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Capítulo I. Conociendo las dunas costeras de Chile

En este capítulo se expone la distribución de las dunas (Figuras 1 y 2); se presentan las hipótesis sobre su origen y edad, como también los factores geográficos de su formación, explicando los mecanismos de acción del oleaje y el viento en la dinámica de las dunas.

1. DISTRIBUCIÓN, ORIGEN Y EDAD DE LAS DUNAS

1.1. Localización de las dunas costeras

Las dunas se distribuyen agrupadas en algunos tramos costeros del centro norte y centro sur del país, en donde los sistemas de dunas de mayor extensión están entre 33º y 38ºS representando el 83,5% de las dunas costeras del país, con una superficie total de 131.000 hectáreas (IREN. 1966), según se aprecia en el Cuadro 1 y en la Figura 1.

Cuadro 1: Superficie de dunas costeras activas entre Coquimbo (29°S) y Chiloé (41ºS).

Tramo litoral Superficie (hás) Dunas activas
I. Pta. Teatinos - Pichidangui (29º 54’S) - (32º 08’S) 4242
II. Los Molles - Iloca (32º 41’S)- (34º 55’S) 9682
III. Junquillar - Lota (35º 08’S) - (37º 05’S) 21830
IV. Arauco - Chiloé (37º 13’S) - ( 41º 43’S) 38000
Fuente: Elaboración propia a partir de Iren, 1966.

Figura 1: Distribución de dunas costeras de Chile entre 29º 48’S y 41º 50’S.

En Chile, las dunas tienen un patrón característico de localización, al norte de la desembocadura de los principales ríos (Albert, F. 1900; Bruggen, J. 1929; Fuenzalida, H. 1956). Este modelo se explica por la dirección de la corriente de deriva litoral que se desplaza de sur a norte, muy próxima a la orilla, transportando los sedimentos que los cursos de agua llevan hasta su desembocadura en el mar, según se observa en las imágenes satelitales de la Figura 2. En su recorrido, dicha corriente va depositando sedimentos que forman playas desde donde el viento extrae la arena para construir las dunas en las tierras interiores. Esto se observa, por ejemplo, en la duna de Longotoma, situada al norte de la desembocadura de los ríos Petorca y La Ligua; en la duna de Ritoque, al norte del río Aconcagua; en la duna de Santo Domingo, al norte del río Maipo; en las dunas de Putú-Quivolgo, al norte del río Maule (Figura 2).

En la Figura 2, la carta regional de dunas entre Punta Choros (29º 10’S) y Concón (32º 55’ S) integra las unidades geomorfológicas y la litología del borde costero donde estas se localizan; el litoral se extiende por aproximadamente 450 km medido en línea recta; si se consideran las inflexiones de la costa, son aproximadamente 727 km, de los cuales 532 km corresponden a una costa rocosa (73,2 %), 143 km de costa arenosa (19,7 %) y 51 km de costa con acantilados (7,1 %).

En la leyenda, página 43, las formas se agrupan según su origen: marino, eólico, fluvial y formas estructurales.

En las formas marinas, la orilla litoral corresponde a las costas rocosas, las acantiladas y las costas arenosas. Las terrazas marinas de abrasión están labradas en rocas metamórficas Paleozoicas y rocas graníticas Jurásicas, Moscoso, R. 1982; Herbert, T.1967; Rivano, S. 1986; Rivano, S. 1993. Las terrazas marinas de sedimentación están compuestas por areniscas, conglomerados y coquinas.

Las formas eólicas son las dunas activas y las dunas antiguas. Las formas de origen fluvial representadas en la carta son los lechos, y terrazas fluviales, los glacis y coluviones. Finalmente, las formas estructurales son los horst labrados en rocas resistentes que forman algunas de las salientes rocosas que delimitan las bahías como en Tongoy y Quintero.

