Quint. III 5, 1; Cartas a Ático XIII 19, 4 (quae autem his temporibus scripsi Aristotéleion morem habent, in quo ita sermo inducitur ceterorum ut penes ipsum sit principatus); paralelamente, los títulos de las obras suelen ir referidos al tema. El diálogo ciceroniano es, en suma, evolución lógica del último Platón (cf M. RUCH , Préambule, págs. 39-43; según este mismo autor, págs. 45-55, cabe pensar que Cicerón imitara también las formas literarias —hoy desconocidas— de peripatéticos como Dicearco y de académicos como Filón o Antioco); en general, cf G. ZOLL , Cicero Platonis aemulus. Untersuchung über die Form von Ciceros Dialogen, besonders von De oratore, Zúrich, 1962; C. CODOÑER , «El diálogo», en D. ESTEFANÍA , A. POCIÑA (eds.), Géneros literarios romanos. Aproximación a su estudio, Madrid, 1996, págs. 71-89.
43 Cf. De or. III 80; Fam. I 9, 23; esta expresión también podría aludir a un tratamiento más filosófico de la materia (cf. A. E. DOUGLAS , M. Tulli Ciceronis Brutus, Oxford, 1966, págs. XVII-XVIII, n. 1).
44 Sólo cuatro de los diálogos sitúan su acción en el pasado (cf. K. A. NEUHAUSEN , pág. 22): De oratore (91), De republica (129), Cato maior (150) y Laelius (129); Hortensius y Catulus presentaban —como el Lucullus — protagonistas ya desaparecidos, y su acción se situaba hacia finales de los años sesenta.
45 Su intervención sólo es testimonial —aunque relevante— en el De natura deorum, mientras que ocupa un 54 % del De divinatione, según el cálculo ofrecido por E. DICKEY , «Me autem nomine appellabat: avoidance of Cicero’s name in his dialogues», Class. Quart. 91, n. s. 47 (1997), 584-588, esp. 585.
46 Pese a la generosa interpretación de J. ANDRIEU , Le dialogue antique. Structure et présentation, París, 1954, págs. 320-327, esp. 323: «le dialogue tend á devenir un échange rapide de répliques, ce qui donne au lecteur une impression de vie».
47 Cf. R. E. JONES , «Cicero’s accuracy of characterization in his dialogues», Amer. Journ. of Philol. 60 (1939), 307-325.
48 Podría destacarse entre ellas, por ejemplo, la que —en tono casi histriónico, y citando un conocido pasaje de Cecilio Estacio— se introduce en Nat. I 13.
49 Cf. M. RUCH , Préambule, págs. 421-427; también hubo mujeres que se interesaron vivamente por sus obras, como Cerelia, quien —para irritación de Cicerón— logró acceder al Del supremo bien y del supremo mal antes de lo deseado por el autor (cf. Cartas a Ático XIII 21a, 2).
50 Cf. D. MARSH , The Quattrocento dialogue. Classical tradition and humanist innovation , Cambridge (Mass.) - Londres, 1980, esp. págs. 1-23.
51 Dos de sus más importantes testigos manuscritos, copiados ambos a mediados del s. IX y coincidentes en Corbie durante el tercer cuarto de ese mismo siglo — Voss. Lat. F. 84 (A) y Voss. Lat. F. 86 (B)—, se conservan en dicha ciudad; acerca de la historia de nuestros textos en su conjunto, cf. R. H. ROUSE , «De natura deorum, De divinatione, Timaeus, De fato, Topica, Paradoxa Stoicorum, Academica priora, De legibus», en L. D. REYNOLDS (ed.), Texts and transmission. A survey of the Latin classics, Oxford, 1986 [1983], págs. 124-128. La mayoría de los manuscritos medievales tardíos y renacentistas desciende del Vindob. Lat. 189 (V, princ. s. IX ); en los fondos españoles destacan el Escor. Q.I.21 (s. XIII ), y el Matrit. 9116 (f. s. XIV ; cf. L. D. REYNOLDS , «Petrarch and a Renaissance Corpus of Cicero’s philosophica», en O. PECERE , M. D. REEVE [eds.], Formative stages of classical traditions: Latin texts from antiquity to the renaissance. Proceedings of a conference held at Erice, 16-22 October 1993, as the 6th Course of International School for the Study of Written Records, Spoleto, 1995, págs. 409-433).
52 Cf. M. SCHANZ , C. HOSIUS , págs. 544-550; M. MANITIUS , Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters , I-III, Múnich, 1964-1965 [1911-1931], en I, págs. 478-483; CH . H. BEESON , «The collectaneum of Hadoard», Classical Philology 40 (1945), 201-222; P. L. SCHMIDT , Die Überlieferung von Ciceros Schrift De legibus in Mittelalter und Renaissance , Múnich, 1974, págs. 134-152; D. GANZ , Corbie in the Carolingian Renaissance , Sigmaringa, 1990, págs. 92-97.
