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Los valores y principios
ОглавлениеEn primer lugar, mencionar que la razón por la que hago remembranza en el capítulo de “ENERGIA”, a los “valores y principios” es debido a que a pesar de que ellos no partan de un principio energético, sino que son creencias fundamentales, perdurables e innatas al humano, con el solo hecho de que alguien los preserve y los practique adecuadamente de manera inherente, ya se encontrará dentro de un campo de acción o energía positiva.
En segundo lugar, no me detendré a enumerar y comentar la gran importancia de los valores y principios, pues eso sería extendernos de manera muy amplia y repetitiva, dado la gran literatura escrita con maestría por grandes autores que se encuentra fácilmente al alcance del lector.
La intención del presente subcapítulo es dilucidar la escasa congruencia en la que podemos caer sin percatarnos o si no le préstamos atención a este tema. Casi cualquier persona reconoce que valores como la honestidad, la perseverancia, la solidaridad, la justicia, el agradecimiento, entre otros, son formas de vivir correctas que dignifican al hombre que las defienda. No obstante, existe una gran diferencia entre quien manifiesta practicarlos (pero que en realidad sus acciones no concuerdan con su manifiesto), contra quien verdaderamente los tiene como fundamentos en su permanente accionar.
Se hace esta anotación debido a que a los humanos nos es muy complejo reconocer nuestras deficiencias. Innatamente el humano defiende su comportamiento y existencia como un ser de bien a pesar de los errores o incluso atrocidades que puede llegar a realizar. Tener una visión imparcial de nosotros mismos es una característica bastante compleja por dominar y que sin ella es difícil reconocer o enrumbar nuestro camino. Citando un ejemplo extremo (sin que ello signifique que esa sea nuestra situación, sino que nos sirve como referencia), podemos ver que incluso delincuentes y personas de malvivir consideran que su propio accionar está regido por valores. Si tuvieras acceso a su círculo de “amigos” podrías observar la “lealtad”, “amistad”, “agradecimiento”, y hasta “justicia” a su estilo. Podríamos hacer referencia a nombres como Pablo Escobar o Adolf Hitler que consideraban su accionar en son de la “justicia” y ser hombres de bien, al igual como lo podremos ver en la siguiente historia:
“El 7 de mayo de 1937, la ciudad de Nueva York presenció la más sensacional caza de un hombre jamás conocida en esta metrópoli. Al cabo de muchas semanas de persecución, «Dos Pistolas» Crowley -el asesino, el pistolero que no bebía ni fumaba-, se vio sorprendido, atrapado en el departamento de su novia, en la Avenida West End. Ciento cincuenta agentes de policía y pesquisas pusieron sitio a su escondite del último piso. Agujereando el techo, trataron de obligar a Crowley, el «matador de vigilantes», a que saliera de allí, por efectos del gas lacrimógeno. Luego montaron ametralladoras en los edificios vecinos, y durante más de una hora aquel barrio, uno de los más lujosos de Nueva York, reverberó con el estampido de los tiros de pistola y el tableteo de las ametralladoras. Crowley, agazapado tras un sillón bien acolchado, disparaba incesantemente contra la policía. Diez mil curiosos presenciaron la batalla.
Nada parecido se había visto jamás en las aceras de Nueva York. Cuando Crowley fue finalmente capturado, el jefe de Policía Mulrooney declaró que el famoso delincuente era uno de los criminales más peligrosos de la historia de Nueva York. «Es capaz de matar», dijo «por cualquier motivo». Pero, ¿qué pensaba «Dos Pistolas» Crowley de sí mismo? Lo sabemos, porque mientras la policía hacía fuego graneado contra su departamento, escribió una carta dirigida: «A quien corresponda». Y al escribir, la sangre que manaba de sus heridas dejó un rastro escarlata en el papel. En esa carta expresó Crowley: «Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño». Poco tiempo antes Crowley había estado dedicado a abrazar a una mujer en su automóvil, en un camino de campo, en Long Island. De pronto un agente de policía se acercó al coche y dijo: «Quiero ver su licencia». Sin pronunciar palabra, Crowley sacó su pistola y acalló para siempre al vigilante con una lluvia de plomo. Cuando el agente cayó, Crowley saltó del automóvil, empuñó el revólver de la víctima y disparó otra bala en el cuerpo tendido. Y este es el asesino que dijo: «Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño». Crowley fue condenado a la silla eléctrica. Cuando llegó a la cámara fatal en Sing no declaró, por cierto: «Esto es lo que me pasa por asesino». No. Dijo: «Esto es lo que me pasa por defenderme». La moraleja de este relato es: «Dos Pistolas» Crowley no se echaba la culpa de nada. ¿Es esta una actitud extraordinaria entre criminales?
Si así le parece, escuche lo siguiente: «He pasado los mejores años de la vida dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos, la existencia de un hombre perseguido». Quien así habla es Al Capone.
Sí, Al Capone, «Dos Pistolas» Crowley, Dutch Schultz, los hombres y mujeres desesperados tras las rejas de una prisión no se culpan por nada, ¿qué diremos de las personas con quienes usted, lector, o yo, entramos en contacto?”.
Dale Carnegie, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas.
Como podemos observar (salvando las distancias con los ejemplos citados) puede que nosotros en ocasiones pensemos que nuestro accionar es el correcto, ya que en teoría parecemos no hacer daño a nadie, sin embargo, no somos capaces de notar las consecuencias que nuestras acciones conllevan. Todos nosotros tenemos la potestad de disfrutar y actuar en nuestra vida como lo consideremos más conveniente, pero deberíamos buscar ser celosos vigilantes de que dichas acciones no trasgredan el derecho de los demás.
Puedes alimentarte en la calle, pero no puedes tirar el empaque de basura porque trasgrede el derecho de ver la calle limpia de alguien más.
Puedes hacer una fiesta en tu casa, pero si la música incomoda a tus vecinos, deberías buscar un volumen adecuado para no afectarlos.
Puedes buscar ser un próspero empresario, pero si tus actividades repercuten al medio ambiental o social de manera negativa, deberías corregir o anular tu accionar.
NUESTROS DERECHOS TERMINAN DONDE EMPIEZAN LOS DERECHOS DE LOS DEMÁS
Un punto de partida para tener la certeza de que nuestros valores y principios son efectivamente los correctos (y no caer en la incongruencia), es recordar dónde empiezan los derechos del prójimo. Todos estos malhechores, a pesar de considerar tener muy sólidos sus “valores”, transgredieron inexorablemente esta declaración. Intentaron hacer el “bien” infringiendo el bienestar de los demás. Es por ello que incluso el principio de Robin Hood (robar al rico para darle al pobre), es delictivo porque parte de una premisa incorrecta. Trasgrede el derecho de posesión de la persona inicial.
¿Puedes ver claramente dónde empieza el derecho de los demás?
“Cuando tus valores son claros para ti, tomar decisiones se vuelve sencillo”.
Roy Disney, empresario cofundador The Disney Company.