En la distribución de las formas en la carta de la Figura 2, se observa que las terrazas marinas de abrasión y de sedimentación se encuentran entre la línea de costa y la base de la Cordillera de la Costa o Núcleo Montañoso en la carta. Destacan las terrazas marinas sedimentarias en Punta Choros y entre La Serena y Tongoy donde la costa se caracteriza por las bahías de Tongoy, Guanaqueros y Coquimbo, con formas lobuladas en su fondo con extensas playas arenosas. Las terrazas marinas situadas al sur de la bahía de Tongoy se extienden por más de 30 km y se sitúan al oriente de los Altos de Talinay, que corresponden a un sistema de bloques solevantados que se prolongan hasta las proximidades de la desembocadura del río Choapa. En este tramo, la Cordillera de la Costa cae casi directamente al mar, en cuyo contacto se forma una estrecha franja de terrazas de abrasión; la costa es muy pareja y continua. El sistema fluvial del río Limarí es el de mayor importancia en este tramo costero y en su desembocadura se forma un pequeño campo dunario; un poco más al norte, en el sector Los Baños, hay otra pequeña acumulación de arenas eólicas. En la Bahía el Teniente también se desarrolla un campo dunario al norte de la desembocadura de la quebrada sobre las terrazas de abrasión marina.

Las dunas situadas al norte del río Choapa están relacionadas con sistemas fluviales menores con escaso aporte de sedimentos debido a condiciones climáticas de aridez. El tamaño de los campos dunarios es más pequeño si se comparan con los existentes más al sur, con la excepción de Punta Choros donde extensas terrazas marinas tienen cubiertas de acumulaciones dunarias de importancia.

Al sur del río Choapa, la costa se caracteriza por su irregularidad, con bahías donde desembocan cursos de agua con aportes sedimentarios constantes que permiten la formación de sistemas de dunas activas de mayor tamaño, tras las cuales hay extensas cubiertas de dunas antiguas sobre las terrazas marinas escalonadas, como son las dunas de Huentelauquén-Choapa, Agua Amarilla-Conchalí y Pichidangui. Continuando hacia el sur, las dunas de Longotoma y Ritoque son las de mayor superficie en este tramo de la costa semiárida y central; el sistema de Longotoma, al norte de la desembocadura de los ríos Petorca y La Ligua, y el de Ritoque, al norte del río Aconcagua, respectivamente.

Figura 2: Distribución de las dunas en la costa semiárida y costa central de Chile. Los recuadros con imágenes satelitales muestran las dunas situadas en bahías próximas a la desembocadura de ríos y esteros locales.












1.2. Los antiguos usuarios de las dunas

Los usuarios más antiguos de las dunas costeras son los pobladores indígenas de culturas precolombinas, quienes las utilizaron como sitios de descanso aprovechando los recursos de bancos de bivalvos situados en las playas próximas a las dunas (ver Fotos 1 y 2); dichos sitios corresponden mayoritariamente a conchales precerámicos y cerámicos (Stehberg, R.1975), con objetos de la cultura Molle y Bato en las dunas de Los Choros, Tongoy, Longotoma, duna antigua de Cachagua, Ritoque; Putú-Quivolgo (Berdichewsky, B. 1964); dunas de Chiloé (Montaña, A. et al. 2015, inédito), ver Foto 3.


Autor del mural: Jorge Salinas. Museo de La Ligua.

Foto 1: Los hombres de la Costa, mural con la recreación del ambiente doméstico de los habitantes costeros del período Alfarero Temprano en la duna de Longotoma, sitio ocupado aproximadamente hace unos 1.600 años (Ávalos, H. et al. 1994).


Foto 2: Dunas de Los Choros, conchales en la depresión interdunaria, al fondo se aprecian las dunas transversales activas.


Foto 3: Artefactos líticos y fragmentos de cerámica encontrados en las dunas de Los Choros (Colección Sr. Memo Ruz).

En las dunas de Longotoma, Ávalos, H. et al. 1994, describen dos yacimientos que caracterizan la ocupación Alfarera Temprana, con su material cerámico característico de paredes delgadas alisadas y pulidas, decoradas con pintura roja. Los conchales se componen por una fauna malacológica mayoritariamente compuesta por machas (Mesodesma donacium), algunos locos (Concholepas concholepas) y caracoles blancos. Todos estos antecedentes permitieron adscribirlo culturalmente a la Tradición Bato, con un fechado de T.L. de 270 ± 180 d.C, según los autores citados.