53 Así hemos intentado mostrarlo en «La pervivencia del corpus teológico ciceroniano en España», Rev. Esp. de Filos. Med. 4 (1997), 189-201 (con bibliografía).
54 El De divinatione y el De fato son continuación del De natura deorum (cf. Nat. III 19; Div. I 8; Fat. 1), en cuanto que el problema de la adivinación guarda estrecha relación con el de la existencia de los dioses y, por otra parte, se halla íntimamente unido al concepto de destino, sobre todo en el pensamiento estoico (cf., por ejemplo, Nat. I 55, II 162-163, 166; A. S. PEASE , M. Tulli Ciceronis de divinatione libri duo, Darmstadt, 1963 [= University of Illinois Studies in Language and Literature 6 (1920), 161-500, y 8 (1923), 153-474], pág. 10; F. GUILLAUMONT , Philosophe et ugure. Recherches sur la théorie cicéronienne de la divination, Bruselas, 1984, págs. 151, 159).
55 Como bibliografía general acerca de este conjunto de obras puede mencionarse la siguiente: P. BOYANCÉ , «Les méthodes de l’histoire littéraire. Cicéron et son œvre philosophique», Études sur l’humanisme cicéronien. Bruselas, 1970, págs. 199-221 [= Rev. Ét. Lat. 14 (1936), 288-309]; M. VAN DEN BRUWAENE , La théologie de Cicéron, Lovaina, 1937; H. A. K. HUNT , The humanism of Cicero, Melbourne, 1954, págs. 125-158; A. TRAGLIA , Le opere filosofiche di Cicerone, Roma, 1963-1964, págs. 39-55; W. Süss, Cicero. Eine Einführung in seine philosophischen Schriften (mit Ausschluβ der staalsphilosophischen Werke) , Maguncia, 1966, págs. 93-133; K. BRINGMANN , Untersuchungen zum späten Cicero , Gotinga, 1971, págs. 171-181; M. L. COLISH , págs. 65-79, 109-126; P. MAC KENDRICK , K. L. SINGH , The philosophical books of Cicero, Londres, 1989, págs. 169-204, 345-353; H. STRASBURGER , Ciceros philoso-phisches Spätwerk als Aufruf gegen die Herrschaft Caesars, ed. G. STRASBURGER , Hildesheim - Zúricli - Nueva York, 1990; C. LÉVY , Cicero Academicus. Recherches sur les Académiques et sur la philosophie cicéronienne, Roma, 1992, esp. págs. 557-619; F. GUILLAUMONT , «De natura deorum, De divinatione, De fato», en R. GOULET (dir.), II, C 123, págs. 382-393; Feo. L. LISI , «Escritos filosóficos», en C. CODOÑHR (ed.), Historia de la literatura latina, Madrid, 1997, págs. 345-363.
56 A propósito de toda esta cuestión puede consultarse, además de los manuales tradicionales, J. SCHEID , La religión en Roma [= Religion et piété á Rome, París, 1985], tr. J. J. CAEROLS , Madrid, 1991; J. H. W. G. LIEBESCHUETZ , Continuity and change in Roman religion, Oxford, 1979, Y. BONNEFOY (dir.), Diccionario de las mitologías y de las religiones de las sociedades tradicionales y del mundo antiguo, III: De la Roma arcaica a los sincretismos tardíos, ed. J. PÒRTULAS , L. DUCH [= Dictionnaire des mythologies et des religions des sociétés traditionnelles et du monde antique, París, 1981], tr. M. SOLANA , Barcelona, 1997.
57 Suele recordarse al respecto cómo hasta un tibio en materia religiosa como César había llegado a adquirir la condición de pontifex maximus (c. 63; cf. A. S. PEASE , Nat., págs. 10, 12; F. GUILLAUMONT , «Cicéron et le sacré dans la religion des philosophes», Bulletin de l’Association Guillaume Budé [1989], 56-71).
58 Como luego reflejarán, en buena medida, los Fasti ovidianos. Esta idea de ‘progreso’, también aplicable en el ámbito de lo religioso, se observa claramente en Div. II 70.
