Читать книгу Jack Mullet de los Siete Mares - Cristina Fernández Valls - Страница 7

La caracola de la buena suerte

Оглавление

Buceamos hasta la casa de Kraken. Las sirenas viven en las cuevas marinas bajo el dique de roca volcánica. Los peces pequeños también habitan allí porque son más seguras para ellos que las aguas de los delfines.

Kelpeana estaba arreglando y limpiando la cueva porque era su día libre. Revisaba el coral, quitaba el polvo a las lapas y regaba las algas. En cuanto nos vio llegar, nos preparó una merienda de rollitos de nori con tomates de mar, y después se marchó a buscar sus herramientas de jardinería, que las guarda en un cofre junto a la entrada.

A veces me pregunto cómo es tener madre. Es difícil echar de menos a alguien que no conoces, pero me gusta imaginarme a qué se dedicaría mi madre si viviera con nosotros. Quizá le apasionaran los animales y todos los días iríamos a la jungla a vendar alas de pinzones heridos y curar patas de iguanas. O quizá fuera tan habilidosa como mis padres con el bricolaje, y entonces mi velero ya estaría terminado. O quizá supiera mucho sobre arte y me enseñaría a dibujar y a hacer esculturas de arena.

El padre de Kraken es un pirata, pero él nunca lo ha conocido. Kraken dice que es el pirata más valiente de todos los océanos del mundo, y que está lejos buscando tesoros. A veces, Kraken dice que su padre es el rey de una isla en otro océano y tiene muchas responsabilidades; otras veces, dice que su velero está navegando a través de las aguas heladas del Ártico siguiendo a las ballenas. Nunca discuto con él sobre esto. Puesto que yo tengo dos padres y él no tiene ninguno, creo que está bien dejarle decir lo que quiera.


Acabamos de merendar y Kelpeana nos llamó para que la ayudáramos a podar las anémonas. Cuando la madre de Kraken está fuera del agua, su aspecto es más mortal, como si fuese una iguana o juncos en la corriente. Dentro del agua, es como intentar atrapar un rayo de sol.

−Jack, sardina dorada, he oído que tus padres han desaparecido. −La voz de Kelpeana suena como monedas de plata en el fondo de un estanque de deseos.

−He buscado por todas partes: a lo largo de la playa, debajo de las rocas y en las dunas. No están en ningún sitio.

−Shhh, déjame escuchar −contestó, y apoyó la oreja en la arena. Escarbó un poco con los dedos y sacó una caracola redonda y perfecta−. ¡Una caracola de la buena suerte! Susúrrale un deseo y se hará realidad −dijo, y se marchó a ver las anguilas, que se quejaban de que los pulpos estaban ocupando todos sus escondites secretos.

La caracola era blanca y violeta, en un rizo perfecto y voluminoso.

−Ten cuidado −dijo Kraken−: siempre hay cangrejos dentro.

La sostuve con la punta de los dedos y la agité. No salió ningún cangrejo.

−Está vacía −afirmó Kraken.

La palabra resonó en mi interior.

Vacía.


Guardé la caracola en el bolsillo. Había imaginado este paso de mi plan más emocionante. En la práctica, todo había salido bien: Kelpeana no me había dicho que mis padres se hubieran marchado, así que debían de seguir en la isla. Pero me sentía terriblemente desanimada. Como cuando comes lechuga de mar para cenar durante tres días seguidos y piensas que tus padres nunca volverán a cocinar mejillones, langostas o deliciosos huevos de albatros en tortilla con plátanos fritos. Además, lo de pedir deseos es solo un mito. Durante años deseé conocer a mi madre cada vez que veía una estrella fugaz, y todavía no se había hecho realidad.

No pensaba quedarme sentada esperando a que mis padres regresaran. Tenía un plan y lo iba a llevar adelante.

Jack Mullet de los Siete Mares

Подняться наверх