La sociedad actual también reconoce el valor de las dunas costeras, el cual se fundamenta en las funciones (EME, 2009) que desempeñan en el borde costero al actuar como barreras de protección ante marejadas e inundaciones por tsunami; además, constituyen reservorios naturales de agua dulce por la capacidad del sustrato arenoso para almacenar las aguas de infiltración; proveen el soporte y hábitat de especies vegetales y animales; sustentan actividades de turismo y esparcimiento, entre muchas otras de importancia para el bienestar humano (Castro, C. 2003; EME, 2009; Nehren, U. et al. 2015). Contrariamente, en décadas pasadas, la sociedad percibía las dunas como arenales improductivos de “arenas invasoras” que representaban una amenaza. Así, en Chile, el científico alemán Federico Albert, fue convocado por el Gobierno de la época, en el año 1900, para llevar a cabo los primeros trabajos de forestación para estabilizar las dunas de Chanco que invadían los campos de cultivo. En contraste, hoy en día algunos campos dunarios han sido declarados Santuarios de la Naturaleza por su importancia científica, entre otras cualidades, como las dunas de Punta Concón (Paskoff, R. 2002; Araya, J.1997) y la Duna Cerro Dragón de Iquique (Paskoff, R. 1998; Castro, C. 2004).

Si bien se reconoce la importancia de las dunas señaladas, actualmente se requiere la protección y conservación de las dunas costeras y su inclusión en los planes de ordenación del territorio. Lo anterior es una tarea compleja de llevar a cabo debido a la demanda creciente de la sociedad por impulsar actividades para el desarrollo económico, lo que provoca conflictos por usos humanos convergentes en playas, dunas y humedales, y en ocasiones, la pérdida definitiva de algunos de estos componentes más vulnerables de la zona costera (Barragan, J.M, 1997; Castro, C. et al. 2002). Al respecto, un estudio del Instituto de Ecología y Biodiversidad, 2013, concluye que el 55% de los ecosistemas de Chile está amenazado y que los ecosistemas de playas y dunas, que representan 1910 km2, se encuentran en la categoría de peligro crítico debido al reemplazo de las dunas por plantaciones de árboles y, posteriormente, por viviendas.

1.3. Origen y edad de las dunas

Las primeras hipótesis sobre la génesis de las dunas y su edad, las planteó Albert, F.1900, quien señaló “el origen de las dunas chilenas es el cultivo de las tierras y el roce de los bosques y médanos sin límite alguno”. En efecto, Albert relacionó directamente la erosión de los suelos del área de Cauquenes y Chanco, donde efectuaba sus investigaciones, con el consecuente aporte de sedimentos a los ríos, lo cual había contribuido a la formación de dunas. Además de sus propias observaciones, Albert sostuvo su hipótesis en la revisión de documentos antiguos y consultas a los habitantes de las localidades afectadas, afirmando que: “la historia de las dunas chilenas comprueba, por los autores antiguos, las cartas hidrográficas de la marina y la tradición, que no hace más de unos 70 a 120 años que las poseemos”. Así, la erosión producida como consecuencia de la desforestación indujo al científico a interpretar que las dunas costeras de Chile central y sur se debían a causas humanas, atribuyéndoles una edad de tan sólo algunas décadas, es decir, muy jóvenes si se las sitúa en la escala geológica del tiempo. Si bien, posteriormente se estableció que las dunas son muy antiguas, la observación de Albert es válida por la relación existente entre la erosión del suelo y el ciclo de aporte de sedimentos a los ríos para alimentar la formación de playas y dunas.