59 Cf., asimismo, Y. LEHMANN , págs. 67-79.
60 No parece poder documentarse, sin embargo, una influencia directa sobre el De natura deorum, según concluye Y. LEHMANN , págs. 221-222. En opinión de este mismo autor («Religion et politique. Autour des Antiquités divines de Varron», Rev. Ét. Lat. 64 [1986], 92-103), la dedicatoria de sus dieciséis libros de Antiquitates a César (hacia otoño del año 47, según propone F. DELLA CORTE , pág. 123, n. 19; no obstante, cf. H. D. JOCELYN , «Varro’s Antiquitates rerum divinarum and religious affairs in the late Roman republic», Bulletin of the John Rylands University Library of Manchester 65 [1982], 148-205, esp. 164-177, donde se plantea la posibilidad de que la obra se compusiera entre el 62 y el 55) hubo de resultar dolorosa para Varrón, como partidario de Pompeyo, pero fue ineludible en conciencia.
61 Los cuales estaban muy en boga ya por toda la ecúmene, y que el propio S. Pablo, pocos años después, intentaría aprovechar —sin demasiado éxito— en su famoso discurso a los filósofos atenienses (cf. Hechos de los Apóst. 17, 19-34).
62 Sobre las diversas manifestaciones de este concepto —de carácter más bien externo, por lo general—, cf. J. SCHEID , págs. 9, 20.
63 Empezando por Varrón, quien, frente al genus mythicon (cf. S. AGUSTÍN , Ciudad de Dios VI 5), parece haber defendido el physicon o filosófico —de base racional, pero complejo y de una inquietante tendencia hacia la dissensio — a los efectos teóricos, y el civile —como base de todo buen gobierno— a los efectos prácticos (cf. F. DELLA CORTE , págs. 123-134), sin argumentar claramente, no obstante, a favor de una posible integración de ambos (véase al respecto Y. LEHMANN , págs. 193-225, esp. 215; acerca de la escisión varroniana entre razón teórica y razón práctica cf. ib., págs. 342-374).
64 Natura y ratio son conceptos que aparecen estrechamente ligados en la producción filosófica ciceroniana: cf., por ejemplo, Nat. I 20, 46, 67, 73; II 30, etc. Acerca de la definición de ratio (en sentido estricto: cf. Nat. II 34, 153, frente al ejercicio retórico de Cota en III 66-75, donde se describe más bien una supuesta malesuada ratio ), puede consultarse Nat. II 18; III 69, 71.
65 Casi científico (veritas, frente a opinio), según se desprende de las palabras de Cota en Nat. I 60-61; II 2 (talibus praesertim de rebus; se. physicis).
66 La invención del temor religioso, como procedimiento para someter a una población inculta, se la atribuye Livio al rey Numa (I 19, 4: deorum metum iniciendum ratus est; cf. Nat. I 77, 118; Div. I 105); sobre la ingenuidad de fondo que subyace en tal acusación, tan repetida históricamente, cf. J. H. W. G. LIEBESCHUETZ , págs. 6-7 (acerca del racionalismo que caracteriza buena parte de la literatura teológica de finales de la república, cf. ib., págs. 29-39).
67 Su compromiso religioso personal fue más bien escaso según K. LATTE , Römische Religionsgeschichte, Múnich, 1967 [1960], págs. 285-286, quien aduce al respecto el lírico testimonio —escasamente probatorio— de Fam. XIV 4, 1, dirigido a Terencia («deseo verte cuanto antes, vida mía, y morir entre tus brazos, ya que ni los dioses —a los que tú has venerado tan castamente—, ni los hombres —a quienes yo siempre serví— nos han mostrado su gratitud»); para una valoración distinta cf., por ejemplo, V. GUAZZONI FOÁ , I fondamenti filosofici della teologia ciceroniana, Milán, 1970, págs. 107-115, o, subrayando el anhelo racionalista de la posición ciceroniana, L. TARÁN , «Cicero’s attitude towards stoicism and skepticism in the De natura deorum», en K.- L. SELIG , R. SOMERVILLE (eds.), Florilegium Columbianum. Essays in honor of Paul Oskar Kristeller, Nueva York, 1987, págs. 1-22.
68 Cf., por ejemplo, U. HEIBGES , «Cicero, a hypocrite in religion?», Amer. Journ. of Philol. 90 (1969), 304-312; A. BEN MANSOUR , «Aspects de la religion de Cicéron», Bulletin de l’Association Guillaume Budé, 4.a serie, núm. 3 (1970), 359-373.
69 Cf. Cartas a Ático XIII 8 [9 de junio del 45], 38, 1 [15 de agosto; en referencia a Tusc., más que al primer libro de Nat., según J. BEAUJEU , págs. 313-315], 39, 2 [16 de agosto]; A. S. PEASE , Nat., págs. 20-22.
