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3. LOS VALORES
ОглавлениеEn el CLG, Saussure afirma la centralidad del valor, es decir, que debe constituir el punto de vista que ha de prevalecer: «[…] la lengua es un sistema de puros valores a los que nada determina fuera del estado momentáneo de sus términos»24. La característica del valor reside en su relatividad, en la constatación indiscutible de la reciprocidad de los valores: «Su contenido solamente está determinado por el concurso de lo que está a su alrededor. Por formar parte de un sistema, los términos están revestidos no solamente de una significación, sino también y sobre todo de un valor, y eso es algo completamente distinto»25. Diríamos que estamos en presencia de valores sistémicos. Pero esta acepción deja escapar el valor como finalidad, razón última de las miras que los sujetos asumen26. ¿Cuál es el vínculo entre esos valores intencionales y existenciales y la teoría? Tenemos que volver a las categorías constitutivas de la hipótesis tensiva.
En primer lugar, la hipótesis postula la tensividad como intersección, lo cual está de acuerdo a la propuesta –fuertemente razonable– de Hjelmslev: «Los “objetos” del realismo ingenuo se reducen a puntos de intersección de esas redes de relaciones»27. Las magnitudes semióticas son, pues, definidas por la conexidad. La hipótesis tensiva misma se declina como «intersección» de la intensidad y de la extensidad. La presencia de la intensidad está justificada por dos consideraciones distintas: (i) primero, por la omnipresencia del «sobrevenir», por la detonación del acento que el sujeto debe acusar, antes de disponerse a responder; (ii) por la elasticidad de las magnitudes cuya extensión es circunstancial, es decir, dependiente de la cifra del paradigma concernido:
En el interior de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente: sinónimos como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su contenido iría a parar a sus términos concurrentes28.
En este caso, el valor se convierte en el equivalente de un cociente mental. La presencia de la extensidad es solidaria de una de las dinámicas posibles del campo de presencia: este último acoge o rechaza las magnitudes recurriendo a operaciones de mezcla, o a operaciones de selección más o menos motivadas. Allí donde una lengua mezcla, otra lengua selecciona. No es ahora la elasticidad sino la densidad la que es pertinente. Los tres pilares, los tres presupuestos del fundamento semiótico de los valores son: la conexidad, la elasticidad medida de las magnitudes intensas y la densidad numerada de las magnitudes extensas; hemos propuesto la hipótesis de que la expresión última de la significación residía en el comercio de la medida intensa del estado de alma y del número extenso del estado de cosas. Sobre esta base podemos esbozar una tipología elemental de los valores semióticos, que tome en cuenta las valencias límites de cada una de las dos dimensiones.
Esa tipología opone por el momento los valores de absoluto a los valores de universo. Un valor que conjuga una intensidad extrema y una extensidad reducida a la unidad será reconocido como absoluto; si el divisor es «uno», el quantum de intensidad queda indiviso; su integridad permanece intacta. Como el «uno» es único, los valores de absoluto afirman o aseguran el destello, término supremo para las altas miras. Siendo así que la ambivalencia es de derecho, el guardián de los valores de absoluto, sensible a la intensidad y a la concentración, apelará a la concesión: los valores son destellantes porque están reservados a poseedores muy poco numerosos. Esta opinión es la misma que la de Tocqueville en De la democracia en América: «Cuando solo los ricos usaban relojes, estos eran casi todos excelentes. Ahora casi todos son mediocres, pero para todo el mundo»29. La presión semiótica tiene como escape la conjunción adversativa «pero», que en nombre de la generosidad redime la pérdida de calidad. El detractor de los valores de absoluto, sensible a la extensidad y a la difusión, recurrirá a la implicación: los valores de absoluto son fuertes porque son concentrados en manos poco numerosas, mientras que los valores de universo son débiles porque están generosamente distribuidos por principio entre todos.
Se pueden considerar los valores, según el gusto, como puntos de vista o como recetas que organizan las categorías reconocidas:
Tal como lo indica este cuadro, las alternancias categoriales inherentes a la elasticidad: [fuerte vs débil] y a la densidad [concentrado vs difundido] se convierten en los definientes de los valores semióticos. La trascendencia de las categorías es resuelta por la inmanencia de los valores puestos en la mira. Esta transitividad hay que incorporarla al expediente que nosotros hemos constituido, a saber el reconocimiento de la dimensión teórica de la hipótesis tensiva. La reciprocidad de las definiciones y de las categorías es un argumento a favor de la homogeneidad, es decir, de la pertenencia de las magnitudes directrices al espacio tensivo. No eludiremos, sin embargo, la pregunta: ¿los valores de absoluto y los valores de universo son inconciliables? Para la semiótica tensiva, esta pregunta no es dirimente en la medida en que toda aserción está a merced de una concesión repentina y aguda.