En las décadas siguientes a la publicación del relevante libro de Federico Albert, Pomar, C. 1962, basado en crónicas y antecedentes históricos, demostró que numerosos sistemas de dunas activas de Chile estaban menos extendidos en el siglo XVII y XVIII. En las décadas siguientes, la interpretación inicial de Federico Albert sobre la edad de las dunas fue reformulada con mayor precisión por los trabajos de calificados investigadores como Fuenzalida, H. 1956, quien demostró que los procesos naturales que dan origen a la formación de dunas han ocurrido en Chile desde épocas remotas debido a las acciones geomorfológicas normales, señalando que las dunas son formas que resultan de los procesos naturales generados con las variaciones climáticas y los cambios del nivel del mar ocurridos en el Cuaternario. Dicha hipótesis fue corroborada por los estudios de Paskoff, R. 1970, en la costa semiárida, donde reconoce la existencia de dunas de diferentes generaciones basándose en los hallazgos arqueológicos que se encuentran en ellas; en los paleosuelos interestratificados en los sedimentos eólicos y en el análisis de los cambios glacioeustáticos del nivel del mar. Según este autor, las dunas más antiguas hoy se encuentran estabilizadas por la vegetación y en ellas se desarrollaron suelos de edad Holocénica y Pleistocénica (Figura 6), y están relacionadas con las variaciones glacioeustáticas del nivel del mar. Así, las dunas mas jóvenes o actuales son activas y su edad se estima entre 4.000 y 2.000 años (B.P., Paskoff, R. 1970; Caviedes, C. 1972); ellas cubren la superficie de las terrazas marinas más bajas, por ejemplo, en las dunas de Ritoque, Santo Domingo y Putú-Quivolgo (Figura 8).

2. LA FORMACIÓN DE LAS DUNAS COSTERAS Y SU DINÁMICA NATURAL

Para que se forme una duna costera es preciso que actúe el viento con cierta intensidad para sustraer y transportar arena desde la playa y depositarla más al interior creando una acumulación en un lugar topográficamente favorable. Como ya se señaló, los sedimentos de las playas transportados por los ríos hasta la costa, son tomados por el oleaje y las corrientes que los distribuyen en el borde costero; por su parte, la vegetación crea un obstáculo que atrapa la arena acarreada por el viento y la mantiene fija en el lugar.

Los procesos naturales responsables de la formación de dunas han ocurrido en la costa chilena desde el Pleistoceno y Holoceno (Paskoff, R. 1970); en consecuencia, por un largo período han permanecido las condiciones naturales que favorecen su formación, esto es, la existencia de arena suficiente en las playas, un clima con al menos un período seco anual que posibilita la deflación, la línea costera orientada favorablemente respecto a la dirección de los vientos dominantes y un espacio topográfico adecuado para la instalación de las dunas (Paskoff, R. 1970; Castro, C. 1985).

2.1. Las arenas eólicas y su abastecimiento

La principal fuente de suministro de sedimentos de las playas son los ríos que atraviesan transversalmente el territorio transportando sedimentos que depositan en la costa. En efecto, las barras y bancos de arena próximos a las desembocaduras de los ríos, ratifican la importancia de estos como fuente de abastecimiento de materiales. En el borde costero, dichos sedimentos son transportados por la corriente de deriva litoral cuya dirección general es de sur a norte y, el oleaje los deposita en las playas (Figura 3).

La playa se forma por la acumulación de sedimentos no consolidados que se disponen paralelos a la orilla de la costa por efecto de la dinámica litoral; los materiales provienen, en su mayoría, del dominio terrestre y por lo general son fácilmente removilizables. El oleaje normal moviliza arenas y aporta material a la playa, engrosándola y elevando su altura; mientras que el oleaje fuerte durante los temporales, desplaza mar adentro la arena de la playa provocando importantes cambios en su morfología.


Figura 3: Transporte de arena en una playa y formación de la corriente de deriva litoral por aproximación oblicua del oleaje a la línea de costa.

La configuración de la costa es un factor que influye en el desplazamiento de la corriente de deriva; al respecto, Fuenzalida, H. 1956, demostró que las puntas rocosas y cabos que avanzan hacia el oeste actúan como obstáculo de la deriva litoral determinando zonas de fuerte sedimentación de dunas en los sectores que miran al sur, debido a que, al ser desviada por la punta rocosa, la deriva litoral describe un circuito devolviéndose hacia el sur. El autor citado observó que la fuerza centrífuga obliga a sedimentar en la parte externa del circuito, formándose dunas activas en la parte norte y media de las bahías, como sucede por ejemplo en Ritoque o en los grandes campos de dunas de Chanco y del sur de Arauco.