70 Cf. O. PLASBERG , W. AX , pág. III, n. 1; A. S. PEASE , Nat., págs. 109-110; el sintagma de deorum natura —que podría considerarse cacofónico en un título (de de-), pese al precedente de Lucrecio en lo referente al orden de palabras (De rerum natura; también Varrón podría haber titulado así una de sus obras, compuesta entre el 45 y el 27, según indica Y. LEHMANN , pág. 350, n. 24)— sólo parece documentarse en Nat. I 91 (por razones, asimismo, de eufonía: de deorum natura philosophorum sententias), frente a lo que se observa en Nat. I 13, 34, 41,94, 123, II 168, III 93, 95; Div. I 5, 7, 8, II 3, 148; Fat. 1.
71 Cf. A. S. PEASE , Nat., págs. 51-52; K. BRINGMANN , págs. 266-268, frente a la opinión de H. RACKHAM , Cicero in twenty-eight volumes, XIX: De natura deorum, Academica, Cambridge (Mass.) - Londres, 1979 [1933], pág. XIII.
72 Sobre la obra filosófica de este autor (c. 85-42), que probablemente no era hijo de César, pese a la controvertida noticia de SUETONIO , Iul. 82, 3, y DIÓN CASIO XLIV 19, 5 (cf. M. DUBUISSON , «Toi aussi, mon fils!», Latomus 39 [1980], 881-890), véanse A. D. LEEMAN , págs. 287-288; R. GOULET (dir.), II, B 63, págs. 139-141 [M. Ducos], A su De virtute, dedicado a Cicerón, se alude en Del supremo bien y del supremo mal I 8.
73 Cf. Cartas a Ático XVI 6, 4 (ex eo eligere soleo cum aliquod sýggramma institui), donde lamenta haber encabezado el De gloria, por error, con el mismo prólogo que el tercer libro de los Academica, A. S. PEASE , Nat., págs. 30, n. 2, 110-111.
74 En la obra no se alude en ningún momento al consulado de Cota del año 75 (también son de interés al respecto los testimonios recogidos en I 79, III 74, 80; acerca de esta cuestión cf. H. RACKHAM , pág. XV; A. S. PEASE , Nat., pág. 25).
75 Es algo similar a lo que ya había hecho Varrón en su Curio de cultu deorum (la obra, escrita en torno al 67, situaba la acción de su diálogo, probablemente, hacia el año 90, según propuso B. CARDAUNS , Varros Logistoricus über die Götterverehrung, Würzburg, 1960, pág. 72).
76 En una actitud que linda a veces con la impía e ignorante intransigencia característica de sus correligionarios (según observa Balbo en II 73).
77 A veces con argumentos de carácter estoico (cf. H. RACKHAM , pág. XVII), pero apoyándose también en el De signis de Filodemo, obra que Cicerón conocía con toda probabilidad (cf. C. AUVRAY -ASSAYAS , «Le livre I du De natura deorum et le traité De signis de Philodème: problèmes de théologie et de logique», Rev. Ét. Lat. 69 [1991], 51-62). El personaje de Cota ya aparecía en el De oratore, donde mostraba, además, sus simpatías por la Academia Nueva (III 145); su caracterización en nuestra obra está especialmente lograda desde el punto de vista literario, como bien ha destacado W. SÜSS, «Die dramatische Kunst in den philosophischen Dialogen Ciceros», Hermes 80 (1952), 419-436 [= K. BÜCHNER (ed.), Das nene Cicerobild, Darmstadt, 1971, págs. 155-178], esp. 430-431.
78 Cicerón ya se había ocupado de la escuela estoica con anterioridad, por ejemplo en el libro cuarto de Del supremo bien y del supremo mal; en general, cf. P. BOYANCÉ , «Les preuves stoïciennes de l’existence des dieux d’après Cicéron (De natura deorum, livre II)», en Études, págs. 301-334 [= Hermes 50 (1962), 45-71], con réplica de A. J. FESTUGIÈRE , «Sur le De natura deorum, II, de Cicéron», Rev. Sc. Ph. Th. 63 (1979), 593-600. Según M. L. COLISH , pág. 111, Cicerón refleja en sus obras teológicas una actitud muy independiente en relación con el estoicismo, de modo que, por ejemplo, las teorías estoicas se reflejan en el De natura deorum a través de Balbo (y no siempre desde una rigurosa ortodoxia estoica: cf. ib., pág. 116), pero también, críticamente, a través de Veleyo y de Cota. Cicerón representa, en cualquier caso, una fuente importante para nuestro conocimiento de la escuela (cf. H. VON ARNIM , Stoicorum veterum fragmenta, I: Zeno et Zenonis discipuli, Stuttgart, 1978 [1905], págs. XIX-XXX).
79 Sobre la desconcertante opinión final de Cicerón (III 95) y sus posibles interpretaciones (intento de eludir eventuales acusaciones de ateísmo, deseo de aparentar objetividad, intención irónica, etc.), cf. A. S. PEASE , Nat., págs. 9-10, 33-36, para quien la obra pretende ser, en cualquier caso, descriptiva, más que polémica.
