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CAPÍTULO 1

La vida terrenal

Regreso temporalmente a aquel lugar perdido en el tiempo/espacio en donde viví la hermosa experiencia de crear un mundo a mi imagen y semejanza, una dimensión creativa que me permitió a su vez reconocerme a mí misma como el Creador que habita en mí y al Creador que soy, que siempre he sido y siempre seré.

Esta revelación fue magnífica, llegar a la certeza íntima de que Dios habita en mí y en todos nosotros, de que Dios es todo lo que existe, «todo lo que Es», la vida misma que llena de gozo cada segundo de mi día en la conciencia expandida.

He elegido continuar creando mi vida, reinventándome a mí misma cada día para seguir experimentando a la divinidad en esta eternidad sin principio ni fin. La elección de plasmar una nueva creación en la pantalla de fondo del espacio/tiempo, lo cual me posibilita seguir soñando la vida que me recrea a mí misma desde otra perspectiva en este mundo de ilusión.

Un día desperté de un profundo sueño que me mantuvo enredada entre los hilos de una historia milenaria, sin memoria de mi propio nombre, mi origen o destino. Me sedujo este mundo de maravillosa materia percibido a través de la sensualidad de los sentidos, de la voluptuosidad de un cuerpo, de la belleza del amor hacia otro ser humano, la pasión de la creación a través de la imaginación que nos lleva a explorar lo más recóndito de nosotros mismos para descubrirnos en la expresión del alma y saber quiénes somos en realidad: deidades, pura conciencia consciente de sí misma.

Elegí regresar a Europa, a la bella Italia, la Toscana, en donde encontré una bonita casa en lo alto de una montaña que me permite tocar el cielo con mi imaginación al tiempo que camino sobre la tierra. Es un lugar muy mágico, hay días que amanece envuelto en nieblas desorientando tu ubicación. Las noches despejadas están cuajadas de estrellas cuyas luces brillan en todo su esplendor. Es hermoso este lugar, un enclave para crear algo muy especial que aún tengo que soñar y, al imaginarlo, crearlo. Creamos con nuestra imaginación y nuestros pensamientos sobre la pantalla del espacio/tiempo.

Cuando descubrí que esta realidad, en definitiva, no existe no fue fácil para mí aceptarlo, pero no por eso dejé de existir. Al contrario, comprendí que Soy eterna e infinita más allá de las proyecciones mentales que creamos para experimentar todas las facetas del Ser inmortal, que es quienes somos en verdad.

Comprendí también que la muerte no existe, que la vida continúa por siempre; por lo tanto, no es necesario apresurarnos en vivir porque vivimos eternamente. Aunque muera ahora mismo, seguiré existiendo: Yo existo. Tomamos conciencia de esta verdad en momentos muy críticos de nuestra vida aquí como, por ejemplo, ante una situación de muerte inminente o en experiencias del más allá de donde regresamos iluminados.

He tenido la suerte de haberlo sabido siempre de forma intuitiva, pero sobre todo a través del recuerdo de mi alma, que ahora sé que soy parte de Dios.

Viaje de regreso a Mur II

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