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Prólogo
ОглавлениеEn el primer capítulo de esta obra, Claude Zilberberg plantea una cuestión fundamental, siguiendo el pensamiento del maestro L. Hjelmslev cuando dice:
En el ámbito científico, es lícito hablar acertadamente de resultados definitivos, pero no lo es tanto hablar de puntos de vista definitivos1.
En tal sentido, el autor ha venido sometiendo, desde la década de los ochenta, las conquistas definitivas (?) de la semiótica de A. J. Greimas al nuevo punto de vista de la tensividad con progresos indudables para la semiótica general. El lector interesado debería leer (o releer) el ensayo titulado El esquema narrativo puesto a prueba, incluido en el libro Ensayos sobre semiótica tensiva2, para observar cómo funciona concretamente ese nuevo punto de vista. Y a partir de ahí, en todas las demás obras el autor sigue aplicando el mismo punto de vista.
No se trata con eso de negar los resultados adquiridos, sino de someterlos a la prueba de la tensividad, de comprobar sus falencias, de ampliar, en suma, su campo de acción y de incorporar aspectos que no tenían cabida en el modelo de la «narratividad generalizada», tales como el mundo de lo sensible, del afecto, de los estados de alma, al lado de los estados de cosas y del cuerpo como sede de la sensibilidad.
Lo que propone Zilberberg en este primer capítulo es, pues, un nuevo punto de vista y no una nueva semiótica. Para hacerlo, era preciso elaborar una renovada mirada epistemológica, construir nuevos modelos metodológicos que pudieran dar cuenta del comportamiento de la tensividad en el discurso. Toda la obra de Zilberberg se ha dedicado a esta tarea. Con cada uno de sus ensayos y análisis ha ido perfeccionando sus intuiciones iniciales hasta obtener un corpus3 teórico-práctico de enorme coherencia.
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En la presente obra, De las formas de vida a los valores, Zilberberg nos va a mostrar cómo diferentes formas de vida cultivan y promueven diversos tipos de valores valiéndose de estilos y de estrategias particulares. Así, Tocqueville examina las formas de vida aristocrática y democrática y descubre, según Zilberberg, que la forma de vida aristocrática prefiere y cultiva los valores de absoluto, valores de fuerte intensidad, destellantes y exclusivos; mientras que la forma de vida democrática cultiva y prefiere los valores de universo, participativos, aunque de baja intensidad, apagados.
Igualmente, en el retrato del dandi que construye Baudelaire, la forma de vida que se crea el dandi elige valores exclusivos de alta intensidad para él, y desdeña los valores de universo, que considera indeseables por chabacanos y comunes.
En cambio, otro texto de Baudelaire, el poema en prosa «Les Foules» [Las multitudes], presenta una situación singular:
Muy pocos son los que logran darse un baño de multitud: gozar de la multitud es un arte. Multitude, solitude. [Multitud. Soledad].
Con este oxímoron, cuyos «términos son iguales y convertibles» según Baudelaire, se enfrenta Zilberberg para hacer un análisis tensivo ejemplar. Para ello, se ve obligado a ampliar el modelo tensivo: «Hasta ahora, la hipótesis tensiva concebía la intensidad como una dimensión cuya base reguladora era la medida (…), mientras que la extensidad recaía sobre el número, y proponía como razón reguladora la pregunta: ¿cuánto? De inmediato este dispositivo nos ha parecido incompleto y otras distinciones se nos han impuesto. En primer lugar, hemos creído que era prudente (…) distinguir entre una sintaxis intensiva que procediese a efectuar aumentos y disminuciones, y una sintaxis extensiva que realizara selecciones y mezclas a fin de determinar la densidad, y en consecuencia, la fisonomía del campo de presencia» (p. 102). Esta determinación pone en claro que el modelo metodológico no se puede aplicar ciegamente al texto analizado, sino que el texto exige siempre, si no encaja en el modelo, su modificación correspondiente.
Introduce además un nuevo modo semiótico: la junción, cuyos funtivos son la implicación y la concesión, nociones centrales en el punto de vista tensivo propuesto por el autor. Este nuevo modo le proporciona una nueva sintaxis: la sintaxis juntiva, y una nueva semántica: la semántica juntiva. De tal manera que ahora dispone de tres sintaxis y de tres semánticas, o, como Zilberberg preferiría decir, de tres estilos sintácticos y de tres estilos semánticos.
Así, el análisis zilberberguiano avanza coherentemente para hacernos descubrir los valores de la forma de vida del hombre que sabe poblar su soledad en medio de una multitud apresurada.
El análisis del poema «L’eau douce» [El agua dulce] de Guillevic, en el que el autor del poema convierte el agua en actante enunciador, nos hace ver que el agua encierra valores de absoluto, intensos, destellantes, porque es elemento de vida, y al mismo tiempo, valores de universo, participativos, ya que aquellos valores exclusivos que ella posee, los expande por todo el mundo. De esta manera, el agua correlaciona exitosamente la más alta intensidad –la vitalidad– con la más amplia difusión –la universalidad–, logrando con ello la utopía de los valores de apogeo.
Finalmente, en el último ensayo: De los estilos semióticos a los estilos pictóricos, Zilberberg acude a dos grandes pensadores: Claudel y Deleuze, para hacer un análisis del análisis que cada uno de ellos realiza sobre la pintura holandesa (Claudel)4 y sobre la pintura de Francis Bacon (Deleuze)5. Interesante desde todo punto de vista este meta-análisis sobre el análisis de otros autores que han utilizado métodos y modelos distintos, o la simple, aunque penetrante intuición, descubriendo la tensividad fórica que trabaja detrás de esos estudios.
Obra clave esta que redondea la ruta semiótica recorrida por Claude Zilberberg, y que, felizmente, no termina todavía.
Desiderio Blanco