Las arenas que alimentan las dunas pueden provenir desde grandes distancias; al respecto, González, I. 1976, determinó que dunas de arenas oscuras como las de Cartagena, están compuestas por sedimentos ultra básicos que se deben al aporte de materiales provenientes de la Cordillera de los Andes y la depresión central, transportados hacia la costa por el río Maipo. Por el contrario, también ocurre que la mineralogía de los sedimentos se relacione estrechamente con la petrografía de la zona donde se localizan las dunas y que, como determina dicha autora, la arena de color claro de las playas de Tunquén, Mirasol, Algarrobo y El Quisco, contiene más de 75% de cuarzo proveniente de la desagregación de las rocas del batolito costero, transportadas al mar por los esteros locales. Además de los ríos, otra fuente de alimentación de las playas proviene de la erosión de los acantilados por acción mecánica del oleaje; en este caso el suministro de materiales es difícilmente cuantificable; Paskoff, R. 1970, estima que es importante cuando hay erosión en materiales poco cementados como ocurre con las formaciones miocénicas de areniscas blandas de los acantilados cercanos a las desembocaduras de los ríos donde se localizan las dunas de Los Vilos, Pichidangui y Quilimarí en la costa semiárida.

2.2. La acción del viento y la condición del clima

El clima desempeña un papel considerable en la formación de dunas, ya que un verano seco y cálido permite la deflación de las arenas desde la playa; a su vez, la lluvia favorece la instalación de la vegetación que también es fundamental tanto en la formación como en la estabilización de la duna.

En Chile es remarcable la existencia de dunas bajo condiciones climáticas muy diferentes, que varían de climas secos en la costa norte y central a los climas más húmedos de más al sur. Así, de 110 mm anuales de lluvia que se registran en La Serena (29º 54’S), el promedio aumenta paulatinamente hacia el sur hasta 1000 mm en la costa del Maule (35º 20’S), donde se localizan las dunas de mayor extensión. Respectivamente, la estación seca disminuye de norte a sur según se observa en el Cuadro 2. Las dunas de la costa semiárida y central, entre 30° y 34° persisten bajo condiciones en que predominan los meses secos y montos de lluvia con promedio inferior a 500 mm anuales. Por su parte, en la costa templado húmeda, las dunas situadas entre los ríos Mataquito (35º S) e Imperial (38º S), se localizan en lugares donde el promedio de lluvia anual es superior a 800 mm y la estación seca dura de 3 a 5 meses, como se muestra en el Cuadro 2.

Cuadro 2: Condiciones de los factores del clima para la formación de dunas en Chile.


El viento es el principal agente responsable en la formación de una duna, al movilizar los granos de arena (Figura 4) y en la costa chilena, donde predominan los vientos del SW y W son estos los más eficaces por su capacidad de transporte. En efecto, según el estudio clásico de Bagnold, R. 1954, el viento, con una velocidad superior a 4,5 m/seg ó 16 km/h, provoca la movilización de arenas secas de grano medio.

En Chile, los vientos costeros están determinados por las alternancias del anticiclón del Pacífico sur y el cinturón de bajas presiones de las latitudes subpolares (Fuenzalida, H. 1971); por ello, en el litoral central dominan los vientos del suroeste en verano y del noroeste en invierno; al sur de Valdivia, 39º 40’S, predominan los vientos del oeste; de tal manera, la coincidencia de una estación seca con vientos constantes del suroeste favorece la formación de las dunas en la costa.

La acumulación que forma la duna se inicia en pequeñas irregularidades del terreno o donde hay una planta, según se observa en la Foto 4; a su vez, el depósito progresivo de arena responde a los pulsos de viento y, por ello, los granos van disponiéndose en delgadas capas entrecruzadas adquiriendo la estructura geométrica interna característica de la arena depositada por el viento, como se muestra en las Fotos 5, 6 y 7.


Figura 4: Movilización de arena por el viento: por arrastre, suspensión y saltación.


Foto 4: Duna embrionaria, situada en la alta playa por acumulación y depósito de arena al disminuir la velocidad del viento obstaculizado por la vegetación.


Foto 5: Duna de Los Vilos con estratificación entrecruzada eólica.


Foto 6: Paleoduna de Punta Concón, estratificación entrecruzada eólica de arena en la parte superior.

