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CAPÍTULO 5

Nuestro mundo

El mundo en el que vivimos, el que hemos creado entre todos, este grupo llamado humanidad que somos, no es precisamente muy evolucionado, sino más bien es una sociedad bastante primitiva. Un mundo basado en la más despiadada competencia, en la ley del más fuerte, sin la más mínima compasión ni empatía por quienes no lo son, en donde millones de seres humanos mueren de hambre cada día y carecen de hogar, en donde nuestra cultura tolera e incluso justifica que nos matemos los unos a los otros en base a unas leyes arbitrarias que nos hemos inventado supuestamente para defender nuestro sistema de valores y forma de vida.

Un mundo basado en una teología del pecado original en donde, ya de partida y por principio, somos malos e imperfectos desde el momento en que nacemos. Un mundo dividido y separado en culturas diferentes, que rechazamos y juzgamos porque no son las nuestras. Un mundo en donde mentir o no decir toda la verdad está bien visto, sobre todo cuando se trata de uno mismo. Un sistema de creencias que hemos dejado en manos de otros para que decidieran ellos por nosotros en lugar de formarnos nuestras propias opiniones sobre temas tan vitales como el propósito de la vida, qué significa la muerte, la existencia en un más allá, si tenemos o no derecho a la eutanasia, el derecho a decidir personalmente sobre nuestra vida, la familia, el matrimonio, la sexualidad, los principios en los que se basa nuestra sociedad, cómo cuidar de nuestro planeta, del cual dependemos…

Objetivamente, tendremos que reconocer que las sociedades que hemos creado están todavía en una etapa de evolución humana muy primitiva. Las tecnologías que hemos desarrollado no nos garantizan la supervivencia ni una vida mejor. Los avances tecnológicos no significan evolución del ser humano como tal. Más bien estamos creando el mundo de las máquinas, en donde la inteligencia artificial ya controla nuestro destino a no ser que despertemos de nuestro sueño de prosperidad basado en una ficción y empecemos a crear nuestra realidad de forma consciente.

El mundo que viene o, mejor dicho, el que ya está aquí no nos va a resolver nuestros problemas, sino más bien nos está convirtiendo en robots, en autómatas teledirigidos hacia el «mundo feliz» en donde todo está perfectamente regulado. No habrá enfermedades incurables, no habrá hambre ni miseria, viviremos cientos de años y todos seremos iguales… Quizás para entonces habremos acabado de destrozar el planeta y tengamos que emigrar a otro sistema. Mientras tanto, también muchos habrán muerto con las guerras bacteriológicas que se están poniendo de moda, pues controlar a tantos millones de personas es complicado, pero si inseminamos el miedo a la gente eso siempre funciona.

Hemos crecido en el miedo gracias a nuestras religiones, que nos venden a un Dios vengativo que nos juzga y condena. Nos inculcan el miedo al infierno, a morirnos y ser condenados por toda la eternidad, el miedo a no ser suficientemente buenos en todos los sentidos, el miedo a no ser amados o aceptados o reconocidos… en fin, una larga lista de miedos en los que vivimos y somos controlados por el poder que delegamos en otros para crear el mundo feliz de la inteligencia artificial.

La pregunta es: ¿está la humanidad preparada para la libertad? ¿Somos capaces de ser verdaderamente libres y soberanos de nuestra vida, aceptando nuestra responsabilidad individual como seres humanos con conciencia evolutiva y creativa, en lugar de ser simples mortales o pequeños personajes en manos de fuerzas que rigen y condicionan nuestras vidas?

¿Ser libres para qué? ¿Qué es la libertad? La libertad de ser yo mismo, la libertad de ser todo lo que Yo Soy, la libertad de disfrutar de la vida, la libertad de disfrutar de mi cuerpo, la libertad de perder el miedo a la muerte, la libertad de crear el mundo que me guste, la libertad de pensar por mí mismo y hacer aquello que crea conveniente, la libertad de amar lo diferente sin juzgar, la libertad de aceptar todo lo que soy y todo lo que no soy, la libertad de ser imparcial, neutral, la libertad de vivir en paz con los demás en la unidad, la libertad de imaginar, la libertad de crear, de recordar quién Soy en realidad… La libertad de decidir quién quiero ser y qué realidad quiero crear en cada momento.

Para poder ser libres, primero tenemos que recordar quiénes somos, aceptando después nuestra responsabilidad como Creadores absolutos de nuestra realidad. La mayoría de las personas no están preparadas hoy día para asumir esta responsabilidad individual; por eso, la humanidad ha elegido el camino de la inteligencia artificial.

Viaje de regreso a Mur II

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