80 El plan inicial de Cicerón consistía, probablemente, en que las conversaciones que se hallan recogidas en los tres libros de que consta la obra se produjesen en el transcurso de cuatro días, con un tercero de descanso (cf. III 18), como apunta A. S. PEASE , Nat., pág. 26; al respecto puede consultarse, asimismo, E. A. SCHMIDT , «Die ursprüngliche Gliederung von Ciceros Dialog De natura deorum», Philologus 122 (1978), 59-67.
81 Cf. H. RACKHAM , pág. XIII; A. S. PEASE , Nat., págs. 26-27.
82 Arato de Solos (Cilicia, c. 310-240), médico y poeta en la corte del rey macedonio Antígono II, concluyó su poema astronómico c. 276-274 (cf. ARATO , Fenómenos. GÉ MINO , Introducción a los fenómenos [introd. y trad. de E. CALDERÓN ], B. C. G. 178, Madrid, 1993, pág. 12, y, sobre la presencia de este poeta en la obra de Cicerón, M. ERRE N , «Arat und Aratea 1966-1992», Lustrum 36 [1994], 189-284, 299-301, esp. 194, 265-266, 278-279).
83 El juicio negativo de Quintiliano (X 1, 55) se opone, por ejemplo, al del propio Cicerón, quien, pese a considerar a Arato como ignarus astrologiae, reconoce su talento literario en Rep. I 22; De or. I 69 (ornatissimis atque optimis versibus). Junto a la versión de Cicerón, destacan las de Germánico y Avieno; la obra también fue traducida —al menos parcialmente— por Varrón Atacino (c. 82-35) y por Ovidio (al respecto, cf. E. CALDERÓN , «Traducciones latinas perdidas de los Fenómenos de Arato», Myrtia 5 [1990], 23-45); del texto de Arato se sirvieron igualmente Virgilio (quien tuvo ocasión de consultar la traducción ciceroniana, al igual que pudo hacerlo Lucrecio, según han observado C. BAILEY , I, pág. 30; J. SOUBIRAN , págs. 74-77; E. COURTNE Y , pág. 150), Higino, Manilio, Vitruvio y otros. También Quinto, hermano del autor, se interesó vivamente por este tipo de poesía, como demuestran sus versificaciones sobre el tema (cf. E. COURTNE Y , págs. 179-181; J. BLÄNSDORF , págs. 181-183). Sobre la pervivencia tardía del autor, cf. J. SOUBIRAN , págs. 106-145; M. D. REEVE , «Aratea», en L. D. REYNOLDS (ed.), págs. 18-24, esp. 22-24; H. LE BOURDELLÈS , L ’Aratus Latinus. Étude sur la culture et la langue latines dans le Nord de la France au VIIIe siècle, Université de Lille III, Condé-sur-Noireau, 1985; E. CALDERÓN , págs. 32-44, 57-61.
84 Quienes consideran verosímil la existencia de dos versiones ciceronianas tienen en cuenta testimonios como el de S. ISIDORO , Etym. XII 7, 37 (primera versión, según L. GAMBERALE , «L’acredula di Cicerone: una variante d’autore?», Studi Ital. de Filol. Class. 43 [1971], 246-257; al respecto cf., igualmente, «Tradizione indiretta di Cicerone in Cicerone: le opere poetiche», Ciceroniana 1 [1973], 105-115), frente a Div. I 14 (segunda versión); cf., no obstante, J. SOUBIRAN , págs. 13-16, 138-142; E. COURTNEY , pág. 149.
85 Es probable, sin embargo, que, al escribir su De natura deorum, Cicerón conociera ya las críticas efectuadas por el astrónomo Hiparco (c. 161-127) a la obra de Arato, según M. VAN DEN BRUWAENE , «Influence d’Aratus et de Rhodes sur l’œuvre philosophique de Cicéron», Aufstieg und Niedergang der römischen Welt I 4 (1973), 428-437, esp. 431-432; en relación con Hiparco cf. Cartas a Ático II 6, I.
86 Sobre el proceder ciceroniano en general, cf. H. E. RICHTER , Übersetzen und Übersetzungen in der römischen Literatur, Diss. Erlangen, Coburgo, 1938, págs. 16-18; W. LEUTHOLD , Die Übersetzung der Phaenomena durch Cicero und Gennanicus, Zúrich, 1942, págs. 11-44; J. SOUBIRAN , págs. 87-93.