Al continuar la acumulación de arena se forman voluminosas dunas activas en cordones cuyo eje principal se dispone perpendicular a la dirección de proveniencia del viento; en un perfil se observa que estas dunas son disimétricas, con pendiente suave en su ladera de barlovento y abrupta a sotavento, donde se forma el frente de deslizamiento y avance de la duna (Figura 5). En efecto, el movimiento de las dunas se debe al arrastre de la arena desde la ladera de suave pendiente que enfrenta al viento o ladera de barlovento, hacia la parte protegida de pendiente más marcada o ladera de sotavento. Más al interior del continente no se forman dunas debido a la menor acción del viento, la escasez de arena y la colonización vegetal que frena su avance.


Figura 5: Frente de avance de una duna activa, la arena acumulada cae por la cara de deslizamiento hasta la base por donde la duna avanza.


Foto 7: Duna de Los Choros, frente de deslizamiento con pequeños derrumbes que se deslizan hasta la base de la duna, mecanismo que produce su avance (la escala está señalada por la huincha amarilla al centro de la foto y marca un metro).

2.3. Influencia de la orientación y topografía de la línea de costa

La orientación general de la línea de costa chilena es perpendicular a la dirección de proveniencia de los vientos eficaces, lo que es favorable para la formación de dunas. En los tramos de costa con dicha orientación, se sitúan sistemas de dunas cuyo eje principal se orienta de noroeste a sureste, por ejemplo, entre El Tabo y Las Cruces (33º 26’S); Longotoma, 32º 24’S; Ritoque, 32º 49’ S ; Chanco, 35º 43’S; Paicaví 37º 50’S; entre Puerto Saavedra 38º 46’S y Toltén 39º 12’S.

También, la existencia de un espacio topográfico como el de las terrazas marinas bajas y amplias de algunos tramos de la costa es otro factor favorable para la instalación de las dunas activas que cubren la terraza marina baja, delimitada hacia el interior por un acantilado marino antiguo.

2.4. La vegetación y su importancia en la formación de dunas

La vegetación de las dunas es altamente específica, adaptada a condiciones ambientales extremas como el golpeteo de los granos de arena movidos por el viento, las inmersiones por el oleaje, la salinidad, la movilidad y la alta porosidad del sustrato, entre otras condiciones para las cuales las plantas modifican sus hojas, raíces y su forma, dependiendo de la especie vegetal colonizadora.

Las plantas halonitrófilas de las dunas, que soportan la salinidad, generan un obstáculo en el sustrato donde se inicia la acumulación (Foto 4), creando montículos de arena. La especie Ambrosia Chamissonis desarrolla tallos y raíces profundas para alcanzar las napas freáticas, al mismo tiempo que ocurre la acumulación de arenas; así se forma un montículo de un metro o más de altura (Foto 8).

La relevancia biogeográfica y fitosociológica de las dunas ha sido definida por Albert, A. 1900; Kohler, A. 1970, quien determina el carácter de neófita de la especie Ambrosia Chamissonis; Ramírez, C. 1992, quien describe las principales entidades fitosociológicas reconocidas en las dunas de Chile central; así la síntesis de la diversidad vegetacional y avifauna de las dunas se puede ver en el Cuadro 3 (Castro, C. et al. 2003).


Foto 8: Los Vilos, formación de dunas monticulares por presencia de Ambrosia Chamissonis.


Foto 9: Duna de Chanco, sistema radicular de Ambrosia Chamissonis.

Cuadro 3: Diversidad de la vegetación y avifauna de dunas costeras de Chile.


3. GEOMORFOLOGÍA DE LAS DUNAS

La forma de una duna depende del modo como interactúan la arena, el viento y la vegetación. Así mismo, un sistema dunario desarrollado tiene diferentes generaciones de dunas (Paskoff, R. 1970). Así, al analizar un perfil transversal desde la orilla de la playa hacia el interior, se reconoce una secuencia con los siguientes tipos: anteduna bordera, depresión interdunaria, dunas activas libres, dunas longitudinales y dunas antiguas estabilizadas(Castro, C. 1985), según se observa en la Figura 6 y las Fotos 9, 10 y 11.


Figura 6: Zonación de formas y vegetación de dunas costeras de Chile.


Foto 10: Duna Monticular de Santo Domingo, a partir del nivel de la más alta marea, se forma por el efecto de obstáculo de especies como Ambrosia Chamissonis (en la foto); Nolana Paradoxa; Carpobrotus Chilensis.


Foto 11: Los Vilos, duna en medialuna o barján, formada por vientos unidireccionales y ausencia de vegetación.

