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Dos figuras solitarias

“Es por los vestidos escotados que se evapora, poco a poco, el pudor de las mujeres”, sentenciaba el novelista Alejandro Dumas. Couve realiza otros dos dibujos pero esta vez protagonizados por una figura femenina vestida y pudorosa, que insinúa poco y nada.


3. Adolfo Couve. Mujer sentada, 1959. Lápiz negro sobre papel, 18 x 14 cm. Colección privada

El primero de ellos (fig. 3) es el único fechado solo por delante (Couve 59). Se trata de una robusta mujer sentada, vestida con traje de manga corta y cuello alto. No enseña su escote, aunque sí deja ver los brazos y unas fornidas piernas construidas únicamente por tres líneas que ni siquiera culminan en pies. Todo está sometido a síntesis: el rostro parece una máscara, el pelo se indica mediante algunos pocos trazos, y la mano izquierda no es más que una tenaza en la cual no se individualizan los dedos (solución de las manos que también se observa en Desnudo). Todo ello confiere a la imagen una apariencia algo robótica, en tanto que la imprecisión provoca un efecto de trasparencia, con la línea de la espalda que pasa por sobre el brazo izquierdo o viceversa. Y si bien cinco trazos esbozan lo que podría considerarse un asiento con respaldo, este opera más bien como marco y límite, contribuyendo a subrayar el aislamiento de la protagonista.

La figura solitaria es recurrente tanto en la obra pictórica como en las novelas de Couve; en estas últimas siempre hay un personaje que experimenta y sufre el abandono, el aislamiento o el desamparo. Las líneas finales de La lección de pintura están, precisamente, dedicadas a la soledad. Couve cierra su relato explicando que el joven protagonista (Augusto Medrano) conoce “por primera vez la soledad que aguarda en este mundo a los más afortunados”. ¿Afortunados? Couve siempre se quejaba por la soledad: la temía.


4. Adolfo Couve. Figura en movimiento, 1959. Lápiz negro sobre papel, 18 x 14 cm. Colección privada

La segunda figura femenina se sitúa en un espacio abrumadoramente vacío (fig. 4). Con vestido de manga larga, no sabemos si está bailando, sentada o a punto de caer. ¿Acaso intenta equilibrarse? Los ojos miran hacia abajo como si estuvieran atentos a las piernas abiertas y sin pies, que parecen esquivar la firma que el autor colocó entre ellas. La imagen podría bien describirse como “la figura de los labios carnosos” o “la figura en movimiento”; en relación a esto último, las dos mechas que insinúan una melena parecen estar agitadas por un fuerte viento, mientras que los brazos describen diagonales. En términos gráficos, la figura aparece inestable e insegura; nótese que Couve repasó más de una vez los contornos con el lápiz, ya sea en un intento por valorizar la línea o simplemente porque su habilidad para solucionar el dibujo era aún insuficiente.

Adolfo Couve: imágenes inéditas

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