87 Cf. E. CASTORINA , «Le tre fasi poetiche di Cicerone», Siculorum Gymnasium 6 (1953), 137-165, esp. 156; M. HOSE , «Cicero als hellenistischer Epiker», Hermes 123 (1995), 455-469, esp. 456. Acerca de la obra poética de Cicerón, en su conjunto, cf. M. SCHANZ , C. HOSIUS , págs. 535-538; A. TRAGLIA , La lingua di Cicerone poeta, Bari, 1950; A. TRAINA , «Commento alle traduzioni poetiche di Cicerone», en Vortit barbare, págs. 55-89 [= Alti del I Congresso Internazionale di Studi Ciceroniani, II, Roma, 1961, págs. 141-159].
88 Cf. A. S. PEASE , Nat., págs. 36-49. Sobre el problema de las fuentes ciceronianas, en general, cf. R. HIRZEL , Untersuchungen zu Ciceros philosophischen Schriften, I-III, Leipzig, 1877-1883; C. THIAUCOURT , Essai surles traités philosophiques de Cicéron et leurs sources grecques, París, 1885; M. VAN DE N BRUWAENE , La théologie de Cicéron, Lovaina, 1937; A. J. KLEYWEGT , Ciceros Arbeitsweise im zweiten und dritten Buch der Schrift De natura deorum, Groninga, 1961, esp. págs. 222-230; a estas referencias podrían añadirse las de los abundantes trabajos publicados al respecto por R. Philippson, en la revista Symbolae Osloenses, entre 1939 y 1945.
89 Aparentes contradicciones como la que se observa, por ejemplo, entre I 85-86 y 123 (Epicuro como creyente en los dioses y como ateo, respectivamente) han hecho pensar en el posible uso de varias fuentes (cf. A. S. PEASE , Nat., pág. 44).
90 Al respecto, cf. PH . FINGI R , «Die drei kosmologischen Systeme im zweiten Buch von Ciceros Schrift über das Wesen der Götter», Rheini sches Museum 80 (1931), 151 -200, 310-320.
91 En el discurso de Cota cree poder detectar reminiscencias sofisticas B. WIŚNIEWSKÍ , «Sur les traces de la sophistique dans le IIIème livre du De natura deorum de Cicéron», Giorn. It. Fil. 42 (1990), 99-103.
92 Como han sintetizado A. S. PEASE , Nat., págs. 52-61; W. GERLACH - K. BAYER , págs. 562-567, 781-859; M. VON ALBRECHT , págs. 443-446.
93 Así, en Comificio (MACROBIO , Sat. I 9, 11), Valerio Máximo, Higino, Plinio, Quintiliano, Gelio, Nonio (cuya transmisión, que contiene 17 citas de este tratado, ofrece en ocasiones lecturas de interés; cf. P. BUSDRAGHI , «II De natura deorum di Cicerone e Nonio Marcello», en Studi Noniani, V, Génova, 1978, págs. 7-37, esp. 36-37), Servio, Fírmico Materno, Amiano Marcelino, Macrobio, etc.
94 Según la denominación de Pico de la Mirandola; al respecto, cf. V. BUCHHEIT , «Cicero inspiratus - Vergilius propheta? Zur Wertung paganer Autoren bei Laktanz», Hermes 118 (1990), 357-372, y, en general, I. OPELT , «Ciceros Schrift De natura deorum bei den lateinischen Kirchenvätern», Antike und Abendland 12 (1966), 141-155; H. LE BONNIEC , «L’exploitation apologétique par Arnobe du De natura deorum de Cicéron», en R. CHEVALLIER (ed.), Présence de Cicerón (...) Hommage au R. P. M. Testard, París, 1984, págs. 89-101.
95 Suele suponerse obra de un lector cristiano del arquetipo, ávido de eliminar las partes más destructivas de la crítica escéptica (que fue quizála que hizo considerar a San Agustín la posición ciceroniana como atea: cf. Ciudad de Dios IV 30, V 9); cf., no obstante, H. D. JOCELYN , «Varro’s Antiquitates», pág. 149, n. 7, quien considera más verosímil la intervención de un lector pagano. La mutilación no parece haberse producido con anterioridad al s. IV .
96 Siempre a medio camino entre la feritas y la divinitas, pero bien fundada sobre la concepción de un hombre —quaedam particula perfecti (II 37)— que ocupa el centro del universo, erguido para admirar el cielo y para conocer a la divinidad (II 140, 153, 155), capaz de hablar (II 148) y que aspira a vivir en una sociedad basada en la justicia (I 4, II 153), dueño, en suma, de toda la creación (II 151, 158); al respecto cf., por ejemplo, F. RICO , El sueño del humanismo (De Petrarca a Erasmo), Madrid, 1993, págs. 174-178.