3.1. La anteduna bordera y su importancia como barrera de protección

Forma una banda paralela a la playa y se encuentra en contacto con esta; su ancho varía entre 50 y 200 metros y la conforman dunas en montículos separadas por corredores de deflación orientados según el viento dominante. La anteduna bordera tiene una función natural significativa como defensa de la costa y elemento de equilibrio de la zona de contacto entre la playa y la base de la duna, Figura 7. En efecto, constituye una reserva de arena disponible para reponer los sedimentos que la playa pierde durante las marejadas invernales o por una ola de tsunami, ver Foto 12.


Figura 7: Variación estacional del perfil playa-anteduna bordera con erosión en invierno y reconstrucción en verano.


Foto aérea: C. Alvarado.

Foto 12: Duna de Ritoque, vista aérea.

3.2. Las dunas activas en crestas transversales

Forman acumulaciones de arena libre de vegetación y se disponen en cordones de dunas cuyas crestas son transversales a la dirección del viento predominante; ellas ocupan una extensa superficie al interior del sistema dunario, como ocurre por ejemplo en las dunas de Longotoma y Ritoque; su desplazamiento se efectúa a partir del frente de avance (Figura 5).

3.3. Las dunas parabólicas entrabadas por la vegetación

Se presentan en los sistemas de dunas que tienen una cubierta vegetal discontinua en donde el tránsito de vehículos motorizados, animales u otras prácticas, como uso para áreas de desecho, provocan inestabilidad y la aceleración de procesos deflatorios en la duna (Foto 13). En la costa semiárida, el sobrepastoreo en las dunas entrabadas y en las dunas antiguas produce su reactivación, a lo cual se agrega la inestabilidad climática por períodos de sequía en estas áreas (Castro, C. et al. 2001).

Las dunas entrabadas tienen un suelo incipiente que permite su estabilización parcial por una cubierta vegetal de gramíneas y arbustos; por ello, Paskoff, R. 1970 señala que se debe suponer un tiempo de evolución y que son más antiguas que las dunas actuales, probablemente del período Holoceno.


Foto 13: Ritoque, reactivación de dunas entrabadas por tránsito de vehículos.

3.4. Las dunas antiguas y los mantos eólicos estabilizados

Forman cubiertas de espesor variable sobre la superficie de las terrazas marinas más altas que se conectan con la base de los cerros de la Cordillera de la Costa, como la duna de Chanco, donde las dunas antiguas se encuentran hasta 11 kilómetros al interior (Contreras, H. et al. 1960).

En la costa central, la vegetación nativa de las terrazas marinas con paleodunas corresponde a la estepa costera subárida, caracterizada por especies como malva o malvita del cerro, Sphaeraecea obtusiana; romerillo, Baccharis linearis; palqui, Cestrum parqui; añañuca, Rhodophiala advena; cardo, Argemone subfusiformis; correhuela rosada, Convolvulus dissectus y Diego de la noche, Oenothera stricta (Castro, C. et al. 2001); los suelos son muy frágiles por la naturaleza de sus propiedades físicas, su textura arenosa y su estructura de grano simple; y también su consistencia suelta y su profundidad efectiva. Como se observa en la Foto 14, cuando pierden su cubierta vegetal, las dunas antiguas son fácilmente erodables por deflación y erosión pluvial.


Foto 14: Paleoduna de Maitenes en Quintero, cubierta de duna antigua con cárcavas por erosión pluvial; la textura del suelo es arenosa y liviana, con 96% de arena y sólo 4% de limo, Castro, C. et al. 2001.

Así, un sistema dunario extenso se compone de generaciones de dunas de edad diferente, lo cual se observa tanto en su geomorfología como en la intensidad de formación del suelo. En la Figura 8 se ilustran los perfiles de las dunas de Ritoque, La Chépica, Santo Domingo y Putú-Quivolgo, con las dunas actuales situadas inmediatas a la alta playa, hasta las dunas antiguas estabilizadas que se localizan en las tierras interiores, cubriendo el relieve preexistente de las terrazas marinas situadas en niveles topográficos más altos.


Figura 8: Secciones esquemáticas de la disposición característica de dunas costeras.

Geografía de las dunas costeras de Chile

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