97 Cf., por ejemplo, ib., pág, 133, a propósito de Erasmo. De la relativa vigencia que el tema sigue conservando en la actualidad (después de episodios menos recientes, como, por ejemplo, el que relata G. L. CARVER , «Pseudo-fourth book of Cicero’s De natura deorum», The Classical Bulletin 41 [1964-1965], 89-92) podría dar buena muestra el diálogo De Dios, recientemente publicado por A. GARCÍA CAL VO (Zamora, 1996) y que todavía exhibe —desde el punto de vista formal, sobre todo— cierta factura clásica. Mucho menor interés literario y filosófico ofrecen —dentro del género apologético— los varios ‘elogios del ateísmo’ publicados durante los últi mos años; dado que carecen de un análisis histórico mínimamente informado (así como de un elemental rigor en el uso de las fuentes antiguas, incluidas las ciceronianas), nos abstenemos aquí de citarlos.
98 Para más detalles remitimos de nuevo a nuestro breve trabajo sobre «La pervivencia del corpus teológico ciceroniano en España», ya citado en nota 53.
99 Acerca de la transmisión del tratado cf., asimismo, W. GERLACH , K. BAYER .R , págs. 861-870 (stemma codician en pág. 868).
100 M. Tullii Ciceronis de natura deorum libri tres with introduction and commentary by..., together with a new collation of several of the English mss. by J. Swainson , I-III, Cambridge. 1880-1885.
101 Ese mismo año se publicó otra edición en Venecia (cf. W. GERLACH , K. BAYER , pág. 869); A. S. Pease también recoge en su excelente introducción un amplio elenco de las traducciones publicadas, desde la francesa de 1581 (cf. Nat.. págs. 103-106).
102 Los manuscritos fueron examinados en reproducción por PEASE (Nat., pág. 87), quien corrigió algunos errores de Plasberg-Ax (ib., pág. 88); su edición debe mucho a la de estos autores, pero no sigue su texto ‘throughout’ (pág. 7); de hecho, las divergencias textuales entre ambas ediciones son muy frecuentes.
103 En general, hemos intentado seguir las dos fases sucesivas a las que, según resume con acierto V. GARCÍA YEBRA , ha de atenerse cualquier traducción: comprensión del original y expresión del mensaje (cf. Teoría y práctica de la traducción, I-II, pról. de D. ALONSO , 2.a ed. revis., Madrid, 1984 [1982], esp. I, págs. 29-43; «Las dos fases de la traducción de textos clásicos latinos y griegos», Cuadernos de traducción e interpretación 7 [1986], 7-17).
104 El estilo de Cicerón se caracteriza en nuestras obras por su oscilación entre la brevitas y la abundantia (cf. J. G. F. POWELL [ed.], págs. 9-10). El autor es a veces poco riguroso en la concatenación de argumentos, y abusa de las repeticiones léxicas (cf., por ejemplo, Nat. I 13: erit inventus... invenerit, 19: formae... formantur, 35: audiendus... auditor, 72: auditorem... auditum, II 32: intellegi... intellegentiam), así como del empleo de sinónimos, con el fin de introducir variatio. Para cuestiones generales de sintaxis y de estilo hemos recurrido en alguna ocasión al trabajo clásico de J. LEBRETON , Études sur la langue et la grammaire de Cicéron, Hildesheim - Nueva York, 1979 [París, 1901], así como a la síntesis de M. VON ALBRECHT , RE, Suppl. XIII [1973], cols. 1253-1266.
105 Sobre todo en lo referente a la tercera persona (cf. J. J. Iso, «En torno al sistema deíctico pronominal en latín y su paso a las lenguas románicas», Rev. Soc. Esp. Ling. 4 [1974], 459-471).
106 Cuando el autor introduce un pseudodiálogo sin marca formal explícita (Nat. I 61, 96, etc.), utilizamos comillas para sugerirlo; a veces hemos intercalado en las partes dialogadas expresiones como ‘respondió’, ‘dijo’, etc., dada la escasez de recursos que aplica Cicerón en este aspecto y pese al leve efecto estilístico que, en alguna ocasión, pudo pretender de esta manera (cf., por ejemplo, Nat. I 17: Tum ego [...], III 5: sed ante quam de re, pauca de me); las formas verbales expresas en la interlocución las hemos traducido también, en lo referente al tiempo, con cierta libertad.
107 Unos doscientos significados del término ratio, entre aproximadamente dos mil menciones ciceronianas, cree poder distinguir H. FRANK , Ratio bei Cicero, Frankfort del Main, 1992, pág. 365.
108 Es conocida, por ejemplo, la gran proximidad semántica existente entre términos como miraculum, monstrum, omen, ostentum, portentum, prodigium y signum, tan frecuentes en el De divinatione y que pueden parecer prácticamente intercambiables (cf. A. BOUCHÉ -LECLERCQ , Histoire de la divination dans l’antiquité, IV: Divination italique (étrusque, latine, romaine), Nueva York, 1975 [París, 1882], págs. 77-78), por mucho que su significado estuviese bien diferenciado en origen (cf. É. BENVENISTE , «El vocabulario latino de los signos y de los presagios», Vocabulario de las instituciones indoeuropeas, I: Economía, parentesco, sociedad; II: Poder, derecho, religión, colab. J. LALLOT , tr. M. ARMIÑO , rev. y notas J. SILES , Madrid, 1983 [= Le vocabulaire des institutions indo-européennes, París, 1969], págs. 391-396).
109 Cf. J. SOUBIRAN , Cicéron. Aratea. Fragments poétiques, París, 1972 (res. M. ERREN , Gnomon 47 [1975], 358-362; F. R. D. GOODYEAR , CR 92, n. s. 28 [1978], 31-33); también nos ha resultado útil la consulta de V. BUESOU , Cicéron. Les Aratea, pról. de A. ERNOUT , Hildeslteim, 1966 [Bucarest, 1941]. Citamos la poesía ciceroniana no incluida en los Aratea de acuerdo con la edición de J. BLÄNSDORF , Fragmenta poetarum Latinorum epicorum et lyricorum praeter Ennium et Lucilium post W. Morel novis curis adhibitis edidit Carolus Buechner. Editionem tertiam auctam curavit..., Stuttgart - Leipzig, 1995, págs. 144-181; hemos consultado, igualmente, la de E. COURTNEY , The fragmentary Latin poets, Oxford, 1993, esp. págs. 160-171 (Div. I 17-22), 175-176 (Div. I 106).
110 Para los Anales seguimos la edición de O. SKUTSCH , The Annals of Q. Ennius, reimpr. correg., Oxford, 1998 [1986, 1985] (sobre las citas ciceronianas de esta obra, en general, cf. ib., págs. 26-29), y, para los fragmentos trágicos, la edición de H. D. JOCELYN , The tragedies of Ennius, Cambridge, 1969 [1967], Para los demás autores hemos consultado en ocasiones, además de las ediciones convencionales de Ribbeck y Warmington, las contribuciones de T. GUARDÍ , Cecilio Stazio. I frammenti, Palermo, 1974; G. D’ANNA , M. Pacuvii fragmenta, Roma, 1967; E. A RTIGAS , Pacuviana. Marco Pacuvio en Cicerón , Barcelona, 1990; V. D’ANTÓ , Accio. I frammenti delle tragedie , Lecce, 1980; y J. DANGEL , Accius. Œuvres (fragments) , París, 1995.
111 Al transcribir liemos procurado ceñirnos, en la medida de lo posible y conveniente (‘Helena’ / ‘Héleno’), a las normas de M. FE RNÁNDZ -GA LIANO , La transcripción castellana de los nombres propios griegos, Madrid, 1961, y A. POCIÑA , «Sobre la transcripción de los nombres propios latinos», Est. Clás. 80 (1977), 307-329. Para la abreviación de títulos griegos hemos seguido, en general, F. R. ADRAIJOS (dir.), Diccionario griego-español, III (apokoitéō-Basileús), Madrid, 1991, págs. XIX-CXL; para la de títulos latinos, C. CANTUESO (et al.; S. MARINER [dir.]), Diccionario latino, fase. 0, Madrid, 1984, págs. 14-61; y para la de títulos de revista, P. ROSUMEK , Index des périodiques (...) et index de leurs sigles (Supplément á l’Année philologique LI), París, 1982; J. L. ARCAZ , J. J. CARROTS , A. LÓPEZ , Clavis periodicum, Madrid, 1995, procurando adaptar estas referencias a las normas de la colección. Para consultas de carácter prosopográfico, hemos recurrido a T. R. S. BROUGHTON , The magistrates of the Roman republic, I-II, Nueva York, 1951-1952 (Suppl., Atlanta, 1986), D. R. SHAGKLETON BAILEY , Onomasticon to Cicero’s treatises, Stuttgart - Leipzig, 1996.
112 En general, hemos procurado alejarnos lo menos posible del texto de las ediciones elegidas, aun cuando, en ocasiones, nos parecía mejor el criterio seguido por otros editores (como Timpanaro o Schäublin, en el caso del De divinatione). Los opera philosophica ciceronianos serán editados próximamente por las prensas oxonienses, según anuncia J. G. F. POWELL (ed.), pág. V (serie en la que ya ha aparecido, entre otros títulos, un De officiis, ed. M. WINTERBOTTOM , Oxford, 1994).